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León duerme en la habitación de Harry esa noche. El hombre le llena las manos y párpados de besos a la hora de ir a dormir y cuando el pequeño se hace un ovillo en la cama, el alfa se aleja de él para demostrarle que sus intenciones no son forzarlo a hacer nada. León, de todos modos, pasa la noche en vela. Él es un omega de la clase más baja que pueda existir, un omega incompleto, sin hogar, lo único que vale de él es su belleza y poco más, así que entiende por qué recibir una atención tan amable de Harry le ha dejado embelesado en poco tiempo, pero no lo entiende de parte del alfa. Él, con lo importante que es y lo mucho que viaja, podría escoger a cualquier omega para divertirse y seguro que a uno mucho mejor y más interesante que a León, pero ¿Por qué a él? Le asusta, ser el siervo favorito de un príncipe no significa, ni de lejos, ser su omega, significa quizá ser su amante, su chico mimado, el pequeño tesorito al que lleva a las reuniones para lucir de que tan lindos esclavos dispone y León no está seguro de qué le parece eso. Solo sabe que el corazón le late tan fuerte toda la noche que puede oírlo como un terrible segundero y las feromonas del alfa lo arropan sólidamente, recordándole lo mucho que ansía una caricia suya, un beso o quizá algo más, mucho más.

Teme querer de Harry más de lo que él va a ofrecerle, más de lo que merece. ¿Y si Harry solo lo quiere para conquistarlo, para divertirse poniéndolo avergonzado, para ligar con él, follarlo un par de veces y luego saltar a otro omega nuevo, más bonito, más coqueto, más... normal? Harry es joven, poderoso y está experimentando, no es un acto de maldad que se divierta escogiendo a siervos lindos, los consienta y los use para después ir rotando el puesto. Un príncipe ligón es lo normal, pero León sabe que eso le rompería el corazón. Harry es el primer alfa que le hace sentir del modo en que lo hace, como si sus manos no tuviesen garras, solo caricias, y sus labios elogios en vez de colmillos. No quiere ser olvidado por él, usado y desechado, aunque siendo un omega de lobo blanco es una suerte que el príncipe no lo haya forzado y botado ya.

León piensa en Harry siendo seductor, en qué pasaría si se dejase caer. Quiere comprobarlo, pero cuando lo intenta las manos de Harry que en su cabeza lo tocan se convierten en horribles garras, las garras de los alfas que mataron a su aldea, las garras de los alfas que, al entrar en celo, lo quisieron arrancar de su propio cuerpo con toques violentos, las garras de los alfas del carruaje, sosteniéndolo mientras lo abusaban. León nota las comisuras de sus ojos húmedas cada vez que trata de explorar el hermoso sentimiento que surge con Harry y termina hundiéndose en el miedo, la náusea y el recuerdo de cómo los otros alfas le han enseñado qué destino merecen los omegas, especialmente los de su raza.

Se levanta temprano, tan pronto como la claridad empieza a entrar por la ventana, y abandona el lecho para traer el desayuno de Harry y el suyo. Al volver lo escucha hablar con un criado a través de la puerta, pidiéndole que lleve toda la ropa de León a su habitación. León entra tímidamente, haciendo como si nada, y Harry lo saluda de un modo que lo desarma.

Se acerca a quitarle la bandeja de las manos y dejarla sobre el cofre al lado de la cama y después le da un largo, cálido abrazo en el que una de sus manos se hunde en el cabello blanco del muchacho, que ya le roza la espalda, y otra lo rodea por completo. El alfa se arquea para meter su enorme rostro en el hueco entre el cuello y el hombro de León y respira ahí como si su piel fuese aire fresco. De la emoción, Harry levanta a León del suelo sin darse cuenta y el pequeño solo puede pensar en que flota cuando ese alfa lo toca.

—Estoy tan feliz de haber dormido contigo, he tenido sueños hermosos, mi lobito blanco —León se deja abrazar y escucha las palabras con morriña.

Hunde su cara en el pecho de Harry, aspira ese aroma tranquilizador y sin quererlo su cara se restriega contra su piel cicatrizada como queriendo impregnarse sus feromonas. León vuelve en sí cuando su propio ronroneo le asusta.

—Mi príncipe, le he oído antes pedir que traigan mis cosas a su habitación...

—Claro, quiero tener cerca a mi lobito preferido ¿Te incomoda? Puedes tener tu propia habitación si sientes que lo necesitas. —León niega suavemente, conmovido, por la gentileza de su dueño.

Eso le duele, le duele que Harry sea tan buen... dueño. No le gusta esa palabra, no le gusta en absoluto. Incluso la más amable esclavitud es esclavitud. Y no es como si él fuese esclavo de Harry, está seguro de que podría pedirle al alfa que lo dejase ir y este lo haría, le dejaría buscar un trabajo en el pueblo, como a un ciudadano más, pero León sigue sintiéndose esclavo. Esclavo de sus circunstancias, del hecho de que no tiene ya raíces, ni manada y de que jamás un alfa le querrá como algo más que un divertimento. Es esclavo del hecho de que nadie puede amar a un omega que no puede concebir.

