Víctor se va de la biblioteca con un libro bajo el brazo y un silbido entre los labios. Nunca trató de ser profesor, pero no le ha parecido tan difícil, a fin de cuentas, entiende suficientemente bien aquello que conoce como para explicarlo de muchos modos, lo que no sabe es que todas esas líneas explicativas están ahora hechas un revoltijo en la cabeza de Tom. El chico realmente cree que ha aprendido tanto que su cráneo ha ganado peso. Después de su primera lección de biología básica la cabeza se le bambolea sobre el cuello y el mundo le da vueltas. Tantos datos le marean. Lleva seis años sin ir a clase y está seguro de que Víctor, aunque intentando ser comprensivo y creyéndose justo, le ha enseñado a nivel universitario o superior. El hombre es calmado, pero cuando se pone a explicar sobre su pasión podría vencer fácilmente al parlanchín de Brandon. Él tan siquiera va a palabras por minuto, va a libros por segundo.
Como sea, está muy feliz de haber recibido su primera clase y muy orgulloso de haber tomado unos apuntes que ya tan siquiera entiende. No ha empezado siendo el mejor de clase, y eso que es el único, pero se dice que se esforzará porque quiere tener unos estudios, incluso si no le sirven de nada. Por primera vez en mucho tiempo siente que tiene metas y que están a su alcance.
Su amable, pero exigente profesor se ha ido con prisas a su patrulla nocturna de primera hora dándole un rápido adiós y despeinándolo como lo haría su padre. Eso lo hace sentir bien. Ahora que se ha quedado solo y que sabe que Desmond ha salido un rato por una reunió de negocios no se siente demasiado invitado a salir de la biblioteca. Vlad no está ahí, así que podría estar en cualquier otro lugar de la casa y esa posibilidad es suficiente como para hacerle no querer salir. De todos modos, esa es su sala favorita: tiene libros, una chimenea calentita y... el diario.
<<Dios nos escucha y a mí me ha respondido. Gracias, mi amo. Él me ha dicho que mañana me dirá cuál es la forma de vivir sin dolor. Me ha dicho que me la concederá. Estoy en paz.>>
Con solo recordar la última entrada se estremece y sabe que con suerte habrá una más si es que esa no era el adiós.
Realmente no quiere coger el libro y darse cuenta de que ese es su final, de que no hay una cura para el dolor del chico anónimo y sea lo que sea lo que sucediese ahora está muerto y ya no importa. Quiere leer un libro fantástico, uno de esos donde los finales felices son una posibilidad, pero sabe que chico anónimo no escribió ficción y que final no fue feliz.
Y aun así, quiere leerlo.
Quiere despedirse.
Toma el libro entre sus manos y tiembla tanto como la primera vez que cometió ese crimen, solo que ahora no hay signo alguno de hesitación en sus acciones. Tiembla de pavor. Pasa las páginas despacio, no queriendo que termine, rememorando el viaje por el que su amigo anónimo pasó durante años para llegar hasta el punto al que llegó. Para llegar a sus manos en forma de tinta y papel.
Tom podría decir que se siente curioso por lo que hay en la última entrada, por la revelación final de cuál es la forma en que Desmond le concederá al chico anónimo una vida sin dolor, pero sería una mentira. Para la curiosidad uno necesita esperanza y Tom no la tiene. Sabe que su amigo va a morir, sabe que ya está muerto, y le da miedo enfrentarse a ello, pero no quiere dejarlo solo mientras se despide, mientras deja el mundo. Lo estuvo cuando murió, posiblemente una noche de hace cientos de años, pero no tiene que estarlo mientras Tom lea su muerte. Quiere darle voz, es lo más cercano a un abrazo que puede ofrecer.
La página casi blanca, ocupada por una línea críptica y escalofriante se le aparece de nuevo, justamente tal y como la recordaba. Por un momento realmente desea escuchar a Vlad gritándole, a Desmond subiéndose por las escaleras o aproximándose por el pasillo, necesita una excusa para no tener que decir adiós. Pero sabe que es muy tarde.
