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Ambos vampiros asienten, Desmond con normalidad y Víctor ciertamente reacio. Ambos se sientan a los lados de Vlad mientras su humano lo encara, puesto a cuatro patas sobre la mesa, y se dedica a lamer los pedazos de comida esparcidos en ella. Vlad observa el espectáculo casi son aburrimiento, para él una humillación así no es más que algo cotidiano, necesita más perversión para que su esclavo le resulte suficientemente interesante como para que pose sus ojos en él más de un par de segundos; para Desmond la escena no es realmente impactante, ha visto a Vlad hacerle cosas peores a otros y a ese esclavo, así que no se halla sorprendido en absoluto y aunque ese chico le inspira una gran compasión ahora se halla toda invertida en pensar en cómo morder a su humano. Pero Víctor... Víctor es otro caso totalmente diferente: mira al humano con una falsa mueca de frialdad, pero bajo la mesa aprieta los puños.

—Y dime ¿Qué le encuentras de interesante a mi puta insulsa? —pregunta Vlad señalando al chico que sigue lamiendo y masticando con naturalidad, como invulnerable a sus insultos. —¿Lo has probado ya? ¿Has probado su cuerpo?

—No —responde tajante, pero se obliga a coger aire y corregirse—, aún no. —Vlad lo mira por ello de forma más afable. —Simplemente me gusta practicar medicina y él es un buen sujeto, se porta bien, hace mucho caso y tiene mucho que curar. —explica sin extenderse más, observando con mirada analítica como desliza la lengua por la mesa en busca de hasta la última migaja.

—Deberá ser que eres un rarito de la salud, si no, no veo que interés podrías tener en él, no sirve para mucho. —responde con una risa que no se le contagia a nadie.

—Él parece muy obediente, de todos modos. —trata de salvarlo Víctor, sin ser demasiado obvio.

—Como debería ser —responde Vlad de forma perspicaz, reclinándose hacia él sobre la mesa. —¿Tú tienes humanos? —pregunta bajando el tono, alejándose un poco.

—No, ahora mismo no.

El vampiro más viejo se apoya en sus manos, mirándolo con intensidad, y hace un sonido suave, como un ronroneo.

—Me pregunto cómo serían tus mascotas —dice con voz ensoñada. —¿Qué clase de métodos usas para educarlas?

—Disciplina y cariño, siempre en las dosis justas. —responde con la voz neutra, sabiendo que causará conflictos por ello; por si su instinto no es suficiente, Desmond, delante suyo, se lleva las manos a la cabeza tan pronto lo oye.

—Ya veo entonces de dónde saca Desmond sus bobas ideas.

—Vlad... —dice el nombrado en tono de advertencia, pero, como de costumbre, este lo ignora y prosigue.

—Si usase solo un poco de disciplina y quizá una pizca de cariño mi mascota no sería así de obediente y apuesto a que las tuyas no lo fueron. No deberías ir con esos métodos tan liberales por ahí, menos tratando de influenciar a Desmond. —replica, pero antes de que nadie diga nada, él hace una pregunta maliciosa —¿Si tú fueses su amo... —ríe, señalando a su pequeña mascota que ahora simplemente se chupa ávidamente la punta de los dedos ante la fata de comida. —le darías también cariño y le cocinarías cada día?

Desmond se muerde el labio sabiendo que la honestidad que tanto le gusta de Víctor va a dejar de gustarle por un momento; se inclina sobre la mesa, deseando poder parar el tiempo, pero su amigo responde.

—Sin duda.

Sorprendentemente, Vlad no se enfada ni inicia un acalorado debate, solo ríe hasta el punto de llevarse las manos a la tripa y dice.

—Entonces es una lastima que no sea tuyo, sino mío. Aunque es una lástima para él, no para ti ¿Cierto?

Víctor lo ve levantarse y empujar al humano al suelo para llevárselo. El chico se da un golpe en las costillas con el asiento de su amo y cae dando un pequeño aullido de dolor, después se levanta con las rodillas flaqueándole, pero el vampiro se obliga a apartarla mirada, sonreír y asentir.

