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El muchacho se arrastra en la cama, yendo a ninguna parte y quejándose en alto. Aúlla de dolor reclamando a su alfa y es Harry quien acude corriendo, abrazándolo firmemente.
—Estoy aquí, cariño ¿Qué pasa? ¿Qué necesitas?
—Duele tantísimo... —murmura apenado, haciendo un amago de mirar su entrepierna. Siente que tiene fuego en el vientre y se le derrama para abajo cubriéndole las temblorosas piernas, como si lo bañasen en magma. —¿Qué tengo que hacer? Quiero que pase...
—¿Qué hacíais en tu pueblo cuando un omega entraba en celo? —pregunta, escaso de opciones y sabiendo que el chico no se despegará de él para dejarle ir a buscar un paño húmedo.
—Cuando presentaban... siempre se emparejaban y en los celos sus... —León expira con fuerza, Harry le da una palmadita en el hombro animándolo al notar que le cuesta hablar. —alfas se los llevaban a un pequeño refugio alejado y volvían al acabar.
Harry traga saliva imaginándose a él tomando a León en sus brazos, aislándolo de todos y pasando día y noche con el muchachito, cubriéndolo de besos, de caricias y marcas. No sabe si León entiende o no que los alfas se llevaban a sus omegas para aliviarlos con métodos más naturales que la medicina, así que lo quiere explicar despacio.
Sus sentidos apenas le dejan ordenar las ideas en su cabeza bombardeándolo constantemente con el lobito blanco: su olor, su aspecto de ángel y la promesa de su tacto suave y susabor dulce. Harry lleva una de sus manos a su ancho costado, como si fuese a poner los brazos en jarra, aprieta sus músculos, buscando las costillas, y al encontrarlas las presiona con fuerza. Sus costillas rotas no se han curado del todo, así que le duelen lo suficiente como para que eso lo distraiga de los pensamientos instintivos que está tendiendo ahora sobre lo hermoso que luciría León abierto para él cual flor, jadeando, llorando, quizá hasta sangrando por tener su primera vez con un alfa de los más grandes. Se aprieta de nuevo las costillas, alejando todos esos pensamientos.
—León... lo único que puedes hacer por ahora para mejorar el celo, es tener placer, pero no quiero incomodarte... —murmura acercándose al chico, tumbándolo mientras él no puede evitar inclinarse junto al omega, poniéndose sobre él, oliéndole el cabello. —Lobito blanco —susurra bajando su rostro a la altura del del muchacho. La nariz roja como la de un conejito, los ojos entrecerrados, con el bello azul aguándose de lágrimas, las pestañas perladas y el sudor haciendo brillar su frente, pómulos nariz y el arco de cupido que tiene sobre los labios con forma de corazón. Es tan bello que apenas puede resistir. —¿Tú dejarías que y-
A Harry pocas veces la gente se atreve a interrumpirle, pero de las pocas veces que ha pasado, esta es la primera que alguien lo hace con un beso. El omega apoya su cabeza en el cojín de nuevo cuando el alfa no se separa, sino que sigue su movimiento con los labios pegados a los suyos. Por un momento ambos se quedan estáticos, como si de una fotografía se tratase. León por la inexperiencia, Harry por la sorpresa. Los labios del alfa se mueven dulcemente, con una lentitud sensual y tortuosa, pero que permite a León saborear los movimientos y aprenderlos. Capta sus labios, los succiona un poco y los roza apenas con la punta de la lengua, los prueba como si fuesen un caramelo y vuelve a por más. Pasa del inferior al superior, más fino, más difícil de succionar, pero igual de suave y dulce. A León la boca le sabe a vainilla y canela y está caliente como el infierno.
Harry se separa, como si se quemase, y León hace un puchero a punto de ponerse a llorar.
—Pensaba que tú quer- un hipido le interrumpe y acto seguido el omega se tapa la cara con ambas manos, llorando —soy ridículo, no debí haberte besado, lo siento...
