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El vampiro suspira al verlo desnudo, es mejor de lo que pensó. Iba a joderlo toda la noche para dañarlo, humillarlo y romper ese espíritu luchador que lo ha llevado a escapar, pero ahora sabe que además de un castigo, va a ser un enorme placer para él. Así debe ser y así es. Se acerca con lentitud, deleitándose por como la piel lechosa y salpicada de pecas tiembla, por como el bello castaño se eriza con cada paso que resuena en la estancia. La cabeza del chico está gacha y las sábanas ya se mojan por el goteo de sus lágrimas. Tom es delgado, pero tiene un aspecto sano y piernas rollizas, ama los muslos abultados que se le presentan, abiertos, coronados por redondas nalgas expuestas solo para él. Quiere dejar toda esa delicia marcada con sus manos y dientes. Quiere que, si alguien mira a Tom, su misma piel diga que es suyo. El fuego pinta sus iniciales en él, pero Desmond también quiere dejar su impronta con las manos.
Cuando está suficientemente cerca, pone una mano sobre la espalda del chico y desliza los dedos por esta, escuchando como murmura algo con temor. Mientras desliza sus yemas por rasa superficie, llega al trasero del chico y se muerde el labio al verlo. Es pequeño, redondo muere por enterrarse ahí hasta hacerle chillar.
—Siento haberme escapado, de verdad que lo siento... S-Solo tenía miedo, prometo que seré bueno. —el chico voltea su cabeza luciendo lloroso y con el rostro distorsionado en una mueca de temor.
Sus ojos se abren enormemente cuando el vampiro ignora sus palabras y empieza a soltar su cinturón. Gira la cabeza de nuevo, apartando los ojos de la escena para pensar que quizá no es real, pero el tintineo de la hebilla le rechina en los oídos. Quiere huir de nuevo, quiere ponerse en pie y correr hasta que las piernas no le den más, quiere salir de ahí o estar muerto para cuando Desmond le ponga la mano encima. Trata de repetirse en su cabeza, como un mantra, que todo irá bien. Por el rabillo del ojo ve como aterrizan en la cama las prendas de Desmond. Los dos están desnudos.
—Va a suceder, así que deja de llorar y abre más las piernas. Y no pienses que va a haber preliminares o que voy a prepararte, esto es un castigo, así que va a dolerte.
Tom muerde las sábanas cuando empieza a notar una presión tras él, tan siquiera tiene tiempo de comprender, su cuerpo enloquece y solo puede congelarse y esperar mientras el hombre detrás suyo es demasiado brusco. Amoratado, con una costilla rota, el hombro dislocado, el rostro lleno de cortes y las rodillas raspadas y sangrantes y ambos tobillos torcidos Tom permanece estático. Desea volverse de piedra.
Quiere resistirse, pero no tiene valor para ello; se limita a llorar y ser obediente como la patética criatura que Desmond dice que es; empieza a pensar que tiene razón. No es nada más que un objeto sin voz, su vida queda en manos de la decisión del hombre que lo usa y su valor se reduce a cuan bueno es su cuerpo soportando tormentos. Solo sirve para sufrir.
Desmond se cree en el cielo. Un sentimiento de propiedad crece en su interior cuando piensa que él será el primero y el único en tomar al chico. Es tan suyo que su vida le pertenece, hasta el último segundo. Jamás se sintió así con un humano, que fuesen suyos era algo relacionado con el poder, el estatus y con su necesitad de tener algo a mano con lo que calmar su sed de sangre o sexo, pero Tom se siente diferente. Es más cálido que un objeto.
Puede distinguir de egoísmo, el ansia animal que lo lleva a clavar los dientes en aquello que le gusta, pero esta vez la sensación es diferente; es algo más. No piensa demasiado en ello, se centra en sostener sus caderas desnudas con las manos y mantenerlo firme mientras su polla erguida se alinea con el agujero. Tom es solo un pequeño mortal, él prácticamente se siente un dios al verse tan grande en comparación, su cuerpo se estremece de la emoción, sabiendo que va a destrozarlo. Sin embargo, el pequeño y suave miembro de Tom cuelga entre sus piernas sin excitación alguna.
El glande del otro se presiona contra su agujero y siente el mareo sobrevenirle junto a una horrible náusea. Un enorme empuje hace que latigazos de dolor le recorran haciéndole caer sobre sus codos, su trasero arde y las caderas están entumecidas bajo esos dedos que la toman casi rompiéndolas; sin embargo, el vampiro tan siquiera ha logrado entrar.
