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Tom corre todo sin ver más que oscuridad y ramas contra las que se choca. Sus piernas empiezan a fallar y aunque grita y gruñe como una alimaña, tratando de usar fuerzas que no tiene, es inútil. Su pie queda atrapado bajo una raíz y no tiene reflejos suficientes para solucionarlo, sus piernas siguen tratando de huir flojamente, tiran del pie y él chilla desgarradoramente, cayendo al suelo mientras se encoge sobre sí. Se lleva las manos a la articulación, rezando por que no sea lo que él cree, pero apenas toca el tobillo un dolor horrendo le confirma su miedo: está torcido Mira a todos lados, no ve nada y lo único que oye es su propia respiración agitada. Se intenta quedar callado, aunque sea conteniendo su aliento. No se oyen hojas secas crujir bajo el peso de unos pasos poderoso como los de Desmond, así que se queda algo tranquilo.

<<Puedo huir, puedo sobrevivir.>>

Si tiene algo de tiempo de ventaja quizá pueda coger una rama robusta y apoyarse en ella para seguir avanzando. Palpa el suelo en busca de algún palo medianamente grueso o algo similar. Halla hojas, tierra, piedras y... algo que parece ser una piedra, pero es más suave que esta. Tiene la superficie totalmente rasa, agradable, como... nada que se le pueda ocurrir. Mira donde tiene posada la mano ¡Hay otra de esas cosas al lado! Con la oscuridad no distingue que son, pero algo negro y alto, como una sombra, emerge de esas cosas. Las palpa, buscando su forma. Tiene una extraña forma de ameba, bastante estrechas en una punta y hacia abajo hay algo gomoso como... como...

<<Suelas de zapatos.>>

Con el corazón en un puño lleva los ojos a las raras piedras, totalmente iguales que un lustroso calzado de fiesta, sigue por los troncos negruzcos que emergen de ellos, iguales a pantalones de traje negros y más arriba encuentra los ojos rojos de Desmond brillando en la noche, mirándolo con paciencia. Esperando a que sea él solito quien se dé cuenta de que está perdido.

El vampiro se acuclilla y observa sus piernas con curiosidad, bajando la mirada hasta los tobillos del chico. Toma el derecho con delicadeza bajo su palma.

—¿Es este el que está torcido? —pregunta como mostrándoselo al chico. Tomás asiente, temblando de temor al pensar lo mucho que le dolería si ese hombre no lo estuviese sosteniendo con el cuidado con que lo hace. Es hasta cariñoso su toque.

Entonces el hombre cierra rápidamente sus dedos sobre la articulación, Tomás chilla con todo el aire de sus pulmones y más cuando aprieta con una fuerza que siente que puede romperle los huesos, hacerlos polvo en este mismo instante. Entonces el vampiro lo suelta, dejándolo en el suelo con sumo cuidado. Los ojos rojos están clavados en él, lo han estado todo el rato y ni aún con su grito agonizante han cambiado su frialdad.

—Bien, al menos no me has mentido. Dime, ¿vas a portarte bien ahora? —asiente, sorbiendo y sollozando. El hombre baja su mano a la rodilla izquierda y lo acaricia, de nuevo con un toque que parece lleno de ternura y cariño, pero ahora solo provoca en él un terror que le revuelve el estómago, como un mal presagio. —Debo reconocer que estoy sorprendido, eres rápido y tienes buen aguante y buena forma, eso me gusta, pero no me gusta que me desobedezcan. Hasta casa—empieza, mirando a la derecha y señalando con la cabeza la alta edificación que se ve desde las afueras de la ciudad —hay aún algo de camino, sería problemático si intentas algo de así de nuevo. ¿Lo harás?

El tono en que el vampiro pregunta le hiela la sangre a Tom, no es una simple pregunta, es una amenaza. El hombre estaba a punto de estallar de la ira al salir de casa de Vlad, sin embargo, ahora habla de ese modo tan sosegado, como si nada sucediese. Le hace tener escalofríos.

