20

 —Me voy antes a clase, pequeño, nos vemos allí. —dice el alfa vistiéndose apresuradamente y despidiéndose con la mano.

—Como sea... —responde el otro de forma insípida. No quiere decirle a Damián que le gusta verlo en clase porque le hace sentir un poco —y Lucas jura que solo un poco— seguro.

Damián sale deprisa del lugar, buscando con la mirada a su mejor amigo. <<Estoy fuera, por favor, ven. No quiero estar solo.>> relee el mensaje en su teléfono móvil y vuelve a mirar a ambos lados. Nada, nadie. Teclea con algo de ansiedad, pensando en cosas que podrían haberle sucedido a Esteban. Él nunca ha tenido que preocuparse antes, cuando su amigo parecía un alfa, pero ahora siente que no puede siquiera salir de su habitación sin correr peligro.

<<Perdón, estoy en el baño de delante de clase. Me estaban mirando raro y me he puesto nervioso, así que he ido ahí a calmarme ¿Vendrás?>> El alfa suspira con frustración, pensar demasiado en las cosas le hace mal. Él jamás ha tenido que hacer eso antes, él es un alfa poderoso y pertenece a una familia bien acomodada, no necesita romperse la cabeza para tener todo hecho. Su vida es fácil.

Responde rápido mientras se encamina hacia el lugar, sintiéndose extraño. Sabe que su amistad con Esteban no va a cambiar, pero verlo como a un beta le hace sentir raro. No es como si su amigo fuese alguien diferente, pero... no sé, le veo con otros ojos.

—¿Esteban? —pregunta el alfa entrando en los baños. La ruedecita de una de las puertas pasa de rojo a verde tan pronto se escucha su voz y la maneta baja.

—Menuda mierda de día. —sale el otro del cubículo, quejándose. —Los alfas me miran tan... agh, es insoportable ¡Soy como ellos! En el fondo lo soy...

—Lo sé. —le dice el otro, reconfortándolo. Pone una mano en su hombro y ahora, sin las pastillas, el lobo de Esteban reacciona a ese tacto como lo haría un beta de verdad; baja la cabeza y se siente algo amenazado. —¿Vamos? —le pregunta amablemente, sonriéndole como siempre.

—Sí, vamos. —le responde, tratando de no hacer caso a los pensamientos intrusivos, pero siguen ahí.

Su cabeza no para de evocar lo fácil, lo natural, que sería para un alfa grande y malo como Damián tomar en su mano más del cuerpo de Esteban. Y odia que la idea le dé escalofríos y no solo de miedo. Sacude su cabeza gruñendo, él no es tan débil como para desear serlo.

Cuando entran en clase es aún temprano, así que Esteban resopla al saber que tendrá que socializar; antes no era la gran cosa, ahora la tarea le parece o bien imposible o fastidiosa porque la gente de su alrededor empieza a caerle mucho peor que antes. Su corazón se para un segundo al ver que Damián planea sentarse en el sitio de siempre, un sitio en el que hace unos días estaba cómodo incluso sin su amigo alfa, pero que ahora le parece el infierno. Damián avanza saludando a Matthew, Jake, Jordan y algunos chicos más con la mano. No se ha aprendido los nombres y recuerda los de Jake y Jordan por casualidad y el de Matthew porque parece ser el líder del grupo y, además, ¿cómo no iba a saber su nombre si alguien lo tiene en la boca cada cinco segundos? Ese alfa es la definición andante de lo significa ser el centro de atención.

—¡Vaya! Alguien nos trae un juguetito para divertirnos ¿Quién lo diría? Esteban... —esa es la voz de Matthew, más concretamente el tono fanfarrón que usa para creerse grande y, bueno, lo está consiguiendo.

Cuando Damián se sienta, Esteban se queda paralizado a su lado, sintiéndose rodeado de enormes lobos hambrientos; es como un pequeño roedor sin un lugar al que huir. Su pecho duele y deja de respirar los segundos después de que todos estallen en carcajadas. Incluso Damián, aunque él ríe suavemente mientras niega con la cabeza.

—No tienes remedio. —ríe el alfa, dándole una palmadita en la espalda a Matthew, todos dejan de mirar a Esteban por un segundo.

Nadie ha tomado en serio lo que se dijo antes, así que Esteban decide no hacerlo tampoco. Solo ríe y se sienta con los demás. Nada ha cambiado, nada ha cambiado, nada...

—Ese gilipollas... —murmura Esteban al ver a Marcel entrar en el aula. Se sorprende al darse cuenta de que lo ha dicho en alto, pero es que la rabia que tiene dentro es más fuerte que su voluntad. Ese beta le ha quitado su seguridad, su alfa.

