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Tom aprieta sus manos en los reposabrazos de la silla y se proyecta con cuidado. Las puntas de sus pies rozan el suelo, lo rozan solo, el peso es aguantado por los brazos ahora que su hombro dislocado duele un poco menos y los cortes arden, pero no es nada nuevo para él; flexiona los codos, baja un poco. Toma aire y apoya las plantas de los pies. Poco a poco va dejando su peso en ellas. Los tobillos duelen un poco y sus caderas siguen molestando, pero puede aguantarlo si se muerde la lengua y piensa en cosas bonitas. Suelta sus manos, su torso se balancea, pero logra estabilizarse y arrastra uno de sus pies, luego otro. Cuando apoya el peso siente un pinchazo, pero sabe que jamás dejará de sentir dolor siendo alimento para vampiros, así que debe aprender a tolerarlo.
Si pudiese, daría saltos de alegría.
La primera vez lloró dos horas por el dolor y tan siquiera pasó en pie ni dos segundos, la última dio cinco pasos, ahora ha ido hasta el final del baño, ha tocado la pared y ha vuelto. Avanza lento, pero seguro y puede decir algo bien claro: ya puede andar.
La silla de ruedas es cómoda, pero es un infierno. Siente que no es más que un montón de sangre tirado en un cubo que es llevado de aquí para allá y bebido de vez en cuando, odia no poder siquiera levantarse. Ahora por fin se siente un poquito más humano y menos objeto. Han pasado ya dos semanas desde que encontró a Desmond llorando. El vampiro no ha estado excesivamente cruel con él, tampoco muy humano, solo frío. Lo ve tres veces al día: cuando lo entra del jardín a la casa, cuando lo sube al piso de arriba para que vaya al baño, que es donde él mismo improvisa sus pequeñas sesiones de rehabilitación, y cuando lo vuelve a llevar al jardín para encadenarlo.
No le dirige la palabra en todo el rato y cuando escucha su voz es al oírlo hablar con Víctor jovialmente o con Vlad. Vlad y él son buenos amigos, se nota cuando hablan, debaten o leen juntos, pero tienen muchas discusiones. Todas son sobre él y eso le aterra. Cuando los escucha gritar Desmond va después dando pisotones por la casa, azotando puertas y sabe que algún día él será a quien golpee. Por eso le da miedo ser visto andando, si se recupera el vampiro volverá a ser rudo con él. Por ahora ha seguido a rajatabla las indicaciones de Víctor y no le molesta en lo más mínimo, ni por sangre. Tom se ha encontrado varias veces con el horrible espectáculo de ambos vampiros bebiendo del peliblanco hasta dejarlo inconsciente en medio del salón; él tiene órdenes de no interaccionar con el chico y, por lo que al peliblanco respecta, no existe nada más en el mundo que su amo. Su vista pasa a través de Tom como si fuese transparente.
Y pese a que Desmond no le acosa, tampoco le cuida. No está preocupado por él o por su mejoría, solo está esperando que su juguete se repare, como quien lleva el coche al taller y espera de mala gana sin poder conducirlo. También le asusta que cuanto más discute con Vlad, menos trata con él. Teme por su integridad una vez esté curado. Sobre todo cuando Desmond abre la puerta, encontrándolo de pie a varios pasos de su silla. El vampiro alza las cejas son genuina sorpresa y sonríe, un gesto que Tom no sabe cómo tomar. Después se acerca a él y dice:
—Supongo que no la necesitas más. —su tono le eriza la piel.
El chico se lleva una mano a la nuca y se encoge.
—B-bueno, no estoy seguro... ando un poco mal todavía. —explica queriendo avanzar un poco hacia la silla, pero el vampiro le corta el paso y le obliga a retroceder poniendo una mano en su hombro.
—No limpiarás nada todavía ni harás tareas difíciles, pero estarás sin la silla. Si empiezas a caminar ahora te recuperarás más rápido. La guardaré en mi habitación, por si acaso. —susurra, volteándose para plegar el entibo de Tomás.
