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—Hola. —asoma una cabellera oscura, ondeando la mano en el aire de forma amable. —He convencido a tu amo para que nos deje solos. ¡Oh! No, no, no haré nada malo, Soy Víctor ¿Me recuerdas? Soy amigo de Desmond y soy médico. Por eso estoy aquí.
Tom lo mira con recelo. No se fía de él por mucho que tenga un rostro amable y bonito o que sus palabras suenen sinceras: tiene también colmillos y ojos rojos. Recuerda quien es, pero también recuerda haber pensado que él y su amo podrían haberse llevado bien. No logra sentirse cómodo en su presencia. Cuando él extiende su mano y tiene intenciones de acercase, Tom vuelve a ponerse nervioso y se intenta alejar, deslizándose por la pared hacia la esquina contraria; Víctor se detiene, no es buena idea acorralarlo en ese estado, así que simplemente alza las manos en son de paz y se sienta en medio de la sala cruzando sus piernas sobre el suelo.
—Soy un vampiro, si quisiera hacerte daño ya te lo habría hecho ¿No crees? Además, estoy aquí por tu bien, así que te conviene hacerme caso ¿Si?
Tom sigue mirándolo con desconfianza. Desmond también pudo haberlo lanzado a la cama y haber arrancado sus ropas antes de violarlo, pero le obligó a hacerlo por sí mismo y fue mil veces más humillante y doloroso que cualquier otra opción, así que no sabe muy bien qué pensar ahora. ¿Y si el azabache solo quiere ganarse su confianza para divertirse torturándolo por ser un ingenuo? El silencio se forma entre ambos y el humano no le quita los ojos de encima, pero en un abrir y cerrar de ojos no está. Mira con ojos abiertos como platos el lugar donde había estado sentado e incluso se inclina con curiosidad hacia él, pero entonces siente dedos cerrándose sobre su brazo sano y se congela en el lugar.
—De verdad que no quiero hacerlo por las malas. —suspira el hombre, su agarre le deja claro que no puede irse, pero no duele. —¿Puedes levantare y tumbarte sobre la cama? Por favor.
Tom obedece, mecánicamente lento. Víctor observa sus movimientos con orgullo al ver que hace caso, pero la mueca tensa de su rostro le pone triste. El chico se estira sobre las sábanas sucias y acartonadas, quedando rígido.
—Espera así un momento. —le dice, yéndose de la habitación.
El sonido de la puerta relaja a Tom y cuando se encuentra solo, se pone a llorar. No hay suficientes lágrimas en el mundo para él, pero aun así lo intenta, incluso si ahogar su dolor es ahogarse a él mismo en su propio llanto.
La puerta vuelve a abrirse cinco minutos después y él solo cierra los ojos. Víctor se acerca hasta el borde de la cama y se le escucha dejar algunas cosas en el suelo, Tom abre los ojos asustado y el vampiro alza los objetos que ha dejado en el suelo.
—Es un cubo con agua fría jabonosa y esto una pomada desinfectante y algunas vendas, no temas.
Aunque el chico sigue asustado, se siente mucho mejor cuando ve que el otro no tiene intenciones ocultas. El hombre le limpia con un paño húmedo los cortes del rostro, la herida del cuello y las raspaduras de las rodillas, dando pequeños toquecitos en ellas hasta dejarlas con mucho mejor aspecto. Tom se siente incómodo por el tacto y por su bochornosa desnudez, pero el dolor se reduce un poco, aunque le escuece el jabón a veces. El hombre después embarra un par de dedos en un gel fresco y lo extiende por las heridas, quedan brillosas, pero también muy aliviadas. Apenas hace presión, así que la sustancia se siente más bien como un frío suspiro que le calma la quemazón de la piel
—Siéntate. —ordena, aunque con un tono suave que no hace que se siente como un mandato en ningún momento. Tom obedece por su propio bien, dejando sus pies colgar sobre el suelo y colocándose en la orilla de la cama con su espalda recta. —Esto dolerá un poco, pero es solo un segundo. —dice tranquilo, acercando sus manos al brazo de Tom.
