26

 —¡Es-espera! —chilla Esteban cuando el hombre lo lanza con rabia contra la pared de las duchas. Lo acorrala entre sus brazos y el resto de alfas se acercan también, haciéndole sentir claustrofóbico. —Soy como vosotros, como un alfa... ta-también me gustan los omegas y los betas ¡Me gusta dar! Soy un alfa, solo he nacido en el lugar equivocado y...

Matthew le detiene dando un golpe en la pared y Esteban calla; nadie ha creído en sus palabras, él mismo sabe que son mentira.

—Me da igual que tengas gustos de alfa, pero has nacido para tomar pollas, así que cierra tu boca si no quieres que sea demasiado cruel y desnúdate antes de que empiece a enfadarme. Nunca deberías hacer esperar a un alfa por sexo y menos hacer esperar a seis.

Esteban traga saliva. Si así será su vida a partir de ahora, prefiere mil veces más ahogarse en medicamentos cada mañana para ir a clase como un alfa.

—Si me tocas se lo diré a Damián. —amenaza el beta como último recurso, incluso sin saber si su amigo realmente está enfadado con él o si siquiera sigue siendo su amigo. Él sabe, de todos modos, que ese alfa es el más fuerte y que en el pasado le ha protegido innumerables veces, así que usarlo como arma debería bastarle.

Algunos de los alfas tras Matthew se miran entre ellos con preocupación y susurran alguna cosa, incluso los grandulones de la puerta parecen incómodos después de lo que ha dicho. Funciona... Entonces Matthew manda sus esperanzas a la mierda, estallando de risa.

—¿Y qué crees que hará el gran alfa cuando le digas que queremos follarte? Piénsalo, desde que es evidente que eres un beta el parece no soportar estar a tu lado, incluso ha huido hoy. —ríe de nuevo y Esteban se siente enfermo del estómago al ver que el desprecio de su amigo por él ha sido tan evidente. Lleva toda la mañana tratando de convencerse de que solo eran imaginaciones suyas. —Quien sabe, quizá llamo yo mismo a Damián y tu amiguito acaba follándote en las duchas también, al fin y al cabo, violarte es mil veces más natural que ser amigo tuyo para él y para cualquiera de nosotros; pero no me mires así, es biología ¡Yo no lo escojo! —Esteban muerde su labio, cada vez se siente más arrinconado, cada vez la situación se vuelve más real, más inevitable, pero él es incapaz de pensar que algo así le va a suceder a él. —Pero bueno, basta de charla. Desnúdate.

Dicho eso el hombre termina de sacarse su ropa y los de detrás le siguen, quedando todos desnudos menos Esteban, quien está inmóvil, viendo los musculosos y altos cuerpos, las erecciones ansiosas y las sonrisas sin piedad. No puede estar pasando, no puede estar pasando. Su cuerpo no es como el de un omega, él no reaccionará a un alfa siendo sumiso cuando le pida sexo y no sabe si eso es algo bueno o malo; que él tenga la opción de resistirse no significa que esa sea una buena idea.

—Si haces esto, vas a arrepentirte, está mal, sabes que yo no quiero hacerlo y... —Matthew suspira y alarga su mano hacia el beta, quien se encoge y calla esperando lo peor.

El alfa solo alcanza la maneta y activa la ducha; chorros de agua fría caen sobre el cuerpo de Esteban, dejándolo con la ropa empapada y tiritando.

