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Tomás está que no cabe en sí de alegría, quiere corretear por la habitación como un personaje de dibujos animados hiper enérgico y dar saltos de aquí para allá, pero Desmond está muy concentrado con su trabajo y no quiere molestarlo.

No lee desde que la guerra comenzó, cuando era muy pequeño, y poder recuperar uno de los aspectos de una vida que creyó muerta le hace enormemente feliz. Nunca pensó que volvería a encontrarse a sí mismo tumbado en el suelo, sosteniendo un libro sobre su cabeza y sintiéndose volar. De vez en cuando aterriza de golpe, topándose con palabras que no entiende, pero despega fácilmente después. Si Desmond le deja, leerá más libros y con un diccionario al lado. Los libros que el vampiro tiene son aparentemente muy complejos y él disfruta mucho leyendo, pero se apena cuando piensa que sigue siendo muy infantil. Ha estado en hiato seis años de su vida en los que debería haber crecido y aprendido del mundo, sabe que no puede culparse por quedarse encerrado en su inmadurez junto a los muros grises, pero se siente un poco mal por ello. Él no es un niño ya, no quiere sentirse como uno.

Se pregunta si Todd se sentirá igual, él era más pequeño todavía cuando todo empezó. Todd, Todd, Todd... No se lo puede sacar de la mente por mucho que lo intenta, tiene esperanzas de verle; sabe que son en vano, pero su corazón no se rinde.

Desmond bufa y aparta los papeles, poniéndolos sobre una pila que ha ido formando durante la noche. Entonces se pone en pie.

—Baja a comer algo, yo iré a darme un baño y después saldré con Víctor. Pórtate bien en mi ausencia ¿De acuerdo?

El chico asiente, dejando el libro en la estantería y apoyándose en esta para logar ponerse de pie nuevamente. Lo mira con ojos brillosos y duda, hace un amago de hablar, pero nada sale de su boca

—Puedes leer más veces, toma los libros que quieras, pero recuerda no tocar mi escritorio.

—Sí, amo.

Desmond le da una suave caricia en la cabeza al chico y se va en dirección contraria mientras Tomás baja a la cocina. Al llegar abajo se relaja después de la experiencia de riesgo que le suponen un puñado de escalones, ve sobre el mármol los ingredientes de su cena echados aun lado con violencia y recuerda a su amo hace unas horas queriendo tomarlo a la fuerza.

<<No te pongas nervioso, eso se ha acabado.>>

Intenta calmarse, esterilizar el lugar de esos recuerdos y terminar su comida. Sabe que Desmond querrá sexo de él en algún momento y que él deberá ser dócil y darle lo que quiere, no será tan malo como esa vez, pero le sigue alterando solo imaginárselo. De todos modos, se dice que debería irse haciéndose a la idea e intenta respirar hondo y sosegarse mientras sigue cortando el tomate que tiene en las manos.

Se logra tranquilizar, sus manos no tiemblan tanto y al final prepara una ensalada de atún que logra abrirle el apetito cuando hace un rato parecía una misión imposible. Come en el suelo, usando el cuenco de perro y las manos, pensando en la lectura que ha hecho haca un rato. Se repugna imaginándose como un enorme insecto que roe comida podrida y niega violentamente para expulsar las ideas, entonces empieza a plantearse su siguiente lectura. Quiere leer algo de fantasía, una historia bonita con personajes enamorados que terminan felices. Quiere uno de esos finales de película con un beso.

<<Un beso...>>

Recorre sus labios con la lengua. Desmond le ha besado y no sabe qué sentir al respecto más que nervios, se pregunta si para Desmond significarán lo mismo los besos que para las princesas de las películas de dibujos que a él le gustaban tanto.

Escucha ruido en el comedor, así que después de limpiar los útiles que ha usado, asoma la cabeza. Desmond habla con Vlad calmadamente, ríen un poco y el pelinegro ayuda a su pupilo y amigo a escoger que chaqueta ponerse para salir.

