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 Lucas es incapaz de sacarse a Damián llorando de su cabeza. Sí, fueron apenas dos lágrimas que se perdieron en su cuello a los pocos segundos sin dejar ni rastro, pero ¿Y qué? Él no necesita más evidencia que haber estado ahí, que haber visto a un alfa llorar por él.

No entiende nada, no sabe cómo sentirse, como continuar viviendo y respirando esas feromonas atrayentes y peligrosas ¿Debe estar a la defensiva como siempre? Pero después de lo que vio no puede, el alfa desnudó su alma para él, ahora él solo quiere desvestirse de prejuicios y dejar que el alfa lo desvista a besos. Ahora Lucas no está seguro de si quiere confiar en el alfa o de si quiere dejar de hacerlo, por si acaso. Y no sabe si ha empezado a confiar en él o si ya no puede dejarlo, si lo tiene en la palma de su mano o es al revés. Nunca ha visto a nadie siendo herido por él, nunca ha sido más que víctima y no sabe cómo tomárselo, qué significa o qué pasará ahora.

Y, bueno, lo que pasa al despertar es que el alfa le besa la frente con ternura, desayuna y se va temprano a buscar a su amigo. Se despide, excusándose por sus prisas. Lucas le dice que da igual, aunque realmente no ha escuchado ni una sola palabra de lo que le ha dicho, solo ha mirado esa radiante sonrisa y se ha preguntado porque ahora hay una en su cara. Unos golpecitos en la puerta lo desconcentran, de la sorpresa la sonrisa en su cara se esfuma. ¿Por qué Damián me hace sentir así? No quiero dejar de sentir esto, pero...

—¿Si?

—Soy Marcel. —dice una monótona voz al otro lado de la puerta. Lucas suspira con alivio y va abrir la puerta. —¿Estás bien? —pregunta su amigo al ver su rostro pensativo y extrañado.

Creo que me he caído, que he caído... por un alfa.

—Estoy... confuso. —dice Lucas bostezando.

Marcel lo mira recolocándose de las gafas con un gesto elegante y cruzando el umbral. Hace un gesto pensativo y el omega no dice nada más, solo va a la cocina a por algo de desayuno.

—¿Por los alfas? —pregunta el otro, dando de lleno. Lucas se sorprende un poco, su amigo puede parecer frívolo y somero, pero al parecer se fija en él y ya lo conoce muy bien. Le enternece ciertamente ver que Marcel es tan buen amigo.

—Por el alfa. —dice el omega rodando los ojos y dando un bocado a una manzana que saca de la nevera. Tan siquiera tiene apetito, su estómago está hecho un nudo, igual que su cerebro está hecho un lío.

Le estresa no saber qué sucederá y ahora, gracias a Damián, no es capaz de prever ni los latidos de su corazón. Un momento está estable y al otro parece al borde del infarto por una simple sonrisa bonita.

—¿Por qué? ¿Qué sientes? —pregunta el beta, inclinándose un poco sobre su amigo mientras lo observa. Lucas se siente como un animal de laboratorio bajo esa fría y analítica mirada, tan fácilmente confundible con el obscuro objetivo de una cámara o un microscopio.

Marcel puede que no sepa mucho sobre expresar sus sentimientos, pero al parecer estudia con ahínco los de los demás. A Lucas le parece algo escalofriante, pero le da igual, es su amigo, así que no es extraño que sea un rarito.

—Ese es el problema, no tengo ni id... —Lucas calla de repente, sacando el teléfono de su bolsillo al percibir una insistente vibración. —Espera, que me llama mi padre. Vamos saliendo —dice mientras señala la puerta y busca el botón verde en su teléfono. —que si no llegaremos tarde. —termina, antes de darle a la tecla.

Marcel se mantiene callado y observador mientras Lucas parlotea con el otro omega. Se le ve animado, en cierto punto incómodo al preguntar por una mujer, pero se le pasa rápido.

—Papá, casi llego a la clase, en nada te cuelgo. —advierte Lucas al vislumbrar el aula y a los alumnos empezando a entrar.

—Vale cariño, esta noche tengo libre, quería llevarte a cenar a algún sitio. Podrías invitar a un amigo tuyo si quieres, me gustaría conocer a la gente que hay en tu universidad y podría ser divertido ¿Si? —Lucas se queda paralizado un momento ¿Invitar a un amigo? Ríe para sus adentros Como si tuviera mucho donde escoger...

—Sí, claro. —dice, mirando hacia su derecha. Marcel le mira también con normalidad y Lucas decide que obviamente le dirá a él de ir a cenar ¿A quién sino? —Adiós, papá, entro en clase, te quiero. —musita con prisas mientras entra la puerta y ve al profesor en la clase ya preparando la presentación del temario. Cuelga el teléfono y se vuelve hacia el beta de nuevo. —Eh, Marcel...