—No lo haré, no lo haré, lo siento, lo siento mucho, yo, es que... —A Tom le toma unos segundos colmados de balbuceos y sollozos recobrar un poco la calma y hablar de nuevo.—Es que tengo miedo, n-no quise chocarme con el camarero, esa bebida me hizo sentir raro y... —el castaño pierde la voz de nuevo unos segundos cuando la caricia del hombre pasa de ser con la yema de los dedos a toda la palma, descendiendo por su pierna. —no sé qué hará usted conmigo y estoy asustado, simplemente no quiero salir herido, por favor. No intentaré escapar de nuevo. —el hombre lo mira fijamente, acariciando ahora su tobillo izquierdo.

—Oh, no, claro que no vas a intentarlo de nuevo.

Tom palidece cuando los dedos del vampiro se ciernen sobre su tobillo sano, esta vez apretando lo suficiente para romper sus huesos. Ni siquiera tiene voz para gritar cuando el hombre hace un rápido movimiento de muñeca, acompañado de un crujido y de un dolor ascendente que parece llenarle todo el cuerpo.

—Y respecto a lo que haré contigo lo sabes muy bien. Has tenido la osadía de dejarme en ridículo varias veces y yo la paciencia de perdonarlas casi todas, pero... se ha acabado ser un idiota compasivo contigo. Vas a morir, Tomás.

Grita cuando el hombre envuelve su cintura en un abrazo, se lo echa al hombro y empieza a avanzar por el sendero. Al ver su casa se pone a llorar desconsoladamente. Unos metros antes, en el jardín trasero, Desmond lo lanza al suelo con fuerza y el chico berrea al golpearse la espalda con una piedra.

—¡Pedazo de basura! ¿Crees que puedes aprovecharte de mí y dejarme en ridículo? Todos los putos humanos sois iguales —farfulla, enviándolo a la puerta de una horrible patada. El chico, incapaz de defenderse, se hace una bolita y reza porque todo acabe rápido. —, creéis que podéis ser superiores y siempre estáis desobedeciéndome... Tengo fuerza necesaria para partirte por la puta mitad con mis manos ¿Y te crees que es buena idea mancharme la camisa de sangre como a un idiota?

Tom quiere decirle que jamás fue su intención, que él pretende ser un chico bueno y tener a un amo feliz, pero el hombre lo toma por el pelo, lo arrastra por el suelo lleno de piedras afiladas y golpea su cara contra la puerta trasera una y otra vez.

—Voy —golpea una vez — a matarte —golpea de nuevo.

Después abre la puerta y lo arroja dentro. Brandon, que está en el salón, corre de prisa a socorrerlo, pero Desmond lo aparta de un empujón que lo envía lejos. El enorme humano tiene que sostenerse al sofá para no perder el equilibro y caer al suelo. Martha baja corriendo.

—¿¡Qué pasa?! —pregunta alarmada viendo a su mascota respirar agitadamente y a Tom medio muerto en el suelo. —¡Oh, por el diablo, lo matarás!

—Es la intención. —responde el vampiro cruelmente acercándose al chico con intención de seguir.

Tom se encoge y da un chillido lastimero, pero de pronto es la espalda de Martha lo que tiene en frente.

—¡Desmond, no puedes hacer eso! Él necesita algún que otro castigo, pero no puedes matarlo... —se lamenta con voz rota e infantil.

Su interlocutor no se enternece, solo se pone frente a ella y dice:

—Puedo hacer lo que me dé la gana con algo que yo he comprado y ahora apártate si no quieres que te eche de mi distrito por la fuerza. Conoces las reglas y sabes que no puedes salvarlo —la mujercita muerde su labio hasta que sangra y con pesar, se aparta. —Sube a la habitación de invitados, no quiero molestias mientras lo disciplino.

—Desmond... —murmura ella mientras arrastra los pies escalón a escalón. —por favor, recuerda que tú también... —no termina la frase, la chiquilla traga saliva cuando le asesta una mirada fatal y simplemente desaparece.

