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 —Toma. —susurra Marcel deslizando un paquete de pañuelos sobre la mesa; están hacia el final de la clase, así que el profesor no se fija en que están hablando.

Lucas sale de su ensimismamiento, confuso y señala el paquete haciendo una mueca.

—Los vas a necesitar para secar tus babas si sigues mirando así a Damián. —dice Marcel con total seriedad. Lucas corre a taparle la boca al beta cuando el nombre sale de sus labios.

Los alfas tienen muy buen oído y por nada del mundo Lucas querría que él supiese que lo ha estado mirando toda la clase. Además ¡Es culpa del bobo alfa! Porque ¿Quién va en tirantes en invierno? Y ¿Por qué tiene que tener unos brazos musculosos tan atractivos? No es culpa de Lucas que su cercan celo le exija mirar algo caliente y que Damián sea la jodida definición andante de ese término. Lucas bufa, apartando la mano de la boca de Marcel y haciendo un enorme —jodidamente enorme— esfuerzo por separar sus ojos de Damián. Siente que están pegados a su cuerpo, que buscan algo. Su cercanía, su piel... No ¡No! Deja de pensar esas cosas maldito omega en celo.

—Es solo... no estaba mirando nada, estaba... Vale sí, es atractivo y yo tengo ojos en la cara, ya está. —admite el chico, frunciendo el ceño. Está enfado con Marcel por decir en algo que miraba a Damián, consigo mismo por mirar a Damián y con Damián por estar bueno. Al fin y al cabo todo es culpa de ese maldito alfa.

—Lucas ¿Te gusta? Te veo hablar con él a veces y le sonríes de forma linda... no te estoy juzgando, solo querría saber si te gusta. —Lucas traga saliva. Bueno, yo también querría saber eso... Abre y cierra la boca varias veces, pensando en decir algo, pero sin idea alguna de qué. Marcel solo espera paciente y silenciosamente una respuesta.

—Yo... estoy bien con él... es divertido, es agradable y mi omega, oh, dios mío... lo adora. —Marcel tuerce levemente la boca, sabe que para los alfas y omegas es común hablar de su parte animal de ese modo, como si se tratase de un lobo mascota y no de un aspecto de sus almas, así que le cuenta bastante comprender eso. Cómo un sentimiento puede sentirse tan ajeno a tu humanidad como para lucir como un animal encerrado en ti. —A veces solo quiero estar solo pero luego pienso en Damián y pienso que quiero estar solo, pero entre sus brazos y... Es la primera vez que me siento tan bien con un alfa, estoy confundido. —Lucas suspira, Marcel asiente, escuchándolo y dándole su tiempo. —Pero hay algo que tengo claro. No voy a caer por un alfa, no dejaré que las cosas lleguen tan lejos como para que hiera, pero... No está mal si sigo siendo cercano a Damián y disfrutando de su presencia mientras no me enamore ¿No? No quiero tener sentimientos y que él se aproveche de mí para tener sexo y luego me haga daño o...

—Lucas. —le interrumpe su amigo con voz neutra y una expresión relajante. —Si te enamoras no intentes combatirlo, sé sincero contigo y sé bueno contigo. Si te hace daño aléjate de él, si te hace sentir en el cielo solo quédate a su lado.

Lucas asiente, poco convencido. ¿El cielo? Él no es algo así como un ángel, pero... estoy convencido de que prefiero estar con él en el sofá del apartamento, riendo, que estar en el maldito cielo.


—¡Eh! —Lucas grita cuando sale de clase. —¡Damián!

Damián, así como el grupo de alfas en el que está, se volean hacia él con curiosidad, decenas de ojos devoran su cuerpecito, repasándolo con parsimonia. A lo lejos Marcel se aleja hacia el gimnasio y Esteban camina a su lado.

—He dicho Damián. —gruñe, mirando mal a los demás alfas que tiene alrededor.

—¿Qué pasa, pequeño? —pregunta el nombrado, sintiéndose culposamente bien por la envidia en el rostro de los demás alfas.

—Tienes que ayudarme, no he atendido durante las clases de hoy y es tu culpa, así que tienes que ayudarme con eso. —sentencia, algo enfadado.

