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—Ugh —se queja Gabriel sobándose las sienes mientras se acerca más a la pantallita de su portátil. Leer en la completa oscuridad de un camión no es precisamente fácil —, cinco mil doscientos setenta y seis archivos... ¿Y te los has leído todos?

Román asiente orgulloso y empuja la tapa del portátil, dejándolos sin luz.

—Sí, todos. Ahora deja de cuestionarme. —le riñe.

Gabriel se queda a oscuras, pero recuerda donde está la cara del vampiro y que él posiblemente vea en la oscuridad, así que frunce el ceño y le mira mal.

—¿Perdona? Voy a cuestionar cada decisión que hagas a partir de ahora como venganza por embarcarme en un viaje de seis malditas horas a Madrid solo porque has visto que un tío le vende cosas raras a un bar de ahí.

Román pulsa la nariz del chico, haciendo que parezca un cerdo y este le manotea apartándolo.

—¡¿Me estás escuchando siquiera?!

—Relájate. Mira, te he traído arroz con pollo. —dice jovialmente, sacando de la mochila un taper que Gabriel es incapaz de ver.

—Eres increíble. En el mal sentido.

—Abre la boca, aaaaa

Gabriel realmente tiene ganar de tirar el arroz con pollo a la cara de Román, pero ni ve esta, ni ve la comida, además de que las tripas le rugen, así que solo abre la boca y deja que el vampiro le vaya dando cucharadas del platillo que ha preparado para él. Se sonrisa al darse cuenta de que obviamente es un plato casero ¿Román ha cocinado para él? No puede imaginárselo, a menos que cambie el pollo con arroz por tripas de sus enemigos con arroz.

—¿Y qué se supone que haremos durante todo este viaje?

—Si te aburres puedo matar al conductor y sobrepasar los límites de velocidad para llegar antes. —dice el tipo, encogiéndose de hombros.

—¡Idiota! —lanza Gabriel, tratando de golpearlo, pero solo consigue darse con una caja en la muñeca y que esté dolorida por ello, lo cual solo le enfada más. —¿Es que no has aprendido nada? Las vidas son valiosas, no se mata ¿Si? Además si los del bar ese son asociados de Urobthos deben saber perfectamente como luces. Yo puedo pasar desapercibido como un chico normal, pero tú mides casi dos metros y tienen los ojos rojos, si te ven te reconocerán.

—Tienes razón —se lamenta el hombre, cruzando los brazos tras la cabeza y deslizándose un poco hasta quedar casi tumbado. —, esto de ir ocultándome todo el rato es aburrido, no puedo salir a cazar ni a pelear.

—Peleas a veces, como con Nombre —arguye Gabriel —¿Y para que necesitas cazar si me tienes a mí?

Un pequeño silencio de forma entre ambos después de que el chico diga eso y Gabriel puede escuchar en su mente a todas y cada una de sus neuronas chillándole por no usarlas cuando usa la lengua.

<<Como cuando me besó... ¡Mierda! Deja de pensar en ello.>>

—Tienes razón —responde Román relamiéndose, sus ojos se achican cuando piensa en el sabor de Gabriel y peina su larga melena con los dedos, sintiéndose acalorado de repente. —, eres delicioso, pero pocas veces puedo comerte.

—¡Oh! Pero si lo haces siempre.

—¿Si? —pregunta burlón, haciéndose el bobo. —pues siento como si hiciese siglos que no como, me muero de hambre.

Gabriel traga saliva. Están en un camión a oscuras, él apenas lleva armas encima y además no pueden armar escándalo para no alertar al conductor. Así que lleva todas las de perder y está demasiado cansado como para ponerse a pelear tratando de contradecir un simple ejercicio de estadística.

—Ah, muérdeme y ya —dice el chico con desgana, dejando su cabeza caer a un lado.

Nota el gélido aliento del vampiro en su cuello y ríe para sí pensando que Román no pierde el tiempo, aunque tenga todo el del mundo. Después nota un casto beso en su piel y al hombre alejándose.

—No lo haré, tonto, has perdido mucha sangre y podría matarte.

—Pensé que sin Leoren ya no tenías motivos para mantenerme vivo. —comenta el chico con una ácida risa que acaba por deshacer su sonrisa rápidamente. —Pobrecita... —continúa, ahora decaído. —ella y su bebé están muertos ahora y no paro de preguntarme si pude haber hecho algo para salvarlos o si...

—Gabriel —le corta el vampiro, poniendo una mano en su mejilla. —uno nunca puede salvar jamás a todo el mundo. Lo he intentado durante años y años y déjame decirte que es imposible.

—Supongo que tienes razón, pero ¿Por qué te empeñas en protegerme a mí entonces?

Es ahora Román quien ríe, de nuevo sin encontrarle la gracia. Mira al chico aunque este no le vea y sus ojos lucen cansados y brillosos.

—Porque es difícil quitarse los malos hábitos.

Y Gabriel no entiende a qué se refiere, pero tampoco se para a pensarlo. Sigue penando en Leoren, en su bebé dando pataditas, listo para salir al mundo y ser acogido por un lugar tan cálido como el vientre de su madre, en la mujer pensando en el nombre que le pondría al pequeño, en que posiblemente, antes de morir, Leoren se haya sentido mala madre, mala esposa, hermana e hija por toda su familia muriendo, igual que Gabriel se sentirá siempre inútil por no haber podido salvar a toda su familia.

Imagina a Leoren siendo torturada, perdiendo toda esperanza y, en vistas de su muerte, sufriendo no por que vayan a arrebatarle la única vida que tiene, sino porque van a robarle al fruto de su ser, de su carne, de su amor, la oportunidad de vivir siquiera un instante. Van a quitarle todo lo que tiene y tomarán a quien más ama y le quitarán algo que todavía no ha tenido derecho a reclamar.

Se siente horrible, enfermo, quiere golpear su cabeza contra las paredes y chillar, hacer lo que sea para que esas ideas horribles salgan de ahí.

—Tan siquiera hemos tenido tiempo para hacerle una tumba o llevarle flores... es como si hubiese sido olvidada... Pobre Leoren, ni siquiera... ella no ha tenido un solo momento de paz. Ella me dio ese nombre en la mano y yo ni siquiera he podido hacer nada con él, no entiendo... ¿Y si era para que la salvase? Y he fracasado y además... yo... Si simplemente hubiese hecho las cosas de otro modo, si no se hubiese tenido que reunir conmigo antes de lo de Herr por culpa de mi cabezonería y...

Román le toma del mentón, alzándole la cara y viendo a oscuras sus lágrimas siendo retenidas con crueldad.

—Lucha, Gabriel, sigue luchando, es lo único que puedes hacer. Pero no por ella, o por tus padres o por nadie, lucha por ti. Su muerte no es tu culpa, pero si tu carga, así que lucha contra quienes te han hecho tanto daño, pero jamás pienses que eres tu el causante, que lo mereces ¿Me escuchas? Por que tú no has hecho nada malo. Eres tan bueno... no merezco hacer esto.

—¿El q-

Gabriel se queda callado cuando Román le besa de nuevo. Lento, suave y deleitoso. Un beso que le seca las lágrimas sin pasar sus labios, un beso tierno, reconfortante, que hace que los belfos se muevan como danzando para una canción lenta y que la lengua acaricie con la elegancia de un huésped tímido, no pervertido.

—Eres tan bueno —susurra el vampiro en medio del beso. —, tan inocente —hecha un pequeño aliento mientras sus bocas se extrañan a solo milímetros y Gabriel toma aire, el aire que Román dice con sus palabras. El oxígeno y la voz del hombre, ambos pasan con bombeos rápidos por su corazón, haciéndole sentir calor. —, no quiero tener que quitarte la inocencia. No quiero.

Gabriel no logra entender nada, palabras enredadas en su lengua, pensamientos confusos. No debería besarlo, no de nuevo, pero se siente bien y jamás pensó que tenía el corazón roto hasta que ahora. Por que siente que Román lo sana a besos.

Cuando Román se separa del chico porque siente que si sigue morderá su piel hasta hacerla sangrar, nota a Gabriel sonrosado, así como él, y respirando agitadamente como si en vez de aire, buscase sus labios con desespero de nuevo. Como si los necesitase para vivir.

—No deberíamos besarnos... —murmura lleno de bochorno. —¿Por qué lo haces?

—Para hacerte sentir bien ¿No te sientes bien? —pregunta con la lengua temblándole en el paladar, nervioso.

—Muy bien... —responde el chico, jugando con sus manos, cerrando los ojos. —Entonces ¿no significa nada?

—No.

Hay un pequeño silencio, Gabriel hace una mueca y Román reprime sus ganas de acariciarle la cara.

—Entonces, no pasa nada si me besas ¿No? Solo una vez más, una y ya está.

Gabriel no puede ver como los ojos del vampiro se amplían con grata sorpresa, ni como asiente, pero sí puede sentir sus labios cuando vuelve a fundirse con él en ese ósculo. Esta vez dura menos y Román tiene la osadía de meter bajo la camisa de Gabriel una mano, roza su vientre un poco, notando que un sonido hermoso queda atrapado en las cuerdas vocales del chico, después roza su daga y, por alguna razón, eso le hace retirarse.

Gabriel finge que él también quería que el beso acabase rápido, pero no para de morder y lamer sus labios, buscando en ellos el sabor, la huella, de los de Román.

—Cuando volvamos le haré un funeral a Leoren. —dice Gabriel, asintiendo para sí.

—Yo mataré a Herr, ella querría que él muriese.

Gabriel sonríe un poco, sonríe porque Román dijo no tener seres queridos y no desear tenerlos, pero ahora se comporta como si hubiese amado a Leoren tanto como a una íntima amiga. Y sabe que es así, lo sabe cuando el vampiro habla en ese tono tan duro, tan íntimo, como si hablase su corazón.





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