—Apártate. —Damián habla con el ceño totalmente fruncido y una expresión sombría apoderándose de su rostro.
Está furioso, caliente, decepcionado consigo mismo, celoso, posesivo y no puede siquiera pensar con claridad, pero tiene claro que no va a dejar a Lucas cerca de ningún otro alfa. Nadie le pondrá las manos encima, después él se encargará de si logra controlar las suyas o no.
El alfa queda paralizado cuando el más poderoso usa su voz sobre él; el de ojos verdes lo empuja con brutalidad, haciéndolo a un lado antes de salir corriendo mientras lleva al omega consigo. El pequeño chico se siente poseído por esa intensa voz, incluso si no va para él. Un latigazo de sensaciones recorre su cuerpo y siente que se moja todavía más. Tan masculino, tan fuerte, tan dominante... Oh alfa, alfa...
El alfa corre hacia el único lugar que considera seguro, el edificio donde él y Lucas viven. Desea en cierto modo que Marcel haya salido de clase, que vaya a casa y los encuentre en el pasillo, que le arrebate a Lucas de las manos y lo salve de él. Pero no sucede, Damián logra entrar en la habitación, echar la llave y dejar a Lucas llorando y desesperado en el sofá.
El omega siente que morirá en cualquier momento, su cuerpo está débil y siente quemaduras que no ve, es como si se le derritiese la piel y los hormigueos fuesen un terremoto que hace derrumbarse sus huesos. Además, el terror lo llena haciendo que cada segundo esté colmado de angustia, los ojos le escuchen de tanto llorar, le duele la garganta de tragarse todo ese veneno y dolor con el que debe vivir cada día, los pulmones se le ennegrecen por las feromonas de alfa en el aire, atacando, cazando cada célula en él; su corazón se rompe, cuando sabe que quien realmente va a violarle es el primer alfa que le hizo sonreír en su vida, que le hizo creer que confiar no era un error, que la felicidad también era para él.
Ahora mismo Lucas odia a todo el mundo, pero hay una persona a la detesta tanto que le desea la muerte: a él. Quiere desaparecer, ahogarse en todas las carcajadas que le regaló al alfa y golpearse la cabeza contra el suelo por cada día que durmió tranquilo, confiando en él, quiere olvidar lo bien que sintió y lo mentira que es ahora. Quiere morirse de una puta vez y dejar de pensar que cada pequeña cosa buena en su vida es solo algo que después le decepcionará tanto que no habrá merecido la pena. Quiere la calma que se merece de vuelta, aunque sea en la tumba.
Quiere poder tener el corazón roto y tener derecho a encerrarse a llorar en su habitación en vez de estar en celo, expuesto ante un alfa también en celo y sin sentimientos, quiere que su cuerpo no le trate como la puta que los demás dicen que es. Quiere que cuando un alfa le haga sentir como una basura, su naturaleza no le dé la puta razón. Pero jamás sucede, es como un prisionero en su propia existencia y solo quiere huir de ella. Quiere no gemir cuando alguien que odia le toque, quiere no tener la tentación de ser dócil cuando va a ser violado, quiere tener derecho a luchar. O al menos ganar la batalla contra el mismo alguna vez.
Pero no, jamás voy a lograr nada. Solo voy a luchar para nada y a perder aunque dé lo mejor de mí. Al menos, si pierdo, quiero que sea lo menos doloroso posible, ya he sufrido bastante por nada.
—P-Por favor... —ruega el omega, logrando controlar su cuerpo lo suficiente para ponerse en cuatro sobre el sofá y bajar su ropa, ofreciéndose él esta vez. —por favor, por lo menos que no sea doloroso... Sé que lo harás, aunque no quiera, s-solo hazlo rápido... quiero olvidarlo pronto...
Damián se voltea para verlo, su cuerpo abierto para él, su corazón roto por él.
¿Esto soy para él ahora? ¿Una bestia más? Incapaz de ver en un omega más que un objeto al que llamar mío, incapaz de ver detrás de su cuerpo atractivo para encontrarme con una persona llena de sueños e ilusiones, de cosas que ofrecer al mundo y secretos que susurrarme, de sentimientos bajo llave y recuerdos que quieren ser remplazados ¿Eso soy, capaz de olvidar quien es Lucas solo porque lo que es? Solo porque es un omega... ¿Y yo voy a darle la razón?