—Bla, bla y bla. Todos decís lo mismo y todos os equivocáis. —ríe el otro, cerrando el agua para que el sonido no le interrumpa. Pone sus manos a los lados del cuerpo del beta y lo toma por la cintura, su palma cálida empieza a escalar por dentro de la camiseta, entonces se detiene y lo agarra tan fuerte que duele. —Mira, bonito, aquí tienes dos opciones ¿Sí? La primera es ser bueno y dejar que hagamos lo que queramos contigo, si haces eso te prometo que no saldrás muy herido. La segunda... —su vista se oscurece y la mano libre lo toma por el cuello mientras la de la cintura le entierra las uñas en la piel —tu segunda opción es resistirse. Con eso vas a ganar que te demos una paliza y que cuando estés sangrando en el suelo empecemos a divertirnos contigo. Si tienes suerte alguien llegará después de nosotros y llamará a una ambulancia, si no, quizá golpee su cabeza contra el suelo tan fuerte que ni una ambulancia pueda serte de ayuda ¿Entiendes lo que digo?

Esteban asiente y el otro le suelta de golpe, empujándolo dolorosamente contra la pared. Lo siguiente que sucede es que todos vitorean al chico mientras lentamente desliza las prendas fuera de su cuerpo. Se quita primero sus zapatos y calcetines, sigue por su camiseta, mostrando un cuerpo musculoso, pero pequeño y lechoso. Intenta retardar el momento, pero el aroma de la ira lo impulsa a bajar sus pantalones y, muy hesitante, sus calzoncillos. Se siente horrible cuando su miembro flácido y su trasero redondo quedan a la vista de todos esos hombres. Afortunadamente ninguno se da cuenta de que está llorando pues las lágrimas se entremezclan con el agua.

—Me gustan más delgados, pero puedo conformarme. —dice uno al fondo, encogiéndose de hombros. Esteban aprieta los dientes. Que te jodan, que te jodan, que te jodan.

—Bien. —dice el malvado castaño que los lidera, dando una palmada para robarle la atención a Esteban. —¿A alguno de aquí le molesta la sangre? Si es así que se vaya yendo, porque yo le he encontrado así que yo me pido el lujo de desvirgarlo y puedo asegurar que voy a hacer que sangre.

—Pero ¡Tío! Eso da asco, además no hay que ser tan bestia. —dice un chico moreno, sus ojos parecen inseguros y los demás le miran juzgándole, excepto otro chico que desvía la mirada también con inseguridad. —Además ¿Hacerle sangrar? Yo cuando me follo a un beta o un omega es para hacerle disfrutar, aunque le fuerce un poco...

—Pues puedes irte largando. Aquí voy a disfrutar yo, no él, y si te molesta que salga herido mejor no te quedes para ver lo que sucederá. —el hombre rueda los ojos al escuchar al castaño y se voltea, empezando a vestirse.

Todo se queda en silencio un par de minutos, todos mirando al tipo hasta se viste y se va. Cuando lo está haciendo otro chico lo imita, sin decir nada ni atreverse a mirar a nadie a los ojos.

—Pero tampoco lo lesiones. —comenta un chico cuando Matthew da un paso al frente.

—Cállate y no arruines mi diversión ¿Quieres? —el sujeto solo alza las manos en señal de paz y mira hacia otro lado. Cuando el alfa se voltea hacia él, Esteban tiembla como una hoja y se abraza a sí mismo. —Ahora... vamos a jugar. —susurra sádicamente, una sonrisa ladina se pinta en su rostro y un brillo demencial atraviesa sus ojos.

El alfa se acerca a Esteban y él solo logra pegarse a la pared. Lo primero que sucede es que tiene una mano en la cintura tomándolo posesivamente y otra acariciando el camino desde su vientre hasta su pecho; la primera mano afirma el agarre, la segunda se detiene y tuerce a la derecha, acariciando la piel hasta llegar a la tetilla de Esteban. Un sonido de desagrado y preocupación sale de sus labios cuando dos dedos pinzan su botón rosado y traga saliva, esperando que todo se detenga, que eso sea lo más lejos que lleguen. Pero el alfa no se detiene, retuerce y tira del pezón del muchacho, haciéndolo gritar y temblar por el dolor.

