Afuera parece el jodido fin del mundo y hace dos minutos estaba todo simplemente nublado como agradable. Una tormenta apocalíptica se despliega fuera con agua golpeando fieramente los cristales, sonando como granizo. El viento más que silbar, aúlla fuerte y el cielo está ennegrecido por nube que vez en cuando lanzan haces de luz, seguidos del sobrecogedor sonido de un trueno. Como ese mal tiempo es de los que vienen sin previo aviso, ninguno de los dos ha traído paraguas o chaqueta y no es que el edificio donde viven esté muy lejos, pero sí lo suficiente como para ahogarse en un charco por el camino.
—Espero que Noé nos deje entrar en el arca... —bromea Damián, aunque abre los ojos cuando parece no hacerle demasiada gracia su broma a Dios (si es que existe) y por ello causa que más agua aún caiga del cielo. —Si hay diluvio universal tendremos que repoblar la tierra, así que no me quejo.
—Prefiero que nos extingamos. Cerdo. —ladra Lucas, mirándolo con el ceño fruncido. Su omega no puede evitar imaginarse la escena, deja de lago la idea apocalíptica de un mundo inundado y se centra y en él y Damián, tratando de crear una nueva vida uniendo las suyas. Te odio, imaginación mía... el omega enrojece, tratando de pensar en otras cosas.
—Bueno, siempre tendré a otros omegas con quienes intentarlo... —susurra Damián despreocupadamente, sonriendo.
—¡Y una mierda! —Lucas grita, golpeando la mesa e irguiéndose, las palabras erupcionan desde su boca como fuego y no se da cuenta de lo que dice hasta que lo hace. —Oh...
Lucas se ruboriza todavía más, sintiéndose ridículo por su ataque de celos y por las numerosas miradas sobre él. La de Damián es la que más le importa, intensa, cetrina y llena de ilusión. Se tapa la boca por lo que ha dicho y vuelve a sentarse lentamente, desviando la mirada.
Tengo que ponerle celoso más veces ahora que sé que se ve tan jodidamente adorable.
—Tonto, solo tú. —le dice el alfa, su voz es dulce y el aroma del omega también. Se hacen sentir bien el uno al otro.
—S-Solo estaba bromeando... —trata de excusarse Lucas.
Damián va a ser sarcástico, pero otro trueno retumba por el lugar y la lluvia se intensifica, la luz del sol apenas penetra por entre las nubes y el camino parece oscuro e inhóspito.
—Deberíamos ir corriendo antes de que se ponga peor... —propone el omega, cambiando de tema y mirando con cierta preocupación por la ventana.
—A este paso, nadando.
—Agh, tu humor es malo. —Y tú demasiado bueno...
Al final ambos salen, pero aunque Lucas decide correr, Damián no le imita, tampoco nada, más bien rueda cuando pisa un charco más profundo de lo que aparentaba y cae sobre el asfalto mojado.
El alfa ríe por su propia torpeza, pero Lucas no ve bien la escena y cuando se voltea lo único que percibe entre la penumbra es al alfa en el suelo y empapado. Su corazón se acelera y el lobo en él gimotea de preocupación, ambos corren hacia el alfa como si no existiese más destino que él. ¿Por qué duele tanto pensar que se ha hecho daño? Oh, alfa...
Cuando llega hacia él suspira con calma al ver al hombre riendo y levantándose.
—¡Me habías asustado! —se queja, totalmente furioso. Su cuerpo se sintió caer en pedazos por la imagen de Damián con un solo rasguño. Lucas no entiende por qué se siente así y lo odia, así que acumula la ira en su pierna y da un puntapié al charco, mojando más al alfa. ¡Por hacerme sentir raro!
