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Es sábado, así que nadie vendrá a la escuela y por eso Gabriel no debería preocuparse por usar los baños del gimnasio para darse una ducha, pero aun así a mandado a Román a vigilar la puerta, por si acaso.
Frota su cuerpo con fuerza y nerviosismo.
<<¿Qué he hecho? Por Dios, debo estar loco>>
No logra olvidar el tacto del vampiro en su piel, no puede borrar las marcas y menos los recuerdos. No está seguro de si quiere hacerlo, tampoco, pero sabe que debe. Se muerde los labios y tapa sus ojos notando un calor viscoso entre sus piernas, ahora que está de pie la semilla de Román sale de su cuerpo lentamente y la idea es tan, tan vergonzosa, que no puede sino darse una cachetada a sí mismo por haberle permitido correrse dentro suyo.
Pero el lado bueno de todo eso es que la droga se ha esfumado, como por arte de magia, y ahora ya se siente casi tan vigoroso y decidido como siempre.
Desliza los dedos sobre el cuero cabelludo, tratando de centrarse en su misión y no en el hecho de que ha perdido la virginidad con su némesis, pero la idea no sale de su cabeza.
—¿Cuánto te falta? Me aburro —se queja la voz del vampiro a pocos centímetros de él. Gabriel se voltea asustado y, por acto reflejo, trata de apuñalar a quien le espía. —Es jabón en barra, dudo que sea la clave para matarme. —advierte Román riendo.
—Ugh, cállate ¡Y no me mires! —se queja Gabriel, alejándose de golpe y tapando su cuerpo con las manos.
—Te he follado hace casi nada, no seas idiota.
Gabriel enrojece de nuevo y abre su boca enormemente para gritarle a ese estúpido vampiro arrogante pero ¿Qué le dirá? ¿Qué no estuvieron follando? ¿Qué no disfrutó como un loco de su ancha polla abriéndolo y golpeando su punto dulce? ¿Qué... en cierto modo desea que vuelva a pasar?
<<¡Basta!>>
—Fue solo por la droga. —dice el muchacho, dándole la espalda al hombre y enjabonándose de nuevo con calma, pero el rostro totalmente airado.
—¿Quieres tatuarte esa frase o qué? La dices como una vez por minuto —se mofa, acercándose para hablarle. Gabriel nota que el vampiro es capaz de mantener la mirada mientras conversan, sus ojos no parecen tentados a recorrer la desnudez de su cuerpo y entonces se pregunta algo ¿Es que acaso no le atrae? —, no tienes que preocuparte tanto, fue solo sexo. —Solo sexo. Román dijo que le sexo le aburría, así como comer y eso hace que Gabriel se siente horrible.
A Román no le gusta, Román no le desea, tan siquiera le considera atractivo, ya se lo dijo. Le ha quitado a virginidad por obligación, para él ha sido solo una acción que le ha liberado de la droga, nada muy diferente de vendar una herida o lanzar un hechizo de curación o algo así. Para Román la primera vez de Gabriel no ha significado nada y para Gabriel... Bueno, ha sido eso: su primera vez. Y es especial, claro que lo es.
—Solo sexo ¿No? No es... ¿no significa nada? —Gabriel sabe que después de su pregunta viene un no y sabe que posiblemente debería tranquilizarle esa respuesta, pero cuando Román niega el chico solo siente un enorme yunque cayéndole en el corazón. —Entonces ¿No me deseas?
—Eres atractivo, pero —Gabriel ríe irónicamente, negando con la cabeza. Debe reír, sino tiene la sensación de que llorará —ya sabes que llevo demasiado tiempo vivo. Lo único que deseo es morir, pero a parte de eso no puedo desear nada más, no puedo amar nada. Ya lo sabías ¿No? Es por eso por lo que me llamas inmoral siempre.
<<Voy a hacerte el amor... ¿Por qué dijiste algo así si era mentira? ¿Quizá para relajarme? Pero... es tan cruel>>
—Sí, era solo curiosidad. —el chico de repente cierra el grifo y empieza a secar su cuerpo, casi con prisas. Tiene una horrible sensación de pudor delante de Román, se siente humillado. —Mejor, así nada de va a interponer en nuestro trabajo, los sentimientos siempre estorban ¿Cierto? Bien. Cuéntame sobre el omega con rostro de chica ¿Quién es realmente y por qué nos ayuda?
—No sé su nombre, pero es hijo del que se hace llamar la mano derecha de Farken, el alfa de ''El aullido''. Su padre se metió en algunos líos con Urobthos, por eso ahora ese omega va a ser cedido como compensación a unos de los vampiros de la organización, dice que sucederá en cinco días.
—Entonces ¿Nos ayuda para que le rescatemos?
<<Por que si es así, lo haremos.>> piensa el muchacho, pero contra todo pronóstico, Román niega.
—Lo hizo porque sintió pena por lo que iban a hacerte, también ayuda a omegas que son tratados como tú, por lo que dice, pero él no tiene esperanzas de salvarse, solo se ha resignado.
Gabriel traga saliva al escuchar a Román y piensa no en ese omega pequeño, desamparado y valiente al mismo tiempo, sino en él mismo cuando era pequeño y débil y supo siempre que no existía salvación para su corazón roto, pero quiso proteger el de los demás. Gabriel entiende demasiado bien qué significa sentirte héroe de todos, pero víctima del mundo, sabe el desespero, el desasosiego con que uno lucha y lucha por los demás sabiendo que nadie pudo hacerlo con él, las lágrimas que se derraman cada noche deseando que cada persona salvada pudiese, aunque sea por un segundo, cambiarle el lugar y agradecerse su hazaña con una felicidad que está seguro de que nunca sabrá cómo se siente. Sabe lo que es salvar a los demás, deseando poder salvarse a uno mismo, sabiendo que jamás será posible.
Pero no es demasiado tarde, para él sí, pero no para ese omega.
—Tenemos que volver, tenemos que volver y ayudarle.
Román se acerca a Gabriel, tendiéndole su ropa limpia con una mano y colocando la otra en su hombro.
—Lo haremos. Quiero agradecerle por ayudarme a protegerte.
<<Deja de decir cosas confusas, deja de... de confundirme, vampiro bobo.>>
Gabriel y Román están de vuelta en el aullido. Esta vez ambos se sitúan en el punto de partida: la puerta trasera. Y, además, han decidido ser firmes en su decisión de no ir por separado. Por mucho que le duela a Román, no ha comido nada desde que mordió al alfa y, aunque Gabriel ya se siente bien, sigue teniendo restos de la droga en su cuerpo -a ellos atribuye los pensamientos intrusivos sobre Román y cierto sueño húmedo que ha tenido mientras dormía en el viaje-, así que ambos huelen como lobos y les será fácil pasar inadvertidos.
—¿Dónde está?
—Por lo poco que me ha dejado saber, creo que su padre lo tiene recluido en algún lugar de este edificio, pero no estoy seguro de cual. —Román se muerde el labio, inspirando y expirando. No hay nada que pueda hacer Gabriel en esa situación y es él quien debería localizar al omega, pero... —No puedo sentir su olor, noto el de todos los demás omegas en las plantas más altas y el de los alfas en la principal, pero el olor concreto de ese chico... Es como si estuviésemos buscando en el lugar equivocado.
Román niega con la cabeza y hace una mueca, como si le doliese de tanto pensar.
—Y lo estamos. —responde Gabriel, solo unos segundos después. Por algo él es el cerebro del equipo. —Piénsalo, si no está arriba...
—Estará abajo. —completa Román, pero después tuerce la boca y, confundido, añade: —Pero eso no tiene sentido. El sótano es para almacenaje de mercancías.
—¿Y él que es? Su padre piensa regalarlo a un vampiro como una mercancía.
—Tienes razón —Román suspira, pero de todos modos su ceño sigue fruncido y su cabeza hecha un lío. —, pero yo ya fui ahí y solo había alfas y cajas siendo vigiladas, poco más ¿Cómo iba a estar él ahí? Si su padre va a darlo a un vampiro, necesitará tenerlo bajo protección.
Gabriel asiente, algo alicaído, pero entonces da un codazo al vampiro y dice.
—No tenemos más opción que intentarlo, si seguimos aquí parados al final nos verán.
Román asiente y dice:
—Hay un alfa vigilando el acceso abajo, le he oído moverse, está de espaldas a la puerta. Me desharé de él y después entrarás ¿Sí?
Gabriel asiente y traga saliva preguntándose cómo va el vampiro a deshacerse del lobo, pero ¿No es obvio? Va a matarlo y Gabriel sabe que es una buena idea, la única segura, prácticamente, y que tendría sentido que matase a todos y cada uno de esos lobos que planeaban devorarlo en la noche de caza, pero, aun así...
<<No me gusta que nadie muera>>
Román siempre es silencioso, silencioso y rápido, solo que esta vez decide ir lento para abrir la puerta. Después tomará al lobo por la cabeza y la girará hasta que los ojos puedan ver los omóplatos completamente. Le romperá el cuello en un instante. Toma el pomo en sus manos y escucha: música, risas, pero más cerca solo hay un sonido, latidos. El corazón del lobo late calmadamente, si el pomo crujiese bajo su mano y el licántropo se alertase, Román le escucharía acelerarlo, así que no hay problema, aun así le preocupa que eso suceda y no tenga tiempo a matarlo antes de que lleguen refuerzos.
La puerta empieza a abrirse, ve por un resquicio la espalda ancha del licántropo, su mano se relaja un poco, dejando el pomo volver a su usual posición, el brazo se estira, creando una apertura suficiente para que su cuerpo entre despacio, convirtiéndose en la sombra del otro. Suelta el pomo, alza las manos, hecha una mirada atrás para asegurarse de que ningún curioso le esté mirando.
No hay nadie, absolutamente nadie.
<<Espera ¿Y Gabriel?>>
El lobo delante suyo se sacude y tiembla, huele a quemado y después cae como un tronco recién talado al suelo. Román mira abajo, desconcertado, encontrándose a Gabriel arrodillado a sus pies con el táser encendido en la mano.
Román pone los ojos en blanco.
—¿Acaso eres incapaz de seguir órdenes? —pregunta con las manos en las caderas.
—Exacto, por eso mismo estoy aquí contigo realmente. —sonríe, encogiéndose de hombros.
—Perfecto, pero ahora tenemos un problema. El lobito va a despertar y va a pedir refuerzos. No te ha visto, por suerte, ni a mí, pero sabrá que algo pasa y quizá lo relacione contigo.
—Chupa algo de su sangre, así tendremos más tiempo hasta que se despierte. No lo pierdas quejándote, vampiro gruñón.
Román mira al tipo en el suelo con una mueca de asco, como quien se da cuenta de que acaba de pisar excremento de perro, pero un así se agacha y se acerca a su cuello.
—¿A qué esperas?
—¡No es tan fácil! —rebate Román señalando al tipo desmayado y tapándose la nariz. —Huele a basura y sabe aun peor. Ah, ojalá fueses tú.
—Si te das prisa puede que te deje beber mi sangre después.
El vampiro le sonríe y muerde al lobo sin duda alguna, como si lo anterior fuese puro teatro. Gabriel sabe que no lo es, lo sabe mientras ve al vampiro cerrar fuerte los ojos, tragar sonoramente y toser entre sorbo y sorbo. Al acabar, se limpia la boca con la manga de su camiseta y le sonríe de vuelta a Gabriel.
—Me debes una mordida y será donde yo diga.
—Dije que quizá te dejaba... y quizá no. Y resulta que no te dejo, ahora ¡Manos a la obra! —Gabriel le saca la lengua retadoramente y se dispone a abrir la trampilla y bajar, pero Román le coge por el cuello de la camisa, atrayéndolo hacia sí.
Deja un pequeño beso en su cuello y dice:
—De todos modos, puedo cazarte si me apetece —deja otro beso, aprovechando que Gabriel está confundido por su repentino cambio de humor. Entonces chupa su piel un poco, sin morder y el muchacho no se da cuenta hasta que nota la piel doler de que le está dejando un chupetón, pero para entonces el vampiro ya ha terminado. —y he decidido que el próximo mordisco será en el muslo.
—Muérdeme esto, gilipollas. —estalla Gabriel, alejando al vampiro de un puñetazo en el rostro que, si bien hace al tipo alejarse sobándose la nariz, se siente para Gabriel como haber pegado a un maldito muro de hormigón. —Ahora, menos ser un acosador y más ser un espía. Bajemos.
—A sus órdenes, capitancito.
Gabriel gruñe por ese nombre, pero está complacido de que el vampiro y él estén en marcha, bajando lentamente por las escaleras de metal que conducen a la parte baja.
—¿Puedes olerlos? ¿Cuántos hay?
—Demasiados alfas, no podrás pasar sin que te reconozcan... Y huelo un omega, pero el olor de los alfas es tan fuerte que no sé distinguir si es él o no. Mierda, tendrás que quedarte fuera, pero si te pillan otra vez...
—No soy un niño, no necesito protección. —susurra Gabriel con el ceño fruncido.
—Claro, por eso estabas tan asustado que me obligaste a hacer esa promesa. —se burla el vampiro y Gabriel no quiere hacer ruido y ser descubierto por los hombres lobo, pero Román le está llevando al límite, como siempre.
<<Como cuando... No, no, Gabriel, pensamientos puros. Mente sana.>>
—Que le den a esa boba promesa. Tenemos que pensar en algo rápido. —Dice Gabriel mordiéndose los labios y palpando el arma de su bolsillo. Ese lobo que le capturó le quitó todo, pero por suerte el vampiro trajo en la pequeña mochila un cuchillo que Gabriel no estaba llevando esa noche y, por supuesto, el táser.
Lleva ambos encima ahora, pero duda que le sirvan contra siquiera un par de lobos atentos.
—Mi promesa no es boba —le responde el otro, con semblante ofendido. —solo lo es la persona con quien la hice. Ah, y tengo una idea.
—Sorpréndeme.
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