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Tomás aprieta el libro en sus manos, temblando de importancia y de terror mientras su amo se acerca a grandes zancadas.

Va a morir, lo ve.

Lo ve en las manos agarrotadas, en los gritos afilados por colmillos, en las enormes zancadas del hombre que intenta alcanzarlo lo antes que puede, lo ve en ese rojo intenso que ha perdido el brillo en su mirada y solo tiene ahora una profundidad que lo ahoga, lo ve en el ceño fruncido del vampiro.

Lo siente cuando lo toma del pelo como solía hacerlo al principio y tira de él con brusquedad como si fuese un muñeco, haciéndole daño con cada peligroso zarandeo que sacude su cuello. Lo siente cuando las manos le arden por la rudeza con la que el hombre le quita el libro.

—¡Sabías que eso estaba prohibido! —le chilla con ira, la voz de un monstruo retumba en su garganta con un tono gutural. Va a escupir fuego.

Fuego como el que le marca, la piel, fuego como el que devora el diario cuando Desmond lo arroja sin piedad a las brasas.

—¡No! —chilla el chico, dirigiendo los brazos hacia la hoguera como si estuviese dispuesto a arrojarse a las llamas por Desmond.

No su amo, sino el hombre dulce que a veces ve en su mirada, que lee en cada palabra desesperada, que reconoce cuando le besa o le abraza o llora, como si fuese humano. Una horrible certeza le asalta: la humanidad de Desmond no murió, poseyó la tinta y ahora, quemándose, se desvanece por siempre.

El vampiro le mira como si así fuese, lo arroja con ira contra la mesa, haciendo que se golpee la cara con el canto. Se agarra la nariz, tratando de huir mientras el dolor pulsátil hace que su cabeza se sienta a punto de estallar, pero no logra sino retroceder un par de metros arrastrándose cuando el vampiro lo ase del cuello violentamente.

Lo mira a los ojos y no ve nada.

<<A nadie>>

Tiene la horrible certeza de que morirá y se hecha a llorar sin vergüenza mientras el vampiro le aprieta la garganta para tratar de arrancarle una confesión.

—¡¿Hasta dónde has leído?! —cuestiona empujándolo contra la pared sin soltarlo ni por un momento.

El dolor le recorre la columna entera, un latigazo que lo tensa y le golpea el aire fuera de los pulmones, dejándolo sin palabras y sin suspiros.

—¡¿HASTA DONDE?! —y con el segundo golpe de voz, llega el segundo golpe.

Lo azota contra la pared de nuevo y esta vez es su cabeza la que rebota contra ella, siente que se parte como un cascarón y que todas sus memorias salen. Vuelve al momento en que su amo lo compró y lo quemó con fuego minutos después de que él le agradeciese con su cuerpo y alma por haberlo sacado de ese opresivo lugar. Vuelve a su primera paliza, cuando pensó que los huesos y el alma se le quebrarían hasta que no pudiese levantarse nunca más. Vuelve a la vez en que pensó que morirá a manos de ese hombre, en que ni siquiera tuvo miedo, sino más bien ganas. Vuelve a cuando le arrancaron su dignidad y le quitaron la posibilidad de dar su flor en un bello acto, a cuando las sábanas se mancharon de sangre y semen y su sexo se convirtió en nada más que algo ajeno, algo para el uso de su amo que él no reconoció más que como un órgano de vergüenza y suciedad. Vuelve a cuando se abrió las muñecas, se golpeó la cabeza, se dio a la muerte como regalo.

Vuelve a todas las cosas tan horribles que vivió y, al abrir los ojos, sigue en ese infierno. Desmond le grita, lo golpea contra la pared y lo ahoga, le toca la piel dejando marcas horribles, reabriendo heridas con su brusquedad.

Nada ha cambiado.

—Hasta... —Tom se marea, no está seguro de si ha dicho siquiera una palabra y poco a poco todo se empieza a poner negro y distante, pero sigue luchando. —el... final...

Entonces la presión desaparece, cae al suelo de golpe al darse con la cabeza contra él despierta de inmediato. Alza la vista y lo primero que ve a Desmond con la cara entre las manos y las uñas clavándose hasta que sangra. Maldice, se retuerce, pelea consigo mismo para no descargar su ira y matar a Tomás ahí mismo.