Cuando el vampiro sale del baño y él se queda sin su silla, de la que tanto ha deseado librarse, se siente aterrado y abandonado. No está seguro de poder seguir sin ella ¿Y si cae por las escaleras? ¿Y si no es capaz de salir del baño? Trata de tranquilizarse, diciéndose que si eso sucede Desmond se la dará de vuelta, no está confiscándola para siempre. El vampiro solo está ayudándole a curarse. Pero, aunque se intenta convencer, duda.
Arrastra los pies hasta la puerta del baño, sintiendo su estómago doler por los nervios, pero se pone feliz al ver que ha alcanzado el pomo y ha salido son más facilidad de la que creía. Va lentísimo todavía y le cuesta ignorar el dolor, pero está mucho mejor de lo que pensó.
Ahora le gustaría poder ir a la biblioteca a leer algo de su amigo anónimo o a la cocina a por comida. Hace tiempo que no lee nada, durante la semana entera solo alcanzó a leer una entrada en el diario. Una demencial, la mitad de las palabras tenían la tinta corrida y la otra mitad eran una sucesión constante ''Quiero que se acabe el dolor'' que le escamó la piel completamente. Pudo imaginar al chico agarrándose la cabeza, meciéndose en posición fetal mientras susurraba la frase en el mismo tono acelerado y asmático una y otra vez. Lo imagina así porque él estuvo así después de la violación.
No quiere pensar más en ello, así que decide ir a la cocina. De todos modos, la biblioteca ahora es terreno hostil por culpa del tiempo que Vlad pasa ahí, la mitad leyendo, la otra mitad atormentado a su humano con la intención de ser pillado por Tomás; disfruta torturándolo a través de ese pobre chico por el que no puede hacer nada. Se queda bloqueado con las manos pegadas a la barandilla cuando llega a las escaleras. Siente gotas de sudor bajarle por el rostro, está realmente asustado después de todo ese tiempo sin haber andado.
Nota algo en su muñeca. La mano de Desmond la agarra sin tirar de ella, más bien la sostiene, como si le tomase de la mano para ayudarle a bajar. El chico se aferra muy fuerte a la baranda y apoya un poco de su peso en el agarre del vampiro. Empieza a bajar las escaleras.
Duele más que caminar, pero es soportable y aunque tiene las rodillas débiles y los pies insensibles y torpones siente que puede hacerlo, sobre todo con el vampiro imitando sus lentos pasos y siguiéndole como una sombra protectora.
—G-gracias, amo. —murmura el pequeño.
Desmond no responde, se pone tras él y en un leve subir que hace antes de bajar el siguiente escalón, el vampiro deja un beso en su coronilla.
Esas cosas le confunden ¿Quiere ser dulce con él o es solo comida y un juguete sexual? Lo ha ignorado por una semana casi como si aborreciese su tacto y voz, pero ahora lo está tratando tan bonito... Siente que Desmond cambia de actitud rápido y no tiene claro cual de sus tres caras es la real: la cruel, la fría o... la humana. Es la primera que vio y la que menos aparece, pero su favorita.
Llegan al escalón final y el vampiro vuelve a confundirlo, nuevamente con sus labios, solo que esta vez a través de palabras:
—Muy bien, eres un buen chico.
Una risa se escucha desde el comedor, así como un aplauso corto y pausado, tan irónico como la carcajada contenida que le precede.
—Maravilloso, ahora le halagas por caminar cuando deberías tenerlo sirviéndote desde que ha salido de la silla de ruedas.
Desmond rueda los ojos por el comentario de Vlad, pero cuando le suelta la muñeca Tom sabe que no lo dejará pasar. Son palabras no únicamente de un amigo, sino de su antiguo maestro e íntimo confidente de Morien.