—He parado —Harry jadea, luchando contra el instinto de dejarse de besos, voltear a León en la cama y hacerlo suyo disfrutando de la triste resistencia que León podría ofrecer. Se muerde el labio, casi haciéndose sangre, evitando que su cuerpo se atreva a hacer el más mínimo daño a esa criatura a la que desea proteger. —porque no estaba seguro de si querías besarme o simplemente te has dejado llevar por el celo. No quiero hacer de lo que te arrepientas o de vaya a ponerse incómodo, León, pero créeme si te digo que muero de ganas de besarte la boca y el maldito cuerpo entero.
—¿incluso las rodillas? —pregunta León haciendo broma inocentemente. Harry asiente con seriedad. —Te verías ridículo besando una rodilla, príncipe bobo. —El alfa ríe y León apenas tiene fuerzas para eso, pero la tensión disminuye un poco. El aire corre entre los dos y sienten que pueden respirar un poco sin ahogarse en el aroma del otro y dejarse llevar por un deseo animal. —Quiero besarte, desde hace tiempo, es solo... me da miedo.
—¿Por qué soy un alfa? —pregunta el otro entristecido, acercándose para tomar una de sus manos y acariciársela. León asiente, pero le interrumpe antes de que pueda decir nada:
—Y porque me da miedo que me abandones después. —después de eso el muchacho rompe en llanto, se agarra de los cabellos, se tapa la cara y sorbe e hipea sin control. —No quiero sentirme solo más veces, ya no...
—León —Harry lo demanda con firmeza, sin gritar ni usar su voz de mando, pero pasando muy cerca de esos límites. El nombrado lo nota, su piel se eriza, el llanto se detiene y sus ojos se posan directamente en los verdes de Harry, como hipnotizado. —, yo no voy a dejar de estar a tu lado nunca ¿No te lo dije? Eres especial, me haces sentir cosas especiales. Quiero cuidarte, mimarte...
—¿Por cuánto tiempo? ¿Y si te cansas?
Harry suspira, suelta la mano del chico y le acuna la cara entre sus dos manos. León cierra los ojos, no espera una respuesta bonita, pero la recibe. Harry lo besa con más pasión que antes, lo atrae hacia él y lo muerde en los labios, León se queja y frunce sus cejitas finas y adorables, pero no se separa del beso. Intenta morder a Harry de vuelta, pero el alfa lo doma con facilidad y controla el beso, haciendo al omega sentirse dúctil. Harry le acaricia la lengua con la suya y León se asusta, aplastándose contra el cojín, pero tomando confianza al siguiente momento. El alfa lo deja intentar corresponderle y mientras León le recorre torpemente la boca con su lengua corta y rosada él lo deleita con la vibración de un rugido de gusto que le sube por la garganta y le pica a ambos en los labios. Toma el control del beso después y se separa con un sonido chicloso cuando León jadea por aire.
—¿Quieres que te dé placer, León?
El chico se mordisquea el labio, le aparta la mirada y su cuerpo habla por sí solo. Se le arquea la espalda, su pene erecto se agita, gotea un hermoso líquido claro y las caderas de León se mueven un poco hacia Harry como acto reflejo, pero este no hará nada hasta que escuche a León decirle con seguridad que tiene permiso.
—Es... pronto para el sexo... Sé que estoy en celo, que en Kez ya me habrían vendido a un proxeneta y que... no sé, estoy nervioso, me dolerá y no quiero que duela y me podría quedar embarazado y no tengo ningún brebaje para eso aquí y-y
—No necesitas explicarme nada de esto —le aclara Harry con voz serena —. Dices que no y es no, lobito, no necesitas justificarte para que te escuche. No voy a tener sexo contigo, no estás preparado y no he pedido al médico que prepare el brebaje anticonceptivo, como tú has dicho, yo me refería a si quieres que te toque, que te de placer... con mis manos, con mi boca ¿Eso te parece bien, León? ¿Te sientes seguro?
El omega gimotea un trémulo sí, pero Harry se queda mirándolo, esperando.
—C-creo que sí... nunca he hecho nada, me siento un novato...
—Lo disfrutarás —Harry asevera, nota el pecho de León bajar con evidente alivio. —y si sientes cosas malas pararemos. Ven, deja que te siga besando, quiero dejar tu cabecita llena de preocupaciones en blanco.