El alfa ríe, tapándose la cara, lo siguiente que sucede es que Damián tiene las manos enroscadas en la cintura del chico y que Lucas está siendo empujado al charco. Ambos caen en el agua gélida, el alfa encima, el omega debajo y con una clara expresión de sorpresa y pudor. Va vestido con tejanos oscuros y con una simple camiseta blanca de manga corta; con el agua la ropa se pega en su cuerpo y transparenta su carne, lo oscuro de sus pezones y las suaves líneas de la cintura. Damián se queda quieto unos segundos, olvidando que tenía planeado hacer rodar al omega en el charco hasta hacerlo quedar empapado; lo mira intensamente, perdiendo en la forma hermosa en que respira con dificultad, en como su cabello mojado de pega a su rostro y cómo las gotas bajan por su piel perdiéndose en zonas que él quiere explorar, besando unos labios que le pertenecen. Lucas luce tan tierno, tan dulce y su piel es tan cremosa, quiere deslizar la lengua por ella y demandarlo más cerca.
Su mano se alza, lo toma por el cuello al principio, acariciando la zona. Lucas lo mira con visible preocupación, un haz de miedo cruzando sus ojos; pero no reacciona, la expectación lo mantiene quieto y quizá también cierto deseo. Suspira livianamente cuando la mano asciende hacia tomarlo por la mejilla, el pulgar acariciando la comisura, pasando a su belfo y adentrándose en la boca de Lucas con intenciones lúbricas. El omega aparta su mirada, el corazón de nuevo martilleando su pecho, acompañado de un ávido animal deseo de chupar el dedo de Damián hasta hacerle endurecer en sus pantalones para después demostrarle en qué otros sitios su lengua puede estar. Se pregunta cómo sabrá Damián, si será dulce como sus sonrisas, o salado como su piel. Quizá ni siquiera quiere una respuesta, solo descubrirlo sea lo que sea.
Niega con la cabeza, sintiéndose demasiado vulnerable. Su celo se ha ido, pero el lobo sigue a veces gobernando sus pensamientos y eso no está bien. Lucas suprime esas ideas, entonces recuerda dónde está y un frío abismal le cala los huesos; el agua lo empapa y su temperatura corporal cae peligrosamente.
—Alfa... —murmura, sintiendo el dedo buscando la lengua. Cierra los ojos, conteniéndose. —t-tengo frío...
El alfa reacciona de inmediato, tan protector como un perro guardián. Lucas se sorprende cuando el hombre lo alza tomándolo por las caderas y aferrándose a él, pero no se resiste solo rodea el cuello del alfa con los brazos y su cintura con las piernas y suspira por la enorme cercanía y por el aroma protector y dominante de Damián. Tiembla mientras lo abraza, las gotas de agua se deslizan sobre su cuerpo causando escalofríos y la ropa fría se pega a su cuerpo haciéndole jadear.
Gentilmente, el alfa lo lleva hasta la habitación, lo deja en medio del salón y va a buscar mantas a su cuarto. Lucas se queda en el suelo, abrazándose a sí mismo y con los dientes castañeándole. Una manos toman los bordes de su camiseta desde atrás y pronto esta asciende, dejando su espalda a la vista. Se voltea violentamente con miedo en sus ojos para encontrarse a Damián. El alfa se ha deshecho de su camisa, solo lleva unos pantalones secos y calcetines nuevos. Lucas puede ver lo grande y fuerte que es su alfa y por eso el omega en él le hace estar sumiso y expectante mientras el alfa le quita la camisa y después los pantalones.
Inseguro y casi desnudo, lo mira con ojillos asustados. El alfa sonríe con dulzura, así como le ha sacado la ropa: amable, lentamente. Lo toma entre sus brazos sin obtener resistencia, notando lo helada que está la piel del pequeño, entonces lo abraza fuerte y se cubre a sí mismo y al pequeño con una mullida manta.
—¿Mejor? —pregunta, con su nariz hundida en el cabello del chico, sus brazos rodeando su pecho y el pequeño sentado sobre su regazo.