—Ves a hacer tu comida, vamos —le dice al muchacho, dándole un grosero empujón para mantenerlo fuera de la escena. El chico, que desearía desaparecer con un chasquido de dedos, se desliza con pasos cortos y torpes hacia la cocina, notando la presión de la mirada de ambos —¿Y qué quieres que haga? ¿Qué lo use violentamente de nuevo? Ya te dije, quiero esperar para que no se rompa.
—¿Es un humano o un tesoro? Solo mira tu actitud, ayudándole a bajar las escaleras... —se queja Vlad mientras niega. —¿No te parece patético? ¿Qué pensarías tú de un vampiro que trata así a sus mascotas?
Desmond abre la boca para refutar, pero rápidamente la cierra, poniéndose rojo de ira. La conversación prosigue fuera, donde el vampiro decide trasladarla por motivos que Tomás puede imaginar y que le aterran. Hablará de lo poco que él significa realmente, de las cosas horrendas que planea hacerle y sabe que cuanto mejor se halle, más cerca estará de sufrirlas. Suspira, sentándose en el suelo. No tiene apetito para desayunar y sus piernas empiezan a dolerle de estar de pie.
Pasa varias horas sentado a solas con sus pensamientos hasta que escucha la puerta de nuevo. Es Vlad quien entra, con una sonrisa satisfecha y el paso decidido y enfocado hacia su habitación; sabe que el pobre chico peliblanco pagará la fogosidad que trae de la pelea. Desmond no llega todavía y sabe que cuando está enfadado da pequeños paseos, cuanto menos lo esté, más cortos son. Este termina durando un par de horas y bate un récord con ello. Sabe que cuando llegue estará enfadado, así que solo quiere pasar desapercibido.
No lo logra.
El vampiro entra dando un portazo que hace retumbar el lugar entero y Tomás, que está ahora preparando su comida para distraerse, siente que le tiemblan las piernas. Va directo a la cocina, casi llamado por su olor. Las manos del chico se detienen y deja de cortar las verduras, tiene la sensación de que el vampiro está acelerando hacia él para agarrarlo y empezar a molerlo a golpes ahí mismo; quiere decirse que no tiene sentido, pero sí lo tiene: Desmond ha sido mínimamente comprensivo con él y eso le ha causado peleas con alguien a quien aprecia. En el pasado el vampiro le ha castigado por cosas muchos más bobas, así que no espera menos ahora. Muerde su lengua, esperando los golpes. El pecho de Desmond choca con su espalda, apoya la barbilla en su cabeza y pone a cada lado de su cuerpo, en el mármol, una mano. Lo aprisiona.
—¿Qué t-tal su noche, amo? —pregunta intentando ser amable.
Si después de la enorme influencia que Vlad tiene en él no ha logrado volver a Desmond un amo cruel a su nivel significa que todavía pueden llevarse bien. Y eso es todo lo que Tom intenta. Además ¿Fueron acaso las palabras de aquella noche en vano? Viendo a Desmond llorar y luego insinuarle que lo amaba... quizá fue algo inusual para el vampiro, pero le pareció que lo veía a él, desnudo y sin corazas, que lo veía realmente.
Ahora parece otro. Desciende con la nariz por su cabello, llegando a la garganta. El vampiro ríe en su cuello por la pregunta, tarda en procesarla. El humano Debe ser bien idiota si se preocupa, pero en cierto modo un cosquilleo crece en su interior al pensar que alguien lo hace. La idea queda sofocada por los apetitos que el aroma del chico despierta.
—Agotadora... —murmura en su oído, no sabiendo muy bien por qué responde a la pregunta de su comida. —Necesito relajarme, vas a ayudarme con eso ¿Cierto?
Tom tiembla por el tono ronco y bajo con que esas palabras se deslizan hacia su oído. No sabe a qué se refiere, pero está aterrorizado y no puede parar de temblar. Una de las manos del hombre recorre la cintura, rodeándola entera con el brazo, la otra estira de la tira de tela que mantiene el pijama de Tom cerrado. El chico respira dificultosamente, se siente tan diminuto en manos de ese vampiro, tan siquiera puede moverse y es consciente de que el vampiro lo hace con lentitud porque tiene todo el tiempo del mundo para hacer con sus manos lo que se le antoje.