Al abrir la puerta se encuentran con Víctor, que saluda amablemente a Desmond y mira con falsa alegría a Vlad. Vlad no disimula tanto como el grandulón, lo mira de arriba abajo con una ceja enarcada y los brazos en cruz sobre el pecho, con intenciones nulas de darle aunque sea un saludo cordial. Tomás se acerca a la escena, quiere despedirse de su amo y aprovechar para ver a Víctor. Le agrada ese hombre y presupone que él es quien ha hecho los precisos pespuntes que trae en los brazos, así que debería agradecerle por curarlo. Si su intento de suicidio hubiese sido exitoso... No, se niega a pensar en ello.

Todos los presentes se voltean hacia el sonido de su corazón acelerado. Él enrojece, estaba intentando alcanzarlos pasando desapercibido, pero entiende que no es posible. Vlad lo mira casi con el mismo asco con que ha recibido al invitado de Desmond y este abre los ojos enormemente al verle.

—¡Ya puedes andar! —exclama felizmente, acercándose al chico cogiendo carrerilla como si fuese a embestirlo. Víctor es tan grande que parece una estampida cuando se acerca a él, así que Tom se cubre por instinto. El hombre, sin embargo, lo rodea en un abrazo gentil. —Hm, andas algo mal ¿Verdad? Tienes una mala posición en los pies.

—Oh... —dice el chico, mirándoselos.

Víctor tiene razón, no apoya la planta entera del pie porque al hacerlo los pinchazos son más profundos, así que ladea un poco el pie y lo curva para no tener que prensar con toda su extensión.

—Deberías revisarlo quizá ¿Qué te parece ser su médico personal? —pregunta Desmond, Tom abre los ojos con emoción.

No quiere que nada le pase y Víctor es la persona más confiable que conoce, después vendría su querida niña vampiresa, pero por muy buena amiga que sea nada puede rivalizar con la devoción que el médico siente por él. Además, Víctor es bueno con los humanos y quizá le haga bien tenerlo cerca del suyo para sanar no solo su cuerpo, sino también su corazón. Vlad ruédalos ojos y dice:

—¿Vas darle un criado también al niño? Parece que viva como un rey.

—Vive con uno. Uno que cuida sus cosas. —reprende Desmond tranquilamente, encogiéndose de hombros. —Tu humano también debería ser revisado por un médico.

—Yo lo haría gratis. —ofrece Víctor.

—Me da igual si el mío muere, pero como lo comparto con todos los vampiros que quieran un pedazo de él, si te divierte hacer experimentos médicos con él, todo tuyo. Úsalo cuando yo no lo necesite, puedes hacer lo que gustes, es muy resistente.

El hombre bufa después de hablar, luciendo indiferente, y desaparece de la escena con rapidez. Tom sabe que ha sonado ecuánime, pero algo en sus gestos le ha hecho parecer molesto y eso le aterra.

—Si vas a estar haciendo ese trabajo quédate aquí. —ofrece Desmond. —Eres mi guardián y mi amigo, así que sabes que siempre estás invitado a esta casa.

—Muchas gracias. —responde sonriente, se le nota emocionado y sus pies se mueven en falso, como queriendo ir a abrazar a Desmond, pero se detiene y hace una pequeña reverencia a lo que el líder solo responde con una mueca de aversión.

—No eres un súbdito más, bobo, deja eso. —le dice riendo y Víctor se carcajea con él, aunque algo colorado por la vergüenza.

—¿Salimos ya o prefieres que revise a tu humano primero? El sitio donde iremos a cenar y a la fiesta de después está ya reservado, así que no nos corre prisa.

—Revisa a ambos humanos primero, iré a hacer un par de llamadas. Tomás —lo llama, pasando por su lado y mirándolo por encima del hombro. —, tienes permiso para hablar con Víctor. Sé obediente con él, si te portas mal yo me encargaré de darte un castigo después ¿Si?