Tom es dejado a merced de su amo, quien sigue golpeándolo de un lado para otro hasta que su cabeza da contra la mesa de la cocina y piensa, por un glorioso instante, que perderá el conocimiento. Pero Desmond lo abofetea hasta devolverle el sentido. Asesta un puntapié en el rostro del chico, haciéndole caer hasta atrás mientras se sostiene la nariz y aúlla de dolor. Puede ver sangre en sus dedos, pero no le importa. Solo le mira con frialdad mientras trata de ponerse en pie y, mantenido el rostro estoico, le da otra patada, ahora en el estómago. El chico se retuerce y vomita sobre el suelo todo lo que tiene en su cuerpecito y Desmond siente que la ira crece y crece. Su mascota no le ha obedecido, ha huido de su castigo y ahora además solo aumenta el desorden formado. No puede parar de repetirse que eso le pasa por ser tan blando antes. Puede que su enfado sea solo una chispa, pero su naturaleza hace que prenda rápido y estalle. Ningún depredador es capaz de controlarse con su presa, al fin y al cabo.

El chico jadea en el suelo, sosteniéndose la tripa con la sensación de que sus entrañas están hechas trizas. Llora y mirando a Desmond balbucea alguna cosa, pero no le escucha.

¿Tom habría desobedecido si lo hubiese violado antes o si le hubiese castigado más duro? Sabe que no. Sin embargo, se ha dejado llevar por algo tan humano como la compasión y está pagando las consecuencias. Ahora le toca a Tom pagarlas. Se siente humillado ¿Qué ser bueno con los humanos les hace obedientes? Quiere reírse de Víctor por decirle semejante estupidez, él solo ha obtenido una falta de respeto. Es lo que le sucede a las personas blandas e ingenuas, que todos les usan, les desprecian, se ríen de ellos.

<<Yo no soy débil. No soy el mismo idiota que por culpa de sus sentimientos se deja enviar a morir por sus propios padres. Yo no siento, no siento nada.>>

Desmond se sostiene la cabeza un segundo, preguntándose de dónde vienen esos recuerdos. Sabe que los vampiros olvidan con el tiempo su vida humana y él siempre ha logrado evadir los recuerdos con facilidad, veía imágenes de su vida, de su infancia, de sus padres, de su traición y los borraba con rojo. Mataba, torturaba y abusaba de sus humanos y cuando más se engrandecía la bestia en su interior, menos sentía él con sus recuerdos. Llegó el punto en que no sentía nada. Pero ahora Desmond se siente realmente extraño, Desmond simplemente siente.

Y lo odia. Odia a Tom.

Sigue pateándolo y ve como se le saltan algunas uñas al arañar el suelo con tal de alejarse de sus golpes, pero sigue, aunque uno de sus ojos ya no se pueda abrir, aunque la segunda vez que vomita, Tom vomita sangre.

Está absolutamente cegado mientras destroza al chico, no puede pensar en nada más. Se siente tan bien olvidar que cree que se volverá adicto a ello. Agarra el vaso de agua que el chico se había dejado al salir en la mesa y lo lanza, estrellándolo contra el rostro del muchacho, el agua salpica todo con trazas rojizas. Ve araños por todos lados, sangre cubriéndole la cara y los ojos y por un instante no sabe si el cristal se le ha clavado allí. No le importa. No le puede importar.

—¡Lo siento, lo siento! ¡Ya basta, por favor! —Desmond patea más fuerte cuando los recuerdos se hacen más dolorosos y un crujido logra acallarlos.

Después un grito escalofriante es arrancado de la garganta de Tom y sabe perfectamente que le ha roto una costilla. Pero eso no le detiene. Puede ver a través de la bata abierta como el estómago del chico está amoratado, como sus brazos y piernas se han llenado de golpes cuando se trataba de proteger y como los contornos de su zapato están marcados en rojo. También ve como se le cierran los ojos y su boca se silencia; escucha aún una superficial respiración y sabe que lo ha dejado inconsciente. Chasquea la lengua al ver a la pobre criaturita en el suelo, pero es solo un humano ¿No? Es solo comida, no debería apenarse. Todo su cuerpo está magullado, su ropa sucia y su preciosa carita cortada y ensangrentada hasta lucir irreconocible. Parece tan calmado ahora que ha perdido el conocimiento... pero no le dará un segundo de paz. No después de que el chico haya hecho con él todo lo que siempre hicieron los demás cuando él era vulnerable: usar su amabilidad. Y si Tom cree que va a poder aprovecharse de su compasión, si cree que va a poder seguir tratándolo como si fuese débil... Oh, Desmond va a romperlo para que vea cuan fuerte es.