El chico gimotea y niega, echándose para atrás, y el otro suspira con fastidio.
—Voy a recolocar tu hombro y cuanto más tarde más tiempo va a estar doliendo después ¿Estamos? —hasta el momento el hombre es la única persona amble del lugar y al notar que ha empezado a irritarlo siente unas tremendas ganas de llorar así que hace lo que él le dice. No quiere perder a lo más cercano que tiene a un amigo.
Cierra los ojos, aprieta los dientes y el vampiro es tan rápido que apenas nota un pinchazo en el hombro y cuando se da cuenta el otro ya le está colocando una bandita de compresión. Le sonríe amablemente cuando lo ve lucir sorprendido y Tom se siente a gusto con el sujeto. Con el tiempo pone otras tres bandas más en él, una en su pecho y dos en sus tobillos.
—Bien, ayudará a que la costilla y las articulaciones sanen más rápido. —le explica —Túmbate otra vez. No, no, así no, bocabajo.
Tom vuelve a sentirse intranquilo, empieza a respirar rápido, aunque le duela hacerlo y mira al hombre a los ojos con sus manitas temblando. La última vez que estuvo en una posición tan vulnerable fue violado y con solo imaginarse exponiéndose otra vez toda la ansiedad vuelve y los recuerdos se arremolinan en su mente y el pecho le duele y...
—No haré nada, es solo para curarte. —la mano de Víctor está en su hombro, pero apenas lo roza. Toma una respiración profunda y trata de cooperar.
El pelinegro es gentil, limpia y trata los arañazos de su espalda, pero cuando llega a su trasero una mezcla de horror y vergüenza le hace ponerse a llorar y agarrar con fuerza la almohada.
—Solo voy a revisar aquí, no haré nada inadecuado. No estés tenso. —Tom asiente, aunque le resulta imposible.
El hombre usa sus manos para abrir las nalgas del chico exponiendo la enrojecida entrada que tan siquiera puede cerrarse bien y empieza a limpiarla y desinfectarla. Sabe que le llevará un rato y que el ambiente está cargado, así que decide hablar con el humano.
—Tu piel está muy seca ¿Hace cuánto que no comes o bebes?
Tom no dice nada, mordisquea la almohada y él no insiste, eso parece calmarlo un poco. El vampiro suspira y sigue con su labor, planeando en su mente el enorme regaño que va a darle a Desmond.
Da un pequeño gritito cuando los dedos de Víctor penetran un poco su entrada y se dividen, abriéndolo. Se siente profundamente oprobiado con un desconocido manoseándolo y abriendo sus intimidades, se voltea violentamente, pero el tipo no se detiene y sigue observándolo.
—Tengo que ver cómo está por dentro, amigo, no estoy haciendo nada malo, lo prometo. —le dice con tono dulce. Unos segundos después aleja sus manos de la zona y Tom puede relajarse, aunque sea un poquito. —¿Ves? Ya está ¿Ha dolido mucho?
El chico está sobre el cojín con los ojos fuertemente cerrados y la mandíbula tensa, posiblemente reviviendo el abuso, así que lo deja tranquilo. Lo mira unos segundos, no ya como un médico o un depredador, sino un hombre viendo a otro en su miseria, compadeciéndose.
Víctor traga saliva, no puede creer que esa criaturita haya acabado en tan malas manos. Le apena pensar así de su amigo, pero sabe que está siendo más cruel que de costumbre y sintiéndose más confundido que de costumbre y eso le preocupa. Tom abre los ojos, se escuchan toques en la puerta y su mayor miedo se vuelve realidad.
—Pasa. —dice Víctor, dejando que el hombre que ha destruido cada fibra de su integridad entre de nuevo en la habitación.
Todo se siente más pequeño de repente, cualquier distancia es demasiado cerca y todos los segundos son demasiado largos. Desmond está ahí, con ese cuerpo enorme que puede romperlo sin esforzarse, con colmillos grandes y una sonrisa cruel, los ojos rojos, pasándose la mano por el corto cabello dorado y mirándolo de forma condescendiente.
