—Lucas, Lucas. —lo llama Damián, zarandeándolo para despertarlo ya que al parecer la alarma a máximo volumen de su teléfono no es suficiente.
El chico gruñe en sueños, frunce el ceño y rueda en la cama, dándole la espalda. Damián lo aborda por el otro lado, esta vez tirándole de la mejilla para despertarlo.
—Lucas. —dice de nuevo, alargando las bocales.
Entonces el nombrado hace dos cosas: despertar y morderle la mano al alfa.
—¡Joder! —chilla este retirando el dedo de su boca. El pequeño lo mira despeinado y le muestra los dientes en amenaza.
Sí, ya está estable emocionalmente. Este es el omega gruñón de siempre. Damián sonríe, se alegra de tener a su amigo rarito de vuelta.
—Estúpidos alfas de segundo ¡Les voy a mater tus estúpidas novatadas por sus estúpidos culos peludos! —gruñe el chico mientras golpe la almohada.
—Si ya estás así, no quiero verte cuando abras la puerta. —ríe el alfa. —En serio, tengo miedo. —sigue, poniendo una expresión seria. —Por cierto, se han comido tus deberes, literalmente. Y creo que parte de algunos muebles, ugh, no sé, son unos salvajes. Pero no han robado mucho.
—Yo les voy a robar la vida. —dice el chico acercándose a la puerta con el corazón en un puño. Sabe que hay un destrozo ahí detrás, pero prefiere no verlo, aunque es necesario.
—Y yo a ti el corazón. —bromea el alfa poniéndose a su lado y abriendo la puerta de golpe al ver que el omega no se atreve.
—Oh, joder... vas a robar un corazón con alto riesgo de infarto porque creo que estoy sufriendo uno ¿¡Qué mierda es todo eso!? —chilla, señalando el sofá desmontado, la mesa apoyada en la pared de forma peligrosa y los cuchillos de cocina apuñalado las paredes. El omega ve una mancha en el suelo, entones huele el aire. —Eso... eso es...
—Sí... supongo que les resultó muy difícil andar dos pasos hasta el baño. —se queja el alfa, sorteando el charco de orín para ir a la cocina. —Haré el desayunó si no se han cagado en la caja de cereales, tú busca nuestras mochilas sin caerte en el lago amarillo. —dice Damián desde la cocina, riendo por el eufemismo.
—Si muero, quiero donar mi cuerpo a la ciencia. —le advierte el omega, bromando mientras busca entre los escombros el material escolar de ambos.
—Y si vives ¿Lo donarás a mi placer? —pregunta el alfa guiñándole un ojo, aunque se siente profundamente tonto porque desde su posición Lucas no le ve.
—Si vivo voy a cortarte el pene para que dejes de insinuarte. Tonto. —Lucas dice, tratando de sonar serio. Pero él sabe que está sonriendo y negando con la cabeza mientras habla. Alfa tonto, deja de hacerme sonrojar, deja de hacerme reír. Tonto, tonto.
Damián logra hacer un par de boles de cereales con leche vegetal y tostadas sin mermelada (porque alguien usó todo el tarro para dibujar con ella en las paredes). Tomando los platos de forma firme para que no se caiga llega al comedor, pero se lleva una enorme sorpresa al ver a Lucas, las dos mochilas, y más desorden que al principio. El omega está comiéndose las uñas y pasando sus ojos de una esquina a otra sin descanso, buscando nerviosamente algo por todas partes y susurrando ininteligiblemente.
—¿Qué sucede? —pregunta Damián, agachándose un poco y dejando los platos en la parte del suelo que más despejada ve. Lucas sigue buscando, pero él no entiende qué, ya ha encontrado las mochilas con sus libretas y estuches.
—M-Mis supresores para el celo. —susurra el chico con los ojos totalmente abiertos y las manos juntas, desesperado. —Me tengo que tomar una en una hora o sino... —no termina la frase, solo trata de imaginar lo que sucederá y con solo pensarlo su omega araña por dentro, queriendo huir del destino al que ese cuerpo está sometido. —Tengo que ir a clase, es una clase importante, pero tengo miedo, el celo... Si encargo supresores tardan por lo menos un día en llegar... Oh Dios, oh, joder...
Lucas empieza a hiperventilar, teniendo que sentarse en el suelo. Damián lo mira con convicción y lo toma por los hombros para llamar su atención. Cuando el chico lo mira, habla:
—Estaré contigo y tu amigo Marcel también y le diré a Esteban que también esté contigo. Estaremos todos ¿Si? No pasa nada, estamos ahí para ti. Si duele puedes apretar mi mano, tengo mucha resistencia al dolor y si tu cuerpo quema puedes pedirle a Marcel que te abrace, los betas tienen una temperatura muy fría. Todo saldrá bien ¿sí?
—Sí... —murmura Lucas, tratando de convencerse a sí mismo. Mira a Damián y esa hermosa sonrisa está ahí de nuevo, haciéndole sentir como si nada pudiese ir mal, aunque realmente demasiadas cosas pueden ir mal. —Sí, gracias. —dice ahora más convencido. —Mierda, creo que sin ti habría tenido ya un par de crisis emocionales. —ríe el chico, negando con la cabeza y empezando a tomar sus cereales.
Y yo sin ti sonreiría sin un motivo detrás de los labios.
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