35

 Si no queréis esperar más actualizaciones, podéis comprar el libro completo (más de 400 páginas) podéis obtenerlo por menos de 5$ en amazon.com, seáis del país que seáis. Podéis buscarlo en amazon o sino pedirme el link tanto aquí como por privado :D Comprando el libro obtenéis no solo todos los capítulos que quedan hasta el final, sino algunos capítulos extras que no serán publicados en wattpad :)


—¡Serás...! —Gabriel escupe, empezando a temblar de frío.

No recuerda mucho de la noche anterior, él solo sabe que le dieron algún tipo de droga que le hacía sentir más que débil, que le encarcelaron y que el patán de Román llegó demasiado tarde y no podía meter su estúpido culo hipertrofiado por la ventana. Y después... ¿Qué pasó después? Gabriel lleva sus dedos a las sienes, apretándolas, exprimiéndolas y ¡Ahí está! Recuerda escupirle en el ojo a un lobo que se lo estaba guiñando y que después le dio un puñetazo en la cara que lo dejó inconsciente.

Sí, deben ser ciertos los recuerdos, eso explicaría por qué le duele tanto la nariz y por qué el mismo cabrón le ha despertado tirándole un cubo de agua fría a la cara. Pero después de unos segundos su cuerpo empapado no se siente frío para nada y ni con eso deja de temblar. Gabriel trata de sostenerse sobre sus piernas para alzarse e ir a pegarle una buena tunda a ese perro, pero sus rodillas fallan y cae al suelo de nuevo.

—¿Q-Qué me habéis dado?

El hombre lobo sonríe enormemente, se agacha frente a él y lo toma de la barbilla. Gabriel quiere pegarle en la mano para que la quite, pero todo su cuerpo hormiguea con su tacto y sus músculos se relajan, odia ser sumiso ante él, pero lo peor es que su aroma fuerte a pino se le mete en el cuerpo como las manos de un titiritero, listas para hacer moverse a su placer un títere de carne y dolor.

—Una cosa muy divertida, ahora —el hombre cierra los ojos, mueve un poco su cuello y su aroma se libera más desde un núcleo que parece estar en su nuca. Huele tan varonil y fuerte, Gabriel penas puede soportarlo, quiere llorar, pero solo gime y se queda flácido como un muñeco en sus brazos. —eres tan dócil como un omega.

El hombre lo toma en brazos, como una princesa, y burlándose de él se le acerca a los labios con intención de besarle. Sonríe cuando el chico abre la boca, mostrándose tan receptivo y adorable. Quizá, si sigue así, decide desobedecer un poco a su jefe y llevarlo a su cuarto de juegos antes de la noche de caza.

Muere de ganas de jugar con Gabriel cuando sus labios se tocan, pero se le pasan todas en un segundo después. El cuerpo débil del chico cae al suelo cuando el otro lo suelta, llevándose las manos a su boca ensangrentada. Gabriel sonríe desde su posición, pese a que se ha hecho daño, lamiendo de sus dientes el hermoso rojo que le ha arrancado al lobo. Normalmente es Román quien va por ahí mordiendo a la gente, pero a falta de él, Gabriel está dispuesto a ocupar su lugar.

—Ven, pon tu polla ahora y verás la magia que hago. Desaparecerá en un abrir y cerrar de ojos. —se burla el chico.

Gabriel se descojona en el suelo mientras el lobo se acerca con pasos ruidosos y las venas del cuello marcadas. Está furiosa. De repente, un quejido interrumpe la aguda risa y Gabriel gimotea de dolor agarrándose el vientre. El lobo sonríe de nuevo, sus pasos se vuelven más livianos y se le acerca con más calma.

—Finges ser muy valiente, pero... —Gabriel no lo espera para nada, pero una patada da de lleno en su estómago y es tan fuerte que le hace retorcerse y vomitar lo poco que ha comida hasta el momento. —estoy seguro de que a pesar de tu actitud sabes que estás en apuros.

Gabriel se retuerce por el dolor, pero logra subir su cabeza con los ojos llenos de lágrimas, sonreírle al tipo y decir:

—Estoy seguro de que saldré de esta —otra patada, el dolor es horrible, como si se le fundieran los órganos. Vomita de nuevo, escupe, y sigue hablando mientras le mira con los ojos llenos de convicción. —y de que acabaré con todos los asquerosos como tú que no saben siquiera respetar a su propia raza.

El hombre ríe, le patea de nuevo. Esta vez el vómito es amarillo, bilis. No queda ya nada en su estómago.

—¿Sabes? Como hemos recibido noticias de que podrías ser peligroso, no queremos arriesgarnos a que te escapes en la noche de caza. Por eso estoy haciendo que vomites todo, para que no tengas energía, por eso te hemos drogado y por eso, cuando te deje en el bosque, primer te romperé una pierna.

—¿Y no podías hacer todo eso mientras estaba inconsciente? —pregunta Gabriel con fastidio. Trata de disimular su miedo, pero el alfa sonríe como si pudiera olerlo.

—Sí —responde simplonamente. —, pero no sería tan divertido.

—Que te jodan.

—Oh, se me olvidaba, también voy a darte una paliza, por si acaso.

El lobo sonríe, Gabriel le saca el dedo del medio.

—A menos, claro está, que me digas donde está tu amiguito vampiro. —el lobo se apoya sobre una pierna, ladeando la cadera y esperanza de brazos cruzados que Gabriel cante todo como un jilguero. —Si me lo dices —insiste, bajando el tono de voz como si le fuese a confesar un secreto. —, volverás a tu organización sin que nadie te toque un pelo y quizá ocupas el lugar de cierto tipo que se ha volado los sesos.

Gabriel gruñe, como un perro y no es su típico refunfuño entre dientes que suena parecido a un animal, ahora literalmente ha gruñido.

—Ese idiota con colmillos no es mi amigo. El hijo de perra, sin perdón, me dejó tirado cuando supo que venía a Madrid.

—Hm ¿Por qué haría eso?

—Él dijo que encontró un lugar mejor al que ir para acabar con Urobthos, pero que no me podía decir qué sitio era. Yo no recibo órdenes a ciegas de un vampiro y él, aparentemente, no quería ir ''siguiendo a un adolescente suicida'', así que he venido por mi cuenta.

—Suena factible ¿Sabes? Pero, solo para asegurarnos de que no estás mintiendo...

Cuando los golpes empiezan y él se siente indefenso y solo de nuevo, como con Nombre, solo tiene una sola en la cabeza.

<<Román lo prometió, lo prometió, lo prometió.>>

Y no escucha los horribles pensamientos que hacen eso detrás, recordándole que su padre prometió cuidar de su familia, que su madre prometió protegerle, que la organización le juró que su único propósito era salvar a los humanos. No escucha nada de eso, solo escucha, solo sabe, que Román le ha prometido algo y que no es un mentiroso.

Gabriel está siendo cargado por el hombre que lleva más de dos horas pegándole sin descanso. El único motivo por el que el lobo se ha detenido es porque los nudillos le han empezado a sangrar y, aparentemente, puede divertirse destrozando un cuerpo humano y frágil, pero le afectan demasiado unos rasguños en las manos. Gabriel está colgando de sus brazos, literalmente, no quiere moverse o siente que las fibras de sus músculos se partirán como cuerdas de guitarra demasiado afinadas y que quedará como un muñeco roto. La piel le palpita y se siente dolorida, expuesta, como si le estrujasen el corazón con la mano.

Y lo más insoportable es el calor. No el de los moratones o el de la sangre que le cae por diferentes lugares del cuerpo, sino un calor extraño, pastoso, que se derrama por dentro de su cuerpo y lo recorre con detención, como si sus venas estuviesen llenas de miel. No puede soportarlo, está en el infierno. Es el infierno.

El tipo lo suelta en el suelo, Gabriel parpadea varias veces y le cuesta vez, está muy oscuro y su visión está borrosa. Pero distingue el olor a hierba y tierra y puede vislumbrar altos árboles a su alrededor, como figuras estáticas que le miran. Al caer nota un latigazo de dolor que se extiende desde su rabadilla hasta la punta de sus dedos, acalambrándolo entero.

Vuelven las arcadas, pero las aguanta. Se apoya en el suelo, sentándose, piensa luchar aunque tenga que esforzarse increíblemente incluso para no estar tirado como un pedazo de carne.

—Bien ¿Qué pierna prefieres que rompa?

—La de tu puta madre. —farfulla Gabriel desde el suelo, dispuesto a dar guerra incluso aunque solo sus labios puedan asestar el golpes.

El lobo no luce muy impresionado, solo tuerce la boca, se encoge de hombros y dice:

—La derecha entonces.

El hombre se agacha sobre una de sus rodillas, lentamente. Disfruta de la indefensión de Gabriel demasiado y quiere tomarse su tiempo para dejarle saber al otro que no tendrá siquiera una muerte rápida. Le gusta hacer sufrir a sus presas y mucho más a una tan repelente como Gabriel.

El chico ha llegado lejos, lo reconoce, ningún humano antes había estado tan cerca de averiguar algo de Urobthos, pero eso no va a hacer que lo respete. Al contrario, su perseverancia acentúa sus ganas de joderlo.

—Bien, la partiré como una ramita. —ríe, elevando la pierna del chico con sus dos manos como si no pesara nada.

Gabriel está congelado, solo de imaginarse la rodilla doblándose al revés a manos de ese hombre se le dispara el corazón y el cuerpo se le desconecta. No sabe cuando lo hará o si romperá el hueso despacio o de una, no sabe si ya ha empezado y el miedo le impide sentir el dolor, no sabe si saldrá de esta o si logrará vivir pero jamás usará pierna de nuevo.

No sabe nada más que lo que lleva aprendiendo desde los seis años. Que tiene que luchar por su vida.

Con todas sus fuerzas, aprovecha la cercanía del hombre con su pierna y la dobla para darle un rodillazo en la cara. El lobo cae de culo y Gabriel se levanta para huir.

De nuevo, una punzada en su bajo vientre le hace desplomarse y llorar. Su boca está salivando y siente que tiene fuego en la pelvis, por alguna horrible razón su polla se yergue, como ignorando el hecho de que va a morir aquí y ahora. Trata de arrastrarse por el suelo, de clavar las uñas en las piedras hasta que se le rompen y tirar de esa cosa inútil que es su cuerpo ahora mismo, pero sus brazos parecen de goma y sus piernas igual. Se rizan los dedos de las manos y los pies y la boca le saliva impidiéndole hablar, se siente anestesiado por su lengua adormecida y boba, pero por otro lado su cuerpo se presenta tan sensible. Tiembla por las briznas de hierba que le rozan los gemelos y sin darse cuenta se halla llorando. Un viento frío le roza la cara y ahí se da cuenta de que está sudando muchísimo. Su cuerpo también está húmedo en otros lugares que jamás imaginó y necesita deshacerse de esa sensación pegajosa y tórrida ya.

—Vaya... una putita en celo. —se ríe el lobo, sacudiéndose el polvo tras levantarse. Pisa el costado del chico y lo mueve con el pie hasta que queda bocarriba. —En tu estado no será necesario partirte las piernas ¿Me equivoco? —y el tipo le da una patada en la entrepierna.

Es lo peor que Gabriel ha sentido nunca, lo peor, se le queda la cabeza en blanco y la saliva espumosa en las comisuras, como si tuviese la rabia. El dolor es tal que ni el idioma de los gritos le sale para expresarlo, le recorre entero, una y otra vez, como electricidad, como fuego, no es roce en la piel, siente que se la arrancan empezando por el lugar íntimo de la patada. Y aunque duele hasta querer morir, la polla de Gabriel palpita, arde y el chico se corre llorando.

No entiende que sucede, pero lo odia tantísimo. Jamás se sintió tan sucio, tan poco suyo.

—Bien, entonces: que comience la caza.

El tipo da un par de pasos atrás, alza la cabeza al cielo y aúlla. Un aullido de alfa, tan estremecedor y profundo. Gabriel quiere morirse cuando se corre otra vez.

Se abraza a sí mismo pidiendo por el final de eso. ¿Acaso esas dos humillaciones horribles no son suficientes? ¿Cuándo lo será? ¿Tendrá otro de esos orgasmos horribles y dolorosos que parecen escupir fuego mientras lo despedazan mandíbulas de lobo?

Se hecha a llorar de nuevo.

Tirado en el suelo, indefenso, solo puede observar y esperar su final. El lobo empieza a transformarse, se desnuda arrancándose la ropa como papel y su cuerpo se deforma con crujidos espeluznantes, el afilado pelo rasga la piel humana como centenares de agujas para salir, el perro rompe sus dientes humanos mordiendo el aire, dejando salir los afilados caninos y, pese a todo, mantiene una sonrisa burlona.

Entonces una sombra enorme se abalanza sobre el lobo, el perro y la sombra ruedan por la hierba y Gabriel distingue, entre gruñidos y rugidos, la voz de Román.

<<Lo prometió...>> susurra su mente de forma tranquilizadora, pero el dolor en su entrepierna de vuelve más intenso y su erección se siente como una barra de hierro candente contra el muslo. Duele tantísimo que quiere arrancarse la masculinidad y lanzarla por ahí, incluso aunque sea con sus propias uñas rasgando el tejido cavernoso.

Román lanza al lobo contra un árbol, pero este termina de transformarse, la forma humanoide se conversa, pero ahora es el doble de alto que Román y de un rasguño lo manda lejos, donde Gabriel no atina a verlo. El lobo se pone a cuatro patas y corre hacia él con la boca abierta, mostrando unos dientes tan afilados y grandes que no parecen los de ningún lobo que exista.

Una mano lo atrapa por el hocico, Román ha vuelto a tiempo y sostiene sus mandíbulas, una con cada mano, le hace abrirlas con fuerza, pero la mordida del lobo le da problemas. Necesita ayuda.

Y Gabriel no puede dársela. Es como cuando su madre murió, como cuando Leoren... pero esta vez está seguro de que no podrá vengar a nadie y es tan triste. No tiene esperanzas.

El lobo está cerrando caza vez más las mandíbulas, Román no puede mantenérselas abiertas para evitar que muerda y con sus patas está rasgando la piel y ropa del vampiro. Lo hará trizas y mientras se recupera verá a Gabriel ser devorado. El chico trata de pensar en algo, lo que sea, pero cuando trata de moverse solo gime y cuando intenta levantar una roca su brazo no responde. Solo quiere eso, tirarle una roca a la cara al lobo y distraerlo un segundo, Román no necesita más.

De un momento a otro, el ojo del lobo se convierte en un reguero de sangre y Gabriel sonríe orgulloso.

<<¡¿Lo he hecho?!>>

Mira su mano, aún flácida, aún con la piedra en ella. Y se fija mejor en el lobo, es una punta de flecha lo que sale por el hueco de la cuenca, pero ¿Quién? Gabriel no tiene tiempo de buscar a su otro héroe, se queda impresiona por la forma en que Román toma al lobo por las mandíbulas y se las separa del todo, partiéndole la cabeza, para después tirar de ellas hasta romper al lobo por la mitad como un mero peluche.

Román bufa con un tono viril y deja al lobo muerto en el suelo, después se gira hacia unos árboles.

—Gracias. —murmura el vampiro.

—¡Debiste salvarlo antes! —le responde con histeria una voz aniñada mientras una jovencita sale de detrás de los árboles con una capucha que le tapa la cara. —Rápido —insta la chica corriendo hacia el lobo muerto y arrancando la flecha. —, tenéis que huir antes de que la manada llegue.

—¿Q-Quién es? —pregunta Gabriel cuando Román le recoge del suelo.

—El omega que me dio la información necesaria para ayudarte, van a entregarlo a la organización.

—¿Qué? ¿Por qu-

—¡No hay tiempo para eso! Tenéis que huir.

Román masculla una maldición y mira al muchachito con hesitación, sus pies se mueven nerviosos, a punto de irse, pero sin estar convencido.

—¿Y qué hay de ti? —pregunta el vampiro de repente, luciendo dolido.

—Debo volver a mi habitación o mi padre me torturará por salir de ''El aullido''

—¿Volverás para que te vendan? —Román grita, ya puede oír a los lobos corriendo por ahí, no le queda apenas tiempo.

—¡Vente con nosotros! —chilla Gabriel.

—No puedo...

—Tú me has salvado, te lo debo, podemos salvarte, ayudarte a huir y-

—¡He dicho que no puedo! —el grito del chico los deja congelados un segundo, suena tan temible o doloroso, como un rayo que los golpea. —Por favor —murmura, ahora con voz dulce. —, salvaos vosotros y acabad con Urobthos. Y, vampiro, la droga del humano va a seguir ahí, solo hay una forma de que no se vuelva loco del dolor. —esto último lo susurra, volteándose hacia su huida, y solo Román puede escuchar las palabras.

<<¿Cuál?>>

El vampiro trata de gritarle algo, pero desaparece entre los árboles.

—¡Mierda! —masculla Gabriel, trata de apretar el puño, pero el esfuerzo de hacerlo lo agota, dejándolo de nuevo expuesto como un nervio. —T-tenemos que irnos.

Y Román no le deja ni acabar la frase, para cuando dice la última palabra ya están lejos.



Comentarios