—Sabías que estaba prohibido. —le replica, arrancándose las garras del rostro sangrante. Tomás quiere responder, sin embargo, su amago es en vano cuando Desmond avanza de un pisotón hacia él, haciendo que chille de temor. —Nadie ha leído eso jamás, nadie ¡Nunca debiste saber lo que había escrito!

—¿Es por eso por lo que me hace tanto daño, mi señor? ¿Para no sufrir usted como cuando fue la mascota de Morien? —Desmond se detiene con las manos hechas puños y la mandíbula apretada, haciendo un esfuerzo por contener a la bestia mientras escucha al chico. —Me sentía tan solo, amo y cuando le leí me sentía como si tuviese un amigo, alguien que me abrazase. Ojalá se permitiese ser como era entonces.

—¿Débil? —pregunta entre gruñidos, volviendo a acercarse más y más y acorralando al chico arrodillado entre su imponente figura y el escritorio. —¿Inútil? ¿Un ser indefenso que llora y se lamenta y sufre? ¿Cómo un cordero degollado? ¿Cómo...

—¿Cómo yo? —pregunta el muchacho con los ojos acuosos, llevándose las manos al pecho. —¿Tanto me odia que haría lo que fuese por ser distinto a mí?

—No te odio —dice con total seriedad y se acerca un paso más al chico que, inseguro, se pega al mueble. —, no te odio... —repite ahora con la voz y las piernas flaqueando. Cae de rodillas frente a Tomás, se inclina como en una reverencia, con el rostro entre las manos, goteando ya no sangre, solo lágrimas. —Ojalá pudiese odiarte, Tomi, lo he intentado tanto. Si te odiase todo sería más fácil, he vivido desde el día en que nací reconociendo el odio en la mirada de los demás, es todo lo que conozco, todo lo que sé. Por eso me aterras tanto, porque no sé qué hacer —el hombre solloza y Tom se estremece por lo humano que suena. —no sé qué hacer ahora que estoy enamorado.

De pronto Desmond ya no le parece tan grande e intimidante, parece solo un pobre chico perdido y asustado. Su chico anónimo. Solo que ahora puede darle un nombre y ese abrazo que siempre ha querido.

Se acerca a él con cautela y, arrodillado, lo rodea con sus pequeños brazos tratando de calmar ese llanto que brota de dentro de su alma. El vampiro lo abraza de vuelta, bruscamente y con el ansia de ser consolado. Un niño desesperado por no estar solo ¿Es ese su amo?

<<Cuando yo intenté suicidarme traté de dejar atrás el dolor también. Y ahora he conseguido sobrevivir a todo ese sufrimiento, pero ¿A qué precio? Oh, pobre niño, eres solo yo y yo... yo soy el monstruo al que tanto odié. Y no tengo remedio, me odio y mis instintos aman todo lo que está mal, desde que morí he aprendido a ser malo. Dime, cosa buena y hermosa, ¿Acaso tengo solución? Y si la tengo, si tu corazón es tan puro que es elixir que revive todo lo podrido del mío ¿Lo merezco siquiera? Mírate, consolándome después de pegarte una paliza y yo, egoísta y monstruoso, hallando consuelo en un abrazo que no merecería ni después de arder una eternidad en el infierno. ¿Por qué? ¿Por qué eres tan bueno? ¿Por qué has tenido que caer en mis manos? ¿O es que yo mismo te recogí como a una flor hermosa y te dejé marchitándote en mi hogar? Yo posé mis ojos en ti cuando tú los posaste en mí y supe que esto pasaría, mi corazón me advirtió de que caería por ti y aun así no pude resiste, dime ¿Soy acaso un temerario? ¿Un egoísta quizá? ¿O solo tengo fe porque he visto a un ángel?>>

—Soy lo peor... —murmura el vampiro, quejumbroso. Se aparta de Tomás solo un poco, lo suficiente para sostener la cara del humano entre sus manos y examinarla con una mirada culpable. —te he pegado y mira, estás sangrando. —se lamenta, viendo como el labio y la nariz del chico están ya de un color rojo oscuro que considera bonito, pero que no quiere ver en su chico.

—Ha sido aterrador, pensé que todo volvería a ser como antes y me quería morir... —susurra Tomás, rompiendo a llorar. —Amo, por favor, siento haberle desobedecido, pero no me golpee más así, me da demasiado miedo.

Desmond lo abraza de nuevo, alzándolo del suelo y haciendo que el chico se aferra a él para no caer.