—Sí... —responde Matthew inclinándose sobre su hombro y alargando la palabra mientras sus ojos persiguen a Marcel hasta su asiento. —Pero ese gilipollas es jodidamente delicioso.

Todos echan a reír, entonces Esteban se da cuenta de que casi nadie presta atención a Marcel, sino que están hablando del pequeño omega pelinegro que le acompaña.

—Ah, mierda, ese niño es tan follable, si solo no fuese un imbécil... —se queja Jordan, suspirando largamente y echando su cabeza para atrás. —Maldito estúpido precioso.

—Y tan precioso... —suspira Damián apoyándose en su mano y mirando a Lucas. No cree que sea gilipollas ni nada de lo que sus amigos están comentado, simplemente es extraño y, aunque suene raro, no le molesta.

—Mierda, daría mi sueldo de un mes por follarme a esa cosa gruñona. —espeta Jake mordiéndose el labio. Esteban se pregunta cómo Lucas puede lucir tan tranquilo teniendo tantas miradas encima; el omega se ha dado cuenta, debe haberse dado cuenta. Esteban puede sentir una mirada quemándole la piel incluso cuando no está ahí y son solo imaginaciones suyas ¿Cómo aguanta Lucas? De golpe, siente una enorme compasión.

—Yo no sé qué preferiría, si follármelo o que cerrase esa boca de niñato que tiene. —gruñe un tipo más atrás.

—Oh, yo cerraría su linda boca con mi polla. Quizá deba intentarlo de nuevo... —todos ríen con complicidad al escuchar a Matthew. Todos menos Damián.

—Dudo que tengas alguna oportunidad. —espeta, hablando demasiado serio como para que los demás rían por la puya.

—Agh... como sea. ¿Sabes lo que me fastidia? Que ese tipo de omegas que dicen odiar a los alfas son luego unos adictos a pornografía de alfas violentos ¡Qué hipócrita!

Damián ahoga una risa que pugna por salir ¿Lucas? ¿Adicto al porno duro? ¡Ja! Eso tendría que verlo. De hecho, duda que Lucas haya siquiera visto esa clase de videos alguna vez. El alfa abre la boca pintando una negación en sus labios, dispuesto a elucidar lo muy equivocado que Matthew está, pero entonces su boca se cierra de golpe y ya puede maginar una bombillita apareciendo sobre su cabeza. Acaba de tener una idea, si es magnífica o una locura... eso es algo que tendrá que descubrir. Y piensa hacerlo.

—¿Sabes? Quizá es ese el problema, que no estoy siendo lo suficientemente agresivo. —comenta el alfa castaño, Damián ha dejado de escucharle tan pronto como los engranajes de su cabeza han empezado a girar, así que no le responde. —Debería ponerme más bruto, eso es lo que esa clase omegas busca. Solo me está provocando, para que haga las cosas por las malas ¿No? —algunos lobos asienten, Damián ni siquiera escucha y Esteban empieza a sentirse mal, le duele el estómago y cuando ese alfa fanfarrón le mira directamente a los ojos, piensa que vomitará de los nervios. —A lo mejor solo tengo que dejar de intentarlo con ese omega tonto y buscarme a un dulce beta ¿No es así?

—Emmm, no sé, yo... — Esteban tan siquiera puede responder apropiadamente, siente que tiene un nudo en el estómago y por si fuera poco el alfa lo corta para seguir hablando él.

—Quizá solo debería esperar que vuelvas al baño, como esta mañana, y hacer que te lo pases muy, muy bien. —susurra en tono insinuante.

A Esteban se le escapa un pequeño gimoteo, cortesía de su lobo aterrado, y todo el mundo estalla en carcajadas como si acabase de contarles el mejor chiste del mundo.

—Tranquilo. —le susurra Damián poniéndole una mano en el hombro y apretando levemente como si quisiera decir estoy aquí. —Solo bromean, tranquilo. —repite con su tono masculino y dulce; él es siempre así, tan fuerte, tan protector. Agradece demasiado tenerlo a su lado en estos momentos porque realmente tiene ganas de llorar.

—Eso, solo bromeamos, ¿Acaso no tienes sentido del humor? —espeta Matthew con una de sus sonrisas ladinas. El terror vuelve, pero gracias a Dios, la mano de Damián sigue ahí. —Venga, que seguro que estás más lindo sonriendo. —Esteban traga saliva y ve a todos observándolo, expectantes. Hace sus mejores intentos y finge una sonrisa grande en su rostro. —Así, muy bien, buen beta. Eso está mucho mejor.

Pero Esteban no se siente nada mejor, en absoluto.

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