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Desmond despierta enfadado. Enfadado consigo mismo por ser un demonio con Tomás, enfadado con Tomás por no haber dicho ni una sola palabra la noche anterior, enfadado con Vlad por haberle incitado a hacer aquellas cosas horribles y enfadado con el mundo entero y el destino por dejarlo en esa penosa situación.

¿Qué debe hacer ahora? Siente que, aunque lo correcto es seguir siendo el amo despiadado de Tom, algo va a cambiar. Algo ya ha cambiado: cuando va a recoger al chico del exterior y lo sienta en la silla de ruedas que Víctor ha dejado ahí hace unas horas el chico no dice nada, tan siquiera lo mira. Se deja mover y colocar como un mero muñeco de trapo. Con su silencio y su apatía realmente parece que esté vacío, que sea un mero cascarón. Y él necesita esa luz que venía de dentro suyo y le iluminaba. Él quiere a Tomás, no su cadáver.

El vampiro toma las manetas de la silla de ruedas, dirigiendo al chico dentro. Tom no es más que piel apoyada en el respaldo, levemente de lado; lo deja en la cocina, diciéndole que prepare su comida. No da señales de haberlo escuchado y no hace absolutamente nada. Él se va, pero Tomás sigue sin reaccionar. Vuelve varias horas más tarde, viendo al chico en la misma posición exacta en que lo dejó.

—¿No tienes hambre? —pregunta, enarcando una ceja. Tom no se mueve ni un milímetro, incluyendo sus labios. —Da igual, te limpiaré y sanaré las heridas, después sí tienes que comer o te vas a morir.

Coge al chico en brazos y los del humano cuelgan flácidamente sin hacer un solo amago por aferrarse a él. Quizá Tomás solo está cansado, se dice. Aun así, siente que hay algo mal en todo eso, Tom tan siquiera lo mira o hace un mínimo esfuerzo por asentir, no se estremece por su cercanía, no trata siquiera de recuperar sus fuerzas comiendo. Trata de no ponerse histérico, Tom no está actuando tan raro ¿Verdad? Cuando lo lleva al baño le quita la ropa con una facilidad que desconoce. El chico no lucha ni se retrae de su contacto, solo espera, sumiso. Lo coge por la cintura, lo mete en la bañera y frota su cuerpo con gusto. El chico se apoya en él, deslizándose hacia el agua cuando Desmond lo suelta y siendo rescatado de hundirse cuando este se percata de que tiene la boa y la nariz sumergidas.

—¿Tus heridas están mejor? —pregunta amablemente, pensando que quizá no le dice nada porque está demasiado asustado. Reconoce que su voz ha sonado dulce y tranquilizadora, pero aun así Tomás se queda estático, siendo frotado por su amo.

Desmond muerde su labio, diciéndose a sí mismo que no debería castigar al chiquillo ahora y hace acopio de toda su paciencia para ignorar el hecho de que está prácticamente hablando solo. Lo saca del agua, secándolo con algo de brusquedad, después lo venda de nuevo, aplica crema en sus heridas y lo tiende sobre el baúl de ropa para penetrarlo con los dedos embarrados de ungüento. Y en todo el proceso el chico no da señales de vida. Siempre le dijo que era solo un pedazo de carne, ahora realmente está comportándose como uno y le rompe el corazón verlo. Al vestirlo nota que ha rozado su piel con más fuerza de la necesaria y que está sangrando de nuevo, pero no ha oído protesta alguna ¿Acaso no nota el dolor? ¿Se ha endurecido? ¿O es quizá que su piel es lo que menos duele ahora mismo?

—Iremos de nuevo a la cocina ¿Si? —le dice cargándolo mientras se siente cada vez más y más inquieto. —Si no tienes energía para hacerte la comida la cocinaré yo por ti, pero tienes que decirme que te gusta.

Baja las escaleras en silencio a la espera de una respuesta.

Nada.

Lo deja en la silla de ruedas justo frente al mármol y el chico vuelve a desplomarse sobre esta como si estuviese ya muerto.

—A ver ¿Qué quieres comer? —insiste impacientándose y hablando ahora con un tono más amenazante. —¡Bien! —declara irónicamente cuando el chico apenas parece respirar. —Pues lo que sea.

Abre la nevera, encontrándose un plato de carne en ella, presupone que el chico lo dejó preparado para más adelante la noche en que... en que sucedió aquello. Lo pone en el microondas un minuto, sin saber muy bien cómo funciona el aparato y mientras se calienta pone frente al muchacho tenedor y cuchillo y un vaso de agua. Tom no los toca ni entonces ni cuando tiene el plato de carne delante. Desmond le observa con los nervios crispados y golpea el mármol.