León no responde, solo cierra los ojos, inclina su cabeza y se deja hacer. Nunca ha estado tan feliz de dejarse caer en las garras de un alfa. Harry, de hecho, lo trata con una suavidad propia de las manos de un hombre, no de las zarpas de una bestia. Es tan apacible y sensato como lo sería un lobo blanco, pero con el cuerpo y los instintos necesarios para ganar guerras que sus gentes jamás podrían librar. El omega odia la palabra perfecto, le parece una promesa vacía, una mentira cruel y descarada, pero con Harry no le viene otra palabra a la cabeza.
El alfa abandona su boca dejando los labios aún más rojos que cuando llegó y baja con un camino de besos por su mentón, rumbo a la garganta. Le besa la temblorosa nuez de Adán, que sube y baja al tragar saliva como una adorable muestra de los nervios del omega. Su cuerpo se retuerce a la más mínima acción de Harry, es tan sensible que a veces recibe tantísimas sensaciones por algo leve, que huye, abrumado, del tacto del alfa, como cuando este lo agarra la cintura con una mano y el chico se aleja quejumbroso, pero luego vuelve y da un larguísimo gemido al sentir los dedos grandes estrecharle. Los besos en el cuello le mandan sensaciones electrizantes que le recorren entero en forma de escalofríos y la mano que le agarra y acaricia la cintura le da un leve dolor que lo vuelve loco y lo hace poner los ojos en blanco un segundo.
Está seguro de que mañana tendrá los dedos de Harry marcados en el cuerpo y por alguna razón no le parece mal, sino que la idea lo calienta. Imaginarse lleno de marcas violáceas de pasión, no violencia, de deseo, no de propiedad. Su corazón late deprisa y cierra las piernas angustiado, notando como empieza a lubricar mucho más que antes.
—Nunca había visto un omega que produjese tantas feromonas, estuviese tan caliente y lubricase tantísimo... —murmura el alfa en su cuello, antes de seguir besándolo y mordiéndolo, torturando especialmente una peca que siempre le llama la atención.
—Lo siento... —murmura León entre quejidos, muerto de vergüenza y placer.
—Es fantástico, bobo, se nota que los omegas de lobo blanco sois criaturitas de vida, tan preparadas para hacer el amor y tan fértiles... Oh, León, esto es lo más atrayente que he visto nunca, no te disculpes por eso, ni se te ocurra.
El chico asiente con orgullo y sonríe, sigue algo pudoroso, pero ya no se avergüenza de ser ridículo, de ser un omega a medias, sino que se avergüenza porque cualquiera lo haría en su primer celo, siendo complacido por su primer alfa. León se incomoda pensando en que Harry es el primero y que luego puede haber más. No quiere pensar en ningunas otras manos sobre su cintura, ninguna otra boca sobre su cuello, pero debe dejar ir esas ideas. Harry es un príncipe, se casará con alguien importante y tendrá cachorros porque es su obligación y León deberá buscar un alfa que lo sacie en los celos, aunque le disgusta la idea. Quizá prefiera retorcerse de dolor una vez al mes, pero ahora deja de pensar en eso y en cualquier cosa: cuando Harry chupa su cuello con fuerza él se queda en blanco.
León siente que es solo un animal necesitado, gime agudamente: un sonido entre el aullido de dolor y al grito de júbilo. Araña la espalda de Harry sin remordimientos y ladea el cuello para darle más espacio al castaño, que succiona haciendo que la zona cosquillee y arda como si llevase el infierno entre los colmillos. La cadera de León se levanta, buscando el roce con la de Harry y cuando su adorable erección se friega contra el bulto enorme y oculto bajo la ropa del príncipe, las piernas le fallan y cae de nuevo. Harry le suelta la cintura y dirige su mano al pene del chico, rodeándolo con una facilidad pasmosa.
Sus dedos toman el eje del muchacho ocultándolo por completo, cubriéndolo de una firme presión y un calor que lo enloquece. Entonces se despega de su cuello y lame la enorme y redondeada marca que ha dejado en el cuello del chico. Está tan morada que su lunar se ha perdido en el hematoma. León se pasa la mano por la zona y la aparta de inmediato: la piel le arde, el contacto lo lastima.
Harry lo masturba despacio, haciendo la punta rosada y húmeda desaparecer y aparecer en su puño y a León curvar su espalda y arañar las del contrario.