—¿Cómo está? ¿Lo has arreglado? —pregunta, acercándose al vampiro más grande y poniendo una mano sobre su hombro para llamar su atención.
—Es humano, ellos tardan mucho en curarse. —explica casi de forma dulce, como si Desmond fuese un niño que no entiende las cosas. Tom se apena y aterra a la par al comprender cuan lejanos son para Desmond los sufrimientos de los humanos. —Te voy a dar algunas indicaciones para que las sigas estrictamente ¿Vale? Si no, se pondrá mal y tardará más tiempo en recuperarse.
—Sí, lo tendré en cuenta.
—Bien. Nada de esfuerzos físicos para él, nada de coger objetos pesados o mantener su brazo malo levantado, después, tiene que alimentarse muy bien para curarse lo antes posible, los humanos suelen hacer tres comidas al día y beben mucha agua, asegúrate de que lo hace. Deberá comer un poco más de lo que necesita para su tamaño porque ha perdido mucha sangre y deberás no beber de él durante al menos un par de semanas. Respecto a los vendajes, los cambiarás cada día porque están en contacto con heridas y sino podrían infectarse, no los aprietes mucho, te daré la medida exacta para que la compresión será suficiente. Tiene muchas heridas abiertas, así que debe bañarse cada día y ponerse la pomada después, la dejaré aquí ¿Vale? Y respecto a las lesiones... —Víctor tose un poco y baja el tono de voz. —respecto a las otras lesiones deberás aplicar la misma pomada por fuera y poner un ungüento para que el desgarro interno no le duela tanto, no sé con exactitud cuando tardará en curarse, sinceramente va a estar a muy inestable, tú... de veras has sido muy brusco. También deberías olvidarte del sexo con él durante un mes por lo menos, podrías reabrir las heridas. —Tom se alarma al escuchar esa palabra. Sexo. No quiere tener sexo con el vampiro, ni de aquí a un mes ni nunca, le aterra pensar que tendrá que sanarse para ser herido de nuevo y que todo se repetirá.
—No tengo una mascota humana para que esté todo el día en cama, sin darme sangre ni diversión. —se queja mirando a Tom con el ceño fruncido como si fuese su culpa; el chico siente que su corazón se acelera peligrosamente.
<<Tan siquiera... tan siquiera esperará un mes. Va a romperme ahora.>>
—Desmond —Víctor alarga las letras, mitrándolo hastiado. —es grave. Has dañado su recto, si vuelves a tener sexo con él así y causas una hemorragia posiblemente morirá. Incluso has afectado los músculos contiguos tanto que posiblemente necesite que lo lleves varias veces al baño para que no orine encima, como antes, y todo esto, junto a los tobillos torcidos... seguramente no pueda andar en un tiempo. Va a necesitar una silla de ruedas, conseguiré una para mañana, pero hasta entonces debe estar en cama.
Desmond traga saliva al escuchar el tono con el que habla su amigo. Mira a Tomás de reojo sintiéndose un absoluto monstruo.
<<¿Acaso no es eso lo que soy?>>
—Mascota —la voz del rubio pita en los oídos de Tom, haciendo que el chico se haga una bolita en la cama como respuesta. —espero que hayas aprendido la lección y que me agradezcas... bastante hago por ti con contenerme por un mes.
Lo último apenas lo susurra, haciendo que el chico parpadee varias veces mirándolo. Tom se siente confuso ¿Acaso ese demonio no lo ultrajó anoche? ¿Por qué querría contenerse un mes solo por su bien? Es extraño y Tom recuerda las palabras que una vez el hombre le dijo mientras le educaba sobre los semi puros. Se reprocha por haber pensado en él solo como un hombre y no como un monstruo también.
<<¿Y si es cierto? ¿Y si sufre cada segundo... como yo? Lo que ha hecho... jamás le perdonaré, pero ¿Por qué me compadezco?>>
El rubio se queda mirando a Tom, esperando ese agradecimiento que ha pedido, recordando la facilidad con la que el castaño dice gracias por nada y le agita el corazón. Esta vez calla.