—No te disculpes, ha sido mi culpa. —susurra tranquilizadoramente en su oído, empezando a andar con el chico en brazos. —Iremos al baño y te lavaré la cara ¿Sí? Después podemos ir a la habitación y encargar algo de comida para ti, así podrás descansar y recuperarte.

Tomás asiente, los planes que su propietario propone le suenan bien y realmente necesita relajarse. Desmond lo carga hasta el baño y no intercambian ni una sola palaba durante el corto trayecto, tampoco mientras están ahí.

Desmond moja una toalla con agua cálida para frotar el rostro del menor. Da pequeños toques para retirar la sangre sin afectar demasiado su irritada piel y mientras lo hace y Tom solo le rehúye la mirada y se deja cuidar, se da cuenta de las marcas en su cuello. Cuando lo pilló leyendo el diario sintió que el mundo se le venía abajo, que resucitaban todas sus debilidades y lo desnudaban del poder que le hace ser quien es hoy. Entró en pánico, después en cólera. Con los sentimientos rebosándole en las venas no dudó en agarrarlo cual presa indefensa. No midió bien su fuerza y lo sabe porque ni siquiera recuerda haber encerrado los dedos en su garganta, pero sabe que lo ha hecho y la marca violácea de estos en su piel es la mayor prueba.

Se aterra al pensar qué habría pasado si ante tal disgusto sus emociones le hubiesen superado, haciéndolo matar a su pequeña mascota. No quiere siquiera imaginarlo, pero se fuerza a hacerlo ¿Cómo sino se castigará por haberlo siquiera pretendido? Necesita cerrar los ojos, encerrarse en esa ilusión falsa hasta que confunda las paredes de su mente con el tapizado de la biblioteca y piense que Tomás esté realmente muerto. Quiere dolerse, volverse loco y jurarse que jamás volverá a cometer el mismo error. Necesita creerse su muerte, así sabe que nunca tendrá que vivirla. Toma una profunda bocanada de aire y cierra sus ojos mientras sigue limpiando el rostro del chico, deja que el aroma de su sangre le inunde las fosas nasales y trata de imaginar el intenso olor de una escena del crimen recubierta de ese bonito rojo. Imagina a Tomás muerto, desgarrando por sus colmillos y zarpas, con la mirada fija, el cuerpo frío y nada de bondad siendo recubierta por entrañas. Siente un terrible nudo en estómago, como si fuese de plomo, cae y cae haciéndole sentir un vacío por dentro que amenaza con devorarlo y ante ese agujero negro se siente diminuto.

Abre sus ojos nuevamente, viendo ahora al chico vivo, oyendo sus latidos calmados, inspirando la leve dulzura del miedo y sintiendo contra su piel lo tórrida que es la del menor. Termina de asearle la cara sonriendo con algo de melancolía por su terrible, terrible pensamiento, y entonces lo toma de la mano para ayudarlo a levantarse y lo hace seguirle hasta el dormitorio.

Ahí tampoco hablan, recorren el pasillo con pasos pequeños, se adentran en la conocida habitación y Desmond tiene que empujar un poco al chico para que este se siente en la cama. Le cuesta hacerlo, mira las sábanas arrugadas como si fuesen sagradas y vacila, no es hasta que sus manos lo arrastran al lecho que el chico decide quedarse. Una vez encima Desmond sale a encargar comida para él, al volver se sienta a su lado y posa una mano en su rostro delicadamente para hacer que lo mire.

—¿Mejor? —pregunta acariciando su mejilla.

Tomás asiente con algo más de alegría y le sonríe en respuesta.

—Sí, amo —articula con la voz frágil. Después suspira, deja el aire salir con la intensidad del aleteo de una mariposa y, aun así, Desmond siente que podría desmoronarse con solo eso. —, Morien fue horrible con usted.

Desmond abre los ojos con enormidad y se separa un poco del chico, asustado. No está reclamándole por su comportamiento horrible, ni siquiera por las lágrimas que todavía sigue llorando, no está lamentándose por su vida o sus heridas, está... apenándose por él.

—Eso da igual, ya ha pasado. —responde el vampiro queriendo tranquilizarle, pero Tomás niega y aparta la mano del hombre de su mejilla, mirándolo con una seriedad que lo ensalza hasta obligar a su amo a encogerse.

Desmond se siente tan pequeño bajo esa mirada que lo examina, las sedosas pestañas podrían barrerle lejos con un mero parpadeo y esos ojos melosos que lo ven desde el cielo, como la mirada divina, podrían partirlo con un rayo con tan solo desearlo. Su corazón tiembla por las palabras del pequeño y se siente asustado de él.

