—¡Estúpida reacción química! ¡Iguálate! —gruñe Lucas golpeando su cuaderno contra su cabeza.
Damián entra en casa en ese preciso momento, quedándose con la escena y riendo por lo bajo al ver como el chico se sonroja y trata de aparentar normalidad al verle.
—¿Los deberes de hoy? —pregunta. Lucas asiente con pesar y gira el cuaderno hacia él, mostrando el enunciado y cientos de respuestas tachadas debajo. —Yo acabo de venir de ayudar a Esteban y Matthew a hacer un ejercicio similar. Podemos hacer los deberes juntos, te ayudaré.
—Te aprovechas de mi necesidad de aprobar para que no pueda rechazarte. Muy astuto, alfa, muy astuto... —murmura el omega mientras se hace a un lado en el sofá, que está frente a una pequeña mesa sobre la que trabaja, para dejarle sitio al alfa.
Damián se encoge de hombros y dice:
—No sé de qué me hablas, solo trato de ser amable. —Lucas lo mira mal y él solo le sonríe de esa forma tan hermosa que hace que uno se quede embobado. Damián no siente que esté mintiendo, él realmente quiere ser amable.
—¿Para acostarte conmigo? —pregunta él, alzando una ceja.
—¡Ojalá! —le responde el alfa riendo, Lucas reacciona dándole un puñetazo inofensivo en el hombro y poniéndose rojo.
—Pues vas a tener que conformarte siendo solo mi amigo.
El alfa abre los ojos y la boca ampliamente, sin creerse las palabras de Lucas. Su corazón bombea fuerte en el pecho, el lobo salta de alegría en él y sus feromonas hacen del aire una jodida fiesta sin control. Está tan feliz. Amigos... Está seguro de que eso es lo más lejos que un alfa ha llegado con Lucas y se siente tan honrado por ello.
—¡No te emociones! Como me abraces retiro lo de que puedes ser mi amigo.
—¿Abrazarte? Estoy tan feliz que podría besarte ahora mismo. En la boca. Con lengua.
—¡Ya no eres mi amigo! ¡Asqueroso! —Lucas toma su cuaderno de nuevo, esta vez para golpear al alfa en la cabeza con él mientras odia sonrojarse o que el sonido de la risa del otro le cause cosquillitas en el estómago.
—¡Vale, vale! —responde el otro, defendiéndose de la libreta al robársela a su intento de agresor. —Venga ¿Empezamos?
—¿A besarnos o a hacer los deberes? Porque tengo distintas respuestas para eso. —inquiere Lucas enarcando una ceja. Muere de vergüenza ajena cuando dice besarnos y eso le parece extremadamente adorable al alfa. —No, olvida la pregunta, obviamente te estás haciendo ilusiones falsas. —replica, bufando con desdén.
—Quizá no soy el único que se las hace. —bromea el otro, guiñándole un ojo. Damián siente que Lucas no le miraba tan mal desde el primer día. —Uh, quizá me mates con la mirada si sigues así.
—Ojalá.
—Eres malo. —se queja el alfa, fingiendo un puchero mientras Lucas intenta no reír. —Y bonito. —añade.
—¡Basta! —responde el otro poniéndose como un tomate nuevamente; Damián se cubre del evidente golpe de libreta y después sigue riendo. Lucas siente su peco temblar, un ronroneo irresoluto clama por salir. —¿Me ayudas con los deberes o no?
—Venga, va ¿Cuál es la parte que te cuesta? —pregunta mirando la hoja de Lucas mientras este señala estresado a todos lados.
—Es que, debería saber esto, lo hice en bachillerato y... y... estudié mucho para la selectividad y obtuve buena nota, no sé por qué no se hacer esto... no lo entiendo, no sé dónde está el error, solo me sale mal y no soy estúpido, de veras que no...
—Ey... —susurra Damián, su mano se desplaza al hombro de Lucas por instinto, siempre hace eso cuando Esteban está estresado y Lucas lo parece, hablando rápido, mirando a todos lados, tirándose del pelo, sonando quebrado. —Nadie piensa que seas estúpido. —Lucas lo mira alzando una ceja.
—Todos los piensan. Creen que solo he llegado a la universidad chupando pollas porque, claro, soy un omega. Creen que soy imbécil y, joder, empiezo a pensarlo yo también. —Lucas suspira y golpes su cabeza contra la mesa, quedándose así.