—Si me dejas la espalda en carne viva tendré que dar demasiadas explicaciones, cariño, controla tus garras.
León, rojo y avergonzado, lleva sus manos a las sábanas y las agarra con fuerza. Harry ríe con un sonido hermoso, le besa entre las clavículas, pasando la lengua por el pequeño hueco que hay en ellas, y baja hacia el pecho despacio, al mismo ritmo tortuoso que su mano sube y baja. La excitación del omega es pequeña, su mano la maneja con una facilidad casi humillante y algo dentro de León le hace amar lo mucho que su cuerpo enloquece cuando Harry hace algo simple como apretar su agarre o pasar el pulgar por la hendidura de su glande.
—Oh joder.... ¿Y tú sí puedes ir marcándome? —se queja con sarcasmo el omega mostrando su cuello exageradamente morado.
Aún siente la piel pulsar, como si la boca de Harry estuviese en todos lados. Ahora besa su pezón derecho también, pasando la lengua por el rosado botón. El alfa le sonríe con picardía, León no es sumiso y calladito como se esperaría de él, todavía le reta incluso en momentos como este; el alfa suspira, llenando el aire de un aroma dominante que hace a León olvidar qué estaba diciendo. Le muerde el pezón, apenas un pinchacito con sus dientes que lo hace saltar en la cama y aumenta el ritmo de la mano que tiene en sus bajos.
—No veo que te moleste que deje marcas en ti y a mí definitivamente no me molesta que tú las dejes en mí... pero ya sabes cómo son las cosas a veces.
León se siente algo molesto por el comentario. Es gentil y es verdad, pero eso no le quita lo hiriente: todos en palacio considerarían normal que Harry tocase a León hasta dejarlo lleno de sus huellas, pero León no tiene el más mínimo derecho a tocar al príncipe y dejar evidencias. Se siente despreciado, pero entiende el por qué y sabe que es inevitable.
Harry vuelve a llevarlo lejos de los pensamientos malos cuando aumenta el ritmo y baja más y más. El alfa se tumba entre las piernas del chico, a la altura de su descarada fogosidad. Le coge un muslo con la mano libre, separándole las piernas con facilidad y alzando la zona norte de su cuerpo un poco. El alfa desliza un cojín bajo la espalda baja del chico, dejando a mayor disposición las zonas de su cuerpo más vergonzosas.
El alfa muerde el muslo de León con la misma fuerza con la que ha atacado su cuello antes y se deja llevar, escuchando quejidos del más pequeño, pero viendo como a la vez su eje endurece y pulsa más en su mano, goteando de placer. El alfa hace un pequeño gruñido, frustrado por tener que contenerse, y muerde más fuerte al chico, los leves colmillitos hacen a León erguirse, asustado, y mirar al alfa con ojos acuosos.
—H-Harry, me estás haciendo daño... —titubea. Los ojos del alfa relampaguean cuando le escucha hablar está seguro de que ese hombre que le enrojece la piel no es el mismo príncipe amable que hace unos minutos le ha hablado.
Los alfas pierden el control y lo hacen siempre o bien porque no lo evitan o bien porque no pueden. León se recrimina mentalmente por haberse puesto a sí mismo en una posición vulnerable frente a un alfa que no iba a poder controlarse eternamente y se recuesta en la cama de nuevo, temblando. De repente, la presión en su muslo desaparece y la piel le escuece horriblemente. Se asoma, viendo al alfa lamerle la herida, apenas brota sangre, pero hay dos puntos muy, muy rojos en su muslo al lado de las demás marcas.
—Nunca he estado con un omega que requiera ser tan cuidadoso, perdona —Harry murmura, batiendo sus pestañas al cerrar los ojos para besar y lamer la zona dolorida. —¿Quieres que siga?
El corazón de León se desborda. Juraría haber visto en sus ojos la mirada de una bestia, de un monstruo barbárico propio de las leyendas de lobos negros, pero aunque sus ojos sigan siendo de un verde salvaje, el alfa se está comportando con cariño. No lo entiende: puede ver sus instintos brillarle en la mirada, en los labios húmedos, los dientes blancos... pero está conteniéndose como si no tuviese ganas de hacer lo que todos los lobos desean: cazar a su presa.
