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Cuando Desmond despierta está entre sábanas manchadas de sangre y semen. A su lado el cuerpo de su mascota reposa con la placidez propia de un muerto. Frunce el ceño ¿No lo encadenó afuera anoche? Recuerda haberse corrido como hacía tiempo que no sucedía y haber caído exhausto después. Descargó toda su ira en el chico y su piel lo cuenta con las marcas de lo desalmado que fue, sin embargo, hay algo en ella que le llama más la atención que los moratones o mordiscos, su color: apenas se distingue de las sábanas, es blanca y roja. Preocupantemente blanca.
Cuando acerca su mano nota que el frío de sus dedos es correspondido por el de él y se alarma. Retiene la respiración unos minutos, esperándose lo peor, pero cierra los ojos y se concentra buscando el sonido de su corazón. Expira con alivio cuando lo halla, pero es leve. Algo no va bien y Desmond siente que sus intestinos se hacen un nudo, está tan nervioso... Pero no puede explicarse por qué. Le dijo al chico anoche, y sobre todo se lo ha dicho a sí mismo también, que es solo un pedazo de carne reemplazable, incluso ha pensado varias veces en matarlo y la idea ha viajado a la punta de sus dedos, haciéndolos hormiguear, incitándolos. La noche pasada estaba convencido de que iba a matarlo, tan convencido... ¿Qué pasó con esa certeza? La recuerda siendo difuminada como humo con un simple suspiro del chico, haciendo la pesada, férrea idea de asesinarlo liviana como el aire y llenándolo de ternura al expirarlo por sus bonitos labios. Ahora las ideas sobre su mascota muriendo no solo se han hecho más reales, sino más aterradoras.
<<¿Por qué? Yo no tengo corazón.>>
Pero se le encoge en el pecho con solo recordar al chico siendo tierno, diciéndole el primer día que quiere llevarse bien con él, agradeciéndole modestamente por una tontería, mirándolo la noche pasada con súplica, pero sin una sola gota de odio entre tantas lágrimas. Está convencido de que ese ser es demasiado bueno para este mundo, demasiado bueno para él; dejarlo morir en la cama sería lo mejor, pero Desmond es egoísta y quiere que ese chico se quede un poco más incluso aunque no sabe por qué lo desea.
Tomando rápidamente sus pantalones y nada más, se los pone y sale descalzo hacia la enorme casa que hay justo frente a la suya. Se lanza contra la puerta con desespero y la golpea. La puerta se abre casi al instante, revelando a un somnoliento gigantón que lo mira con el pelo delante del ojo derecho y frotándose el izquierdo.
—¿Desmond? —pregunta perezosamente, hablando en un bostezo.
Mira al cielo, apenas anochece, su turno de vigilancia del hogar de su líder y amigo todavía no ha comenzado.
—Es mi mascota —dice apresurado, tomando a su amigo del brazo y sacándolo de la casa de un tirón. Aturdido, el gran tipo en pijama le sigue —, hay algo mal con él, tienes que ayudarlo. —y por primera vez en lo que lleva sirviendo a Desmond lo oye pedir en vez de ordenar.
Ahí es cuando el pelinegro se da cuenta de la seriedad del asunto y apresura el paso. Entran sin tiempo a cerrar la puerta, suben las escaleras casi de un largo salto y al buscar la habitación de Desmond ven a Brandon apoyado en la puerta con preocupación.
—Eres un hijo de puta. —le susurra el humano poniéndose en su camino, frente con frente. Le mira con odio y no le importa.
<<¿Pero y si Tomás me mira ahora así?>>
—Apártate —le advierte Desmond, avanzando un paso. Brandon no se mueve, deja que su pecho abultado choque con el del vampiro y lo mira a los ojos tan cerca como puede, retándolo. —, voy a matarte. Apártate. —repite lentamente, tratando de controlar sus impulsos.
Si el muchacho muere está seguro de que Tom se llevará un disgusto y Martha lo odiará y no quiere dañar a gente que... ¿Que le importa?
—No pienso dejar que lo mates, maldita mierda sin corazón.
—Chico —interviene Víctor poniendo su mano en el hombro de Desmond y llevándolo a sus espaldas. Habla con tono amable, pero Brandon le mira con el mismo asco que a su líder. —, soy médico, vengo a ayudar al humano.
Brandon vacila, cambiando el peso entre sus pies como si fuese a moverse, pero finalmente no lo hace; aguza la vista examinando a Víctor, buscando en él indicios de una cruel mentira.
—Brandon, déjalos pasar.
El chico responde a la voz de Martha con una docilidad casi instintiva, haciéndose a un lado, aunque todavía parece que vaya a ladrarles a ambos cuando pasen. La pequeña niña sale de la habitación suspirando, mirando a Desmond con los ojos llenos de vergüenza y lástima. Odia ser mirado así. El rubio le gira la cara, sintiéndose culpable.