—¿Quieres hacer el favor de responderme, reaccionar o lo que sea? Soy tu amo, si no me obedeces... —gira la silla de ruedas del chico, apoyándose a los lados e inclinándose para mirarlo a la cara.

—Si no te obedezco ¿Qué? —pregunta con una voz que le hiela los huesos. No hay odio en sus ojos, pero tampoco amor. La pupila los abarca como un temible agujero negro que devora toda la luz en su interior y Desmond por primera vez desde que es un vampiro siente ganas de retroceder cuando ve esa mirada. Más muerta que la suya. —¿Me matarás? Adelante, adelante ¡Mátame! Ya estoy harto de tratar de ser tu amigo, solo me quieres como a un pedazo de carne ¿No es así? Entonces solo seré eso, amo, no hablaré, no te miraré, no haré nada más que esperar a que me uses y me mates cuando te aburras. Y espero que sea pronto.

El chico respira agitadamente, se agarra a los reposabrazos tembland de flaqueza y trata de ponerse en pie. Desmond recula un poco, viendo con horror el dolor con el que chico contra el rostro al escupir tan afiladas palabras. No está hecho para eso, su naturaleza dulce no puede soportar esa ponzoña que vomita.

Todos tenían razón, incluso si no lo asesina, lo matará.

—¿Por qué me habla, amo? ¿Por qué busca que me haga ilusiones y crea que puedo llegarle al corazón? ¡No tiene, no tiene corazón! Y el mío lo ha destrozado... solo quiero morir, así que, por favor, castígueme por todo lo que quiera, haga lo que quiera conmigo, pero máteme... No me haga tener que hacerlo yo mismo por favor.

El chico se levanta, sus rodillas se juntan y lleva una de sus manos a la dolorida cadera. Aúlla de dolor y se apoya, tratando de arrastrar sus pies hacia Desmond, tratando de alcanzarlo incluso aunque jura que no volverá a caer en ese mismo acercarse, abrazarse, en ese buscar su calor.

Desmond se siente morir. Arde, su mirada arde sin necesidad de ser roja, la luz candorosa ahora es solo fuego que lo consume que lo deja hecho cenizas, polvo, mientras avanza hacia el vampiro como arrastrándose hacia su tumba. Pero no le odia, solo odia vivir a sus pies, bajo sus órdenes, entre sus garras, pero a él... a él no podría odiarle mientras le dice lo mucho que le duele no poder ser su compañero en vez de su juguete.

—Tomás... —susurra acercándose con cautela. El chico se desploma en sus brazos y lo toma.

El chico descarga su frustración golpeándole el pecho, pateándolo, berrando como si todo su cuerpo fuese incapaz de contener tantísimo sufrimiento. No puede sacarlo, no hay lenguaje en la lengua o en la piel de uno que pueda decir de una angustia que cala más hondo que en el hueso.

<<En el alma.>>

—¡Mátame, mátame, mátame! ¡No quiero ser violado de nuevo, mátame, mátame antes que vuelvas a querer eso de mí! —pide desesperado, mirándolo con los ojos abiertos, dando con su pupila enorme poderosos mazazos en el pecho del vampiro. Este trata de dejarlo de vuelta en su silla, pero Tomás patalea y se resiste arrojando sus débiles miembros por todos lados. —¡No, no, no! ¡No quiero ser más tu juguete roto! ¡No quiero esperar en una patética silla de ruedas a que me vuelvas a mandar a ella el primer día en que me recupere! ¡No quiero! No me queda nada, solo la vida... —<<Y cuánto pesa...>> cae al suelo, se arroja desde la silla en su violenta pataleta tirando el vaso, el plato con carne y los cubiertos. —¡Quítamela! Me quiero morir, me quiero morir... —susurra enloquecido, abrazando sus rodillas y encogiéndose en una pequeña bola.

Desmond lo mira con la garganta seca, incapaz de siquiera disculparse. Por un segundo su cuerpo se vuelve de roca y su corazón de blanda compasión. Se siente humano de nuevo, congelado ante el horror de un vampiro, dolido por sus crueldades. Pero ahora es él el torturador.

<<No, no puede ser, no puedo...>>

Se agacha con los ojos llorosos, queriendo recoger a Tomás entre sus brazos y llevarlo de vuelta a la silla para que no se dañe con los pedazos del plato roto, pero él solo le chilla y se arrastra lejos.

—Mátame, por favor, Desmond. Mátame. Si esta es mi vida ahora... prefiero no vivirla.

