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 Mi cuerpo entero lucha con todas sus fuerzas por mantenerse de pie, pero él solo me observa con aburrimiento.

Tras explicarme las normas me ha obligado a levantarme y limpiar el salón mientras él meramente observaba desde el sillón. Estando arrodillado me ha sido más llevadera la tarea y creo que he hecho un buen trabajo, pese a que he sido lento. El dolor había empezado a remitir, pero ahora, en la cocina y estando de pie parece que los intensos pinchazos empiezan de nuevo.

—Limpia ese vaso y los platos, los dejó ahí mi última y estúpida mascota. —dice el vampiro colocándose justo detrás de mí.

Por alguna razón le divierte observarme tan de cerca y aunque me siento acompañado el terror que me produce no es agradable. Tomo el vaso que me ha indicado con algo de agua entibiada dentro y entonces pienso en lo que ha dicho. Su anterior mascota. Eso solo puede significar que la ha matado y que yo podría morir igualmente.

No quiero morir, no quiero que me mate... Quiero vivir aquí, con él, de forma tranquila. Limpiaré si es necesario, haré lo que pida, pero no quiero más dolor, por favor, no más quemaduras, seré bueno.

—Después de la cocina limpiarás la sala de reuniones, tras la escalera. El piso de arriba lo dejaremos para mañana por la noche, mi mascota hizo un estropicio ahí... Dejaremos las habitaciones de invitados; quedará limpiar mi habitación, mi despacho y la última sala, espero que te esfuerces tanto como ahora en hacer un buen trabajo, humano. —susurra intimidantemente en mi oído.

Gimo por la aterradora cercanía y asiento, limpiando el vaso con un estropajo. Me siento realmente mareado, su pecho pegado mi espalda, su mirada sobre mi cabeza y el dolor constante pulsando en mi quemadura. Me siento horrible, el vaso destellea y... ¡Mierda! Pierdo el conocimiento solo un segundo y lo próximo que sé es que me precipito hacia el suelo con el vaso en la mano y las piernas inertes.

Sin embargo, unas fuertes manos me toman de la cintura y me posicionan de nuevo como antes sin apenas esfuerzo, quedándose ahí para sostenerme un rato. Sus manos son enormes, con las dos cogiéndome por mi angosta cintura puedo ver como los largos dedos se tocan por la parte de mi vientre logrando rodearlo. Es increíble lo grandes que los vampiros son, como criaturas hechas para no ser miradas a los ojos.

—Tan cuidado —dice en mi oído. —, no querrás romper un vaso y que yo tenga que romper esa bonita cara a golpes ¿Verdad, bolsa de sangre? Apuesto a que no —dice con tono burlón, sus dedos aprietan más y duelen, pero muerdo mi lengua con tal de no gritar. —, ahora sigue limpiando y esfuérzate en hacer un maldito buen trabajo si no quieres un castigo. —espeta soltándome la cintura.

Lo hace tan brusco que debo agarrarme al mármol para no caer y romper el vaso. Mi corazón se vuelve loco, pero cuando él se aleja logro estabilizarme y terminar de limpiar.

Cuando doy mi tarea por acabada miro las sillas de soslayo, así como el sillón y los sofás en la lejanía, con mi cuerpo molido y herido lo que más me reclama este es déjame caer sobre una cómoda superficie, pero mi propietario... él ha dicho que mi único lugar es el suelo. Es horrible, incluso en aquella celda gris tenía una cama donde dormir y pasar el rato, ahora estoy condenado a esta horrible humillación.

Sin darme tiempo a decidirme entre si tumbarme en el suelo o no, Desmond entra a la cocina dando un vistazo rápido a las relucientes superficies y después acercándose a mí con una cadena de metal en sus manos. Al ver el objeto de gruesos y pesados esclavones mi cuerpo entero reacciona temblando de miedo. Tras la quemadura, todo lo que haya en sus manos me resulta peligroso.

Sin media palabra él se acerca a mí y cierro los ojos temblando de pavor, noto como la pesada cadena es afirmada a mi cuello a modo de collar y correa y, posteriormente, como tira de ella. Le sigo, cabizbajo, mientras se dirige a la salida. De nuevo, empuja la puerta como si fuese de papel y yo le sigo al exterior, donde la fría brisa aumenta las sacudidas de mi cuerpo.

—Dormirás aquí —indica abriendo y cerrando el último eslabón de la cadena en un enganche que sobresale del suelo. Me está atando a un poste, como a un simple perro. No quiero llorar, pero es tan denigrante. —y hoy no tendrás comida ni agua, por casi romper el vaso ¿Entendido?

—S-sí, señor. —murmuro, mi estómago ya ruge y aunque nunca pensé que diría esto, extraño la comida de la casa de crianza, aunque ni loco volvería a ese lugar. Pero al menos supe siempre que tendría algo que llevarme a la boca cada día, ahora temo morir de hambre. —Mi amo —lo llamo antes de que se vaya, él solo se voltea con una ceja alzada y cara de pocos amigos. —¿P-puedo pedir algo?

El hombre se acerca a mí con una risa sardónica en sus labios y los ojos ensombreciéndosele. Entonces dice:

—Si vas a decir el típico ''Muérete'', te sugiero que no gastes saliva a menos que quieras una paliza.

¿Muérete? ¿Por qué alguien diría algo así a otro ser? Incluso a uno tan dañino como él...

Niego y entonces noto el desconcierto en su rostro y después cierta hostilidad, se cruza de brazos, esperando a que hable y así lo hago:

—Quería pedir si podíamos llevarnos bien... si voy a ser su propiedad para toda la vida, al menos quiero tener una vida bonita. Por favor, tráteme bien y yo le seré de utilidad, haré lo que diga, pero no vuelva a quemarme o-

Una carcajada melosa y grave me interrumpe, se me cae el mundo a los pies cuando el vampiro debe sostenerse el estómago de tanto reírse de mis inocentes palabras. Cuando termina me mira serio, luciendo igual que cuando está a punto de enfadarse, y dice:

—¿Llevarnos bien? ¿Crees que puedo sentir algo por un humano? No eres más que un pedazo de carne divertido para mí, deja las tonterías y cierra la boca.

Después de eso entra a la casa de nuevo, dejándome atado fuera, desnudo y con la horrible quemadura pulsando a mi espalda. Trato de recostarme cómodamente en el suelo, pero está húmedo, frío y todo mi cuerpo duele cuando me quedo tendido sobre la tierra. Me castañean los dientes por el frío y me duele la tripa de hambre y lo único que puedo pensar es que si por algún milagro logro dormirme, no volveré a despertar.

Y me aterra la idea. No quiero morir, no he aguantado seis años de reclusión y tres de soledad para morir congelado en el jardín de un vampiro. No quiero morir, pero esto no es una vida.

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