Damián se acerca, los puños cerrados, el semblante serio y un labio entre sus dientes. Metálico... Traga el desagradable sabor y lame la herida en su belfo, dejando que el pinchazo de dolor le dé una dosis de realidad. Él más que un omega, yo soy más que un alfa.
El alfa se posiciona detrás de Lucas, con una mano acarra su cadera firmemente, le escucha llorar, con la otra acaricia su espalda trazando la línea en medio de esta con las yemas de sus dedos. El omega parece tranquilizarse un poco se voltea, viendo la concentración en el rostro del alfa; también nota como sus manos tiemblan tratando de no sucumbir a la tentación de tomarlo de forma ruda y dejar moratones en su piel.
—Lucas, ambos estamos en celo y no tenemos medicación para solucionar eso ¿Entiendes? —el chico asiente, mordiéndose un labio y soltando un jadeo. —Necesitamos placer para que el deseo se vaya y podamos pensar con claridad ¿Si?
—P-pero yo no quiero perder mi virginidad así... —Lucas llora, pensando en las historias de adolescentes enamorados, de camas llenas de pétalos de rosas u omegas comprando lencería para hacer de una noche ordinaria, un evento especial.
Durante un tiempo creyó que él daría su virginidad como un regalo a quien la mereciese, después aprendió que su pureza no era más que algo que debía proteger con garras y dientes de un mundo lleno de hombres que la querrían arrebatar de él por las malas.
—Lucas... —el omega grita y se sostiene el vientre, interrumpiendo al alfa. Necesita tener un orgasmo o podría perder el conocimiento por el dolor. —No haré nada que no quieras, pero tenemos que liberarnos ¿Si? —el omega asiente.
—¿Lo prometes? —pregunta débilmente, reteniendo lágrimas en sus ojos. Damián siente su corazón latir fuerte contra su pecho cuando el chico pregunta, dándole valor a su promesa. Si dice que sí, le creerá, así que asiente.
—Pequeño omega, tranquilízate, no quiero que tu primera experiencia sea estando aterrorizado. —dice el alfa, acariciando su espalda lentamente, inclinándose para dejar pequeños besos. —Voy a ser bueno contigo, te va a gustar tanto. Por favor no temas...
—Pero antes... —susurra Lucas, recordando con el corazón en un puño lo sucedido en los baños. Damián parecía otro, con sus labios sonriendo sin esa sinceridad característica en él.
—Los alfas perdemos el control a veces... y no es excusa, pero... trato de mejorar y quiero que sepas que me arrepiento de haber estado tan cerca de tomarte en contra de tu voluntad. Ahora quiero darle placer y que tú lo desees, todo tú, no solo tu lobo. —susurra, sus palabras rematadas por un beso en el centro de la espalda.
Después un afilado y cálido lengüetazo traza un camino hasta la base de su nuca y Damián da un muerdo a su piel sin herirle, siente el cuerpo sacudirse bajo él por su gesto y un pequeño gemido escapar de los labios de Lucas.
—Confío... confío en ti ahora... —dice Lucas, mordiéndose el labio. De todas las situaciones en las que ha estado en su vida, jamás se ha sentido tan vulnerable como diciendo esas palabras a un alfa, ni hace media hora, cuando estaba a punto de ser usado en los baños, con las manos atadas y amordazado. Pero siente que debe mostrarle su debilidad a Damián para que el alfa le cuide y proteja, siente que eso es lo que quiere hacer el alfa porque de lo contrario ya estaría abusando de él. —S-Solo quiero que deje de doler... necesito ayuda, alfa...
—De acuerdo, es tu primer celo sin supresores, es normal que tengas miedo... Solo relájate ahora, te daré placer, te daré tanto placer que no vas a poder odiarme, aunque sea un alfa. Solo tienes que ser bueno para mí ¿Lo serás, pequeño? —su voz suena tan erótica y demandante, colmada de anticipo y derramándose junto a un aliento abrasador sobre su cuello.
Lucas asiente.
—Sí, alfa. Oh...—deja escapar un suspiro gustoso cuando el alfa apoya la palma de la mano en su espalda, la rodea pasando por la cintura y no se detiene hasta rodear su rosada polla. —Oh, alfa, por favor...
—Omega bueno ¿Ya estás rogando? —Damián ríe mordiendo su hombre mientras su mano aprieta más el pequeño pedazo de carne que abarca totalmente. Los omegas son pequeños, en todos los aspectos, y ama que Lucas tenga un miembro tan suave y tierno que logra arrancar esos sonidos de su boca.
—A-Ah... —Damián se incorpora cuando escucha la voz temblorosa, colmada de placer. Sigue sosteniendo el miembro del omega, dibujando círculos con el pulgar en la punta, asegurándose de lo muy sensible que el chico es.
Lucas se retuerce debajo suyo, gotas de presemen perlan la cabeza de su miembro y manchas los dedos de Damián y su abertura está goteando, el anillo muscular palpita por ser llenado, aunque no sea algo que él quiera. Escucha la bragueta de Damián bajarse y contiene la respiración, hesitando unos segundos. La firmeza entre sus piernas le hace tener un escalofrío, nota el duro miembro bajo el suyo, alineado debajo de su intimidad, entre sus muslos.
Lucas sigue a cuatro patas, sintiendo la pelvis del hombre contra su trasero y su polla erecta pasar entre sus abductores.
—Cierra las piernas, bebé. —pide Damián, apretando el trasero del chico con una mano. Hunde los dedos en su nalga, notando lo blanda y gustosa que se siente, tan suave y redonda... Jamás se cansaría de admirar la belleza que contiene ese cuerpo pequeñito.
Separa sus nalgas, desatendiendo su miembro y mira con deseo la forma en que el pequeño está mojado y goteando para él. Damián sabe que las obscenidades que se le vienen a la mente al ver la entrada virgen del chico no ayudan a calmar sus instintos, pero, Dios, quiere tenerle rogando por su polla clavada en ese húmedo lugar.
Lucas gime al escuchar la voz gruesa y masculina y cierra las piernas, encerrando el pene del alfa entre sus muslos. El alfa lo toma de las caderas y suspira cerrando los ojos, se siente cálido, apretado y gracias al dulce lubricante que el chico ha derramado por todas sus piernas, también puede deslizarse con facilidad en el lugar. No es como si lo estuviese follando de veras, pero le vale.
—Bonito, no quiero perder el control de nuevo, así que voy a correrme y después voy a ocuparme completamente de ti ¿Sí? —Lucas asiente y apremiado por la idea del alfa llevándose el dolor con sus manos y hasta quizá sus labios, tira sus caderas hacia atrás, empujando la polla del alfa más adelante entre sus piernas. El hombre toma aire, extasiado y mira con picardía al pequeño. —Oh, mira que buen omega... —susurra Damián, tomando con rudeza las caderas del pequeño y obligándolo a echarse para atrás de nuevo, esta vez más fuerte.
El impacto hace temblar al omega, escucha el obsceno sonido de sus propias nalgas chocando con la pelvis del hombre detrás suyo y siente el enorme miembro escurrirse entre sus piernas y rozar levemente su erección. Damián sostiene su cintura y parece amar su carne ligera con las manos unos segundos, después vuelve a clavar los dedos y ruge colmado del placer, iniciando un vaivén que hace a Lucas enterrar su cara en el sofá, mordiendo la tela. El alfa cierra los ojos, sintiendo el calor y la subida de Lucas rodear su excitación, la empuja una y otra vez contra sus cerradas piernas, deslizándose con facilidad. La carne a su alrededor aprieta y bombea duro debido al brutal ritmo de sus embestidas; el chico debajo suyo empuja sus caderas hacia atrás, loco de deseo por sentir más de esa erección enorme que se le clava en los muslos y se entierra en ellos con total firmeza; siente la cabeza resbalosa hacerse lugar y después toda la gruesa longitud palpitando mientras penetra sus piernas, siente las venas hinchadas en esa enorme polla presionar contra su piel, las manos en sus caderas sosteniéndolo para forzarlo a molerse más rápido de lo que sabe, las bolas enormes golpeando sus piernas y haciendo ruidos obscenos combinados con los del chapoteo de su cuerpo, sudoroso y húmedo de lubricante; Lucas está jodidamente chorreando mientras el alfa apenas ha hecho que darle un muerdo de lo que es el sexo con él
La fuerza de las embestidas aumenta, el alfa aprieta sus rodillas contra las de Lucas para mantener sus piernas cerradas y disfrutar de esa tórrida estrechez; los embates son tan poderosos ahora que la cabeza del omega solo se bambolea sin control sobre el sofá mientras el tipo sostiene su culo y lo atrae hacia él, viendo como devora toda su impresionante longitud cuando hecha las caderas hacia adelante y atrae el culo del chico. Lucas gimotea, las feromonas en el aire parecen intoxicarle la sangre y llenársela de sexo, ya no le llega oxígeno a los pulmones ni al cerebro, solo sexo, sexo y más sexo; lo sexual que es la forma en que Damián mete su grueso pene entre sus piernas como si fuera su caliente y virgen agujero, lo sexuales que son esos gruñidos varoniles rebosantes de placer y anticipación, lo sexual que es lo mucho que Lucas desearía que Damián sacase la polla de entre sus piernas y la enterrase hondo en su culo hasta que pudiera sentir la dominación del alfa hasta en lo más hondo de sus entrañas. Todo es demasiado, no puede pensar, solo moverse como loco moliendo sus caderas, disfrutando de lo muy ruidoso y agudo que está siendo en contraste a la aguardentosa voz de Damián, gozando de cómo se siente al estar tan caliente que su lubricante espeso y dulce gotea por todas sus piernas como aceite corporal y aumenta la fricción, haciendo que los dos cuerpos resbalen entre ellos como si fueran a fundirse en cualquier momento.
Damián da un azote a Lucas, con una mano sigue guiando su cuerpo hacia su endurecida entrepierna, con la otra le tira del pelo hasta que le levante el rostro y le arranca un golpe de voz agudo y tembloroso. Lucas se yergue quedando de nuevo en cuatro, con su espalda arqueada haciendo su culo sobresalir más y chocar más fuerte con el pubis del hombre; los testículos del alfa palmean su piel con un sonido vulgar que ambos aman demasiado. ¿El dolor? Oh, Lucas solo puede sentir ahora el dolor de los dedos clavándose en su cintura, los tirones de pelo salvajes, mordiscos en la piel de su hombro y cuello y la fricción entre sus muslos, dejándolos sonrosados como flores. Y, joder, ama ese dolor más que cualquier puto placer. Quiere que Damián le dé más de esa sensaciones estremecedoras que le hacen sentir al límite de romperse, con su corazón latiendo desbocado y el lobo tomando las riendas sin hacerle sentir mal.
—Vamos, sé bueno para tu alfa. —ordena el lobo, mordiendo a Lucas en su cuello y chupando dolorosamente la piel; los labios se fruncen contra la yugular y una presión enorme crece, la sangre corre a la zona, ahí donde Damián tiene su boca Lucas siente que arde como el infierno y, joder,quiere irse al infierno con ese alfa.
Se despega de él, su piel latiendo dolorida y una enorme mancha violácea tiñendo su piel. Damián pasa la lengua por la zona, tan fresca que le hace sentir un escalofrío de placer; Lucas cae de nuevo sin fuerzas, con el alfa montándolo sin descanso y la enorme polla rozando la suya y empapándola en sus fluidos, dejándolo demasiado sensible para tocarlo.
—Joder, omega. —ruge Damián, dando un enorme azote en su culo. Le encanta su piel blanca, pero acaba de descubrir que le gusta más cuando él la pinta con sus propias marcas. —¿Te gusta, pequeño, te gusta cómo se siente cuando un alfa de verdad te toca?
Lucas asiente, mordiéndose el labio.
—Sí, a-alfa, por favor, más. —suplica volteándose para verlo a los ojos.
Todo su cuerpo a su merced, los cabellos pegados a su frente por el sudor, llenando la piel de líneas azabaches, su piel perlada de sudor que parece rocío, su cuello con la marca de su boca, sus ojos llorando y tan azules que le hacen pensar que en ellos ha ocultado el mismo edén. Ese cuerpo angelical y puro, tan cubierto por la perversión por primera vez y todo por él, para él. Lucas es mío.
—Di mi nombre. —ordena el alfa, dando una última y profunda embestida.
—¡Damián! —chilla el chico, todo su cuerpo temblando por la fuerza con la que el cuerpo contrario arremete contra el suyo.
Lucas muere de gusto y vergüenza al sentir la crema caliente del alfa derramarse por todas sus piernas deslizándose. No puede evitar la osadía de sonrojarse mientas mira abajo, viendo su cuerpo manchado por el semen del hombre. Joder, le encanta lo que ve, ama reconocer al alfa en cada centímetro de su piel, en cada morado, en cada gota brillante y blanca de su semilla, en cada sonrojo de su tibia piel bajo manos ardientes. Se siente tan suyo, tan completo.
Damián tan siquiera le da tiempo a disfrutar más de esas vistas prohibidas, abre sus piernas de golpe y con las manos toma sus nalgas, separándolas; la yema del pulgar se desliza sobre la rasa entrada, deteniéndose en el hoyo y presionando débilmente.
Lucas luce tan bien temblando de placer, sin apenas poderse sostener a sí mismo, con su trasero abierto y expuesto y la entrada goteando ese dulce néctar que al alfa no puede resistirse y simplemente mantener sus nalgas divididas mientras besa y lame los testículos del chico, haciéndolo suplicar, para dar un lento lametón al perineo y ascender hasta la entrada; el lubricante transparente mancha ya su boca y se siente delicioso y adictivo. No pienso desperdiciar ni una sola gota de Lucas.
—¿Q-Qué estás... ¡Oh, alfa! —sus voz se descontrola y se obligado a aferrarse a las sábanas cuando su anillo muscular es forzado por algo viscoso y cálido.
La legua de Damián rodea la entrada del chico, haciéndole cosquillear hasta las puntas de los dedos, puede sentir las señales eléctricas corriendo por toda la espalda del chico hasta llegar a su cerebro con un estallido de placer embriagador, nublándole el cielo de los ojos, rompiendo su expresión enfadada para dar paso a una llena de sinceridad y desespero y haciéndole llorar por más. Damián solo quiere comerse a ese maldito omega entero, hasta que su cuerpo jamás olvide su sabor y nadie más pueda degustarlo nunca. Jodidamente mío.
Cuando Lucas se relaja por el placer, el alfa fuerza su lengua dentro de la entrada del chico, lo siente apretar a su alrededor y moverse, gemir su nombre sin descanso y gritar mientras la carnosa lengua se retuerce dentro suyo, buscando acabar con su cordura. El lubricante gotea por la quijada del alfa y su rostro se entierra entre las algas del chico, sus manos sostienen los muslos abiertos y los masajean con pasión. Lucas jamás se ha sentido así hasta ahora y ahora no cree que pueda vivir sin eso.
Grita lleno de sensaciones cuando Damián mete y saca la aguda lengua de su entrada, haciéndolo abrirse y gotear para él, comiéndolo con voracidad. Siente sus huesos volverse agua y su piel cosquillear hasta parecer un enjambre de escalofríos, su corazón se dispara, su cuerpo desaparece y solo puro placer. No hay piel ni lágrimas ni carne, no hay más que ese placer que se le escapa de las manos como para que pueda controlarlo pero que lo posee como un espíritu y lo hace delirar, ese placer que se arremolina en su interior y hace que sude y pida y se restriegue contra la lengua que lo está follando y la desee más y más dentro suyo.
—¡Alfa! —Lucas se aferra a las sábanas, su cuerpo arqueándose y su polla escupiendo su néctar con fuerza mientras las caderas se mueven solas adelante y atrás.
Todos sus músculos se contraen y el orgasmo estalla en su cuerpo haciéndole sentir una galaxia de sensaciones en todas su células, grita y llora sin saber si quiere que todo siga hasta que olvide su nombre y solo conozca el que Damián o si quiere que el placer pare porque sino desbordará su cuerpo y lo convertirá en un río de lágrimas. Lucas se derrama abundantemente y luego su cuerpo cae exhausto en brazos de Damián mientras tirita, víctima de los restos del orgasmo más brutal de su vida.
—Mírame. —ordena Damián. Lucas no sabe ni cómo abrir los ojos, ha olvidado que su cuerpo es suyo y puede controlarlo él solo, pero aun así logra hacerlo y dirige su vista al alfa, dándose cuenta de que lo está cargando. —Los alfas no estamos para herir a los omegas, estamos para dar tanto placer que después no sepáis no cómo respirar. —Lucas asiente adormilado, se siente como flotando. —No te haré daño Lucas, te haré sentir bien siempre. —el chico cierra los ojos despacio, las palabras se desvanecen en la lejanía.
No se había dado cuenta de que necesitaba tanto un descanso hasta ahora. Lucas se acurruca en el pecho del alfa, dejándose hacer cuando este empieza a andar; bosteza grande y en un par de minutos ha hecho de Damián su cama, porque está irremediablemente dormido.
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