—Brandon, espérame afuera —dice la chica con apenas un hilillo de voz. El chico asiente y se va silenciosamente, Desmond lo mira intrigado. Martha jamás golpearía a su querido perro guardián, pero ¿Aun así le es fiel? —, tengo que marchar a mi distrito esta noche —informa mordiéndose el labio. —, Desmond, por favor, hazme saber si sobrevive.
El rubio asiente, notando sus ojos arder. Víctor y él andan hacia la habitación mientras Martha toma el camino contrario, pasando por su lado y, cuando ella y Desmond se cruzan, susurra:
—Estoy orgullosa de que no lo hayas matado, por favor, sigue mejorando para él.
El vampiro se siente aturdido por las palabras, pero no puede pensarlas: cuando ingresan en el cuarto Víctor exclama con horror, corriendo hacia la cama de su amigo.
—¿Qué le has hecho? —la pregunta escapa de sus labios sin siquiera pasar por su mente, se voltea hacia Desmond con el ceño fruncido y el otro desvía la mirada de nuevo.
Desmond cierra la puerta y se queda incómodo, apoyado en el marco. Se rasca la nuca mirando al suelo y responde:
—Intentó escapar.
Lo intentó, pero muchas de sus heridas son otras noches, cuando lo golpea hasta el cansancio por motivos que ya ni siquiera es capaz de recordar. Muerde su labio, sintiendo que merece lo mucho que Tom le odiará, pero que no podrá soportarlo. Es el fin, ha roto a su mascota, ya no volverá a ser el mismo o causar las mismas sensaciones bonitas en él.
—Oh, por Satán... —dice acercándose al cuerpo magullado.
Víctor ni siquiera es capaz de admirar las curvas insinuantes del cuerpo desnudo, solo ve el rojo en su espalda, en sus rodillas, en su cuello, en su cara, derramándose por sus piernas. Si Desmond ha hecho eso ¿Por qué se arrepiente? Evita la pregunta, sabe que seguramente el rubio se halle más confuso que él mismo. Víctor nota que respira de forma muy superficial, así que con cuidado toma la cintura del chico y lo hace rodar sobre sí hasta ponerlo bocarriba, ahí endereza el cuello del chico un poco y aprieta sus mandíbulas para que abra la boca y el aire entre mejor. Tras ser recolocado, el chico se mueve un poco en la cama y deja ir un par de ruiditos de molestia. Unos segundos más tarde se relaja con una profunda exhalación y empieza a respirar de forma más regular, Víctor se le acerca y examina su cuerpo un poco, buscando lesiones menos evidentes que los golpes, arañazos y el mordisco.
—¿Tiene otras lesiones además de todos estos morados, mordiscos y heridas? —pregunta sin atreverse a palparlo.
Desmond asiente, acercándose un paso.
—Le disloqué el brazo, tiene una costilla rota, ambos tobillos torcidos y...
—Le has desgarrado. —completa su amigo, inclinándose para ver entre las piernas del chico como aún brota un poco de sangre. Desmond apenas puede mirar el cuerpo en el lecho —Está muy mal. —le explica, girándose para asestarle una mirada dura.
Está decepcionado y Desmond no sabe cómo lidiar con eso. Víctor lo adora, le sigue como un perrito desde el día en que lo convirtió y siempre le defiende, le ayuda, y le abre su alma. Nunca había visto en sus ojos una expresión tan esquiva y fría, es como una puñalada que no esperaba. Lo peor es que sabe que lo merece. No quiere llevar a Tom al borde de la muerte nunca jamás y se promete a sí y al chico que si sobrevive nunca va a volver a perder los estribos de ese modo. Un amo es un amo y no dejará de serlo por casi romper sus pertenencias, pero pese a que sus castigos serán todavía crueles, jamás serán así.
—Todas tus otras mascotas te querían muerto, te miraban como si fuesen a saltarte a la yugular cuando durmieses. Era de esperar que las matases, pero ¿Él? Sabes que no suelo meterme en qué haces con tus cosas, pero esta vez te estás equivocando. —dice con voz profunda, soltando el tobillo del chico con una delicadeza que las manos de Desmond desconocen. Siente envidia por un instante.
—Lo sé, he sido demasiado duro. No volveré a romperle así a menos que vaya a matarle por algo muy grave que haya hecho. —responde, tratando de sonar frío. Lo que no espera es conseguirlo y obtener de Víctor la reacción que obtiene.
