28

 Es la última hora de clase y Esteban siente que se le va a salir del corazón del pecho. Durante todo el día Damián y él han estado bien, exceptuando pequeños momentos en que el alfa parecía enfadado sin razón aparente y el beta se sentía profundamente dolido, pensando que él era el culpable. Además de eso, Marcel ha recibido piropos y números de teléfono de alfas de nuevo, pero hasta el momento la cosa no estaba realmente mal. Ahora sí lo está; Matthew y sus amigos habían decidido saltarse clases ese día, pero al parecer algo les ha hecho asistir a la última y cuando Esteban los ve entrar por la puerta y saludar a Damián, su corazón se para.

Obviamente no le ha contado a nadie —y menos aún a su mejor amigo alfa— lo que sucedió en las duchas. Él solo quiere olvidarse, que el grupo de Matthew le deje en paz y no perder a su amigo. Su estómago da un vuelco muy próximo a la arcada cuando todo el grupo se siente junto a él y Damián; una sonrisa maliciosa le indica que el alfa sabe que él ha mantenido su boca cerrada.

—Hey, Esteban, estás precioso hoy. —lo halaga el castaño.

Esteban siente ganas de vomitar al escuchar su voz y lo edulcorada que suena con esa falsa amabilidad. Baja la mirada y trata de agradecer, aunque no le sale la voz. Él solo desea que Matthew no le diga nada más.

—¿No te parece que hoy está precioso, Damián? —pregunta, llamándole la atención al nombrado con un golpecito dado con su codo. Esteban lo mira horrorizado y Matthew solo le guiña un ojo con complicidad.

—Mi amigo siempre es bonito. —dice con un encogimiento de hombros, mirando al beta y sonriéndole. Él siempre ha opinado que por muy masculino que trate de ser Esteban, luce realmente tierno.

—Tienes razón, pero desde que se nota que es un beta y ha perdido algo de músculo está tan... follable ¿No te pareces? ¿Acaso no follarías su culo? —pregunta mientras su mirada se clava en Esteban.

Oh, él sabe perfectamente lo que el alfa trata de hacer. Ha intentado olvidar lo que él dijo en las duchas, pero ahora todo es demasiado lúcido y dependiendo de lo que Damián diga, no podrá olvidarlo jamás.

El alfa lo mira unos segundos, por un momento siente que también es un trozo de carne para su mejor amigo. Damián observa a Esteban y no ve en él nada especial, pero sí bello; es su amigo y jamás tendría sexo real con él, pero sí con cualquier omega que tuviese ese cuerpo y cara, así que tiene la respuesta clara.

—Claro. —responde con total normalidad, sin darle demasiada importancia.

Después cambia bruscamente de tema porque se siente incómodo, pero Esteban no le escucha, solo puede oír su corazón bombeando rápido. El profesor entra, pero durante el resto de la clase Esteban sigue sin poder oír nada más que eso.

Cuando el timbre final suena él sale de su ensimismamiento dando un repullo; se ubica en el aula, mirando a todos lados; cierto castaño odioso sale por la puerta y Damián está mirándolo a los ojos, colocando una mano en su hombro.

—Ven a la biblioteca, quiero hablar contigo a solas.

Un nudo se forma en el estómago de Esteban y de pronto tiene ganas de llorar; asiente silenciosamente y le sigue. Cada paso que dan hacia la biblioteca se siente más doloroso y difícil, como si el beta arrastrase tras sus pies una bola de preocupaciones que se infla cuanto más avanza. Siente que no puede respirar, que caerá en cualquier momento y que entonces se hará pedazos. Como si fuera de cristal.

—¿Es... es porque soy un beta? —pregunta con la lengua trabándosele en la boca. El alfa se gira a mirarlo con curiosidad y piensa la respuesta por unos segundos.

—Um... sí, más o menos.

En este momento, el beta colapsa. Todo se le cae encima, sus preocupaciones y miedos engullen las esperanzas y crecen descomunalmente, superándolo. Siente que el pecho se le oprime en una pequeña cajita donde no tiene espacio para respirar y se agarra desesperadamente a la camisa del alfa con los ojos anegados en lágrimas.

—P-Por favor, Damián, soy el mismo, sigo siendo el mismo, yo... por favor, no dejes de ser mi amigo, ni me uses, ni me... Oh, Dios, por favor, soy un beta pero soy el mismo de siempre, por favor, no quiero que... —sus palabras se ven interrumpidas por los hipidos y sollozos que escapan de su garganta sin permiso.