Pero su amo no le hace caso, solo toma en brazos, volviéndolo a colocar en la silla como si incluso su última voluntad no fuese más que parloteo inútil. No le ha robado solo su voz, sino también su silencio.

<<La vida la perdí cuando empezó la guerra, él no compró mi vida, él compró mi muerte.>>

Tomás se aferra al mármol sobre el que estaba la comida. Sube la cabeza, mira arriba; el techo color claro sustituye a la noche estrellada ¿Cuándo muera irá al cielo o se quedará atrapado en esa casa, encerrado para siempre con su amo? Baja la frente de nuevo, con fuerza. Se la golpea contra el mármol y siente un dolor intenso atravesándole el cerebro. Lo hace de nuevo, queriendo quebrarse la cabeza. Una vez y otra y otra, y pierde la cuenta. Ve todo negro, una figura oscura lo aleja de ahí y se le echa encima.

<<¿Es esto la muerte? ¿Es mi mismo amo la parca? Tan cruel que me arrancará del mismo morir para condenarme a una vida horrible.>>

Llora en vano cuando recupera la conciencia en un par de parpadeos y ve a Desmond llevarlo en bazos de nuevo.

<<Es una pesadilla, una horrible pesadilla ¿Por qué no se acaba? ¿Por qué no me muero?>>

Cae sobre la silla de nuevo como en una especie de interrogatorio y Desmond con los ojos casi saliéndosele de las cuencas, exclama:

—Pero ¡¿qué haces?!

Tomás suelta una risa irónica que le quema la garganta ¿Acaso tiene derecho ese vampiro a reclamarle por su locura? No sabe cómo osa sorprenderse de haberlo empujado a esos extremos si él mismo coqueta con la muerte de su mascota a diario.

—Morir... —murmura, repitiéndolo entonces de forma seguida, bisbiseándolo como un mantra.

Se tira al suelo y Desmond va a recogerlo otra vez, pero entonces, al alzarlo, el chico le araña la cara con furia y lo deja. Cierra su puño, no quiere pegarle, no después de hacerle lo que le ha hecho, de haberlo dejado en tan terrible estado, pero sus instintos son fácilmente inflamables y siente chispas saltando en su interior. Se deslizan un par de gotas de sangre por su mejilla antes de que los arañazos se curen del todo, el chico ha arrancado impresionantes trozos de piel y ahora, desde el suelo, intenta ir a por Desmond de nuevo. El vampiro sabe que si vuelve a hacer algo así su compasión va a agotarse, sabe que lo va a golpear, una vez lo vea hermoso y con su deliciosa piel amoratada estremeciéndose bajo su tacto como una flor siendo deshojada sin poder resistirse. La tentación es tan grande que se relame. Desea que se resista más y más, que se gane un castigo digno de un vampiro satisfecho. Como la noche anterior. Los recuerdos golpean su piel, tienen la intensidad de la luz del sol quemándole la piel y aun así son traslúcidos, como esperando que alguien los calque de nuevo.

<<No, no, no puedo hacerlo.>>

—¡No tienes corazón! ¡Te odio! —grita Tomás, lanzándole pedazos de cristal al vampiro, apretándolos en su puño hasta hacerse sangrar.

Él sabe que el chico solo está tratando de provocarlo para ser asesinado, pero, Dios, lo hace de maravilla. Desmond se siente cada vez, más enfadado.

<<Tengo que sacarlo de aquí o lo mataré>>

Lo lanza a la silla de ruedas de forma descuidada y sale de la casa corriendo. En el jardín se siente más tranquilo y ahí le ata al cuello a la cadena que lo mantiene cerca, pero fuera de su casa.

—Mañana vendré a por ti y comerás ¿Queda claro? —pregunta con un tono duro, dejando la silla a un lado y bajándolo al suelo para amarrar con fuerza el collar al suelo.

El chico niega y grita.

—¡No lo haré! ¡No lo haré, mátame porque no lo haré!

Desmond se siente desesperado, Víctor le ha explicado ya varias veces que los humanos mueren rápido de inanición. Sabe que un día no es nada, pero si no come nada al siguiente ni al siguiente tendrá motivos para preocuparse y no ve que Tomás quiera ceder.

—Si no comes no te mataré —dice el vampiro apretando el puño, sintiéndose culpable por el horrible recurso que usará: —, te ataré a la cama y te violaré por cada vez que me digas que no, así que vete pensando si vas a comer o no.

Un portazo lo deja solo en el jardín con el corazón en un puño y la horrible certeza de que ese demonio no miente. Nunca lo hace cuando es cruel.

<<Si trato de morir me usará como castigo y si vivo... me usará hasta que muera. No hay escapatoria, no hay alternativa.>>



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