—Por favor, usted no es t-
—Si dices algo más, te mataré.
Las palabras le atraviesan la mente y se la dejan en blanco, cuando ve en los iris rojos de Desmond como toda humanidad se apagó años atrás y solo arde ahora el deseo, se voltea sabiendo que va enserio. Es inevitable. Cierra los ojos, deseando que todo acabe rápido.
No lo hace.
Desmond se empuja de nuevo, está vez más fuerte, y la cabeza de su miembro se fuerza lentamente en la virginidad del chico. Tom desgarra la sábana con los dientes y grita tan fuerte que sabe que ni una sola persona quedará despierta en el distrito después de eso, todos van a oír su dolor. Siente que las manos en sus caderas queman, que el enorme miembro del otro le rompe, le destroza. Nota como le abre lentamente y su enrojecida entrada solo pulsa y punza, haciendo que el dolor le pese en el pecho lo suficiente como para no poder respirar. Pero Desmond tan siquiera se espera a que pueda tomar aire, se siente tan estrecho y cálido, que no puede contenerse, quiere estar dentro suyo ya y no le importa lo mucho que vaya a dejar secuelas en él. Empuja sus caderas y soltando un suspiro de gusto, se hunde hasta la empuñadura de su eje; sus manos separan las nalgas del joven, viendo como el angosto agujero es invadido poco a poco y cómo traga sin pausa su gruesa y venosa excitación. Tom grita de nuevo, tan alto que se le llenan las orejas de su propia voz y la cabeza de un dolor punzante que lo marea. Siente que se desmayará, que todo ese sufrimiento no puede ser real y en cualquier momento su cuerpo dejará de funcionar, pero, aunque está agotado y cada fibra de él pide un descanso, no lo obtiene. El hombre ha llegado al fondo, su cuerpo se siente invadido y es como si el mismo diablo preñase sus entrañas con una maldición. Lo siente dentro suyo, enorme, duro y palpitante contras las estrechas paredes que se amoldan a él y arden por la brusca intrusión. Eso no es sexo, no es placentero, es una monstruosidad, un crimen. Es como si le apuñalasen desde dentro, como si tomasen su cuerpo desde los pies y tirasen a ambos lados hasta partirlo a la mitad. Realmente siente que...
<<Me estoy muriendo, me muero. Oh Dios, me está matando, duele tanto.>>
—Basta, por favor, señor, me muero...
Desmond tan siquiera le escucha, solo ruge con la voz colmada de placer y clava sus dedos en el trasero que está follando. Las nalgas del chico quedan rojas y marcadas, sus dedos impresos en ellas y las caderas ya moradas por el agarre de antes. Puede sentir al chico húmedo, pequeño y abrazándose a él con su interior ardiente que enciende el deseo en él. ¿Detenerse? Desmond se siente tan bien que hacerlo sería un pecado. Sin atender a las súplicas del pequeño empieza a penetrarlo con más dureza. Su miembro sale del chico por completo, haciendo el repentino vacío le haga tomar aire, pero sin dejarlo gritar se entierra con toda la fuerza que tiene, el embate mueve el cuerpo del chico hacia delante y el vampiro le toma las muñecas, encerrándolas en una mano e inmovilizándolo con estas a su espalda. El chico babea tratando de pedirle que deje de tirar de sus brazos, empeorando su hombro dislocado.
De nuevo, Desmond no escucha. No puede escuchar, lo único que siente es como el hambre crece y crece y como la bestia se apodera de él hasta que poco queda. Ni recuerdos, ni compasión ni una pizca de humanidad; ni siquiera reconocería su propio nombre de los labios de su madre, él ya no es nadie, solo un animal cazando una presa. Sus caderas empiezan a molerse con un ritmo brutal, saliendo de golpe hasta casi abandonar el cuerpo del muchacho para enterrarse con fuerza antes de que la punta esté afuera; lo hace rápido, duro y profundo. Tom siente que su cuerpo es golpeado y dividido, que el hombre le destroza la entrañas y que en cada estocada su agujero se desgarra. Es tan horrible que no puede siquiera temer por la muerte, así que se resiste. Se resiste y el vampiro ni lo nota, su cuerpo está tan roto que apenas puede sacudirse mientras el otro lo folla con violencia, haciendo chirriar los muelles de la cama, golpeando el cabecero contra la pared hasta que la madera se agrieta, tirando de los brazos del chico hasta que su espalda forma un arco y su culo vuelve a sus caderas cada vez que sale de él, enterrándose de nuevo hasta partirlo.