—Vale ¿Pero ¿cómo va a ser eso mi culpa? —Lucas aprieta la mandíbula con la respuesta en la punta de la lengua, pero obviamente no va a decirla.

—Agh. ¡Solo cállate y vamos! Tu grupo de perros baboso me pone enfermo. —brama, tomando a Damián de la manga de su chaqueta y tirando de él.

El alfa ríe por el carácter malhumorado del pequeño y se despide de los demás con un gesto amable; después les saca la lengua infantilmente, regocijándose en el hecho de que Lucas le trate diferente. El único que no parece molesto por el gesto es Matthew.

Lucas se pasa todo el camino quejándose mientras el alfa apenas puede escucharle porque cuando está enfadado, el omega habla rápido y luce como un pajarillo canturreando; tierno y pequeñito.

—Y la próxima vez que me miren así voy a ir y les voy a arrancar los ojos y después se los lanzaré a la cara y no podrán esquivarlos porque no los verán porque no tendrán ojos. —explicó el menor, ofuscado por las miradas de los demás alfas sobre él.

Damián pensó en ello, la amenaza de Lucas era irreal, pero él sí podía hacer algo.

—Soy un alfa fuerte. Si les digo que no te miren posiblemente no lo hagan cuando esté yo cerca. —Lucas se detiene de inmediato, como si las palabras de Damián fuesen un meteorito cayendo a sus pies.

—¿Ha-harías algo así por mí? —pregunta con la expresión de ira cambiando a una de sorpresa.

Sus ojitos brillan con ilusión cuando Damián asiente con simpleza y teclea algo en su teléfono, diciendo que le enviará un mensaje a los chicos. <<Es grosero mirar con descaro lo que es de otro, chicos, espero que no pase más veces ;)>> Damián no se lo piensa dos veces antes de darle a enviar y mostrarle a Lucas no su mensaje —sabe que el omega le golpearía por llamarlo suyo— sino las disculpas inmediatas de sus compañeros. El respeto ente alfas débiles y fuertes es algo natural, como que un lobo obedezca al líder de la manada; por desgracia un omega jamás tendrá ese privilegio, pero Damián quiere ejercer el suyo hasta que Lucas esté tan a gusto que no desee tenerlo.

Lucas parpadea incrédulo al ver la letras iluminarse en la pantallita. Su omega se estremece, se enrosca en sí mismo y se estira, ladra y salta, está tan feliz. Lucas se siente protegido por primera vez en su vida y es algo tan maravilloso que no lo duda cuando se lanza a abrazar a Damián.

—G-Gracias... —susurra, inspirando su aroma varonil.

Podría acostumbrarse a eso, a no tener que ser agresivo y asustar al omega en su corazón, a simplemente abrazarse a un cuerpo que se siente como el hogar y dejar que el pecho del alfa vibre en un gruñido que va a protegerlo del resto del mundo.

Es natural para los omegas no ser agresivos ante los problemas y buscar en un alfa resguardo; cuando no es la pareja, es uno de los padres. Lucas jamás tuvo a su madre para protegerle de los niños crueles y cuando creció aprendió a proteger a su propio padre, como si fuese el alfa de la casa. Encerró su corazón sensible y dócil en dientes mordedores y una lengua afilada y ladró, aunque el sonido le rompiese el corazón. Ahora tener a un alfa haciendo que Lucas no se siente patético al ser un omega, es demasiado maravilloso. Damián le hace sentir que ser él no es tan malo.

Lucas se despega rápidamente cuando sucumbe a sus instintos y nota que a empezado a deslizar la nariz por el cuello de Damián, buscando su aroma, gimoteando por tener ese olor por todo su cuerpo, protegiéndolo como un escudo. Abre la puerta de su habitación en silencio y ve de reojo como el alfa sonríe estúpidamente y roza con incredulidad la parte de su cuello que Lucas a acariciado con su piel.

—¿Sabes que podrías volver loco a cualquier puto alfa con lo que acabas de hacer? —pregunta Damián, tomando a Lucas de la cintura por detrás después de que este cierre la puerta. Trata de controlarse y ser gentil con el pequeño, pero él ha despertado a su lobo y el lobo ahora sabe muy bien que no quiere ser gentil.

—Todos estáis locos de todos modos. —le sonríe, volteándose con confianza y una mirada traviesa.

