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—Y-yo... yo... —el chico se queda pálido. No sabía que Harry había heredado esa espada de su difunta madre y eso le provoca sensaciones agridulces.
Por un lado es hermoso que el alfa le haya prestado no ya la espada de su futuro omega, sino la de la antigua reina y su amada progenitora, pero por otro lado siente que es un insulto que un siervo como él la use, que debería haberse negado más en vez de ser un niñato y aceptar los caprichos que Harry le concede y él no merece.
—¡No es un maldito juguete! Es para un omega importante de verdad, no para un medio omega como t-
—Gerard. —Harry lo detiene, su tono firme y la mano derecha sobre el hombro de León, dándole respaldo. —No le grites, se la he dado yo. Quería entrenase, ya que él es extranjero y en su aldea no le enseñaron a luchar apropiadamente.
—Pues dale una espada de madera. —escupe el alfa. Hermalias viene detrás de él y León encoge su cabeza, temiendo que se sume a la discusión. Los gritos se vuelven más fuerte y se pronto se siente tan diminuto que podría desaparecer y empieza a lloriquear, tapándose la boca para no molestar con el ruido. —Es una espada para que la honren, no para que tú andes jugando a príncipes y princesas con tu estúpida puta. No vuelvas a poner las manos sarnosas de un siervo y menos lobo blanco en las cosas de madre ¿Queda claro?
—Lo siento, l-lo siento muchísimo, yo no sabía.
—¿Desde cuándo tú me has órdenes? —espeta Harry, cortando su hermano. Sus rostro, ambos furiosos, se asemejan demasiado ahora y León siente ansiedad. Las feromonas furiosas llenan todo el aire y aunque se hallen en un sitio abierto León tose, sintiendo que se ahoga, que tiene un panal de avispas en los pulmones. —Y ten cuidado con lo que dices, madre era extranjera también y no consiente que faltes al respeto a nadie por su raza. Llevas en tus venas sangre de lobos rubios, Gerard, de extranjeros, tanto como sangre de lobos negros.
—Los lobos negros somos temibles y los rubios al menos fueron guerreros formidables. Llevo sangre fuerte en las venas, ese niño sería incapaz de sobrevivir a una follada, no merece ni que lo entrenes, su raza es conocida por ser buena por nada, no le des la espada de una de las omegas más fuertes que nadie ha conocido.
Harry ruge, empuja a León a su espalda y el chico puede ver con cada respiración que hace al cuerpo de Harry llenarse y vaciarse de aire su espalda de amplía más y más, sus uñas crecen más y su cabello se oscurece. Va a transformarse en lobo.
—¡H-Harry, no, da igual, no la usaré más y ya está! Por favor ¿Podemos irnos? —dice el chico corriendo a abrazarse al brazo de su príncipe.
Harry se ve obligado a detener la transformación, haría daño a León se seguir y eso es lo último que quiere.
—Basta ya de alboroto, príncipe, vuelve a tu entrenamiento —ordena Hermalias, de brazos cruzados y dándole una mirada entre crítica y compasiva al lloroso omega.
—¿Ves? —sigue Gerard con tono ruin y sarcástico. —Hasta el omega sabe mejor su lugar que tú.
—¡Ahora! —ordena Hermalias, haciendo que Gerard retroceda un poco para volver al entrenamiento, pero siga mirándolos con crueldad y lleve la espada en su mano.
—Devuélvala, príncipe, sabe que su majestad la cedió a su hermano. —interviene Kajat con un tono ecuánime que logra enfadar al príncipe de cabello negro.
Gerard ruge bajito, pero León siente como si la tierra temblase bajo sus pies, y les devuelve la espada arrojándola sin cuidado. Harry la atrapa en el aire antes de que caiga, cortando el brazo de León. El omega, asustado y temblando, se abraza al príncipe. Intenta calmar su llanto y chilla prometiendo que no la usará más. Kajat le acaricia la cabeza.
—Lo has hecho increíblemente bien, León, no dejes que Gerard te moleste. Además, tu raza es conocida por ser buena para la paz, eso no significa que no pueda ser buena para la guerra también, te lo digo, muchacho, lo llevas en la sangre.
León asiente, desanimado, el cumplido de Kajat le habría vuelto loco de alegría en otro momento, pero ahora solo quiere llorar y dormir.
—¿Puedes guardar tú nuestras espadas? Me lo llevaré a la habitación, necesita un descanso. —Kajat asiente respetuosamente, cogiendo la espada gigantesca del príncipe.
Harry se queda con la de su madre y alza al omega en brazos. León se resiste, quejándose y murmurando algo como que no lo merece, pero termina pegado al alfa, calmando su llano y haciendo ruiditos tristes en su cuello con la intención de llamar a un alfa que no tiene. Los sonidos de llamada hacen que a Harry el interior se le revuelva. Por primera vez en la vida siente que sería capaz de matar a su hermano con sus propias manos y lo disfrutaría. No son muy afines, pero siempre lo ha querido mucho en el fondo, pero ahora sabe que su enfado ya no es una rabieta de niño pequeño a las que está acostumbrado y que no sanará rápido si alguna vez lo hace.
Harry deja al pequeño chico en la cama, cuelga a espada de vuelta en la pared y luego le pone una mano en la frente al chico que no para de lamentarse y jadear.
—Cariño, tienes fiebre ¿Quieres que llame al médico?
—No... no... —murmura el omega agarrando con una fuerza inesperada la mano de Harry. —¿Puedes quedarte conmigo? Por favor, me siento... me siento extraño.
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