Damián despierta a media noche, su alfa se pone tieso como un perro guardián ante una amenaza. Al hacerlo halla la cama fría, Lucas ya no está a su lado acurrucado, durmiendo tras su enorme bajón emocional.
Está en el suelo, sentado en posición de loto y mirando por la ventana con unos ojos que parecen haber atrapado la luna en ellos. Tan distantes y melancólicos, es como si su iris fuera de otro mundo, como si pudiese ver más allá.
Damián se acerca a él, sentándose en el suelo sin decir nada para no romper el tranquilizador silencio entre los dos. Se escucha el roce de las sabanas, las respiraciones pesadas del alfa; del omega no se oye ni un parpadeo, es como si fuese piedra. Mira la luna todavía, sin moverse como si no hub ese notado la gran presencia del alfa a su lado. Mueve sus labios, no sus ojos, como si aún le hablase a la luna, como si le aullase; como si sus palabras salieran del corazón igual que lo hacen los aullidos de su lobo.
—Tienes que prometerme algo. —dice, serio. Después traga saliva.
—Prometo que nunca me iré. — se apresura a decir el alfa. Lucas se muerde el labio con expresión dolida.
—No es lo que quiero que prometas, eso sería imposible. —un largo silencio y demasiadas cosas que Damián sabe que no serían escuchadas si las dijese. Lucas suspira, como si esperase oírlas de todos modos, como si quisiese ser convencido de lo contrario. —Prométeme que si te vas a ir no me harás querer recordarte por siempre.
—Lo prometo, Lucas, omega... te lo prometo y te prometo que no me iré y te prometo que siempre que me nece—el alfa es cortado, Lucas sigue sin mirarlo, pero la luna en sus orbes empieza a inundarse, aunque el omega no deja caer una sola lágrima.
—No conocí a mi madre, ya lo sabes. ¿Sabes algo más? Soy el único omega que no quiere que le marquen nunca, me da miedo. —Lucas suspira y toma aire, antes de escupir recuerdos enquistados. —Ella le dijo a mi padre que jamás podría olvidarla. Fue cierto, ella le prometió que se quedaría e incluso le dejó una marca de propiedad para demostrarlo. ¿Sabes cuál es mi primer recuerdo? Cuando yo tenía tres años vi a mi padre hurgando con un cuchillo en la marca de su cuello, diciendo que tenía veneno dentro y que tenía que sacarlo. Gritaba como un loco y me escondí en el armario mientras llamaba a la policía. Recuerdo como vinieron y hablaron mal de él, pero no de mamá y como una semana después el doctor le dijo que si su alfa no volvía la marca se infectaría y lo mataría.
Lucas hace una pausa y Damián traga saliva. No siente que tenga derecho a decir nada, ni siquiera a tocar a Lucas. Su dolor es tan tuyo que abrazarlo o decirle que lo siente sería una hipocresía, pero puede escuchar y eso es algo que nunca ha hecho un alfa por él: quedarse y simplemente oír qué tiene que decir.
—Cuando empezó la cirugía recuerdo que todo el mundo dijo que era un padre horrible, porque a mí se me marcaban las costillas. No le cogían en ningún trabajo por ser un omega soltero con un hijo omega y el médico era caro, no había dinero para comida y papá fingía comer conmigo a veces, yo era pequeño, no me daba cuenta de que no tocaba su bocadillo, de que lo envolvía y después me lo daba de comer a mí al día siguiente. Después de eso no hubo una sola noche en mi vida que no me despertase escuchándolo llorar y gemir por el dolor de la marca. Tampoco había una sola puta mañana en que no me dijese que mamá volvería algún día. Ella no iba a volver, esa maldita verdad se le estaba enquistando en el cuello y matándolo, pero aun así cuando el casero tocaba a la puerta él corría como un loco, por si era ella.
Damián asiente en silencio, sintiendo su corazón desgarrándose, siendo arrancado de su pecho. Siempre ha visto a Lucas débil, lloroso y necesitado. Ahora no hay lágrimas, solo ojos brillantes y llenos de determinación, una voz poderosa que no vacila y un corazón donde el amor de una madre falta y solo hay en su lugar una rabia palpable, horrible, que hace que Lucas quiera patear a todo alfa fuera de su vida antes de que ellos puedan venir, tomar lo que quieren e irse por sí mismos.
Lucas voltea la cabeza hacia Damián, su ceño fruncido y sus labios prensados en una dura línea. Su enfado es esta vez la expresión más sincera que ha visto nunca.
—Yo no quiero un alfa por el que esperar en casa cada día, he tenido de esa mierda toda mi vida. Quiero un alfa por el que no tenga que esperar o no quiero nada.
Damián traga saliva, asiente de nuevo, pero no aparta la mirada. Nunca lo hará. Verá esos ojos cada día y todas las emociones contenidas en ellos y cuando Lucas esté tan lleno de rabia y pena, de olvido y recuerdos horribles, que no haya lugar para las lágrimas, él las llorará por Lucas. Como ahora.
Es la primera vez que llora por un omega y delante de uno. No sabe cómo sentirse. Lucas se acerca, lo abraza y respira el aroma turbio del aire. No hay más palabras esa noche, ni más lágrimas.
Esa noche Lucas duerme sin despertarse y Damián no duerme, preguntándose demasiadas cosas.
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