Voy a salir de aquí.
Voy a salir de aquí con mi propietario. Tengo un propietario.
Una mezcla agridulce de sensaciones se forma dentro de mí mientras dos Madres se retiran del lugar conmigo a rastras. Una me quita las esposas, tobilleras y el collar y la otra me viste con prendas blancas de satín mientras la primera vuelve y me peina los cabellos castaños con ansiedad.
La ropa es suave, cómoda y liviana y mi pies agrietada y roja la agradece mucho, pero por muy agradable que sea el contacto sigo nervioso por lo que sucede. Hoy, por primera vez en seis años, por primera vez desde que la humanidad cayó, volveré a ver el mundo. Un mundo hecho por y para vampiros, un mundo cruel que me ha mandado a vivir encerrado en una caja durante toda mi adolescencia.
Trago saliva ¿Realmente quiero salir? Sí, sí y mil veces sí, quiero ver el sol, la luna, el cielo, quiero ver calles y luces y montañas... pero ¿Quiero ver un mundo donde solo soy... comida? Noto los nervios corretear dentro mío, haciéndome sentir extraño, mareado. Necesito tiempo para sentarme, pensar y sosegarme, necesito respirar, no puedo respirar.
A las Madres no les importa en lo más mínimo que esté teniendo problemas para respirar o para mantenerme de pie, ellas solo me empujan de vuelta a la sala principal donde el resto de vampiro están inspeccionando a mis compañeros. Uno de ellos muerde el muslo de un humano indefenso, el otro le obliga a caminar para él mientras tira de la cadena, los demás miran, conversan y evalúan y toda la situación me hace sentir terriblemente enfermo.
Busco con la mirada a...
Mi cabeza duele cuando trato de pensar en esas palabras, me mareo, tengo la vista borrosa.
Entonces le encuentro. Encuentro a mi amo y siento que todo se detiene, que mis sueños y mis pesadillas se cumplen por igual.
Está a lo lejos, en el mostrador, firmando unos papeles y dándole su tarjeta de crédito a la recepcionista mientras esta mira hacia el rectángulo de plástico y le da instrucciones sobre su compra.
No quiero a ponerme a llorar ahora, pero me aterra la incertidumbre. Hasta ahora ha sido lo mismo por seis años, exactamente lo mismo, e incluso las ocasiones especiales, como los días de exposición, eran algo conocido para mí. Y he odiado cada segundo de estos seis años, pero es todo lo que conozco, todo a lo que sé responder ¿Qué haré cuando salga ahí afuera? Nada conocido me estará esperando, mi familia, mis amigos y todo mi mundo está muerto y enterrado desde hace mucho, mucho tiempo. No me esperará nada amable, solo más horror, un horror nuevo y desconocido. Estoy asustado.
Quizá, solo quizá ese vampiro de cabello de oro me toma de la mano, como un ángel de la guarda, y me guía por las calles de este nuevo mundo para que no me pierda. Sí, debe ser así, él debe ser un hombre bueno, un humano atrapado en la sed de un monstruo, sino ¿Por qué me habría comprado? Cualquier otro vampiro me habría matado por tener la osadía de mirarlo a los ojos en una situación como esta.
Él debe haberme escogido porque he visto su bondad y quiere compartirla conmigo. Él es mi ángel.
—Mascota —su voz retumba en míos oídos haciendo que mi cuerpo entero se ponga rígido y que las mujeres a mi lado sean ahuyentadas como moscas. Juego con mis manos nerviosamente y miro a su boca mientras me habla. Hago un pequeño asentimiento, demostrando que le escucho. —, Desmond, líder del clan Gaard. —dice estoicamente, tuerzo la cabeza con algo de confusión ¿Se está presentando? —No olvides quien soy, porque ahora eres mío.
—L-lo sé. —responde con un hilillo de voz, sonando dócil.
Y realmente lo soy, no quiero problemas. Sé que la forma más cercana a una vida libre que puedo obtener en este mundo es la vida de humano doméstico y sinceramente solo quiero una buena vida, una feliz. Quiero ir a casa con este vampiro, ser bueno y recibir cosas buenas. No quiero más miedo, dolor o tristeza.
—Sí, mi amo. Repítelo. —vocaliza lentamente llevando las manos a su espalda y agachándose para acercase a mí.
Yo no le miro a los ojos de nuevo, pero siento la tentación suicida de hacerlo cuando noto su nariz rozar la mía. Su cercanía me pone nervioso y quiero alejarme corriendo también, pero sé que eso sería empezar con mal pie. Cierro los ojos, aprieto los puños y digo:
—Sí, mi amo. —cuando entreabro mis ojos lo veo formar una tenebrosa sonrisa y alejarse de nuevo.
—Sígueme, mascota. —ordena girando elegantemente sobre sus talones y andando hacia la puerta.
Temo que mis piernas no respondan y él se enfade conmigo, pero logro llenarme de valentía y andar tras sus pasos con la cabeza gacha, sin perder de vista su sombra. Mis rodillas tiemblan y no paro de tropezarme con mis pies descalzos, pero lo logro, logro seguirle sin quedarme atrás. Él se detiene frente a la puerta y toma el pomo.
Retengo la respiración. Vamos a salir.
Desmond abre la puerta con normalidad, saliendo con pasos tranquilos. Yo caigo al suelo de rodillas apenas cruzo el umbral.
Calles anchas bifurcándose en estrechas, bulliciosos lugares atestados de vampiros de vestimenta elegante que charlan, ríen, bailan o cargan pesadas bolsas, escaparates, terrazas, hogares a los lejos, farolas por todos lados, alumbrando los caminos, la luna brillando en el cielo con orgullo sobre las cabezas y las estrellas moteando la galaxia como modestas pecas. Todo está lleno de tantas cosas, cosas que extrañé demasiado... el aire es refrescante, tan puro, solo de inhalarlo mis pulmones duelen de la alegría y con los ojos borrosos por las lágrimas trato de abarcar todo el paisaje ¡Hay árboles y flores! Un parte al fondo, con una hermosa fuente de piedra.
Todo es tan hermoso, tan cálido...
—Muévete. —farfulla Desmond viniendo a por mí con cara de pocos amigos y tomándome del brazo.
Me alza con una fuerza sobrehumana y noto que mi brazo palpita bajo sus dedos y empieza a arder. Gimo de dolor mientras me arrastra y antes de que pueda reclamar nada abre la puerta trasera de un deportivo negro aparcado a pocos metros de la casa de crianza y me arroja a los asientos. Aterrizo en ellos sin hacerme daño, son blandos por suerte, pero mi corazón late como loco tras su portazo ¿Le he enfadado? No quiero problemas, de veras que no.
El vampiro se sube en el asiento del conductor azotando su puerta también y arranca el coche en solo segundos, sin mediar palabra. Me incorporo en el asiento y busco el cinturón cuando tras el ronroneo inicial del motor el coche empieza a circular velozmente, pero no hay. Asustado, me aferro al asiento mientas no puedo dejar de mirar como los tendones de la mano se le marcan a Desmond al apretar el volante.
—Lamento haberme caigo al suelo, amo, no era mi intención desobedecerle, p-por favor, no esté enfadado, simplemente no he salido de esa casa en seis años y es la primera vez en t-todo ese tiempo que he pisado el exterior, por favor, sea compasivo... simplemente han sido demasiadas emociones juntas y no he sabido que hacer, yo... yo... estoy muy agradecido de que me haya sacado de ese lugar, mi señor, p-por favor, no se enfade.
—Mascota —me interrumpe cuando estoy pronunciando mi última súplica. Yo callo al instante, esperando a escuchar lo que tiene que decir, rezando porque sea algo dulce, algo que me calme, entonces mira por el retrovisor interior las lágrimas de mis ojos y dice: —, cállate. La comida no debería hablar.
—S-sí, señor, lo siento. —respondo apenas en un murmullo.
Desde la ida de Todd, tres años atrás, no he tenido realmente la oportunidad de conversar con nadie y saber que seguirá así me entristece, pero al menos estoy huyendo de ese horrible lugar y voy para uno mejor. Quizá este sí sea un buen hogar.
Miro por la ventanilla con un suspiro en los labios, las luces pasan rápidas y veo los enormes edificios donde los vampiros viven hacerse pequeñitos en la distancia. Mientras avanzamos todo se vuelve algo más tranquilo, la gente viste ropajes más caros y ya no hay pisos, sino enormes casas con jardines que parecen bosques. Nos dirigimos a lo que parece ser el final del distrito, seguramente conocido por ser una zona rica.
Es lo más posible, después de todo mi comprador es un semi puro y líder de un clan entero. Normalmente los distritos son formados por no más de tres o cuatro clanes, así que no puedo imaginar cuanto poder tendrá él, solo de pensar que si me escapase tendría a un cuarto de toda esta gran ciudad tras de mí se me eriza la piel. Pero no escaparé, sería idiota huir cuando no hay un solo lugar seguro en ese mundo más que arrodillado frente a uno de ellos. Puede sonar humillante y lo es, pero es la única opción.
El coche se detiene abruptamente y observo maravillado el exterior a través del cristal de la ventanilla. Un jardín enternecedor se extiende frente a mis ojos, flores de colores, arbustos pomposos y la salvaje melena de la hierba, tras él una enorme casa de dos plantas se eleva impecablemente y es preciosa también. Oscura y algo aterradora, como un decorado de película de terror, pero posiblemente un millón de veces mejor que una pequeña habitación gris.
La puerta a mi lado de abre y el vampiro me mira con el ceño fruncido por quedarme boquiabierto y estático observando el paisaje. Rápidamente me disculpo bajo su aliento y salto fuera del coche, siguiendo sus pasos por un sendero de piedrecitas.
Quiero hablarle de lo bonitas que son las flores y preguntar muchas cosas, pero no quiero enfadar a Desmond, así que muerdo mi labio y me reservo mis pensamientos para mí. Cuando pueda le hablaré a Todd de todo esto, le escribiré la carta más larga que jamás se haya escrito y seguro que al leerla sonríe muchísimo. Oh, Todd, ojalá estuvieses aquí conmigo, me siento tan solo y asustado, y la alegría que tengo dentro no la puedo compartir con nadie y se extingue, presa de la preocupación.
Llegamos frente a la enorme y pesada puerta principal y sé con certeza que un mortal jamás podría abrirla. Trago saliva cuando Desmond la empuja como si nada con una mano y entro tras él bajando mi vista al parqué. La madera es de color claro y ciertamente brillante, me agrada mucho.
—Espera aquí. —me dice cerrando la puerta.
Asiento tranquilamente mientras él se va. Entonces, aprovecho nuestra lejanía para alzar el rostro y contemplar el extensísimo salón. Es una sala circular, tres veces más grande que la sala de exposiciones de la casa de crianza, tiene una mesa de madera oscura en medio y sobre esta una lámpara de araña colgando del techo, al fondo unas escaleras retorcidas conducen al segundo piso, a la derecha una pequeña apertura deja lugar para lo que parece una cocina y a la izquierda hay sofás y sillones reunidos en semicírculo frente a una chimenea.
El vampiro simplemente sortea los sofás verdes y hecha la leña que hay apilada a un lado dentro de la chimenea mortecina. Las llamas hacen crujir la madera y poco a poco la abrazan, agrandándose, sombras y luces danzan por todo el suelo mientras el fuego se aviva y yo observo el espectáculo con ojos soñadores. Hacía mucho que no veía fuego y algo tan simple como eso es capaz de maravillarme.
La madera se consume rápido mientras ambos la miramos, aunque curiosamente me doy cuenta de una fina vara metálica y oscura que sobresale del fuego. Pronto debo abandonar mis pensamientos porque Desmond anda de nuevo hacia mí y para mi suerte me habla.
Amo escuchar a alguien hablándome, amo conversar.
—Acércate —me llama con tono imperativo. Mi cuerpo entero tiembla mientras voy hacia él. Desmond se deja caer en el sofá con desfachatez y cuando yo llego justo delante suyo no me ofrece asiento, sino que señala el suelo. Me muerdo la lengua, por favor, que no me haga humillarme así. —, de rodillas. —lo hace.
Muerdo mi lengua más fuerte todavía y cerrando los ojos obedezco. Él sonríe complacido y lanza una mirada furtiva al fuego, no sé por qué, después vuelve a mí, inclinándose un poco hacia mi menuda figura, y sigue hablando.
—Desnúdate... —susurra con malicia.
La palabra recorre mi cuerpo entero y siento ganas de llorar. Odio estar expuesto, odio que vean mi cuerpo como si fuese propiedad pública, odio que ni un centímetro de mí me pertenezca. Pero si no obedezco algo malo pasará y no quiero averiguar qué.
Con lentitud deslizo fuera mí la camisa y los pantaloncitos, el satín se va como la caricia de un amante y me reconforta un poco. Desmond observa como me desnudo y deja la ropa doblaba a mi lado sin decir nada. Se levanta para cuando estoy de rodillas y pone una mano en mi hombro.