El destino está escrito.
<<Lo leeré>>
Vuelve la página. Un enorme texto la abarca, la letra es estilizada, los puntos de las íes no parecen ya arañados, son círculos suaves, escritos con calma en imitación a las ondas de un estaque. Sin leer el texto todavía, lo contempla como a cuadro y parece justamente eso, aguas tranquilas azotadas por piedras. Le da una inquietante sensación de calma y no sabe que pensar todavía, así que lo descubre.
<<Gracias.
Gracias por estar conmigo todo este tiempo, por leerme, por comprenderme, por llorarme y por escribirme. Sé que lo has hecho, quizá tú no tengas plumas, pero cada uno de los latidos de tu corazón que han sido acelerados por mi lectura, son palabras que me dedicas.
Gracias por este poema de comprensión, de amor, de hermandad. No sé quién eres, pero sé que te amo porque tú y yo somos lo mismo: almas en pena que vagan buscando nada más que la luz. Ojalá tú lo consigas, yo te escribo esto porque jamás lo haré.
Mi alma está en paz, pero solo porque está en su lecho de muerte. No hay nada tranquilizador en lo moribundo, solo aparentemente silencioso. No estoy tranquilo, simplemente no me quedan fuerzas para volverme más loco.
Te preguntarás a qué viene todo esto. Bien, es mi despedida, pero no me despido de este mundo, ni de ti.
Me despido de mí.
Cuando mi amo me dijo que había una forma de acabar con el dolor me mintió. Hay una forma de acabar con mi dolor: dándoselo a otro igual que él me lo dio a mí.
Esa es mi condena, ocupar su lugar y que alguien más ocupe el mío y después otro y otro y otro. No voy a librarme del dolor, solo pasaré de sufrirlo a causarlo y me duele. Y quiero que me duela ahora, quiero arrepentirme, sentirme culpable y desgarrarme de la ira y la frustración mientras pueda, mientras sea humano, porque después no podré y ese es mi mayor miedo. Volverme como él.
Eso es lo que me hará, me va a convertir en vampiro.
Oh, fiel amigo, mañana seré tu enemigo, tu peor pesadilla, igual que lo seré de mí mismo cuando lea estas cartas y reconozca en ellas más que las palabras de un débil humano.
Humano.
Es curioso, no sé qué es lo que nos hace humanos ¿Acaso la finitud? Si así fuese el fuego que se consume y muere rápido sería el más hombre de los hombres ¿Acaso la bondad? Pero he visto a humanos comportarse más monstruosamente que este diablo que me atormenta ¿Acaso la maldad? Pero si es así, no tendría miedo de volverme un vampiro ¿Acaso estas mismas dudas me vuelven humano? ¿Acaso cuando me convierta en vampiro ya no me preguntaré qué soy o por qué lo soy y seré nada más que una bestia cruel movida por sus apetitos? Ya lo ves, amigo mío, no sé qué me hace humano, no sé qué será lo que pierda en esta transición y aun así estoy aterrorizado.
Siento que me perderé a mí, como ya me empecé a perder cuando entré en esta casa y mi nombre me fue arrancado de los labios.
Ahora que me iré quiero gritarlo para que jamás se me olvide, pero ya no tengo voz. Solo tengo sangre y tinta y ambas brotan de mi alma con el mismo dolor, por eso lo escribiré.
Si yo me olvido de quien soy, recuérdamelo tú ¿De acuerdo? Soy yo, soy...>>
Los ojos de Tomás se abren enormemente, desterrando la película de lágrimas que los recubre con enormes goterones, dejándolos doloridos mientras se fijan en la firma de quien ha sido su ángel de la guarda en ese horrible infiero.
<<Desmond>>
Siente que el tiempo se detiene.
No se atreve a respirar, a moverse o siquiera a fijarse si su corazón ha escapado un latido. Pero la puerta se abre y ahí, frente a él, quien le pilla leyendo el diario es su amo.
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