—No es eso, es... siento que quizá es demasiado para mí, hace unos meses era solo un vagabundo y ahora, no sé, todos estos privilegios se sienten como si no los mereciese.

—Tonterías —Harry le corrige, acompañándolo con una mano en su espalda hacia la cama. —, yo quiero que estés aquí porque mereces que te trate como a un príncipe ¿De acuerdo? —León asiente, mirándolo casi embobado. Harry retoma la bandeja, poniéndola sobre sus piernas, y le da a León su cuchara. —Empieza a comer o se enfriará.

Harry le mira mientras come, el chico totalmente sonrojado y apenas atinando en su boca con la cuchara de puros nervios. Al terminar, Harry se levanta, acaricia el pelo del omega y le dice:

—Hoy después de entrenar tendré el día libre, prepárame un baño relajante, después iremos a hacer alguna cosa especial ¿De acuerdo? Ah, y come antes de prepárame el baño, yo comeré en una reunión militar.

León obedece, como siempre, con el pecho oprimido y la sensación de que algo revolotea en su tripa. Va a dejar la bandeja, se queda mirando como Harry lucha y cuando verlo transformado en lobo le remueve demasiado los viejos recuerdos se centra en mirar otra cosa: la pequeña espada que tiene Harry en la pared de la habitación. El hombre le explicó, poco después de su llegada, que era la espada que le concedería a su omega, cuando tuviese uno, para enseñarle a defenderse en su ausencia. León tiembla cuando acerca los dedos al filo, sin valor para acariciarlo. Se pregunta qué se sentirá al asir una arma tan poderosa, pero tan adaptada al tamaño de un omega. Él jamás ha sentido que los omegas puedan tener poder propio: o lo heredan de alfas reales o lo roban, como cuando él robaba dinero, pero es como si el poder no estuviese hecho para sus manos. Sin embargo, esa espada... León recuerda como la navaja que le dio su madre para suicidarse se le escurría entre el sudor de las palmas, como un objeto pequeño que se resistía a que lo manejase.

Esa hoja no se sentía correcta en sus manos, se pregunta si la de Harry... Pero detiene sus pensamientos, no es ya un crío como para andar fantaseando con cosas imposibles. Así que decide ir a dar un paseo por los jardines del castillo hasta la hora de comer. Harry comerá en una reunión militar y León atina a pensar que tiene muchas, muchísimas, y que no es solo porque la vida de un rey sea ajetreada. Los lobos rubios no han hecho nada todavía, pero la corona de Seth se huele algo, así que están reuniendo fuerzas. A veces mandan a lobos a husmear de incógnito en sus tierras y vuelven con información poco reveladora, pero interesante: los reinos independientes de lobos dorados están cada vez comunicándose más entre ellos, pero nunca con el fin de llevarse mercaderías o dinero. León está preocupado ¿Y si los lobos rubios deciden llevar a cabo su venganza por la muerte del imperio de Raghs? El rey Towen los aplastaría, sin dudas, pero en una guerra siempre hay alguna baja y Harry, en primera línea, es un blanco fácil. León no quiere ni pensar en ello, pero lo hace inevitablemente.

Tras recoger algunas flores, todas amarillas, va a dejarlas sobre la cama de Harry y luego va a comer a la gran cocina, donde los criados, a quienes ya conoce mucho mejor, le sirven amablemente y le dejan un hueco en la mesa, el de siempre.

—Vaya, vaya ¿Tienes algo que contarnos? —pregunta la chica de al lado sudo dándole pequeños codazos en el costado.

—¿Eh? No, creo que no —dice León confundido.

—Así que... —el beta alto y esvelto de delante suyo lo mira pícaramente. —he tenido que llevar tu ropa a la habitación del príncipe ¿Qué me dices de eso?

Toda la mesa hace una exclamación dramática y algunos siervos aporrean la madera al grito de ''¡Que lo cuente todo!''.

—No es nada realmente, Harry dice que soy... su favorito, por eso me ha cambiado a su habitación. Aunque no entiende muy bien que debo hacer.

—¡Uy, chico! —le interrumpe el beta con una risa escandalosa. —Ya te digo lo que tienes que hacer, es muy fácil, así, así —habla mientras mete su dedo índice de la mano derecha en un círculo que el índice y el pulgar de la izquierda forman.

—¡Grosero! —le chilla un criado bigotudo, después se dirige hacia León. —Tú ni caso, no hagas nada que no quieras ¡Ni con el mismísimo príncipe!

—Pero ¿cómo no va a querer? —pregunta el beta alto retóricamente. León se muerde el labio y aparta la mirada incómodamente, a lo que este abre los ojos con sorpresa, comprendiendo que el chico no desea tener sexo con Harry. —¿Cómo? —cuestiona escandalizado —¿Por qué? El médico de la corte tiene un brebaje que Harry usa siempre con sus omegas y ni un vástago le ha salido, si es eso lo que te preocupa.