—Los humanos sois realmente escasos y muy valiosos, antaño podíamos cazaros de dos en dos y empacharnos con vosotros, vivir en las sombras siempre fue más beneficioso para nosotros —empieza a explicar mientras su otra mano viaja por mi espalda hasta mi cadera. Su toque es firme, mas no duele, sin embargo, parece que trate de manejarme y no entiendo cómo. Me moldea la postura, llevándome hacia el bode el sofá, pero sin tenerme menos arrodillado ¿Qué pretende? ¿Ponerme en posiciones vergonzosas? —, pero sois tan jodidamente idiotas que os extinguisteis vosotros solos... Ah, como niños pequeños, hay que quitaros vuestra libertad para que no os matéis entre vosotros o a vosotros mismos, como niños... —se queja, negando con la cabeza. Él me suelta cuando me tiene en la extraña pose que quería, con el torso recostado sobre los cojines del sofá, las rodillas aún en el suelo y la espalda llana ¿Qué interés puedo tener en esto? Veo que se dirige al fuego, escucho un ruido metálico, pero su voz se sobrepone. —por eso los humanos sois tan codiciados y muchos idiotas tratan de robaros, un poco de papeleo no es nada contra un vampiro dispuesto a matar por sangre directa de la fuente, pero hay algo que sí mantiene alejadas a las sanguijuelas más sedientas —oigo más ruidos metálicos y algo removerse en el fuego, sé que no debería girarme, pero siento la tentación cuando Desmond se acerca hacia mí, quedándose de pie justo detrás. —: las marcas de propiedad.
—¿Marcas...? —pregunto inseguro, volteándome.
Mi corazón enloquece cuando veo al hombre sobre mi blandiendo una larga barra de hierro terminada en sus iniciales, la D y la G brillando tras el contacto con el fuego, al rojo vivo. Va a quemarme con hierro, como al ganado.
—¡N-no, espere, señor! —grito desesperado, pero una mano me toma por el cabello y me aplasta la cara contra la almohada.
Ahí no puedo siquiera tomar aire para gritar y solo me ahogo cuando el vampiro prensa el hierro contra mi piel.
El dolor me recorre como si toda mi carne estuviese echa de agonía, en este momento mi ser entero se reduce al horrible ardor de mi espalda baja, al asqueroso olor de carne quemada, al pinchazo que siento en mis pulmones cuando no puedo ni tomar una bocanada de aire para sosegarme. Siento que me muero, quizá es mejor estar muerto.
Duele tanto, mis ojos se llenan de lágrimas y quema ¡Todo quema! Loro fuego, respiro fuego y mi piel arde como brasas, madera ennegrecida, quemándose, no soy más que ceniza, duele demasiado, no puedo pensar, el hierro aprieta, me atraviesa, me derrite y no soy más que lágrimas que se evaporan. Nada, no soy nada en este mundo, solo una cicatriz con las iniciales del tipo que me ha comprado. No soy nada, no soy nadie, solo una mascota.
Y mi amo es incapaz de ver en mi nada de lo que compadecerse.
De un momento a otro me suelta y lo veo dejar el hierro en el fuego de nuevo por el rabillo del ojo. Me aparta del sofá de un empujón y caigo al suelo sin poder moverme, sudando a mares, con mi pecho subiendo y bajando como si no hubiese oxígeno suficiente en el mundo para llenarme. Él simplemente se siente donde antes, en el mismo lugar en que he llorado y babeado, enloqueciendo de dolor hace solo segundos. Me mira sin mayor turbación en sus ojos y en el rojo del iris creo ver las llamas que me han quemado.
Cierro los ojos, chillo de horror y él solo me golpea un poco con el pie, llamándome la atención. Me callo y lo miro, esperando sus palabras sin poder parar de temblar y sollozar. Mi quemadura todavía duele, duele como si me hubiesen metido el hierro caliente bajo la piel, como si me lo hubiesen cosido con un millar de pequeñas agujas.
Me dice algo, pero no lo entiendo. Me equivoqué, me equivoqué al mirarlo a los ojos porque ahora no veo más que un enorme y aterrador vacío. Un vacío negro que lo devora todo.
Me ha comido entero, me ha tragado.
—¡Nada de desmayarse! —despierto de golpe cuando noto mi cabeza punzar.
