Lucas hace ya un par de horas que duerme, Damián sigue despierto, preguntándose demasiadas cosas sobre el omega. Cuando volvió de aquella comida con su padre y su alfa el chico volvió extraño. Damián esperaba un cambio en él, pero imaginó que sería del estilo de que Lucas volvería hecho una bola de furia que insultase todo a su paso. Sin embargo, volvió extrañamente tranquilo, no sumiso o dócil, él jamás lo era en exceso, pero sí muy pensativo, como si su cabeza estuviese muy lejos de su cuerpo. Pasó el fin de semana en ese estado de ensimismamiento y poco a poco se le fue; Damián andaba algo preocupado, pero esa noche, antes de irse a dormir, todas sus dudas se apagaron; no se resolvieron, pero le dio igual.
Lucas se le había acercado y, con los ojos clavados en el suelo y las mejillas sonrojadas, había dicho ''Quizá mi padre no es tonto por enamorarse de una alfa''. Damián se había sorprendido demasiado, así que Lucas le arrojó su estuche, gritándole que eso no era ninguna indirecta, sino que simplemente le había agradado esa mujer.
Damián no sabe si es una indirecta o no, pero, joder, cómo quiere que sí lo sea. Damián se muerde el labio, sobre-pensando demasiado las cosas. Suspira y mira su móvil. La una de la mañana, debería tratar de dormirse pronto porque al día siguiente tiene clase y no le apetece asistir pareciendo un zombi.
De golpe, escucha gritos, gruñidos y quejas; también risas, golpes y pasos apresurados. No sabe muy bien quién o quiénes son, pero en una habitación cercana alguien está pasándolo muy bien y muy mal al mismo tiempo. El aroma de las feromonas de alfas algo más mayores llega a su nariz, alfas desconocidos. Tarda un poco en darse cuenta de que los ruidos cada vez se acercan más y más, entonces sale al comedor, esperando ver si Lucas está igual de intrigado.
Cuando abre la puerta de su dormitorio se encuentra al omega sentando en la cama con los ojos fijos en la puerta y la manta arrugada entre sus manos, la retuerce con nerviosismo y traga saliva antes de mirar al alfa un instante y volver a vigilar la puerta.
—¿Qué pasa? —pregunta él, el ruido se intensifica y escucha ruidos en la habitación contigua. Chicos gritando, golpes, gruñidos.
¿Una pelea? No, hay risas y hay demasiadas feromonas... demasiados alfas...
—S-Son las novatadas... los de segundo año están destrozando las habitaciones y está habiendo algunas peleas. —murmura el chico, enseñándole su pantalla del móvil a Damián.
El hombre no ve nada, la luz del dispositivo le ciega y su visión no se ha acostumbrado cuando él aparta el aparato de su vista, pero intuye que es una conversación con el beta donde este le advierte del peligro.
—Que molestos... espero no ser tan gilipollas el año que viene. —dice el alfa, chasqueando la lengua con fastidio mientras los ruidos empiezan a remitir en la habitación de al lado.
Sabe que ahora les toca a ellos, que abrirán la puerta con alguna especie de truco barato, lo alborotarán todo, robarán apuntes importantes y cosas tontas y después creerán que han hecho algo divertido. Damián se siente fastidiado, solo quiere dormir y no tener que ordenar todo por la mañana. Entonces se percata de algo. Miedo... Cuando inspira, es lo primero que entra en su organismo, el deleitoso aroma del terror, después lo ve: Lucas mira la muerta con ojos cristalizados y las manos temblorosas, como un conejito paralizado en medio de la autopista. Comprende que para él un grupo de alfas drogados y bebidos no es gran cosa, pero que para Lucas que alguien así irrumpa en su casa es posiblemente su mayor miedo.
—¡Eh, abrid ya esta! —grita un alfa de voz cavernosa golpeando su puerta insistentemente. —¡Vamos tíos, esta, que huele delicioso! ¡Joder, un omega! Que buen regalo nos dejan los de primer año.