Cuando ve a Tomás siendo rudo, él vuelve a ser el chico anónimo y Tom es Morien, Vlad, su padre y su madre, los abusones del pueblo que mataron a su perrito, su viejo jefe que le golpeaba. Cuando ve a Tomás tan, tan cerca de mirarlo con odio, siente que sigue siendo ese niño pequeño que solo aparta la mirada y pide perdón. No quiere que Tom sea como el resto, es lo único diferente en su vida.

—No —repite el chico con firmeza, su voz atraviesa al vampiro, atándolo al destino que sus siguientes palabras decidan. Con solo quererlo, Tom podría escupir una pesada sentencia y arrojar a Desmond al fondo de un vacío del que sería incapaz de salir, pero su tono se suaviza en vez de eso. —, no ha pasado. —prosigue con compasión.

Entonces es él quien toma la iniciativa y alza la mano, toma el rostro de Desmond entre sus dedos con fuerza, clava los dedos en la piel y lo fuerza a mirarlo igual que el vampiro le hizo a él aquella noche en la exposición. Desmond se estremece y solo abre la boca, incapaz de responder la plegaria que tiene en la punta de la lengua.

<<Tomás... no me rompas tú también el corazón>>

El chico muerde su labio y frunce el ceño en un visaje dolido.

—No ha pasado, amo, si hubiese pasado usted no trataría de ser tan malo con los demás para evitar que alguien que ya ha muerto lo sea con usted. Si hubiese pasado no me habría pasado a mí también. Si hubiese pasado, esto —aprieta la mano en la barbilla del hombre y tira hacia abajo sin piedad, haciéndole agachar la cabeza. La mirada de Desmond cae sobre los brazos de Tomás, después lo hacen sus lágrimas, ardiendo en las franjas verticales y rosáceas que pretendieron abrirle las puertas a otro mundo. —no estaría aquí. —Tom gruñe de frustración y suelta al hombre casi empujándolo, después lleva sus propias manos a la cabeza y llora. —¡Si ya hubiese pasado, si fuese solo cosa del pasado yo no querría morir y hacerme daño cada vez que... que pienso que usted será igual que Morien!

Desmond lo detiene cuando nota que está a punto de entrar en otra de sus crisis y que va a autolesionarse pellizcando las cicatrices de sus brazos. Lo agarra con fuerza por las muñecas incluso si él mismo está a punto de perder la compostura y dice:

—Tienes razón, me sigue afectando Morien, me sigue torturando y por eso te torturo a ti. —confiesa con todo el dolor de su corazón. Tomás asiente, rompiendo en llanto al escuchar, por fin, lo que su mente tanto ha callado, una verdad de la que ha empezado a dudar. —Pero quiero que eso termine, quiero ser bueno para ti, que tú no tengas que escribir un diario, que puedas llamar a tus amigos y reír con ellos, quiero que puedas servirme sin odiarme, que cuando te toque mis manos no duelan. Te quiero, Tomás.

El chico respira hondo, calmando su llanto.

—Entonces se acabó ser como Morien conmigo, se acabó —demanda, mirándolo a los ojos.

—No volveré a serlo, mis castigos jamás serán así de nuevo y siento tantísimo haberme excedido al verte leer el diario. —Tomás vuelve a llorar al oír el incidente ser mencionado. —Lo siento, lo siento... ¿duele mucho?

—No es eso... me da pena que se haya quemado su diario. Era algo muy personal para usted y ahora se ha destruido —confiesa con un pequeño puchero. Desmond le suelta los brazos ahora que está seguro de que está sosegado y le da un pequeño abrazo. —, me gusta más como es ahora, amo. No es como usted describía a Morien, me hace sentir bien muchas veces, pero antes he pasado mucho miedo pensando que usted había cambiado, pero para peor.

—No es así, no lo haré. —susurra y acto seguido empieza a acaricia su cabello.

El chico respira su aroma varonil y aséptico y se acerca un poco, buscando el refugio de su abrazo.

—Sé que ha estado mal leer su diario, mi señor ¿Me perdona? Me sentía muy solo.

—Lo sé —dice el vampiro besándole la cabeza —, lo sé, por eso lo escribí. No está mal que lo leas, le escribí para alguien como tú, siento haber reaccionado así.