Loco por ti, jodido omega... El alfa trata de resistir la tentación de bajar a su cuello y morderlo, de besar su boca hasta que Lucas no pueda sentir sus propios labios, de dejarlo tan dócil que piense que es solo una marioneta de sus órdenes. Es difícil contenerse cuando Lucas se comporta tan confianzudo con él y a la vez tan seductor; Damián está seguro de que el pequeño no pretende incitarlo, pero ver la lascivia nadando en sus ojos es tan caliente. Le gusta cuando Lucas se ablanda sus manos convirtiéndose en un chico sumiso que puede amoldar a su gusto, pero eso no hace que Damián no ame también lo retador del omega, lo atrevido. Esa pequeña parte de él que, al contrario de su falso ceño fruncido o sus amenazas cuando está aterrada, es ruda pero es realmente suya, no un mecanismo de defensa.

—Voy a cocinar tus dedos como salchichas para cenar si sigues clavándomelos. —advierte el pequeño, enarcando una ceja. Eso, eso es lo que Damián ama, esa picardía; esa mala manía de probar el peligro y alejarse. Un día el maldito lobo feroz te va a atrapar, niño...

—Ojalá clavarte otra cosa, omega. —ríe Damián mientras lo suelta. Lucas le insulta por ello, arrojándole un cojín que el alfa atrapa al vuelo. —Va, deja los intentos de homicidio para luego, ahora tienes que estudiar.

Lucas hace un tierno puchero y se deja caer en el sofá, observando cómo Damián saca libreta y bolígrafo y busca la página acertada de los apuntes.

—Aquí, vale ¿En qué parte de la clase has dejado de escuchar al profesor? —pregunta señalando un largo listado de fórmulas que, para Lucas, se ven como jeroglíficos.

—Pues... —alarga la segunda vocal y golpea con el índice sus labios, pensativo. —Cuando ha abierto la boca por primera vez.

El alfa lo mira con los ojos platos y bufa largamente; Oh, será una tarde muy intensa.

Y lo es, Lucas no entiende diez de cada cinco —Sí, así de paradójico— palabras que dice Damián y con los números va aún peor. Han pasado tres horas desde que empezaron y en ese rato Lucas ha intentado ahogarse en un vaso de agua, estrangularse con una bufanda y sufrir combustión instantánea solo para no tener que estudiar. A Damián le ha dado un ataque de risa por cada ocurrencia del omega y este un ataque de ira por cada broma sexual del alfa.

—Deja la bufanda ¡No puedes ahogarte con ella! —le replica Damián, tirando de la prenda naranja hasta quitársela a Lucas de las manos.

—¡No entiendo nada! ¡Prefiero morir! Damián, ahógame.

Damián se tensa de golpe y tiene que respirar muy lento, sabe que posiblemente Lucas no se esté dando cuenta de que acaba de sonar como el sumiso de un video porno, así que no va a llevar sus manos al cuello y cumplir la petición del chico porque sabe que la cosa que no quedaría ahí.

—Bebé, si me lo pides tú no te quejes cuando te ahogue con mi gran...

—¡BAS-TA! —Lucas grita, tapándose de las orejas para no escuchar esa palabra. —Eres un promiscuo, estoy tratando de suicidarme por mi fracaso académico y solo piensas en tu pene y en mis agujeros ¡Eres tan... odioso!

—Al parecer no lo suficientemente odioso como para que dejes de amarme, omega. —dice, guiñándole un ojo para aumentar su ira y cerrando la libreta. —mañana empieza el fin de semana, así que vamos a tomarnos este temario con calma y a dejarlo por hoy. No quiero que te dé un cortocircuito o algo parecido.

—Sí. Mejor dejémoslo, estás a una broma sexual más de tener una erección. —se burla Lucas.

—Uh ¿Demasiado tarde? —dice Damián encogiéndose de hombros.

—Eres un cerdo. —se queja el chico poniendo cara de asco, después pasa a un rostro tímido. —Y, uh, hablando de que eres un depravado sexual... ¿Puedo... preguntarte sobre esto?

—Claro. —asiente el alfa, ignorando lo que Lucas acaba de decir de él; sabe lo mucho que al chico le cuesta hablar de esos temas, así que no va a martirizarlo.


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