—Hola pequeñín. —la voz de Damián viene acompañada de una enorme mano que le revuelve el pelo al pasar por su lado y una sonrisa radiante se aleja hacia los asientos de la derecha.

Lucas mira al alfa embobado, saludándolo con un mecánico gesto de manos. Se siente algo idiota cuando un grupo de alfas lo mira y se mofa por lo tontamente enamorado que parece. Parece, porque no lo estoy. ¿Verdad?

—¿Decías? —pregunta Marcel, sacándolo de su ensimismamiento y pensando en cómo Lucas casi sale flotando detrás de Damián con corazones por ojos. ¿Confuso, omega? Si hasta yo tengo claro lo que sientes.

—Uh... nada. —¿Qué? ¿Qué estoy haciendo? —¿Qué tal con Esteban? —pregunta, cambiando de tema y evitando preguntas internas que no sabe si puede responder pero que definitivamente no quiere responder.

Lucas siente la tentación de frotarse los ojos con incredulidad cuando lo ve. Marcel sonriendo... Bueno, si a esa media sonrisa diabólica se le puede llamar así. Lucas se pellizca el brazo, creyendo que sueña, nunca pensó que viviría para ver algo así ¡Auch! No, estoy despierto. Y debe gustarle ese maldito beta como para lograr poner algo de sentimiento en su cara, aunque sea un sentimiento que se parece más al sadismo que la felicidad... ugh, lo prefiero cuando está con cara de póker. El beta lo mira con ojos afilados y esa elevación mínima de su comisura y por un segundo luce más peligroso que un alfa, más depredador. Lucas traga saliva, sintiéndose inquieto, hasta que el beta le da una respuesta para nada más tranquilizadora.

—Es genial estar con él, tengo planeadas cosas muy divertidas para dentro de poco...

Lucas no se atreve a preguntar y el beta cruza la clase con una mirada hacia Esteban, quien no se percata. Solo él sabe qué hay en su mente en esos momentos y Lucas siente un escalofrío al pensar en las posibilidades.

—Por cómo lo miras parece que quieras comértelo o algo, das miedito. —dice Lucas mirando a su amigo con los ojos bien abiertos y algo encogido, como si realmente estuviese asustado.

—Quien sabe. —dice el otro con simpleza, encogiéndose de hombros y volviéndose hacia su compañero con su característica expresión de apatía.

Lucas se siente más tranquilo ahora su amigo no parece estar poseído por el mismo diablo. O por un alfa hambriento, que es básicamente lo mismo.

Las clases transcurren con normalidad y con el final de la última, Marcel se levanta un momento para ir a hablar con Esteban. Lucas lo sigue, queriendo comentarle lo de la cena de esa noche rápidamente antes de que vuelve a olvidársele. Aunque antes no se me ha olvidado realmente... Cuando ya casi llega, gira por acto reflejo a la derecha y se dirige hacia una ancha espalda que ya conoce. No, no. No voy a hacer esto. No. Joder, Lucas... Soy putamente imbécil, no me puedo creer que...

—Damián. —murmura a sus espaldas. El enorme alfa se voltea con una sonrisa, interrumpiendo la anécdota que parece estar contando a otros alfas; ellos musitas algunas cosas y miran al muchacho con ojos sedientos.

—Hola —dice con una enorme sonrisa, revolviendo el pelo del muchacho y haciéndolo enrojecer de nuevo. —¿Qué sucede? ¿Quieres que vayamos a algún sitio, omega? —pregunta, esa última palabra hace que surjan maripositas en el estómago de Lucas. Siempre que la oye es entre jadeos asquerosos o burlas hirientes, pero ese alfa ha logrado de hacer de ella algo bonito que a Lucas le gusta ser llamado.

Los otros alfas hacen comentarios sobre el color del rostro del chico y Lucas alcanza a oír alguna obscenidad, por lo que los mira con asco y vuelve a Damián.

—Esta noche mi padre me llevará a cenar fuera y me ha dicho que puedo traer a un amigo y... bueno, ya que Marcel no puede... —No es mentira, es decir, no le he preguntado porque él va al gimnasio por las tardes así que era de esperarse que estuviese ocupado. Claro, es eso. —¿Quieres venir? Es solo porque le he dicho que traería a alguien y le hace ilusión y...

Damián ríe, enternecido por el parloteo del pequeño. Entonces lo arrulla entre sus brazos y lanza una ominosa mirada a los alfas que los observan como si fuesen una película porno, pronto ello se disipan entre quejas y Lucas se siente más seguro.

—Claro que sí, gracias... —susurra suavemente.

Damián sabe que Lucas y su padre tienen un pasado turbio y difícil y que trata de alejar a los alfas de ambos, así que si quiere presentárselo no es por pura casualidad.

Espero caerte bien, suegro.

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