Lucas lo mira, dejando de temblar. El calor de esa sonrisa puede hacerlo arder en segundos. Entonces algo frío vuelve a rozar su piel y la sonrisa se desdibuja del rostro del alfa cuando ve las lágrimas correr por las mejillas de Lucas. Las toma con gentileza entre sus manos, limpiando las lágrimas con los pulgares.
—Omega, precioso... ¿Qué sucede?
—Estoy confundido... —hipea Lucas, aferrándose más fuerte a Damián y respirando en su cuello. —eres un alfa, pero... pero tu olor me calma y tus abrazos se sienten tan cálidos... —remata la frase con dulzura, un tono quejumbroso y sutil, colmado de placer, necesidad y anhelo.
Damián quiere coger toda esa soledad de su voz y llenarla a besos.
—¿Se siente como estar en casa? —pregunta con amabilidad, acariciándole los cabellos para relajarlo. La cabecita niega contra su pecho desnudo, haciéndole cosquillas con el pelo.
—Papá jamás pudo pagar la calefacción, en casa siempre me sentí frío... —confiesa, llorando más pausadamente ahora, sin ahogo en su voz. Damián sonríe con amargura.
—Un omega no puede dar calor a otro... —le explica buenamente. —aunque tu padre hizo lo que pudo. Ahora estoy aquí, no volverás a pasar frío.
—Sí, cuando te vayas.
Damián se muerde el labio, luchando por no llorar. Duele malditamente tanto saber que deseas estar con una persona, pero que ella no lo sepa y te eche lejos, solo para que tú no lo hagas antes. Damián saber que si ahora dice que no se irá, si lo promete, lo jura por su vida, su sangre y su alma, Lucas seguirá sin creerle. Si solo pudiese demostrar que no me iré... si pudiese hacer algo... Damián baja la cabeza, angustiado por el terror que Lucas le tiene, por la forma en que teme amarle por si él no le hace suficiente. Su cabeza se halla con el dulce cuello del humano y su alfa encuentra consuelo en el dulce, dulce aroma del pequeño. Con su nariz recorre la garganta y con sus labios la besa después, sintiendo la piel erizarse bajo sus labios. Las uñitas del omega se clavan en sus costados y tiembla cuando él empieza a besar más y más apasionadamente su piel y un deseo cruza su mente, amenazando con no irse jamás.
Quiero morder a Lucas, hundir mis dientes en su cuello y hacerlo sangrar y gritar para poder despertar cada mañana y besar la cicatriz. Quiero crear un lazo tan fuerte que sus jodidas neuronas no puedan hacer sinapsis cuando trate de pensar en mí abandonándole. Quiero marcar a mi omega.
—¿Qué haces? —pregunta Lucas cuando los besos se detienen en un punto cercano a su yugular y los dientes de Damián dan muy leves y escalofriantes mordiscos.
—Tan dulce, omega... —susurra en su cuello, sus labios probando la tórrida dermis y los dientes queriendo dejar su firma en ella. Que todos sepan que Lucas no es una presa para cazar, es su jodido omega. —Tu piel, querría... nada. —exhala, sabiendo que Lucas correrá lejos si le dice lo mucho que se está debatiendo con su lobo ahora mismo para no inmovilizar al chico y tomar de él su libertad y amor a mordiscos.
—¿Está mal que me sienta a gusto contigo? —pregunta Lucas de la nada, un hipido sale de su garganta entonces, pero sigue hablando. —Quiero quedarme siempre, poder dejar de odiarte un rato y solo quedarme así contigo...
—Entonces deja de odiarme por ser un alfa... —reprende Damián con voz calmada, el chico llora más fuerte, negando. Él hace una mueca dolida y trata de tranquilizarlo acariciando su espalda ahora.
—Si no lo hago acabaré lastimado, es la única forma que conozco de protegerme...
Soy débil, no tengo fuerza para mantenerme a salvo, solo el pode de poner mi corazón bajo llave y no dársela a nadie.
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