Tom se pregunta si el hombre va a golpearle y el solo pensamiento le hace sentir tan asustado que sus manos se agitan y sudan. El cuchillo se desliza fuera de su agarre y se estrella sobre el suelo, pudiendo haberle dado a cualquiera de ambos en un pie.
—¡Lo siento, lo siento, ahora mismo lo recog-
—¿Es que acaso no sabes hacer nada bien? —pregunta en tono ronco, la expresión plácida de su rostro cambiada ahora por una furibunda.
—¡Lo siento, no pretendí¡Ah!
Sus palabras se ven interrumpidas cuando el vampiro aprieta los dedos sobre su cuerpo, volviendo el gentil agarre opresivo y lo hace girarse, encarándolo.
—¿Acaso no vas a hacer nada para solucionarlo? —pregunta el rubio, alzando una ceja con prepotencia y poniendo sus manos en sus caderas a la espera de algo que Tom no sabe qué es. —¿No te he dicho acaso que necesitaba relajarme? —una sonrisa mordaz aparece en su rostro. —Vamos ¿Por qué no me demuestras que eres buenos en eso?
—N-No sé qué hacer, se-señor, lo siento, no sé. —el hombre se acerca más y más y el castaño siente que se le acaban las palabras. Su espalda baja ya roza el mármol de la encimera, dejándolo sin espacio.
—Vamos, piensa un poco.
Tom tiembla mientras el vampiro va acercándose hasta encerrarlo y tener su cuerpo totalmente pegado al del pequeño, haciéndole sentir diminuto. Tom se estruja la cabeza pensando qué puede hacer para calmar al vampiro? No es sangre lo que desea, sino estaría hambriento y él ha dicho que está agotado.
<<Vamos, piensa Tom ¿Qué necesitas tú cuando no estás calmado? ¡Ya sé!>>
El chico entonces, recordando lo bien que se sintió las noches en que ha tenido la suerte de que ocurra, hunde su rostro en el pecho del vampiro y lo rodea con sus brazos, su manitas tratando de acariciar tranquilizadoramente su espalda. Pero al vampiro no le toma más de dos segundos comprender lo que sucede y empuja al chico bruscamente.
—Idiota... —se burla, poniendo una mano sobre el pecho del chico y presionando contra la encimera para hacerlo quedarse pegado a esta y quieto. Con la mano desabotona de golpe el pijama. Tom enrojece al ver que su pecho y parte de sus piernas quedan al descubierto, así como una franja de su tripita y su ropa interior. —Date la vuelta.
Tom tan siquiera tiene el valor de desobedecer, solo actúa, despacio. No entiende qué sucede, pero quiere portarse bien para no obtener otro castigo. Hace mucho que no tiene uno. Desmond se muerde el labio pensando en la tontería que su mascota acaba de hacer ¡Abrazarle! El chico ha pensado que necesitaba consuelo y no ha dudado en dárselo, es, sin duda, la cosa más estúpida e inocente que ninguna mascota ha hecho nunca. Es hilarante, pero no acaba de hacerle gracia.
Cuando está totalmente girado el hombre toma los bordes de su pijama y se lo quita por completo en un solo movimiento. El frío le besa la piel y el chico se abraza a sí mismo, sintiéndose indefenso y expuesto, con el calor subiendo a su rostro.
—¿Q-Qué va a hacer, señor? —pregunta inocentemente. El hombre le ignora, pone una mano en su espalda le hace doblarse sobre la superficie fría.
<<¿Qué está pasando? >>
Se queja débilmente, las heridas de su torso se presionan contra la dura superficie y la mano del vampiro empuja hacia abajo en su espalda, obligándolo a mantener la posición.
—¿Se-Señor?
—Voy a follarte. Ahora, estate quieto.
<<¿Qué?>>
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