Tom asiente bajando la cabeza y el hombre le sonríe a ambos antes de irse, después de eso una gigantesca mano se posa en su hombro y la voz cavernosa de Víctor le retumba en los oídos.

—Iremos al baño para revisarte, vamos.

El hombre habla sin presionarle, lo que hace que él le pueda seguir sin tropezarse con sus propios pies por los nervios. Sube las escaleras con menos agilidad que antes, cansado de haber estado sin la silla de ruedas toda la noche. Al llegar al baño Víctor cierra la puerta y él espera mientras se lava las manos. El vampiro tararea una cancioncilla mientras enjabona los largos dedos, ahí atina a ver en ellos un pequeño aro dorado que parece apretar su diámetro. Es un anillo de boda. No quiere hacer preguntas, tiene la respuesta frente a sus ojos. Víctor estaba casado y aunque su esposa haya muerto, él sigue comprometido en cierto modo. Quizá es para no olvidarla, pero sea como sea, ese anillo es un preciado tesoro de su vida humana. Cosas como esas le hacen pensar que Víctor es una buena persona y que si es amigo de Desmond es porque también hay esperanza para su amo.

—Estoy algo nervioso. —dice Tomás jugando con sus manos mientras el hombre baja el volumen de su canción.

Víctor ríe amablemente y niega.

—Será una revisión muy rápida, muy cómoda. Ya verás.

Tom asiente y sonríe, acercándose un poco. Confía en él. El hombre viste una camisa siempre, como acostumbra a hacer, y trae el oscuro cabello trenzado y hacia uno lado, lo que deja su cuello a la vista; a través de la camisa se ve también el inicio de su musculosa espalda y un poco de los hombros y cuando Tom pasa la vista por la prenda reconoce en la nívea piel varias cicatrices. Sabe que seguramente fueron de su vida humana y eso le hace recordar que tuvo una. Aunque Desmond elude la suya, le gustaría mucho saber sobre ella. Quizá no fueron tan diferentes tiempo atrás.

—Desnúdate, por favor.

El chico asiente, deshaciéndose de sus ropas mecánicamente. El pudor lo hace querer taparse, pero poco más, no hay temblores que lo marean, náuseas o recuerdos que martillean hasta que cada pensamiento duele. El hombre pone una de sus frías manos en su espalda y lo conduce hacia al baúl donde está guardada su ropa. Es suficientemente alto y alargado como para que se tumbe en él y sirva de camilla, así que eso hace. Después acerca una silla para ponerse justo delante de él y examinarlo. No parece hacer nada demasiado molesto. Al principio le abre los ojos y los mira, después toca un poco sus mandíbulas y le pide que saque la lengua y alargue la primera vocal del alfabeto. Cosas que no sabe para qué sirven, pero que no le incomodan.

Después sigue mirando sin necesidad de que él haga nada.

—¿Qué tal están las cosas con Desmond? Ahora que Vlad está aquí espero que no esté volviendo a hacer las mismas locuras que hacen siempre que se juntan y menos contigo.

Tomás se sorprende, no está acostumbrado a que se preocupen por él, así que Víctor le alegra enormemente al hacerlo.

—Vlad me da mucho miedo, trata mal a su humano y siempre hace enfadar a Desmond... —hace una pequeña mueca, el vampiro ahora está apretando las partes todavía amoratadas de su abdomen, hunde los dedos en su costillar, haciendo que un leve pinchazo le silencie de golpe.

—Tu costilla rota ha sanado muy bien —dice, disminuyendo la presión. —y ¿Cómo que le hace enfadar?

Tomás frunce el ceño al escuchar la pregunta, extrañado. Vlad y Desmond se llevan increíblemente bien, andan todo el día juntos, bromeando, riendo, conversando e incluso ve a Vlad muchas veces acariciar a su amo para relajarlo tras un largo día de trabajo, pero las discusiones no son precisamente excepcionales. Acaban a gritos una vez a la noche como mínimo, aunque después todo se solucione rápido. Le sorprende que Víctor no sepa de eso.

—Vlad siempre le dice a mi amo que es muy blando conmigo y acaban discutiendo, aunque después se arreglan a los cinco minutos... ¿Eh? —profiere, desconcertado por la risa dulzona de Víctor. Este niega con la cabeza. —¿He dicho algo gracioso?

—Es gracioso que creas que sus peleas son normales. Ha habido tensiones, pero Desmond usualmente jamás pelea explícitamente con Vlad. Supongo que está intentando ser un mejor amo ¿No es así? —Víctor le sonríe, pasando las manos por su cuerpo y dándose cuenta de la nula reacción del menor. —¿Ves? Acabo de tocar zonas que antes estaban fatal y ahora ni te quejas. Te curas a buen ritmo, lo único que me preocupa ahora son los tobillos y los cortes de los antebrazos. El resto está casi perfecto, apostaría a que Desmond no ha sido rudo contigo desde que le advertí. —Tom asiente, dándose cuenta en ese momento del significado de las palabras de Víctor.

Desmond está cambiando. Cambiando por él.

Sonríe con orgullo y con la esperanza de que el vampiro cumpla con su palabra y con el sueño del pequeño de lograr una vida feliz.

—Bien. Trata de apoyar tus pies con normalidad, aunque duela más, en una semana estarás como nuevo y podrás volver a tus tareas como mascota, a alimentar a Desmond y a intimar con él siempre que sea con cuidado. —concluye alegremente, levantándose. —¿Llamas al otro chico? Le revisaré rápidamente y me iré en unos minutos.

Tom asiente, pálido y repentinamente serio, y sale del baño. El diagnóstico de Víctor ya no puede alegrarle, no si su mejoría significa la vuelta a la horrible rutina de golpizas, humillaciones y abusos que le llevó a esa maldita silla de ruedas. No puede sentirse tranquilo si recuperar su salud le va a despojar de su seguridad. Muerde la cara interna de su mejilla y aunque sabe que debe ser honesto con Desmond decide que no le dirá que Víctor le ha permitido tener sexo dentro de una semana; espera que el médico olvide también comentarlo con su amo.

Tomás se encuentra con el chico de cabello canoso en el comedor. Como él, está esperando en el suelo, posiblemente a su amo, solo que en vez de esperar sentado o tumbado, está arrodillado en medio de la sala con la espalda rígida como un palo y los ojos perdidos en la nada. No hace siquiera el amago de mirar a Tom de soslayo ni cuando lo escucha acercarse por un lado. El muchacho vacila antes de tocarlo, el humano luce tan dolorido con su piel toda roja, sanguinolenta y llena de cicatrices y moratones; pese a ello le perturba su rostro, no luce exactamente relajado, sino más bien insensible. Ve su boca, su nariz y ojos, pero no ve una cara, ni una mirada, ni una expresión.

En cierto modo le aterra ese pobre niño de ojos vacíos.

<<¿Sabrá acaso que tiene derecho a sentir tristeza?>>

—Perdona... —lo llama, tocando su hombro con la punta de los dedos. El chico asiente, como instándole a hablar, pero jamás le responde o siquiera le mira. —Víctor, el vampiro que ha entrado antes, quiere que vayas con él; está en el baño.

El chico actúa como un sordo. Sigue estático, con su expresión imperturbable y la mirada dirigida a un pedazo de pared sin absolutamente nada de interés.

—Em... Vlad ha dicho que vayas con él si lo pide, tienes permiso de él. —aclara sintiéndose incómodo.

El muchacho asiente con los ojos cerrados, se levanta como un autómata y anda a paso ligero hacia las escaleras. Se apresura, pero no corre, sino que mantiene unos andares elegantes en todo momento del mismo modo en que jamás se encorva u estropea su postura pese a los grandes dolores que lo persiguen. Sube las escaleras doblando las piernas en ángulos perfectos y sin hacer una sola mueca, pero Tom hace cientos de ellas al ver, en las corvas del chico, profundas laceraciones que le duelen incluso a distancia.


 

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