—Hm, no me gusta, suenas demasiado alto y alguien podría venir. ¡Jordan! Pásame tu ropa interior. Y, uh, una camisa o algo así. —Esteban realmente, realmente tiene la esperanza de que de alguna forma extraña el tipo vaya a vestirse con eso e irse. Sabe que es imposible, pero siente que en el momento en que acepte que sucederá ahí, algo en él va a romperse y será demasiado doloroso.

El nombrado lanza las dos piezas de ropa y el castaño las capta al vuelo. Profiere una pequeña risa después de analizarlas con la visa y vuelve los ojos hacia Esteban de nuevo.

—Date la vuelta, la cara contra la pared, las caderas hacia mí.

Esteban da un largo suspiro y coopera despacio. Apenas tiene la mejilla rozando la pared, pero al voltearse del todo el tipo le agarra por las muñecas con fuerza, empujándolo adelante, y hace que su rostro golpee con fuerza las baldosas húmedas. Esteban se queja, pero entra en pánico cuando el otro dobla sus brazos en su espalda y los ata hábilmente con las mangas de la camisa de Jordan.

—Espera, eso no es necesario. De veras, por favor, necesito tener mis brazos libres. —suplica el beta mientras forcejea con el agarre; desesperanzado, descubre que el nudo el fuerte y la tela resistente. No podrá moverse ni en caso de que el dolor le obligue a apartar a su agresor.

—No seas tan quejica, estoy haciendo las cosas por las buenas. Ahora, abra la boca, esto te encantará, perra sucia. —ríe; el muchacho trata de decir algo, pero los dedos del otro de meten entre sus labios y se aseguran de que los mantenga separados.

Con una mano hace una bola de la ropa interior del otro alfa y después, forzando la mandíbula del beta abierta, mete la bola de tela en su boca.

—No lo escupas si no quieres una paliza ¿Entendido?

Aterrado, Esteban asiente y gimotea, sus leves sonidos quedan atrapados en la tela babeada de su boca y todo su cuerpo tiembla horriblemente. El alfa toma de las caderas al chico y lo empuja más hacia él, haciéndole curvar la espalda y sacar su trasero. Una vez lo tiene así, alza su mano y azota su culo. El golpe se escucha por todo el vestuario y algunos alfas silban, sorprendidos por la fuerza de su compañero. Una huella enrojecida de su mano aparece al instante en el culo de Esteban y este grita de dolor, pero el sonido es amortiguado eficazmente.

—Perfecto, apenas se le oye gritar. —comenta Matthew frotándose las manos. —Ahora, que empiece la acción.

Esteban trata de gritar de nuevo, ocasionando risas en su abusador, cuando siente el cálido glande del otro apretar contra su entrada inesperadamente. Con las manos Matthew separa las nalgas del chico, dejándolo expuesto, y empuja fuerte.

Esteban siente el dolor recorriéndolo y le dan arcadas por los nervios.

—Mierda, no entra. —se queja el alfa, empujando de nuevo sin resultados. —Vas a tener que relajarte si no quieres que sea duro ¿Si?

Esteban no trata de responder, solo cierra los ojos cuando el hombre vuelve a intentarlo. No ha entrado en él, pero es sumamente doloroso y humillante. Esteban se siente como si solo quisiera desaparecer.

Escucha el sonido de la puerta y después una voz gruesa.

—Matt, se acerca alguien ¿Qué hacemos? —pregunta el hombre con nerviosismo. El corazón de Esteban revolotea de emoción y trata de gritar de nuevo, el otro lo apresa con más fuerza contra la pared y trata de darle otra embestida, haciéndolo callar.

—Que se una.

—Dudo que lo haga... es el otro beta, ese tipo enorme... ¿Lo forzamos también?

Pasan un par de segundos incómodos antes de que Matt chasqueé la lengua y lance el beta al suelo con rabia. Esteban se golpea la cara con las baldosas al no poder detener el golpe con las manos y, mareado, trata de moverse. Solo logra retorcerse y resbalar penosamente.

—Ese gilipollas es muy grande, podría darnos una paliza. Vestíos todos, nos largamos. 

Comentarios