Esteban odia que le vean llorando y odia que lo traten como a un niño, pero ahora no oculta sus lágrimas, solo mira directo a los ojos sorprendidos de Damián con los suyos colmados por ellas, esperando que se apiade de su dolor; tampoco se queja cuando el alfa pone una mano en su cabeza y lo acerca hacia él en un extraño abrazo; Esteban solo se deja hacer, llorando desesperadamente entre los brazos de quien espera que siga siendo su amigo. Unas palmadas en su espalda no logran calmarlo, pero Damián lo intenta. Su amigo suena tan asustado y tan dolido, no sabe de dónde ha sacado esa inseguridad, siempre lució muy seguro de sí mismo, muy agresivo con los demás como si supiera que iba a ganar cualquier guerra que iniciase. Quizá siempre estuvo en él, esa inseguridad, y su violencia era solo un modo de defenderla con uñas y dientes.

—Claro que eres el mismo, Esteban, tranquilo. No voy a dejar de ser tu amigo y ¡Por dios! No voy a usarte ¿Es por lo de antes? Me pareces atractivo porque lo eres, pero no haría nada y menos si tú no quieres. Ya, deja de llorar, no sucede nada. —el chico se aferra a él con fuerza por primera vez su vida, siente que lo aprieta con desespero, como si tratase de abrazarlo lo suficientemente fuerte como para que sus pedazos se unieran de nuevo con el calor del alfa. Damián se apena por el estado de su amigo y dando un profundo suspiro, logra liberar las feromonas que detienen sus lágrimas y hacen que su corazón deje de golpear su pecho como si fuese una puerta que quiere abrir para escaparse. —Son solo ideas tontas ¿Si? —dice, tomándolo con cuidado de los hombros y guiándolo hacia una zona de picnic que está en el césped e la entrada de la facultad.

Quería un ambiente más íntimo, por si había fisgones a su alrededor, como la biblioteca, pero eso tampoco está mal y sabe que su amigo necesita sentarse y respirar algo de aire fresco.

Esteban se sienta junto a Damián en una pequeña zona verde y luminosa. Ahora está enjuagando las lágrimas de su rostro y sorbiendo por culpa del llanto, pero ha dejado de llorar y se siente mucho mejor. La noche anterior no pudo pegar ojo, imaginando una situación como la de hoy pero con otro tipo de final.

—¿Mejor?

—Sí, perdón, uh, perdí la compostura, pero ya está. Qué vergüenza... ¿De qué querías hablar? —pregunta cambiando de tema repentinamente, se siente ridículo por la escena que ha montado —por literalmente nada—, así que ahora que está todo solucionado, prefiere pasar página y olvidar lo penoso que ha sido.

—No te preocupes. —le responde su amigo con una leve risa por su comportamiento tímido, le resta importancia con un gesto de manos y entonces prosigue: —Verás, desde que eres beta me he dado cuenta de lo molesta que es la forma en que te tratan los alfas, incluso ayer tuvo que salir de clase a echarme agua fría en el baño en la cara para despejarme y no romperle la cara a todos esos imbéciles que te chillaban cosas... Y, bueno, quizá de camino al baño amenacé de muerte a un par de tipos que te habían silbado antes esa mañana... El caso es que ahora entiendo un poco mejor cómo se siente Lucas y por qué odia a los alfas y... joder, si yo no fuese uno creo que empezaría a odiarlos. —Damián exhala una pequeña risa irónica, peinando su cabello rubio hacia atrás con la mano. —Yo... no quiero ser así con ese omega, quiero que realmente confíe en mí y que sonría y que... oh, dios, quiero hacerle el amor y dejar besos por todo su cuerpo y seguir a su lado cuando despierte, darle los buenos días, besarle de nuevo y... ah, pero él no aceptaría eso. Yo... al menos quiero otra oportunidad para ser su amigo, pero piensa que soy un capullo. Tú eres un beta y le entiendes algo mejor que yo ¿Qué crees que debo hacer para que me dé otra oportunidad?

Esteban alza la vista y con el ceño fruncido y una simpleza dolorosa dice:

—Pedírsela. Enserio. —insiste cuando su amigo lo mira con una ceja alzada, como si se tratase de una broma de mal gusto. Entonces el beta explica mejor: —Él dice que está cansado de los alfas ¿No? Pues no seas un mentiroso como los demás, ves con él y sé sincero. Dile lo que quieres, lo que piensas y lo que sientes. No deseas nada malo, solo muéstraselo.

Los ojos de Damián se iluminan cuando su amigo habla. Entonces le agradece con efusividad, pero Esteban no parece escucharlo, mira a un punto fijo en el suelo como si realmente no estuviese viendo nada y sigue hablando.

—Solo... se tú mismo. —termina en un leve susurro, amargo en sus labios y que se dispersa rápido en el aire.

Damián no logra escucharle bien, pero algo le dice que esas palabras no son para él. 

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