—Desmond —lo llama Víctor, contemplado la escena con un nudo en el estómago. No quiere quedarse e interrumpir entre lo que sea que se está formando entre ambos, así que se levanta para irse y extiende su mano hacia el nombrado, entregándole una botellita. —Tienes que aplicárselo ahora, el ungüento para el desgarro. Sé cuidadoso. —murmura en tono suave.
El vampiro asiente y nota cierta pena en su corazón al ver como el chico se echa a temblar al escuchar qué es el frasquito. Víctor trata de irse, pero algo tira de su brazo, se voltea para ver donde se ha quedado enganchada la manga su chaqueta y ve pequeños dedos pinzándola. Tom no dice palabra alguna, pero mira al enorme vampiro con súplica.
<<No me dejes a solas con él>>
Desmond siente que la ira se forma en su interior. Tom jamás le pediría así que se quedase con él.
—Suéltalo. —ordena con expresión furibunda, Tom obedece, encogiéndose sobre la cama y mira con horror como Víctor va hacia la puerta.
—Se cuidadoso. —repite antes de marcharse y dejarlos totalmente solos.
—Túmbate bocabajo, voy a ponerte esto. —gruñe, todavía sintiendo como la ira hormiguea en la punta de sus dedos, incitándolo a hacer algo malo.
Tom se queda congelado imaginándose lo que sucederá. Obedecerá y el hombre deslizará un dedo dentro de él, después será otro y cuando esté demasiado deseoso y apretado contra sus pantalones se deshará de ellos, lo asaltará poniéndose encima para que no pueda huir y mandará a la mierda el mes sin sexo que el médico le ha pedido.
—¿A qué esperas? ¡Vamos! —Tom da un gritito asustado cuando el hombre pone su mano en su cabeza y lo empuja haciéndole caer en la posición demandada. Se resiste sin saber muy bien cuál es su mejor opción, pero el vampiro aprieta su rostro contra la almohada, manteniéndolo vulnerable y asfixiándolo. —Quédate quiero o te irá mal. —susurra de forma intimidante.
El castaño deja de moverse. Cuando el inmortal le suelta el cabello él lleva las manos a su cara para limpiar las lágrimas y ve por el rabillo del ojo como el hombre se unta los dedos en el ungüento. Sin previo aviso empuja uno de sus muslos abriéndole las piernas. Tom se muerde el labio, sabiendo que no puede esperar gentileza. No la obtiene, el grosor de dos dedos lo dilata de golpe, los siente hundirse más allá de los nudillos y todo su interior se retuerce. Se le saltan las lágrimas, pero trata de no hacer nada que pueda enfadar a Desmond. Este empieza a moler los dedos dentro y fuera, esparciendo la fresca sustancia por su interior. Aunque el tacto violento de ese hombre escuece, Tom se siente algo mejor gracias al ungüento.
—¿Cómo te sientes?
Tom se voltea incrédulo, queriendo comprobar si las palabras han salido realmente de los labios del vampiro, pero él no le está mirando, solo mantiene los ojos bajos, fijados en el movimiento de sus dedos dentro suyo. Quiere responder algo, pero ¿el qué? ¿Acaso va a mirarlo a la cara decirle que se siente como si toda su vida se hubiese acabado? La idea le da pánico y se le sellan los labios de golpe. Siente que ni siquiera si grita podrá recuperar la voz que se le ha quitado.
—Tengo mucho trabajo que hacer, no voy a perder el tiempo en un niño que ni contesta. —profiere de forma fría y se va.
Esa noche Desmond entra cuatro veces más, dos para traerle abundante comida que él ni toca y va directa a la basura, una para llevarlo con desgana al baño para que orine con la cara roja de vergüenza y otra más para dormir. Desmond duerme en la cama, Tomás es llevado afuera de nuevo, donde lo encadena y lo hace dormir tumbado sobre el pasto a la intemperie, como de costumbre. El chico no se mueve en todo el día, tampoco duerme.
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