—Desmond... —murmura, el cansancio es palpable en sus palabras y hace un amago de girarse, pero desiste, como si no valiese la pena mirar a su amigo. —No me refiero a eso, aunque trates de no lesionarlo tantísimo... vas a romperlo. Es demasiado bueno para soportar todo esto.
—Es... solo un humano.
—¿Y por eso has venido a mi casa corriendo para que lo salve?
Desmond se queda sin palabras, la oscura pupila de su amigo lo atraviesa de una forma que deja su mente en blanco. Entonces el chico hace ruidos más fuertes en la cama y comienza a moverse, ambas cabezas giran repentinamente viendo cómo se incorpora con mucha dificultad y como poco a poco frota y abre sus ojos.
Tan pronto como esa mirada melosa y llena de vida se topa con Desmond, se llena de lágrimas. El chico empieza a temblar sin control y su corazón se agita, el hombre da un paso hacia él, pero entra en pánico y chilla; patalea torpemente con su cuerpo magullado, tratando de alejarse y cayendo de la cama. El chico parece un animal agazapado, se ha arrastrado hasta una pared y se ha abrazado a sí mismo, todavía temblando y sollozando.
—Está aterrado... —se compadece Víctor, viendo como apenas puede respirar bien por culpa de la presencia de Desmond. —Tengo que examinarlo ¿Qué hago? —pregunta con preocupación.
Desmond no entiende bien la situación, no sabe de humanos, pero se le estruja el corazón al verlo con el rostro pegado a la pared para no verle.
—Sube a la cama. —ordena con su poderosa voz, creyendo que el chico está demasiado asustado como para desobedecer.
Tan pronto como le escucha, grita, se tapa las orejas y empieza a pegarse más y más contra la pared hasta que termina golpeando su cabeza contra esta, murmurando negaciones enloquecidamente. Tiembla casi espasmódicamente y cuando Desmond se acerca un paso más a él, todavía con la mitad de la habitación separándolos, ve un charco de orín formándose debajo del chico.
—¿Pero qué mierda hac-
—Desmond. —interrumpe Víctor con una mirada seria y una mano en el hombro de su amigo. —Hazme caso, salgamos un momento.
Tom siente que va a vomitar hasta que escucha la puerta cerrarse de nuevo y ve que está solo. El ambiente deja de ser tan pesado de repente y el aire entra en su sistema, la cabeza no le palpita tantísimo y aunque apenas puede moverse, se siente mejor. Quiere quedarse solo siempre, aunque tenga que morir así en esa habitación, sea de hambre o de sed, le da igual mientras el diablo de anoche no entre de nuevo a tomar de él algo que no le pertenece. Se siente exactamente así, como si le hubieran quitado algo. Es un robo, ese vampiro le arrancado el brillo de los ojos. Se siente prisionero de sí mismo, de esa piel sucia y marcada, de un cuerpo que le mete en problemas y un corazón demasiado blando como para sacarlo de ellos. Es como si estuviese encerrado en sí mismo y cada vez se hiciese más y más pequeño, se oprime dentro de su cabeza hasta que queda un espacio tan angosto que no puede respirar en él, no puede pensar, no puede seguir.
Quiere salir de ahí, volver a casa junto a su familia, pero no tiene a nadie. No tiene nada más que un cuerpo que le hace sentir repugnante. Es como si le hubiesen marcado a fuego de nuevo, cierra los ojos y ve el rojo de los de Damián en sus párpados, se araña la piel y sigue sintiendo el tacto de sus manos tomándolo con brusquedad, toma aire, pero siente que todavía se ahoga. Es como si la violación no hubiese terminado nunca y su cuerpo y mente la estuviesen repitiendo una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez hasta...
<<Volverme loco, voy a volverme loco.>>
Manos invisibles lo arrastran de vuelta a esos recuerdos, cuando cierra los ojos la oscuridad se ilumina con escenas que no puede olvidar. Todo es Desmond. Desmond mordiéndole, Desmond agarrándole, Desmond tirándole del pelo, Desmond arañándole, Desmond gritándole, Desmond pegándole, Desmond violándolo. No puede pensar en nada más, el hombre se ha metido dentro de él haciéndole sentir huésped en su propio cuerpo, extraño, un invitado en su piel, y solo quiere salir. Oh, Dios, durante unos minutos Tom olvida su propio nombre, mascota es lo único que le viene a la mente.
Quiere morirse. Y a diferencia de la noche pasada, la idea de abandonar este mundo no inquieta demasiado a Tomás.
<<Mío.>>
Escucha la voz en su cabeza y solo quiere que se calle. Para cuando se da cuenta tiene sangre goteándole desde el cabello hasta la boca y está golpeando su cabeza contra la pared de nuevo. Escucha el pomo de la puerta crujir y se voltea de inmediato, aterrorizado.
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