Damián se siente tan terrible cuando escucha a Lucas decir eso; su mano se desliza desde su hombro a la cabeza del chico y el pequeño se tensa, pero no lo aparta. Con delicadeza, empieza a masajear los cabellos de Lucas, sabe que el chico necesito apoyo ahora. Los omegas son sensibles y necesitan de mucho cariño y en todo el tiempo que lleva ahí no ha visto a Lucas obtener ese cariño de ningún lado, además siempre está sometido a tanto estrés. El omega ronronea con el tacto y nota toda su piel ardiendo, hormigueando; se siente drogado con esas caricias. Debería detener al alfa, como siempre, pero esta vez no lo hace. Se siente tan bien... solo... solo por esta vez. Y no dejaré que llegue más lejos.
—Yo no creo que seas estúpido. Eres el único omega en el campus y no vienes de una familia rica o algo así, debes haber tenido unas notas increíbles como para acabar aquí. Seguro que a final de curso tienes una media más alta que la de los alfas. —Lucas alza un poco la cabeza desde la mesa y lo mira con los ojos algo enrojecidos y media sonrisa.
La mano enorme de Damián sigue acariciándolo como a un cachorro y Lucas luce tan jodidamente vulnerable que Damián tendrá ganas de llorar si finalmente no puede rodearle con sus brazos y dejar pequeños besos en él hasta que se sienta mejor. Su lobo está por enloquecer, necesita darle a Lucas lo que necesita, pero no puede. Y el lobo de Lucas quiere saltar al regazo de Damián y restregarse contra su cuerpo pidiendo todo el amor que necesita para sanar, quiere pedirle que la mano en su pelo le acaricie toda la piel, le agarre fuerte, vuelva a su pelo y tire de él, quiere rogarle que... Contrólate Lucas, joder. Contrólate. Es un alfa, no puedes caer por él, no puedes dejar que nadie te use y te abandone. No, basta ya con esto.
—Gracias. Para ser un alfa, no eres... no eres como todos los alfas que conozco. —murmura el chico, entonces aparta la mirada con vergüenza y mira el papel de nuevo. ¿Por qué he dicho eso? —B-Bueno, lo que decía. El ejercicio me sale mal, pero el procedimiento... Míralo, no veo el error en él. Creí que era un ejercicio trampa e incluso probé a ver si era en medio básico, pero no, es ácido y aunque he usado los tres procedimientos, todos me dan diferente de la respuesta buena. Incluso he dudado de si era o no una reacción Redox, ya no sé qué hacer ¡Estoy desesperado! —Lucas alza lo brazos con dramatismo mientras explica sus penas.
Damián toma la libreta y ojea rápidamente el contenido.
—Oh, omega ¿Esto es un cinco? —pregunta señalando el número bajo el oxígeno de un compuesto.
—Um... sí ¿Por qué? —Damián ríe negando con la cabeza.
—Era un tres, has copiado mal el ejercicio. —explica Damián calmadamente.
Lucas lo mira con los ojos entrecerrados, tratando de averiguar si es una broma. Mira el ejercicio de nuevo y ve que, cambiado ese número, todo estaría bien. Se siente feliz y contento a partes iguales, así que solo toma la libreta y la lanza a la otra punta de la habitación.
—¡Dos horas! ¡LLEVO DOS HORAS CON ESO! Y todo es culpa de ese maldito vejestorio que no sabe hacer números claros... —gruñe Lucas odiando a un profesor más. —Ah, me has salvado. Pero que rabia, llevo dos horas con un ejercicio que he tardado tres minutos en hacer la primera vez.
—¿Tres minutos? Yo, Matthew y Esteban hemos tardado quince. ¿Ves? Eres listo, solo no puedes ver cosas tan sencillas como estas porque te estresas demasiado rápido. —Y no tienes a nadie que te calme, pequeño y dulce omega. Damián se lame los labios imaginando el tacto de los de Lucas. Cuando habla rápido y estresado querría aminorar el ritmo de sus belfos besándolo despacio y profundo hasta hacerlo suspirar de gusto. Contrólate, Damián... —Necesitas... relajarte... —susurra, su tono volviéndose insinuante y Lucas con la guardia demasiado baja como para darse cuenta. —¿Te apetece ver una película conmigo? Así te relajarás. —propone inocentemente, pero en su cabeza la idea de esa mañana vuelve y es como una maldita luz de neón parpadeante porque no puede ignorarla.
—Vale, pero iré a darme una ducha primero ¿Descargas tú la película, entonces?
—Por supuesto.
Comentarios
Publicar un comentario
Comenta: