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Tom siente su corazón bombear rápidamente después de abrir la puerta; la sangre se dispara rápido por su cuerpo y le arden las manos y la cara.
Ve a Desmond apoyado en la repisa de la ventana, de espaldas a él. Esta levemente encorvado con el rostro entre las manos y los dedos emergiendo de los cabellos rubios y tirando de ellos. Lo escucha sorber tristemente y entonces alza una mano temblorosa, alargándola hacia la figura que le queda demasiado lejos. Desde esa distancia Desmond parece pequeño, sobre todo porque está encogido. Parecería que el chico puede encarcelarlo entre los dedos de una mano.
—Amo ¿Está bien?
Desmond se pone erguido de repente. Tomás vuelve a sentirse nervioso cuando un extraño silencio se extiende entre ambos, separándolos todavía más, pero entonces la respuesta llega alta y clara sus oídos.
—Lárgate. —El vampiro le gruñe roncamente, pero la última sílaba le tiembla en los labios, escuchándose como si estuviese a punto de romper a llorar.
—P-pero... —objeta, sin saber qué decir; pone las manos en sus ruedas y se desliza por el lado de la cama, pretendiendo alcanzar al vampiro. —está llorando, no quiero qu-
Este se voltea de golpe, cogiéndolo por los hombros tan pronto la mano del muchacho está a un centímetro de tocarlo. Lo arranca de la silla, lazándolo violentamente a la cama y se pone sobre él aguantando las muñecas de su mascota a los lados de su cabeza. El chico trata de luchar con todas sus fuerzas, pero se rinde al instante, perdiéndose en la mirada del otro.
La misma mirada que vio el día de la exposición, solo que ahora está anegada en lágrimas.
—¿Acaso no te he dicho que te largues, humano de mierda? ¿Quieres que te castigue acaso, que te viole de nuevo?
—¡NO! —Grita histéricamente, empezando a llorar y zarandearse contra las manos que le retienen. —¡No, no, no, por favor, amo, lo siento! ¡Lo siento, lo siento, solo no quería que estuviese triste, lo siento!
Desmond cae en la cuenta de lo que ha dicho. Su rostro lleno de ira y profundas marcas de expresión se relaja, así como su agarre, dejando que las manos del chico se deslicen a fuera. Tom no trata siquiera de golpear a Desmond, solo usa su libertad para cubrirse y hacerse un ovillo en la cama mientras solloza y su cuerpo se retuerce con espasmos de dolor. Desmond ve perfectamente como la piel del chico está viviendo de nuevo la horrible violación; el humano se pone rojo, como la sangre que derramó esa noche, y su ser se contrae y retuerce, lleno de dolor, con el conocido ritmo de su sexo. Mantiene los ojos cerrados, apretándolos cada vez con más fuerza, como buscando cegarse ante algo que tiene grabado en los párpados mismos. Desmond sabe que es él quien ha dejado su cuerpo y su alma marcados a fuego.
Barre sus húmedas mejillas con el dorso de la mano, ahora que el mortal llora a mares siente que él no tiene derecho a sus lágrimas. Lleva la mano hacia el chico, la cierne sobre él como queriendo encerrar en su puño y cuando solo la sombra de sus dedos alcanza a Tomás, este gime. Un sonido agudo, estridente y agónico, la recuerda al último berrido que algunos animales antes de morir.
—S-solo quería que no estuviese triste, señor, lo siento, por favor, por favor, por favor, me iré, s-solo necesito mi silla de ruedas, me iré, no molestaré más, por favor...
—Tranquilo. —murmura, aunque su tono brota mucho más duro de lo que imaginó. Ante la poca dulzura de la palabra el chico se congela en la cama, mirando a Desmond con horror y esperando a que haga el primer movimiento. —Me he enfadado y lo he dicho para asustarte, pero no lo haré. ¿Por qué has entrado aquí?
Tom suspira con alivio y después salta una pregunta en su mente ¿Por qué ha creído al vampiro tan rápido? No confía en él, eso lo tiene claro, pero algo en su voz logra tranquilizarle como si tuviese la verdad más absoluta. No sabe qué es, pero cuando Desmond le habla amablemente la misma sensación tórrida que cuando lee al chico anónimo se funde en su pecho; es algo inocente, ingenuo, que le hace sentir arrullado y somnoliento. No entiende el qué.
—Porque no quiero que nadie sufra ni llore, mi señor... Siempre que hay alguien triste quiero abrazarle y ayudarle, supongo que porque cuando yo lo estoy nadie lo hace y se siente horrible... y no quiero que nadie se sienta así.
Desmond muerde su labio y aparta el rostro, si llora de nuevo no quiere ser visto. Toma a Tomás entre sus brazos, estrechándolo cerca. El chico se sorprende al inicio, tratando de zafarse, pero después, cuando Tom entiende que no será dañado, el vampiro nota los pequeños brazos rodeando su espalda y los dedos acariciándola.
—Sabía que tenía corazón, amo... —murmura, hundiéndose en el cuello del hombre.
—Solo... solo me acerco porque tu olor me gusta. —responde cortante. Clava los dedos en su piel y desliza la nariz por el cuello, inhalando. Tom siente un escalofrío. —Tu piel, tu sangre. No soy humano, no siento como un humano, lo único que puedo desear, lo único que me puede consolar... es algo cruel, es esto.
Tom deja sus miembros morir, entregándose a lo inevitable. Llora de nuevo en brazos de Desmond, no halla en ellos un solo hueco seguro. Le muerde y él se siente desfallecer con su cuerpo roto, sus brazos abiertos, sus piernas inservibles y su torso lleno de marcas de sangre y fuego. Está demasiado exhausto como para luchar, como para seguir haciéndose ilusiones.
<<Quizá... Vlad tiene razón>>
Desmond da dos largos tragos que parecen eternos, la sangre de sus venas recula, se arrastra lejos de él junto al calor, las fuerzas, y el hilo firme que suele unir sus pensamientos. Se siente desmenuzado, es solo un saco roto de temores y recuerdos que no puede mantenerse entero. Un corazón roto sin nadie que lo arme.
Que lo ame.
Cae sobre el blando lecho, no demasiado seguro de seguir de una pieza. Las piernas le palpitan desde los tobillos y le duelen siempre, pero las siente a partes y los brazos, siempre fríos, no responden ya a sus órdenes. Lo único que puede hacer es llorar mientras ve al vampiro lamer la sangre de sus labios con el mismo rojo lánguido y muerto que traga en su mirada.
—¿Por qué no bebe toda mi sangre y me mata, amo?
—¿Por qué crees que es? —pregunta la figura borrosa.
—No es compasión... si lo fuese me mataría. Es solo porque espera a que me cure para volverme a usar ¿Cierto?
El vampiro suelta una risa sarcástica, esquiva el dardo del chico y lanza él mismo su propia pregunta.
—¿Por qué querrías ayudar a alguien como yo que está llorando? ¿No crees que no lo merezco? —pregunta en un suspiro, acomodando al liviano chico en su propia cama.
Tom gimotea cuando lo mueve para poner su cabeza en la almohada y cierra los ojos cuando se tumba a su lado, mirando con lástima su perfil. La nariz fina, los labios temblorosos y entreabiertos.
—Da igual si lo merece... no quiero que nadie sea infeliz. Yo lo soy y no se lo deseo a nadie.
Una mano despeina los cabellos rubios. Muerde su labio. A veces piensa que se arrepiente del día en que compró a Tom, le hace sentir tan extraño. Después se pregunta por qué lo compró y solo viene algo a su cabeza, algo que le aterroriza.
<<Es usted hermoso, luce como una buena persona, por eso le estaba mirando.>>
<<Persona>>
Traga saliva.
—Eres demasiado bueno para tu propio bien. Y yo demasiado malo. No deberías ser así cerca de mí, será peor. —le aconseja.
El chico le mira con los ojos brillantes, llenos de agua salada y triste y dice:
—Pero amo, yo no... no puedo cambiar mi naturaleza.
Y con sus palabras se siente terriblemente condenado. ¿Acaso él puede cambiar la suya? Siente que están destinados a autodestruirse, a colisionar una y otra vez buscando compañía en el otro para acabar hechos añicos. No quiere eso, pero ninguno puede cambiar ¿No? Excepto que Tomás es así y Desmond se ha hecho así. Se ha hecho a sí.
—¿Por qué lloraba, señor? —interrumpe el chico siendo repentinamente atrevido.
Desmond se queda sorprendido y se sincera casi sin pensarlo.
—Es el aniversario de la muerte de Morien, mi creador.
—¿Lo echa de menos? Yo echo de menos a mí familia, pero no sé qué hacer para combatir la tristeza, lo siento... Pienso en ellos mucho, en cuando mamá me daba un beso en la frente antes de ir a clase o como papá cortaba la corteza de mi bocadillo de los recreos para que pareciese una flor porque me gustan las flores. También me acuerdo de mis amigos y mis maestros, de cuando jugábamos en clase a lanzarnos papelitos en idiomas inventados o cuando era el cumpleaños de alguien y hacíamos un fuerte de mantitas para contar historias por la noche. Me acuerdo de esas cosas y me pongo triste porque nos las disfruté como si fuesen a acabarse y ahora es demasiado tarde para pedir nada de eso... ¿A usted le pasa lo mismo? ¿Recuerda cosas bonitas con Morien?
—No hubo cosas bonitas —responde riendo y negando. —, nunca las hubo en mi vida hasta que me convertí en lo que soy. Morien me conoció mucho antes y murió poco después, él no me dio recuerdos que extrañe, pero aun así le echo de menos de cierto modo. También le odio, pero la única cosa a la que jamás he amado. O eso creo...
Tomás cierra sus ojitos y frunce el ceño, agotado y esforzándose por pensar en la respuesta del vampiro.
—¿Tu creador... era tu amante?
Desmond lo mira con desaprobación, le ha tuteado, sin embargo, bajo sus palabras el corazón late despacio, la lengua se remueve lenta y pegajosa en la boca y sus párpados no son capaces de abrirse nuevo. Incluso le cuesta respirar. Decide no tenérselo en cuenta por una vez.
—Creo que es el único ser al que he amado, aunque dudo.
—¿No estás seguro de sí lo hacías?
—No, sí lo estoy, sé que le amaba. —responde rápidamente.
Tom frunce su ceño más y hace un mohín.
—Entonces ¿de qué dudas?
Desmond suspira, apoya su cara en la palma de la mano, con la otra traza el perfil de Tomás sin tocarlo. Siente que dibuja en el aire a un ángel y las palabras escapan distraídamente de su boca.
—De que sea el único, no de que le haya amado. —explica, sus dedos siguen memorizando la forma de su cuerpo, entonces fallan al llegar a los labios y caen en la tentación de tocarlos.
Tom hace una mueca, él se acerca, admirando los finos belfos, apartando los cabellos castaños de su frente con la otra mano.
—¿Por qué?
Se acerca a su boca y respira aire compartido; sabe más dulce cerca de Tom, siente que al inspirar le calienta el sistema, le devuelve esa sensación que tuvo un día y que no debería echar en falta. Vlad no está ahí, pero la voz en su cabeza dice:
<<¿Qué pensaría Morien?>>
Pero él no es Morien, así que no lo sabe, lo único que sabe es lo que piensa él. Y lo dice:
—Por ti.
Tom abre los ojos de golpe. Los vuelve a cerrar cuando nota un beso; es tan suave y cálido que le arrastra de nuevo a esa oscuridad, ese reposo propio del sueño. Solo es un roce levísimo, tan casto que apenas se siente como un suspiro susurrado de boca en boca, pero es suficiente para que Tom se lleve los dedos de la mano derecha a los labios y los de la izquierda al corazón.
—¿Es por eso que conmigo tampoco crea recuerdos bonitos, amo? —pregunta febril, antes de quedar dormido por el agotamiento.
Cuando Tom no puede oírle, Desmond llora por la pregunta.
<<Es exactamente como con Morien.>>
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