—¿León? ¿León, estás bien? —pregunta Harry con voz seria, deteniendo todo en ese momento. No lo besa, ni lo masturba ni lo toca de forma erótica, sino que lo sostiene con fuerza de los hombros, como si tratase de despertarlo.
León se da cuenta de que ha estado ausente por sus pensamientos, así que responde apresuradamente.
—¡Sí, lo siento! Pensé que... Ah, solo me había asustado, quiero que sigas, por favor, nunca me había sentido de este modo, es como magia. —suplica el pequeño, sonriendo con sinceridad. Su cuerpo, más acalorado que antes, sorprendentemente ya no duele tanto y eso lo tranquiliza.
—No soy un dios, lobito blanco, yo no tengo magia... Tú, sin embargo, sí que creo que podrías haberme hechizado. —susurra, acercándose para besarlo cortamente.
—¿Y qué clase de hechizo he puesto en ti? Estoy a tu merced, alfa, no suena como si yo fuese el que tiene poder aquí. —el alfa le sonríe, se piensa la respuesta y le mantiene la mirada mientras baja de nuevo para rodear su erección y sostener sus piernas abiertas con una mano.
—Tienes a un futuro rey que haría cualquier cosa por complacerte ahora mismo, yo a eso lo llamo poder. —León traga saliva, las palabras calientes de Harry viajan directas a su entrepierna y las vibraciones de su voz lo hacen tener escalofríos que dejan tras de sí fuego. Harry sube su mano hasta la corva de León y le hace echar las piernas hacia detrás, con la rodilla casi tocándote la cabeza. —Dime una cosa ¿Cuan elástico eres?
—N-no lo sé, mi príncipe. ¿Quieres comprobarlo? —pregunta seductoramente, pero su mirada le traiciona: Harry le ve a los ojos sonriéndole en respuesta, se yergue, luciendo enorme y sensual, y León le aparta la mirada casi sin poder respirar.
Harry deja de masturbarlo, le agarra ambas corvas, le abre las piernas y las hecha hacia el chico, haciendo que su trasero quede expuesto incluso si León está tumbado bocarriba.
—Sujétate las piernas así, haz eso y te daré muchísimo placer, pequeño. —León se agarra sus propias piernas, asintiendo sumisamente, atrayendo sus rodillas hacia los lados de su cabeza lo máximo que puede, exponiéndose como nunca antes ha hecho. —Eres impresionante... —susurra el alfa, complacido, y acaricia desde los glúteos del chico hasta sus muslos.
Harry, arrodillado delante del cuerpo contorsionado y sensual del omega, lleva una mano de vuelta a su pene, que ahora choca contra el estómago del chico, y otra su brilloso y rosado agujero. León suspira con algo de temor, pero cuando Harry empieza a hundir en el primer dedo en su lubricada virginidad no puede más que clavarse las uñas en las piernas y abrirse más, deseando tomar al alfa de forma que lo haga sentir orgulloso.
Las piernas le tiemblan como gelatina, se le agarrotan los dedos de pies y manos y su anillo muscular de aprieta contra el firma y ancho dedo de Harry, que no ha llegado ni al nudillo. León se siente abierto, la invasión lo estira y arde, pero el dedo de Harry penetrándolo se siente increíblemente bien en zonas totalmente nuevas. Siente como su angosto pasaje abraza la falange que lucha por entrar en él, como está tan apretado que Harry debe ir despacio, estirándolo, profanándolo.
Duele ser abierto por las grandes manos del alfa, pero a la vez es tan increíblemente caliente que nota un hormigueo en su interior y pronto más lubricante prota de él, haciendo que el alfa de una leve arremetida y la mitad del índice entre en él, abriéndolo más. León se retuerce, lloriquea y siente sus entrañas quemar y cosquillear. Nota a Harry tocándolo en zonas que él mismo desconocía y el dolor de ser tomado por primera vez se mezcla con el placer de ser saciado por primera vez. El alfa mueve lenta y tortuosamente la mano sobre su pene, arrancándole dulces sonidos que ni mordiendo sus labios acalla, logrando relajarlo para empujar hasta el nudillo. León da un gritito, se suelta las piernas, agotado, cerrándolas como respuesta a los espasmos placenteros y dolorosos que lo recorren, y Harry suelta su erección. León gimotea en protesta, sin fuerzas para buscar la muñeca del alfa y atraerlo.