—¡Oh, joder, ya sé qué me voy a llevar de aquí!
—Yo me pido al omega primero. —esas palabras congelan a Lucas en su lugar y voltea la mirada hacia el alfa a su lado. Damián aprieta los puños, feromonas virulentas y poderosas llenan el aire con ira.
—De eso nada ¡Yo!
—Tú la boca, yo el culo ¿Sí? —Lucas exclama con dolor, tapándose la boca para no ser oído, pero el miedo es más que evidente; flota en el aire y atrae a esas bestias.
—Lo que sea, joder, solo abre. —el tipo brama, aullando después y golpeando más la puerta.
Lucas escucha el sonido metálico de algo rechinando dentro de la cerradura, buscando forzarla. Cuando eso pase las novatadas serán solo una broma molesta para todos los de primer año, menos para él. Mira a su alrededor, no hay lugar para esconderse. Cierra los ojos e inspira, va a arañar los ojos de esos tipos hasta que le dejen en paz o al menos hasta dejarles ciegos por lo que van a hacerle; sea lo que sea Lucas va a luchar, aunque no haya nacido para eso, aunque su omega gimotee y se esconda.
Una mano lo toma por la muñeca, asustándolo. Abre los ojos de golpe, la puerta sigue cerrada, temblando bajo los golpes y con ese tintineo metálico todavía taladrándole el cerebro; es Damián quien lo está tocando.
—Ven. —le dice, tirando de él hasta ponerlo en pie.
El chico está confundido y su cuerpo flaquea, sabe que la puerta se abrirá en cualquier momento y no puede pensar en nada. El sonido de la cerradura, los golpes, las voces rudas, el aroma a excitación y alfa, el calor de los dedos del alfa, la fuerza con la que lo arrastra hasta el dormitorio... Sus sentidos se sienten sobresaturados, teme que su cuerpo colapse. Chilla cuando la puerta se abre y Damián cierra la de su cuarto, antes de arrojarlo a la cama con violencia. El alfa gatea sobre él rápidamente y lo mira con fuego en la mirada. Lucas siente el aroma del hombre golpearlo con fuerza, dejarlo indefenso, apresarlo contra la cama. No puede huir, no puede moverse, solo desfallecer debajo del gran cuerpo que lo acorrala.
Se escuchan gritos en el salón y la cocina, algunos hablan sobre objetos que robar, otros solo destrozan y desordenan. Lucas tiembla, le van a encontrar cuando abran la puerta de la habitación. Mira la puerta con terror, pero sus ojos vuelven al alfa sobre él cuando este se quita la camiseta sin previo aviso, dejando a la vista un cuerpo espectacular y musculoso. La piel levemente tostada luce cálida y confortante, como el sol veraniego, Lucas quiere abrazarse a ella, imbuirse en su calor y sentirse protegido. El omega traga saliva cuando desabrocha su bragueta y se deshace de los pantalones, solo mira expectante el enorme bulto que revela el alfa.
—Sígueme el rollo ¿Vale? Saldrá bien. —dice el alfa, dirigiendo una de sus manos a la cintura de Lucas y subiendo lentamente su camisita. —No voy a dejar que nadie te toque, bonito omega.
Lucas traga saliva de nuevo, mirándolo directo a los ojos. Ahora sus orbes son devoradas por la oscuridad, el iris apenas es un anillo alrededor de la gran boca negra que devora al contrario con su mirada. Hesitante, el chico deja que el alfa deslice fuera su camisita, revelando un vientre lechoso y blandito, aunque diminuto. Damián no puede evitar sonreír al ver ese cuerpo tierno y precioso, el estómago de Lucas tiene suficiente carne para morder gustosamente, pero cabe en sus manos como un pequeño juguete que podría usar para su placer; los botones rosados se ven deleitosos, resplandeciendo sobre el raso y lampiño pecho.
Ahora, no... El lobo de Damián gruñe, queriendo lamer esa carne, morderla, dejarle de color violeta, voltearla y penetrarlo. El alfa casi puede imaginarse sus pezones rojos brillante tras ser mordisqueados y su culo del mismo color después de una buena azotaina, chocando contra su pelvis una y otra vez, moviéndose sensualmente mientras él lo jode tan fuerte que lo convierte en un lío lloroso y jadeante. Realmente olvida qué sucede durante unos segundos, centrándose únicamente en las fantasías, pero sale de ellas cuando escucha el pomo de su puerta. Arranca brutalmente los pantalones y la ropa interior del muchacho por la falta de tiempo y Lucas, sobresaltado, trata de taparse. Damián es más rápido y fuerte, así que lo hace voltearse, quedando con el rostro en la almohada. Lucas se siente vulnerable, pequeño y asustado, por eso odia que sus instintos le insten a levantar las caderas buscando las del alfa. El hombre gruñe, poniendo una mano en su espalda y aplastándolo contra el colchón, dejándolo indefenso y a su voluntad.
La puerta se abre de golpe.
—¡El omega está a...! Ugh, aquí. —empieza a gritar uno de los de segundo, después ve el panorama y su tono pasa de la euforia a la decepción.
Todos corren a la habitación y ven una escena que enciende sus cuerpos y enfría sus ilusiones. El omega está desnudo y dominado, su alfa lo ha desnudado y sujeta su propia polla erecta en los calzoncillos mientras sus dedos se deslizan entre las mejillas del culo del pequeño, buscando prepararlo; Lucas sufre un violento escalofrío y gimotea de terror, causando que la ingle de Damián se tense todavía más. Sin querer, el alfa recoge algo de lubricante natural en sus dedos y la tentación de emujarlos hondo en su culo, molerlos y follarlo sin piedad delante de todos es tan enorme que solo se atenúa cuando el alfa se muerde el labio hasta que la sangre le llena la boca.
—¿Es tuyo, compañero? —pregunta uno de los alfas que tiene en su mano la lámpara rota de su salón, con ella señala a Lucas.
El chico solo suelta pequeños soniditos de indefensión y temor, tiembla sobre la cama y lloriquea audiblemente por los nervios; eso solo incrementa la tensión y las dudas que Damián tiene sobre su jodido autocontrol. Afortunadamente el omega está en celo, pero ha tomado sus supresores, de lo contrario podría inducir a los alfas ahí a entrar en celo y entonces todos saben que controlarse no sería una opción. Damián lo sabe también.
—¿A ti que mierda te parece? —pregunta el alfa, rugiendo y retirando los dedos de la entrada húmeda del chico. El aroma dulce del líquido lo prende, haciendo su excitación más notoria. —Podéis iros con vuestras novatadas a la mierda... —gruñe levantándose de la cama y cubriendo al pequeño con una sábana, odia la idea de esos ojos indignos sobre él y de que el chico se sienta humillado. —Nadie me interrumpe cuando voy a follarme a mi omega ¿Me entendéis? Así que como no estéis aquí para darme una mordaza para que sus gritos no despierten a todo el edificio, ya podéis estar largándoos.
Damián nota en sus olores que no es más débil que ninguno de ellos, aunque algunos de esos alfas lo igualan en poder, pero lo importante es que si no es menos que ellos, hay una especie de código invisible que hace que los alfas respeten en extremo el hecho de que un alfa tenga omega; todos se sienten de repente muy incómodo por haberlo interrumpido en algo así de íntimo y, disculpándose cutremente y reanimando la fiesta, salen para ir a otro lado. Damián cierra de un portazo, volviendo a la habitación con Lucas; se alegra de haber echado a esos molestos individuos, pero la idea de fingir durante un rato más que él y Lucas son pareja le hace echar a esos tipos de menos, ellos eran la excusa perfecta. Damián sacude la cabeza, expulsando esas ideas y corriendo a atender al omega aterrado que gimotea e la cama.
—¿Te he asustado? —pregunta, sentándose a su lado. Lucas hunde la cara en la almohada y asiente, tratando de no llorar.
Él siempre se pone extremadamente sensible en situaciones así, ha tenido que lidiar siempre con alfas que le hacían sentir como que ser tirado sobre un lecho era una amenaza, un presagio de un horrible delito. Y, de hecho, de no ser por Damián, Lucas sabe que habría sido violador por ese grupo de estudiantes de segundo. Siempre se empeña en gritar fuerte y actuar grande, pero él sabe que es menudo y débil y odia cuando los demás le hacen sentir así. Tan mísero, tan fácil de herir.
—Tu ropa. —murmura Damián dejando las piezas al lado de la cama, Lucas las mira con intensa sorpresa, pero cuando lo asimila, las toma con presteza y se viste del mismo modo. —¿Estás muy asustado? —pregunta el alfa, al ver como el chico sigue aún expresando su lado más animal, más aterrado e irracional.
—G-Gracias... —murmura el chico, estabilizándose, aunque solo se aparentemente. —Iré al sofá-cama, yo... —cuando va a levantarse, Damián se interpone en su camino mirándolo con mil peticiones en los ojos, nadando entre sus colores.
—¿Puedes dormir conmigo? Por si vuelven... —susurra y no miente. Su cuerpo quema y solo puede ver rojo sangre cuando piensa en manos ajenas en la piel que es suya, cuando imagina a Lucas sufriendo de nuevo por un alfa. Yo soy el alfa en su vida ahora y no dejaré que él esté mal.
Lucas lo mira con los ojos entrecerrados y hace un pequeño puchero antes de asentir y ponerse rojo; por eso apaga la luz de inmediato y se esconde bajo las sábanas.
—Pero solo porque me gusta tu olor. —masculla el omega entre dientes, abrazándose a sí mismo.
El alfa se apega a él, cediéndole un calor que lo consume y le hace sentir vivo y seguro. Unos brazos grandes pasa por si cintura y se sienten tan bien que olvida que tiene que ser hostil con los alfas y recuerda que tiene que ser feliz; se desliza más hacia él, acurrucándose en los brazos. Es la primera vez que no siente que deba dormir con un ojo abierto.
—Yo adoro el suyo... —susurra el alfa, perfilando la nuca del muchacho con la punta afilada de su nariz, la siente acariciar el nacimiento de sus cabellos, enterrarse en ellos e inhalar de una forma que le provoca cosquilleos hasta en la punta de los dedos. —Tan dulce que te comería.
Lucas quiere seguramente decir algo que como que va a comerse su puño si dice algo así de nuevo, por eso frunce el ceño y abre la boca. Pero jamás hace algo de eso, Damián deposita un nimio beso en su cuello y sonríe contra él, antes de darle las buenas noches. El rostro de Lucas suaviza por completo como bajo la caricia más divina y se queda sin palabras para ese momento; su sistema se desintegra por completo. Un beso, un simple beso y él ya está desarmado.
Las luces apagadas y ambos bajos las sábanas, abrazándose en un cálido espacio. Lucas sigue nervioso, pero se ha dormido en menos de dos segundos, cosa que es normal: los omegas gastan mucha energía por culpa de sus emociones, en situaciones solo un poco tensas pueden llegar a necesitar casi doce horas ese día.
Damián lo abraza, como lo hizo hace no tanto, y le acaricia la cabeza.
—Mi lindo omega, nadie va a tocarte. No dejaré que nadie toque lo que es mío. —murmura, dando otro beso en la nuca del omega que lo hace retorcerse y gemir en su sueño. Se lame los labios, pensado como será enterrar los dientes en su piel en vez de los labios.
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