—¿Le cuesta mucho controlar sus instintos conmigo? —pregunta Tomás de forma inocente. Tiembla un poco por la cercanía, pero aun así la busca y se abraza a Desmond, que ha empezado a tumbarse sobre la cama. Pronto están ambos de lado sobre el colchón, uno arropando al otro con su cuerpo y este acurrucándose en el pecho del más grande. Desmond asiente firmemente. —Debe ser difícil ser un semi puro, sobre todo después de lo que pasó con Morien. No quiero que usted esté mal, amo, cuando leía su diario solo quería ir corriendo a decirle que todo estaba bien, pero no podía. Ahora, cada vez que piense en Morien y quiera hacer algo muy malo, por favor, búsqueme y le daré un abrazo para que se pase, yo sé que usted no es malo, solo... necesita amor ¿No es cierto?

—Oh, Tomi... —Desmond dice con la voz rota, estrechándole más fuerte contra él y reteniendo las lágrimas que hace rato lleva evitando que caigan. —¿Qué he hecho para merecer algo tan bueno como tú? Eres tan tierno, tan tierno. —murmura mientras se separa un poco de él y baja para mirarlo a los ojos. Pega su frente con la de Tomás y roza sus dos narices en un beso de esquimal. —Quiero besarte.

Tom responde acercándose a besar al vampiro. Junta sus labios y le demuestra todo lo que ha aprendido con unos pocos ejemplos, rodea los labios del vampiro con el filo de su lengua, tienta a la de este cuando se aventura para su boca y al sentirla húmeda y placentera, husmeando más allá de sus labios, él decide que no quiere perderse ese viaje libidinoso y lo imita. Lame la lengua del otro, la muerde, después perfila uno de los colmillos.

Tiembla durante el beso, asustado por la audacia de sus propias acciones, pero nota, al rodear el cuello del más grande, que el vampiro también se estremece como un primerizo por el contacto de sus labios y la dinámica de sus lenguas. No tiene interés por hacer de ese beso el inicio de algo más explícito, le gustan los besos de Desmond y besar él a Desmond. No quiere complicarse pensando en qué vendrá después o que debería venir, él quiere ser feliz y la alegría la halla en los momentos, no en la expectación. Y sabe que ahora se siente bien besando a su amo, igual que sabe, al segundo siguiente, que se queda sin aire. Se separa acalorado, tomando una bocanada de oxígeno que le inunda los pulmones y lo refresca.

—Me gusta cuando me besa en la boca —admite el chico con convicción —, nunca hizo eso cuando era malo conmigo. Me gusta porque es algo que haría el chico anónimo del diario.

Desmond besa su frente y se le acerca para volver a fundirlo en su abrazo.

—Gracias por seguir viendo en mí a alguien tan humano. —murmura.

Unos toques en la puerta llaman la atención de ambos, acto seguido un hombre trajeado deja una bandeja sobre el buró y se retira tras una reverencia. Tom se levanta, emocionado por la comida. Mira el plato de pescado ahumado y después a su amo, pidiéndole permiso con sus ojos de cachorro hambriento.

El vampiro asiente, Tom ataca el plato.

—A partir de ahora puedes comer en la mesa y la silla de abajo si lo deseas, no necesitas estar todo el rato en el suelo cuando no estés en mi cama.

—¡Gafias! —responde con la boca llena.

Desmond ríe por su extraño acento y se separa un poco, dejándolo comer tranquilo. Se tumba en la cama mientras escucha a Tom tragar casi sin masticar antes. Debe estar muerto de hambre.

<<Como yo>>

No puede retener ese pensamiento más. Su sed de sangre empieza a recorrerle el cuerpo como una picazón molesta. A la noche siguiente necesitará más que un trago y sabe que Tomás, va a ser su alimento. Él le dijo que no solo era comida ni un juguete, pero eso no significa que deje de ser esas cosas. Ambos lo saben, ambos tienen miedo por el momento de la verdad. Tomás está ya prácticamente curado y Desmond, tras su ayuno, se haya deseoso de llevarse su piel y sangre a la boca. No podrá aguantar mucho más sin morderle y apenas unos días más sin que el deseo que lo lanza violentamente contra su cuerpo del menos lo posea, ordenándose poseer al menor.

Esta noche Desmond decide ir a dormir pronto, asustado ante la idea desperdiciar más energías y volverse débil en su batalla contra los instintos. No quiere arruinarlo todo.

Espero que os haya gustado<3
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