—¡Por favor, ya no más! —grita el chico, sintiendo el sabor de la sangre en su garganta y negando frenéticamente con su cabeza cuando el resto de su cuerpo es manejado como un títere por las manos del otro.
—Mío. —simplemente responde el otro, gruñendo en su oído con gusto y dejando en su hombro un beso tan leve que apenas pasa desapercibido entre todo el tacto doloroso que le da.
Desmond ni siquiera sabe por qué lo ha hecho, pero no se lo pregunta, solo obedece a lo que sus deseos le reclaman. Sigue más acelerado por lo hermosa que suena su voz cuando gime de dolor, alcanzando notas tan agudas que solo los ángeles las lloran. Es precioso y siente que se llena de orgullo al recordar que eso ruiditos adorables y eróticos son solo para que él los disfrute. Tom se siente desvanecer, todo se pone borroso menos el dolor que atraviesa todo su ser con cada golpe que lo hace añicos. Para Desmond esa es una noche memorable, una de esas que va a querer repetir cada vez que el sol se ponga y hasta que salga de nuevo al día siguiente. Tom es fantástico, su cuerpo virgen es maleable, cuanto más fuerte lo profana más delicioso lo aprieta y más chilla y gime de una forma que lo incentiva a seguir. Siente que Tom ha sido creado para estar debajo suyo. No hay lugar en el mundo que le pertenezca más a ese chico, después de todo nadie le acogería si huyese, el único sitio al que pertenece es los pies de Desmond. Eso le hace sentir grandioso.
El vampiro lo suelta dejando que la inercia de sus cuerpos los guíe en el frenético vaivén y admira como el muchacho solo se mueve junto a la cama, yendo y viniendo hacia su enorme erección, clavándose en ella y jadeando cuando la entierra al fondo, ahogándose cuando es arrancado de su carne sensible y gritando casi sin aire cuando la destroza entrando sin piedad de nuevo. Sus bolas golpean el culo del chico y el sonido es tan obsceno y delicioso. Ama saber que lo está corrompiendo, que está tomando un cuerpo puro y ensuciándolo con sus dedos, dejando su palidez marcada con trazas moradas tras su toque. Quiere manchar a Tom, retorcerlo hasta que solo sepa decir que sí, quitarle la vida de los ojos y la voluntad del pecho.
Quiere hacerlo inhumano, así él no temerá nunca volver a sentirse un hombre en vez de un monstruo.
—¡No puedo, no puedo, no puedo! —chilla arrastrando sus uñas por la cama en un intento vano de huir.
Desmond solo ríe con sarcasmo antes de azotar su culo dejando la marca de su mano al rojo vivo y tomarlo por la cintura, empalándolo todavía más rápido. Cosquilleos corretean por su abdomen bajo y siente escalofríos recorrer su espina dorsal dejando no frío tras de sí, sino una caliente sensación. Está cerca de terminar.
El ritmo aumenta cuando algo cálido y húmedo recubre su polla y se desliza desde el culo del chico, bañando sus muslos. El líquido lubrica su entrada y Desmond se da el lujo de ser todavía más duro. La mano en su cadera aprieta hasta que la carne pulsa contra ella, la otra mano se pone en la base de su nuca y araña su espalda hasta que los dedos dejan tiras rojas tras de sí. La sangre gotea sobre el colchón, por su espalda y desde su entrada. Desmond siente que el deseo y la sed se juntan, que el clímax le nubla el juicio. Se agacha todavía moliéndose y entierra los colmillos sin compasión en el cuello de su víctima. Tan pronto como chupa su sangre, su garganta vibra de placer y al tragar se hunde hasta que el culo de su mascota choca contra sus caderas y se derrama en su interior, sintiendo que todo él se derrite de placer.
Tom desea morir cuando nota, incluso perdiendo la consciencia, como el vampiro lo humilla llenándolo con una cálida semilla que le hace sentir sucio hasta en las partes más escondidas de él. Ni siquiera tiene el alivio de sentir como Desmond sale de él, se desmaya antes de eso.
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