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Román diferencia desde la copa de un árbol unos puntitos huidizos que se deslizan a orillas del lago, reflejándose en sus aguas negras como sombras deformadas. Los cuenta señalándolos con el dedo y sonríe al ver que entre las manchitas falta una.
<<El informador>>
Ahora la cosa es sencilla, solo debe merodear por los alrededores antes de que el hombrecillo o mujercita llegue al aquelarre y, entonces, entrará en acción. Leoren ha dicho que necesita descubrir quien es, pero Román piensa que mejor que irse de ahí con la identidad de esa persona ¿Por qué no irse de ahí con esa persona enterita (en caso de que no se resista mucho)? De todos modos, sabe que los secuestros no son la gran cosa.
Gabriel berreará algo sobre que es inmoral, de eso está seguro y ¡Oh! Ya puede sentir el dolor de cabeza que esa voz le producirá al taladrarle los sesos, pero está seguro de que el chico será capaz de hacer una vista gorda en términos de ética si el cautivo es el enemigo.
Román no pierde más tiempo en cavilaciones -o eso intenta- y sigue su silencioso paseo por las alturas, saltando de un lugar a otro para tener una mejor vista del lugar y buscar a la persona. Da un rodeo rápido, su cuerpo se estira en el aire cuando salta y sus pies y manos dejan la rama sobre la que está elegantemente de pie con el silencio del vuelo de un ave nocturna, en el oscuro telón del cielo su velocidad no luce como nada más sospechoso que una estrella fugaz. Aterriza donde quiere con presteza, apoyando su cuerpo en cualquier punto mínimo, como la punta de su índice, y se sostiene como un acróbata. Baja todo su peso en el lugar sobre le que cae con delicadeza, posándose con un sonido mudo. Mira alrededor en un segundo y repite la operación en otro lugar, tardando ni tan siquiera un segundo más.
No ve a nadie. Sea quien sea, es alguien más importante y experimentado que el aquelarre novato que está reunido frente al lago, tan evidentes como un grupo de adolescentes curiosos que se cuelan en una propiedad privada y apenas pueden aguantarse las risas. Esa persona -si es que es una persona, podría ser un vampiro incluso, eso pondría las cosas emocionantes para Román- sabe como moverse entre la noche, casi como él, solo que tiene un defecto.
Lo que no se ve, puede sentirse. Y parece que no lo sepa.
Román escucha, obvia los corazones y murmullos de los débiles integrantes del aquelarre, entonces escucha una cacofonía de pasitos, correteos, respiraciones y otros sonidos de animales que habitan la zona. Sería fácil descartar esos sonidos bajos para identificar las pisadas de un adulto, pero Román no las escucha y sospecha que el informador anda con pies de plomo. Quizá hasta levita ¿Quién sabe?
Pero se guarda un as bajo la manga.
Cierra los ojos e inspira. Cientos de olores le invaden, pero los retiene dentro junto al oxígeno que no necesita. Almacenados en sus pulmones como si los alvéolos fuesen a separar, clasificar y ordenar todos esos aromas.
Huele a pasto, a húmedo, a frutos secos, a una bolsa de frituras que alguien ha tirado al parque, ha animales más bien sucios, heces, carne, pan empapado que la gente ha tirado al lago y demasiadas cosas más. Pero su nariz está hecha para descartar todos esos tufos poco apetecibles y centrarse en uno solo como si fuese el único perfume que percibe: el aroma de la sangre. Y ahí huele a sangre, a la sangre de las brujas, de los animales y de...
Inspira de nuevo, queriendo comprobar lo que ya sospecha.
De un humano.
De un hombre, uno adulto y que al parecer lleva una dieta balanceada, con más gusto por las frituras ocasionales y los tentempiés salados que por los caprichos dulces. Román nunca ha entendido cómo sabe todas esas cosas de una persona por el simple olor y el sabor de la sangre, pero es algo que sabe hacer desde que tiene memoria.
Al principio solo percibía millones y millones de diferencias entre la sangre de una persona y la de otra y semejanzas muy pequeñas entre dos sangres distintas y poco a poco, con mucho tiempo, experiencia y degustación, empezó a entender qué significada cada diferencia. Lo primero que aprendió fue a distinguir hombres de mujeres, el aroma de una mujer se concentra más en el vientre y el pecho, su sangre huele más fuerte, pero cuesta más de encontrar, sin embargo el aroma de un hombre es más disperso, su sangre se advierte desde la punta de sus dedos hasta mientras bombea en el corazón. Poco a poco fue descifrando más de esas características y aprendió a adivinar muchas de las cosas que hoy capta a la primera, como si leyese un libro.
Sabe cuando alguien está nervioso o excitado, cuando están al borde de una enfermedad que tardarían años en diagnosticarles, cuando han comido qué. Y luego está Gabriel, que entre los millones de factores de su sangre tiene uno que aún no ha descifrado y que le causa curiosidad. Por lo que sabe, no hay coincidencias con otras de sus víctimas.
Toma otra bocanada de aire.
Está seguro de que el hombre es atlético, pero obviamente no lo suficiente fuerte para resistirse. También sabe que anda a paso lento, pero muy decidido y que de vez en cuando fuma cigarrillos.
Empieza a seguir el aroma y en menos de un minuto ya tiene a su presa localizada. Está peligrosamente cerca del aquelarre, como a cinco minutos, y eso solo haría que complicar sus planes. Leoren dijo que si él tenía que acabar exterminando a todo ese aquelarre, la organización posiblemente haría la vista gorda ya que se trata de uno nuevo, débil y posiblemente lleno de miembros con enemigos que los matarían sin siquiera tener ni idea de qué o quienes son Urobthos. De todos modos, Román no quiere tener que complicarse, prefiere terminar el trabajo rápido y no ensuciarse las manos de sangre.
De sangre de brujo, concretamente, le cierra el apetito.
Si todas esas brujas tuviesen en sus venas la misma maravilla que Gabriel, pasaría del informador e iría de cabeza a darse un baño en su sangre, pero como no es así, prefiere evitar ensuciarse.
Baja del árbol y aterriza a no más de dos metros del hombre, a sus espaldas. Sin embargo, cae y postra con la naturalidad con la que la sombra de uno caería a sus pies con la bajada del sol. Él ha sido silencioso a más no poder y se mueve imitando los movimientos del otro, cómodamente situado en su punto ciego.
Mientras sigue sus cautos pasos, piensa en cómo hará las cosas. Es emocionando planear el siguiente paso cuando uno ya está levantando el pie, dispuesto a darlo, aunque apuesta que Gabriel le chillaría por irresponsable.
<<E inmoral ¡Ups! Quería decir inmortal.>>
Ríe para sus adentros, puede casi ver la mueca enfadada y graciosa de ese chiquillo.
Bien, piensa, no debería comerse mucho en la cabeza con algo tan sencillo como un rapto. Solo pondrá una mano en su boca, le rodeará la cintura con la otra y se lo llevará tan rápido que el otro creerá que están volando.
Posiblemente verá su mano acercarse para amordazarlo por el rabillo del ojo, pero ¿Qué más da? Para cuando procese lo que está sucediendo ya estarán lejos. El tipo estará demasiado sorprendido como para pedir ayuda.
Con una sonrisa prepotente, Román se pone casi tocando su piel, con su boca en la nuca del hombre y los labios curvados, sin soltar una sola exhalación. Su mano derecha empieza a rodear la cintura del hombre, que no advierte el oscuro miembro atrapándolo, como un silencioso tentáculo de un monstruo de película de terror. Después va la mano en la boca, asciende desde la altura del hombro y está a punto de tocar sus labios.
Un estallido ensordece a Román y se queda paralizado un segundo, la mano que tenía que afirmarse como un cinturón al cuerpo del hombre arde y puede ver sus dedos salir volando junto a una rápido bala. Una de madera.
<<Oh...>>
El hombre se aleja de un salto, agachándose antes de avanzar para evitar la mano de Román. El vampiro entiende rápidamente que sea quien sea ese hombre, sabe lo que hace cuando se trata de vampiros. Es un profesional y no puede dejar que escape. Las cosas se ponen difíciles.
Román da un paso al frente y trata de agarrarlo por el cuello, pero el tipo ha sido muy rápido y solo ha conseguido arañar su hombro un poco, rompiendo nada más que la gruesa ropa. Ahora tiene frente a él la espalda del encapuchado alejándose a gran velocidad.
Pero él es más rápido. Lo persigue y en dos segundos está plantado frente a él.
El hombre para de golpe y se voltea para ir al lado contrario, pero al virar sobre sus talones está de nuevo frente a la cara de Román. El vampiro decide que, si no puede capturarlo, al menos verá su cara; eso será suficiente.
—No sé por qué sabes tanto de cómo luchar contra vampiros, pero te aseguro que conmigo no puedes, amiguito. —se burla, ahora que lo tiene de frente se da el placer de sonreír ampliamente y alza su mano hacia la capucha del hombre, dispuesto a descubrirlo. —Veamos que se oculta aquí debajo, espero que sea una cara bonita.
Le sonríe burlón, pero en el momento en que sus dedos van a tocar la capucha, sucede lo mismo que con la otra mano. Salen volando producto de un disparo.
El hombre hecha a correr de nuevo y Román se queda anonadado un segundo. Para darle en los dedos, ha tendido que disparar cerca de su cara, muy cerca, seguro que incluso ha rozado la punta de su nariz, en caso de tenerla aguileña. Realmente sabe lo que hace.
—Nota mental —vocifera Román, corriendo de nuevo tras él. —quitarle la pistola al enemigo.
Nota que el tipo ha aprendido su técnica de barrarle el paso con su cuerpo, así que ahora corre cambiando de dirección cada pocos segundos, aunque no parece ir a ninguna parte. Román piensa que solo pierde el tiempo, pero a la vez, reconoce que el tipo lo está logrando despistar. Es rápido, como si el día después de dar sus primeros pasos ya le hubiesen puesto a correr maratones, da giros realmente inesperados y por mucho que se esfuerce, aún no le escucha respirar pesadamente.
Román piensa rápido, si puede ponerse a su espalda, pero no frente a él para pararlo, deberá actuar desde ahí. Así que lo hace, es un humano, uno rápido, ágil y aparentemente experimentado, pero sigue siendo un humano y lidiar con él no es ni de cerca difícil.
Hace algo tan bobo como ponérsele detrás y hacer la zancadilla. El tipo cae al cuelo de morros, pero tan siquiera suelta un solo quejido y prefiere estamparse la cara contra las piedras antes de soltar la pistola y apoyarse con la mano para que la caída no le parta la boca. Es tenaz, como Gabriel, pero este tipo no le divierte tanto ni de cerca, aunque admite que es mejor luchador. Se acerca a él antes de que pueda levantarse, cosa que intenta casi inmediatamente después de caerse, y pisa su mano derecha hasta que escucha el crujido de los huesos bajo sus pies.
Los dedos quedan laxos y ahí el hombre sí que se suelta una maldición entra dientes mientras se apoya con la otra mano, todavía intentando levantarse. Román se agacha, coge la pistola y la parte en dos como una ramita antes de tirarla lejos.
—Hecho. —sonríe cínicamente. Aparta el pie, sabiendo que el tipo tratará de levantarse y cuando lo hace lo toma por los hombros y lo empuja contra un árbol y lo inmoviliza con su mano en la garganta del tipo. —Ahora, quédate quieto, si no me dejas ver tu cara tendré que arrancártela. —se ríe, pero nota que no ha infundido en su víctima el menor temor.
La mano que está ahogando al tipo sigue ahí, pero ahora separada de su brazo.
<<¿Qué? ¿Cuándo me ha cortado la mano?>>
El tipo le patea el estómago con la fuerza suficiente como para hacerlo a un lado y salir corriendo de nuevo. Román se queja por el dolor y ve en la zurda de su presa una afilada hoja de la misma altura que sus botas. Recuerda que Gabriel hace lo mismo, sacarse armas hasta de los zapatos, y ríe antes de ir a por él de nuevo.
—¡Me estás cabreando! —le advierte mientras mira de reojo su mano o, mejor dicho, su nueva mano. —Y a mí me crecen las partes del cuerpo cuando me las cortas, pero creo que cuando yo te arranque una maldita pierna para que dejes de correr, tú no tendrás la misma suerte que yo.
El tipo aminora un poco la marcha y es pan comido para él tomarlo del cuello de nuevo.
<<Ya no tiene mi mano enganchada ¿La habrá tirado por ahí en el bosque? Si los ecologistas se enteran le van a dar un buen escarmiento.>>
—Te pillé —le sonríe y esta vez se asegura de presentarse adecuadamente, cogiéndole de la mano izquierda para estrechársela, la derecha tiene los dedos rotos. La estrecha un poco más y ahora la izquierda también. —. Listo —suspira, triunfal, entonces alza su mano hacia la capucha y aprieta su cuello firmemente con la otra mano, clavando un poco las uñas.
Los tendones del cuello del tipo se tensan por el dolor y Román disfruta ejerciendo una presión excesiva.
—¡Abajo! —Román no sabe de dónde sale esa voz femenina ni a quien se dirige, pero el misterioso informador encapuchado parece que sí.
El tipo se agacha con ímpetu, incluso aunque eso significa luchar contras el agarre del vampiro y dejar que su movimiento le cause terribles moratones en el cuello. Román mira al tipo postrado a sus pies con confusión y entonces, antes de que pueda reaccionar, un proyectil da en su cara.
Roza la mejilla derecha, huele a magia y explota como una pequeña granada, dejándole la mandíbula colgando y un ojo fuera de su cuenca.
—¡Huya! —le dice una de las brujas al informador, que tan rápido como puede se da a la fuga de nuevo.
Román, con la cara como la de un zombi, se voltea para ir tras él, pero otro proyectil le persigue y debe esquivarlo.
El muy cabrón estaba dando vueltas por ahí a la espera de que el aquelarre viniera a rescatarlo. Y lo ha logrado, ahora Román está rodeado de esas chicas y aunque puede acabar con ellas rápido, para cuando termine le habrá perdido la pista al informador.
Toma la decisión de ignorarlas e ir tras él, no es en las brujas en quien está interesado y aunque vayan a ser una molestia, no necesita eliminarlas y eso le haría perder tiempo.
Zigzaguea entre los árboles, haciendo que las pelotitas luminosas que el persiguen a gran velocidad colisionen con las ramas de los árboles y estallen cerca de él, pero no en su cara de nuevo. Poco a poco su rostro deja de parecer un puré y vuelve a su hermoso estado natural. Solo que ahora, Román luce enfadado con su ceño fruncido y su boca ya no sonriendo sino totalmente seria. Mira la espalda negra de su presa con los ojos entrecerrados, pasando la lengua por sus colmillos.
<<Oh, se va a enterar.>>
Se le lanza encima, impulsando por una de las explosiones que las brujas están causando a sus espaldas. Y cae sobre él. Lo inmoviliza contra el suelo, pero la fuerza con que se resiste es impresionante y sospecha que debe haber consumido algún tipo de sustancia para ello, eso explicaría la traza de droga que siente cuando le olfatea. Necesita hacer que ese tipo se quede sin energías o finalmente acabará escapando como un astuto ratón.
Observa la parte de sus ropas, cerca del cuello, que rasgó una de las primeras veces que logró acercarse a él. Puede atisbar su piel paliducha a través de la rotura, así que no lo piensa más de una vez antes de hinchar sus colmillos. Y escupe el primer sorbo tan pronto ese hombre le empuja y un nuevo proyectil lleno de magia letal le estalla, ahora en el costado, dejando al descubierto sus costillas.
Apenas ha bebido unas gotas de su sangre, eso no será suficiente para detenerlo. Necesita no fallar esta vez y necesita hacerlo rápido porque el hombre se está alejando mucho y...
<<¿Una... estaca?>>
Mira abajo cuando nota una presión en el pecho y se voltea para ver que una de las brujas, la más pequeña y aparentemente la más veloz, ha logrado alcanzarlo y ha intentado matarlo. Si fuese un vampiro normal ya estaría muerto, pero no lo está. Y eso es bueno por una parte, pero malo por otra: ahora saben que es el vampiro original y no pueden saberlo, definitivamente no pueden.
El informador ya está lejos, se le ha escapado, pero afortunadamente el hombre no ha visto como apuñalaban a Román en el corazón. Además...
Román pasa su lengua por los colmillos, degustando el picante sabor del tipo.
<<Ahora que sé cómo sabe, podré rastrearlo fácilmente.>>
Se voltea entonces, dispuesto a lidiar con el nuevo problema que se le presenta. Las demás brujas vienen corriendo y con los ojos abiertos como platos al ver la forma en que Román extiende su mano, abarca con ella el rostro bonito de la muchacha y lo aplasta como si fuese una fruta madura.
Se pone en pie, sacude de su mano los rastros de sangre de la chica muerta y arranca la estaca de su pecho con facilidad. Mira a las chicas, horrorizadas, reculando al reconocer que es verdaderamente inmortal.
—¡Retirada! —grita Miria, la líder, pero Román sonríe apareciendo tras ella y tomándola suavemente de la muñeca, como si fuese a bailar con ella.
—¿Tan pronto os queréis ir? —pregunta con una sonrisilla burlona. La mano que estaba en la muñeca de Miria sube deslizándose por su pecosa piel hasta llegar a sus hombros. Desliza fuera una de las tiras de su top, jugando con la aterrorizada expresión de la chica. Después asciende hacia el cuello y finalmente la sostiene por la barbilla. —La fiesta acaba de empezar.
Mueve su mano rápido, partiéndole el cuello a la muchacha. Las otras salen corriendo, él no necesita más que andar con calma.
Sabe que las atrapará fácilmente de todos modos. Quien le preocupa o más bien le intriga es el informador ¿Por qué ha sido tan hábil y le ha dado tanta guerra? En comparación, ese aquelarre no ha hecho más que berrear y arrojarle sus juguetitos mágicos, como un niño con una pataleta. Pero el informador... ha logrado cortar partes de Román como un carnicero, así sabe que debe andarse con cuidado.
<<No por mí, sino por Gabriel.>>
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