—Quiero hacer que te corras sin siquiera tocar tu pene ¿No sería maravilloso? Oh, no, no, no —lo advierte, agarrándole de la muñeca derecha cuando nota a León palpar su vientre en busca de la necesitada erección. —, tú tampoco vas a tocarte, lobito.
León enloquece, mueve sus caderas pidiendo más y Harry aparta su muñeca con brusquedad, usando la mano libre para sostener una de las piernas del chico y mantenerlo con el trasero alzado y expuesto y las piernas separadas. La otra pierna la apoya en su hombro, a donde León llega con el tobillo, y se inclina un poco hacia delante para ver las expresiones del chico cuando empieza a moler su dedo dentro y fuera del omega.
Todo su interior es suave, ardiente y mojado. El canal del omega lo estrecha muchísimo, haciéndole fantasear con cómo se sentiría estar dentro de él. Mete y saca su dedo en mociones pequeñas y León gime alto, como si lo follase. Se tira el cabello hacia atrás parando sus mano por este y vuelve a sostenerle la pierna, aumentando el ritmo. Ahora cierra los ojos, tratando de bajar la propia excitación y no meter, después de ese dedo, otro más y después su propia virilidad. León es tan pequeño que solo con eso ya entrada ya luce irritada y abierta y eso lo enloquece. Un omega hermoso, casto y apenas capaz de soportar el tamaño del alfa que lo seduce. Harry se obliga a pensar en gatitos y florecitas porque ya está sintiendo como su propios pensamientos no son deseos sino órdenes que lo exhortan a hacer cosas que el omega no podrá soportar.
El chico se lleva las manos al rostro, está llorando de placer y de un leve dolor dulzón que lo deja más sensible. Harry mete y saca su dedo, curvándolo un poco para rozar un punto especial que halla en cuestión de minutos. León se retuerce, lubrica empapándole la mano al alfa y este le suelta las piernas, bajando para lamer el delicioso néctar que hace la piel de León brillosa. El índice del alfa sigue simulando embestidas en su interior, mientras, su lengua recoge el delicioso líquido, lamiendo sus ingles, muslos y finalmente rodeando la entrada del chico.
—Sé un buen chico —Harry murmura, embistiendo más fuerte con su dedo e irguiéndose nuevo. —, sé un buen chico y córrete.
León da un alto grito cuando el alfa vuelve a morder sobre el morado de su cuello; la mano en su entrepierna lo penetra una y otra vez martilleando una zona que le desordena los pensamientos y le llena las venas de fuego y de un momento a otro todo el cuerpo de León se tensa. Nota pulsiones calientes en su interior, la forma en que recto aprieta el dedo dentro suyo y lo hace consciente de la penetración que roza sus sensibles pareces, una descarga lo recorre entero haciendo que gima y gima y el tirón de su ingle que le recorre el miembro como electricidad anticipa el gran orgasmo. León se corre con largas tiras blancas que perlan su cuerpo y salpican el pecho de Harry. El alfa le hace otro chupetón en el cuello mientras León llega al clímax y el pequeño se queda rendido un segundo después. Las articulaciones le duelen, los músculos están entumecidos y aunque siente que todo su cuerpo pesa, es como si alguien lo llevase en una nube.
El alfa arranca su dedo del interior del chico mordiéndose el labio al notar lo muy húmedo que está y se acerca al omega sintiéndose orgullos de la gran sonrisa que tiene en la carita. Su rostro rojo, lleno de lágrimas y de marcas de dientes en los labios no luce para nada maltratado, sino feliz.
—¿Mejor? —pregunta Harry con voz ronca, burlona.
—Muchísimo mejor... oh, alfa, no tenía ni idea de que podía sentir estas cosas. Te lo agradezco tantísimo, yo... debo hacer algo para devolvert-
—Lo que vas a hacer ahora es callarte y descansar ¿Si?
Los labios calientes del alfa le besan la frente y León quiere protestar, pero le duele la garganta de hacer tanto ruido, así que simplemente se acomoda en la cama y saborea ese instante antes que se lo arrebaten.
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