Lo sube a su hombro y el chico despierta desconcertado. Una vez recuerda donde está empieza a patalear débilmente.

—¡No era mi intención amo, no quería faltarle al respeto, no es mi culpa, por favor! —alega uniendo sus manos mientras reza por un milagro.

El vampiro lo baja en medio del un pasillo y le aprisiona las muñecas, mirándolo con los ojos llenos de fuego.

—Es culpa mía por ser demasiado blando con un patético y desobediente humano como tú. —gruñe entre dientes,

El hombre tira de él bruscamente al andar. El ritmo del vampiro es demasiado para el magullado cuerpo de Tom y se tropieza, siendo arrastrado escaleras arriba y logrando que se deje la piel de las rodillas por el camino y estas llenas de sangre.

—¡Por favor, basta!

El vampiro lo silencia con un brusco tirón, su brazo se desplaza demasiado y un sonido sordo se escucha bajo la piel. El dolor le recorre toda la extremidad y hace que los dedos de las manos le tiemblen y la voz se le quede atrapada en el pecho: le ha dislocado el hombro.

<<No pienso dejar que nadie me deje atrás de nuevo. Ya no soy humano, no pienso permitir que los demás crean que pueden jugar conmigo y menos un simple mortal.>>

Tom no dice nada más durante el camino, solo llora. No tiene el valor de pedir clemencia de nuevo y ganarse otra reprimenda porque no sabe qué será lo próximo, pero de veras no quiere saberlo.

Ve la habitación de Desmond a lo lejos. Su pecho se oprime cuando la puerta se abre, es arrojado dentro con crueldad y tiene la misma sensación que tuvo la primera vez que entró, la de que no saldría con vida.

Recuerda a la chica muerta, la horrible forma en que su cuenca vacía lo miraba desde debajo de la cama, en que la rigidez del cadáver parecía producto de un terror que lo atormentaba tras la muerte. Piensa en la pobre, pobre chica. Y en que él será el próximo. Su existencia quedará reducida a manchas en las paredes y otro chico o chica desafortunados tendrán que limpiar sus restos. Un portazo interrumpe sus pensamientos, están solos en la habitación, el chico roto y Desmond demasiado enfadado como para que eso le importe.

Ver al chico hacerse un ovillo y llorar le da rabia. Le produce esa especie de ternura repugnante que le hace querer arroparlo, besarlo y cuidar de él hasta que se mejore, esa compasión idiota que le ha hecho blando. Lo suficientemente blando como para tener una mascota tan mal entrenada que se escapa. No, Tom no se ha escapado, le ha traicionado. Como sus padres, como su creador, como todos aquellos en los que tuvo la osadía de confiar.

<<Pensé que había aprendido la lección, pero parece que este humano me está haciendo idiota.>>

Odia las sensaciones que el chico produce en él. Odia verle en el suelo llorando y pensar no solo en lo divertido que es ahora ser quien está arriba, sino que una vez estuvo él abajo. Recuerda a chicos del pueblo arrancándole el dinero que trabajaba por ganar de las manos, pateándole hasta dejarle inconsciente y a sus padres a lo lejos bajando las cortinas para fingir que no veían. Tan débil por confiar en los otro, tan débil por decidir no defenderse, por decir amar. Tan débil.

Él ya no es así ahora y no permitirá que unos ojos verdes llenos de vida le hagan sentir lo contrario; va a romper al chico hasta que tenga la mirada muerta y sus palabras no suenen de esa forma mágica que le hace sentir un hormigueo en el estómago. Va a matarle.

—Por favor, no quiero morir... —murmura vencido.

Lo mira desde el suelo con el rostro de un mártir y cuando él le devuelve la mirada no la aparta: el muchacho tiene esa misma osadía que lo hizo comprarlo. Le ve sin vacile, pero sin odio. Y no puede entenderlo, ni siquiera cuando va a morir el chico parece rabioso contra él ¿Acaso le dará un último aliento dulce, un beso despedida? No puede ser tan inocente, tan bueno, tan... ¡Débil! Odia verlo y verse.

Y así como lo hizo con él mismo, matará a Tom.

—Sé que no eres tan malo, Desmond... —susurra sin fuerzas, batiendo las largas pestañas como si en cada parpadeo sus ojos no fueran a abrirse nuevo.





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