No sé por qué hasta que él patea mi coronilla de nuevo y solo se detiene cuando abro los ojos, demostrando que estoy despierto. Vuelvo a tener conciencia de mi cuerpo y la quemadura de mi espalda arde. No puedo moverme, como si ya no fuese rey de mi cuerpo, pero sí esclavo de sus dolores.
—De rodillas, ahora que eres oficialmente mío debo explicarte como funciona todo esto.
Inspiro y expiro ¿Arrodillarme? Apenas puedo respirar, ¿Cómo pretende que lo haga? Habla como un monstruo, totalmente como uno... pero juro que vi ese dolor humano en sus ojos cuando entró en la sala, cuando no me miró a mi o ningún otro vampiro o humano, cuando no debía pretender ser un monstruo para ser respetado o temido. Quizá, quizá no es tan malo... mi herida es horrible, pero quizá él no lo comprende del todo, las heridas en los vampiros apenas duelen y se curan rápido, quizá si le explico lo mal que estoy se compadece y me ayuda.
—A-amo... —le llamo, pero no hace caso, solo me toma del pelo y me obliga a arrodillarme.
Y aunque en el proceso creo que mi piel caerá suavemente y me dejará expuesto y frágil, al borde de la muerte, no sucede, simplemente aguanto y lo consigo. Entonces empieza a hablar y sus palabras me caen como un balde de agua helada:
—Vas a limpiar la casa hasta dejarla impoluta cada noche que lo requiera, empezando por hoy. Si lo haces mal te castigaré, si tardas demasiado te castigaré, si rompes algo te castigaré. Al final de la noche, cuando hayas terminado, decidiré si has hecho un suficiente buen trabajo como para recibir agua o comida. No tienes permitido usar nada de aquí, las sillas, las camas, las mesas, los cubiertos, son para los hombres, no para los perros. Igual que el lenguaje: no puedes hablar. Solo tendrás derecho a dirigirte a mí si es que me llamas señor primero y si es para decirme algo importante. Gasta mi tiempo con tus estúpidas palabras y verás lo poco compasivo que puedo ser. Además que para limpiar, estas aquí para satisfacerme, puedo interrumpirte en cualquier momento y ordenarte lo que se me venga en gana. Cuando lo haga obedecerás ¿Necesitas que te diga lo que pasará si no lo haces?
—N-no — murmuro con un hilillo de voz, la herida de la espalda sigue doliendo, palpitando como si luchase por vivir, el fuego no deja aún de roer mi piel y la posición postrada en la que me hallo hace que la dermis de mi zona lumbar se estire más y más, como papel fino a punto de rasgarse. Me romperé.
Apenas puedo atender a las palabras de Desmond, pero cuando logro comprender poco a poco, se me llenan los ojos de lágrimas al escuchar los horrores que dicta.
El vampiro me mira con una ceja enarcada y no sé qué he hecho mal. Me da pánico pensar que he cometido un error ¡No quiero más dolor! Tranquilo, tranquilo... posiblemente ese sea su semblante, su rostro permanece intimidante siempre, no está enfadado, solo...
Un rodillazo en mi vientre me derrumba sobre este, me llevo las manos al estómago, sintiéndolo arder y cuando creo que mi cuerpo no puede sufrir más el pisa mi espalda. Pisa sobre la piel quemada.
Grito hasta que las sienes me palpitan y noto el sudor cubrirme el cuerpo, mi cabeza se tambalea, se desploma sobre el suelo dolorosamente y noto que todo da vueltas. Quiero que pare, por Dios, que pare.
—No olvides llamarme señor, amo o propietario ¿Te queda claro?
Chillo de dolor retorciéndome como un gusano bajo su bota y me tiro del pelo con las manos, quiero arrancarme la piel del alma, salir de ella, hacer una metamorfosis para convertirme en algo liviano, incapaz de sentir este pesado, profundo dolor.
—He dicho ¿Queda claro? —repite con lentitud y la lengua lamiéndole los colmillos. Mientras habla se inclina un poco, apoyándose en la rodilla doblada, aplicando más peso a la herida.
—¡Sí, señor! ¡Sí, señor, sí, amo! —grito desesperado, empezando a notar mis miembros rígidos por el shock, mi cuerpo entero helándose, mis dientes castañeando, como si la muerte extendiese su velo sobre mí.
Y me horroriza pensar que moriré, yo solo quiero vivir, vivir una bonita vida.
Por favor.
Comentarios
Publicar un comentario
Comenta: