36

 Esta historia está a la venta en Amazon en todos los países, así que si queréis apoyarme, no esperar a las actualizaciones u obtener los capítulos extras solo disponibles en la versión de pago, podéis comprar este libro en físico o en ebook, que es mucho más barato (menos de 5 dólares) ^^


Desmond juguetea con el cable del teléfono en sus dedos. Enrolla el índice en el rizo negruzco de este y lo desenrosca compulsivamente, escuchando los pitidos que el aparato escupe en su oído.

—¿Des?

Suspira de alivio al oír la voz de su amiga. Debido la fragmentación de los distritos vampiros es difícil, pese a los avances tecnológicos, comunicarse con alguien lejano por teléfono, pero ahora mismo necesita a Martha y su corazón no puede sufrir la horrible espera que hay tras cerrar un sobre y enviar una carta.

—Oh, como me alegro de oír tu voz. —exhala desplomándose sobre el sillón frente a su escritorio.

Escucha una pueril risa al otro lado de la línea y, conociendo a su amiga tanto como la conoce, casi puede cerrar los ojos e imaginarla ahí, con él. Sabe que cuando ríe se reclina hacia atrás despreocupadamente y se agarra el cabello con la mano porque es esponjoso y amar tocarlo en momentos divertidos. Se la imagina haciendo eso en este preciso momento.

—¿Sucede algo? ¿Necesitas que haga un chanchullo para que el distrito sur te deje en paz?

—¿También te están pidiendo dinero a ti? —pregunta alzando las cejas con sorpresa e incredulidad.

—Como si fuese un maldito banco. Se rumorea que se lo han gastado todo porque el líder de ahí ha comprado a un harem entero de humanos de alta calidad, menudo despilfarrador ¡Ya se le ha muerto la mitad!

Ambos ríen estruendosamente al teléfono, ella negando por la idiotez de algunos poderosos, él feliz de poder, dentro de poco, fagocitar el distrito en disolución del que ambos hablan.

—Increíble... —susurra, secándose una lágrima. —Pero no era eso de lo que quería hablarte. Me refería a una situación delicada —hace una pequeña pausa, se lleva la punta de la lengua a los colmillos y piensa antes de decir: —personal.

—Oh —escucha un crujido en el teléfono, posiblemente el sonido de la conocida butaca favorita de la niña cediendo bajo su peso. —¿Es sobre... estas fechas? ¿Estás bien con eso?

Desmond suspira recordando el aniversario de la muerte de Morien y simplemente niega. Recuerda entones que, aunque la voz de Martha siempre se siente aulladora y cercana, ella no puede verle, así que dice:

—No, eso es igual todos los años, se me pasará. Hablo de... Tomás.

Escucha un largo suspiro al otro lado, uno que le llega hasta el alma y le pesa en ella.

—Envié una carta preguntando por él después de mi partida, supongo que aún no te ha llegado, por eso... te lo pregunto ahora. Desmond, ¿está muerto?

El vampiro deja el silencio prolongarse, no con malas intenciones, sino chocado por las palabras de su amiga ¿Realmente ella lo había visto capaz de acabar con ese precioso ángel? Se siente sucio y pecaminoso de golpe y recuerda que él mismo planeaba matarlo aquella noche. Se arrepiente demasiado.

—Intentó suicidarse. —explica, no mucho más alegre. Ella tampoco lo felicita ni se siente aliviada, al parecer.

Desmond lo entiende. Querer morir no es demasiado mejor que estar muerto, acaso más frustrante e igual de letal.

—Quiero mejorar por él, pero estoy asustado. Quería oír lo que tú tengas que decirme sobre esto porque jamás te escucho cuando me pides que trate mejor a mis humanos, pero ahora quiero oírte, sé que tienes razón en esto. Yo... no quiero que él sea una víctima, pero no quiero dejar de ser lo que soy, dejar de ser fuerte, cruel, aterrador...

—¡Desmond! —le interrumpe severamente, en tono de reprimenda. —No va a ser más que una víctima si sigues siendo un monstruo ¿Qué esperas? ¿Seguir ocultando tus sentimientos y que él esté ahí para hacerlos despertar, pero recibir solo palizas a cambio? No es bueno para ninguno de los dos, sobre todo para él. Lo estás matando, Desmond y lo peor es que lo haces porque lo amas y eres demasiado cobarde para admitirlo. No intentes ser tan duro si no puedes ni enfrentarte a lo que hay en tu corazón.

—M-Martha...

—¡No me interrumpas! Si querías oírme, lo harás, pero escúchame, escucha todo lo que tengo que decir. Odio decir cosas feas a mis amigos, pero sé que puedes aguantarlas. Lo que no podrás aguantar es si matas a ese chico, no vas a soportar perderle a él también. Yo y Víctor somos tus amigos porque sabemos cómo eres, sabemos que es difícil para ti: tuviste una vida difícil, fuiste torturado y tu creador incluso se suicidó para martirizarte después de volverte inmortal. Estaba loco, como todos los puros. Y tú eres un semi puro, a ti el instinto te vuelve más demente que a mí o a Víctor y quizá jamás podremos entenderte del todo, pero sabemos que eres bueno a pesar de todas esas cosas, por eso, deja de fingir que no lo eres. ¡Sí, sí, tienes instintos! Y seguramente tu mejor tú sea todavía cruel, pero nada en comparación de lo hijo de puta que estás siendo ahora con Tomas. Ese niño no tiene por qué pagar todas las injusticias que has vivido. Escucha a tu corazón, no a tus instintos ¿Si?

Desmond entierra los dedos en su cabello, rascando su cabeza, ahí donde las palabras de su amiga echan raíces y se topan con un cerebro lleno de recuerdos. Recuerdos emponzoñados que extienden sus tentáculos hasta envenenar el corazón. Desmond reconoce su falta de empatía, de afecto y de ternura; sus dedos podrían trazar un plano de cómo degollar a un humano en el aire ahora mismo y las yemas describirían el proceso con exactitud milimétrica, sin embargo, las falanges se le convierten en herramientas roídas e inútiles si piensa en las caricias ¿Ha olvidado la técnica del tocar y el amar? ¿O acaso jamás la aprendió su piel para después enseñarla a sus manos?

—¿Escuchar a mi corazón? Pero... ¿Qué se supone que significa eso? Martha, ... estoy tan confundido. —murmura con la voz a punto de rompérsele.

—Tonto, tonto ¿Necesitas vivir mil años más para darte cuenta de cuando estás enamorado? —responde con una pueril risilla.

El hombre exclama al otro lado de la línea, casi ofendido.

—Yo también pensé en el amor, pero ¡No tiene sentido! La única vez que estuve enamorado fue de mi creador y fue horrible, no quiero estar enamorado de nuevo y definitivamente no lo estoy, esto es muy diferente. —responde apresuradamente, escupiendo en palabras balbuceadas cada bocanada de aire que ha tomado previamente.

—Dime —responde su amiga con un tono calmado que contrasta con el de Desmond y lo tranquiliza un poco —¿Qué es para ti el amor? —retiene el aliento, esperando unos segundos para que Desmond tenga el valor de pensar un poco la pregunta, entonces prosigue, asestando el golpe de gracia. —¿Cómo fue amar a Morien para que digas que no amas a ese pequeño chico?

—Amar a Morien fue como morir una y otra vez, sentía que lo necesitaba, que me volvía loco, sentía que no era nada más que un plebeyo suplicando a sus pies por su atención porque no tenía nada más ni en mi vida ni en mi muerte. Amar fue como tener el corazón estrujando permanentemente y ahora que creo que está anestesiado y quiero dejarlo así, fue una tortura, una cadena que me arrastraba al mismo foso y desee tanto dejar de amar, quería arrancarme el corazón del pecho, quería ver a Morien y no ponerme a llorar por su indiferencia, quería tanto, tantísimo que me hiciese sentir bien... y nunca llegó ese momento. Solo aprendí a dejar de sentir y no quiero volver a recordar cómo era hacerlo.

—Cariño, el amor no siempre duele. —se muerde el labio, sabe que Desmond no le responderá, que ha dejado de escucharla un poco porque una voz grita desde el fondo de su cabeza una constante negación. En el fondo Desmond no es un hombre fuerte de opiniones rígidas, solo un niño asustado que se tapa los oídos en un rincón. Ama a su amigo hasta el tuétano de sus huesos, pero sabe que lleva siglos camuflando una pataleta como convicción. —Duele cuando te enamoras de un monstruo como Morien. Morien fue horrible, pero Tom... él no es así. Si todos los amores fueran iguales significaría que nos enamoramos siempre de lo mismo ¿No sería aburrido? Cada relación sería igual ¿Qué gracia tendría? Lo bonito de enamorarse es que es siempre nuevo, uno llama amor a dos cosas que parecen no tener nada más en común que el nombre y parece paradójico... quizá lo es, nuestros corazones están llenos de contradicciones ¿Por qué no nuestras palabras? Lo que quiero decir es que amaste antes y no fue bueno, pero ahora puedes amar de nuevo, amar mejor, así que, por favor, si te das cuenta de que amas a ese pobre humano no hagas que él viva ese amor como tú lo viviste antes.

No se atreve a responder, a comprometerse con sentimientos que él mismo enterró. Aun así, asiente. Martha no le ve ni le oye, pero él sabe que ya ha dicho que sí.

—¿Y qué puedo hacer? — pregunta con un hilillo de voz. —No sé cómo funciona el amor, no uno que no duela.

—Yo no puedo decirte algo así, no es tan sencillo. Eso es algo que tú mismo tienes que ver.

—De acuerdo... —dice derrotado y sin aliento. —Creo que saldré a tomar el aire con Víctor, me despejaré, cavilaré el tema mientras duerma y mañana lo tendré un poco más claro. Gracias, Martha.

—Te quiero, vampiro bobalicón.

El hombre ríe, aunque lo único que le aguarde al otro lado sean los pitidos del teléfono, indicando que ahora si habla, habla solo.

—Y yo a ti, tonta... —susurra, como un secreto. Y es que es la primera vez que dice algo así.




Comentarios