—No es eso, solo no tengo buenas experiencias con alfas. —murmura afligido.

—¡Pf! Si hablas de los ''alfas'' de Kez —empieza en torno burlón, haciendo comillas con sus dedos. —, allí no tienen ni uno ¡Hasta yo podría follármelos! Aquí sí tenemos alfas de verdad, hijo: grandes, fuertes y que no necesitan ir conquistando pueblos y violando a sus omegas para poder tener algo de acción.

—¡Es un tema sensible, idiota! —chilla el abuelo de nuevo, acto seguido el beta abre la boca, pero la omega de al lado de León le lanza una cuchara sopera a la cara y grita:

—¡Calla y come!

El resto de la comida hablan de alimentos y su preparación, todos parecen emocionados porque es temporada de tomates y harán recetas increíbles con ellos, al parecer, y León les explica algunas recetas de su aldea, casi todas con vegetales y especias que los Seth habrían considerado solo hierbajos. Los cocineros apuntan sus ideas, prometiéndole que cocinarán en su honor, y León se sonroja.

Tras la agradable comida el chico le prepara el baño a Harry como de costumbre: geles aromáticos mezclados con el agua, algo de espuma en la superficie, una toalla húmeda en la repisa de pierda, para las heridas, y una pastilla de jabón para que se frote mejor. Además de eso, deshoja las flores que ha recogido, dejando que los pétalos floten en el agua y la tina luzca como un lago de cuento de hadas.

Harry llega al poco, sorprendiendo a León por detrás. Lo coge de la cintura y lo alza, dándole un susto. El muchacho patalea en el aire y da un chillido y cuando lo deja en el suelo de nuevo, Harry ríe a carcajadas.

—¡Te preparo un baño bonito y tú tratas de matarme! Eres un príncipe cruel, ya entiendo porque os llaman bárbaros —León bromea, cruzándose de brazos.

Harry se limpia una lágrimas de tanto reír por la reacción del muchacho y le sostiene las mejillas con dulzura.

—Eres tan adorable que no he podido evitarlo.

Después de eso Harry se queda intensamente mirándolo y León respira pesado. Sabe que ahora se desnudará, creando un ambiente tenso que lo enloquece, y que mientras él tenga que frotar su cuerpo definido y hermoso el corazón no parará de irle a cien. Esta vez algo es distinto, el príncipe pasa con sus manos de las mejillas de León a su cuello, acaricia sus garganta con los dedos, midiendo lo sencillo que sería ahogarlo y tenerlo bajo su voluntad. Pasa un índice por la clavícula derecha, haciendo a un lado la tela; la otra mano se mete por debajo del blanco atuendo para acariciarle el hombro y luego lo hace caer, revelando uno de los lechosos brazos del chico. Se le ve también un poco más del pecho, incluyendo su rosado pezón, y León toma la tela de su túnica entre sus puños, temblando de los nervios.

—¿Recuerdas el día de la celebración del fuego? —pregunta con voz ronca. Acto seguido se arrodilla, quedando algo más bajo que la altura de León, pero suficiente como para poder tocar sus hombros y cuello sin tener que encorvarse.

—Cuando... Cuando nos dimos un baño juntos, mi señor... —dice en tono interrogativo, apenas pudiendo hablar. Harry asiente. León traga saliva, desde entonces no ha vuelto a suceder, el príncipe lo ha insinuado alguna vez, pero ha desistido cuando ha percibido en León el aroma de un dulce omega atemorizado.

—Es tan adorable que me llames mi señor cuando estás nervioso, mi lobito blanco, me haces sentir que ya soy rey —el chico ríe con nerviosismo y el lobo lo toma de los bordes de su ropa a medio quitar para acercarlo más a él. —; no tienes de qué preocuparte conmigo ¿Lo sabes?

—Lo sé, mi príncipe, es solo... me siento intimidado.

Harry no ríe esta vez, solo lo mira muy serio, con los ojos verdes perdidos en su cuello.

—León ¿Puedo desnudarte? —las manos de Harry se detienen, a un instante de bajar el segundo hombro y dejar al chico con la parte de arriba totalmente expuesta. León tiembla en sus manos, balbuceando una respuesta que todavía está pensando. —Tu piel es tan hermosa y me alegro tanto de que ya no tenga las marcas de esos horribles alfas —murmura, sonriendo con genuina felicidad cuando desliza su palma por el raso pecho del chico.

—Puedes —León suspira, atragantado —quitarme la camisa, pero no quiero... que me desnudes del todo... por favor, es incómodo—suelta el joven con un hilillo de voz.

Harry asiente con humildad. La última vez León le hizo cerrar los ojos mientras se desvestía y luego usó el agua llena de jabón para cubrir todo lo que había de sus hombros para abajo, así que es un avance.

—Muchas gracias. Detenme si algo te hace sentir mal, ahora solo quiero tomar este rato para relajarte y mimarte, León, quiero que sientas que podrías derretirte si te toco un poco más.

Y León ya se siente así solo con palabras, pero se lo calla.


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