—Eres solo un cachorro —le dice Vlad con cierta indulgencia a Víctor, pasando por su lado para acariciar su cabello como si realmente se tratase de un niño. —, pero ya verás que aprenderás rápido. Ahora, si me disculpáis, me voy a disfrutar un rato de mi cena.

Desmond mira a su amigo mientras su antiguo maestro se despide, tiene el ceño fruncido, la mandíbula tensa y los ojos casi salidos de las órbitas. Sabe que lo mejor es dejarlo solo antes de que explote, así que le coge la mano un segundo, para llamar su atención, y dice con voz susurrante:

—Yo iré también a comer, tranquilízate.

Víctor le responde asintiendo con más temple, pero su agitación sigue siendo visible en cada uno de sus gestos, sobre todo en la mirada que dirige a las escaleras, ahora vacías. Desmond se levanta y deja la cocina también, subiendo por las escaleras y deteniendo sus andares solo frente a su puerta. Tom aire, lo deja salir, se dice mentalmente que todo irá bien, se lo repite, y gira el pomo.

Al entrar se encuentra al chico todavía con las sábanas pegadas al cuerpo y a medio levantar. Tomás está frotándose un ojo, alargando un brazo para desperezarse y con sus hermosos cabellos caoba de forma que parece un no muy fiero leoncito. Es hermoso y eso solo logra abrirle el apetito, lo cual no es muy buena idea ahora.

—Hola amo ¿Qué tal? —pregunta amablemente cuando ve al vampiro acercarse a él y sentarse a su lado, buscándolo con las manos.

El vampiro lo toma por la cintura y lo ase con facilidad, el chico, receptivo, interpreta los gestos como órdenes que ya conoce y no tarda mucho en obedecer. Se sube al regazo del hombre, encarándolo no sin un deje de pudor que siempre tiñe sus gestos más dóciles, y mira al suelo esperando por una respuesta de aquel que es su propietario.

—Bueno, no del todo bien —dice el hombre acariciando el cabello del chico, echándolo sutilmente hacia atrás al peinarlo con sus dedos para descubrir poco a poco su cuello. El vampiro finge un puchero al hablar y Tom, sorprendido por lo caricaturesco que se ve el acto en la boca colmilluda, ríe.

El sonido de su risa es suficiente para que Desmond se olvide unos instantes de quién es y donde está. Es algo mágico, le arranca del mundo con una belleza sin compasión. Necesita más dosis de felicidad de Tomás.

—¿Qué sucede? —pregunta el chico entonces, recapacitando sobre la pregunta.

Desmond se enternece al notar en su tono una genuina preocupación.

—Verás, estoy... —el vampiro baja el tono, se inclina para besar el cuello del chico y este solo deja ir un suspiro tembloroso entre el miedo y el gusto. —hambriento.

Tan pronto la palabra sale de sus labios, el corazón de Tomás se acelera. El chico se pone nervioso y tenso, puede sentir sobre él los temblores, la rigidez de los músculos y cómo cada uno de los gestos del chico esconden el deseo de retraerse de él, pero, aun así, Tomás trata de disimularlo. Se abre el pijama soltando los primeros botones y expone su cuello, no tiene sentido negarle un deseo a su propietario y lo sabe. Lo aprendió por las malas.

—No te apresures —le advierte el vampiro tomándolo del mentón para hacer que lo mire justo cuando el chico vuelve la cabeza, mostrando su garganta indefensa. Tomás lo mira con alivio y algo de confusión. —, no voy a morderte directamente. Quiero hacerte sentir bien antes. —la frase se pierde entre sus labios, fundiéndose con un beso que comienza a darle.

Tomás lo recibe con los brazos abiertos, abrazándolo para combatir el miedo del momento y dejándose hacer por el enorme vampiro. Desmond lo carga y lo pone bajo él en la cama, devorándole la boca a besos de un modo que logra hacerle perder el sentido de dónde está; así, al abrir los ojos, se sorprende un poco al verse recostado en el lecho y con el depredador encima.

—No temas, mi pequeño —le susurra el vampiro, bajando entre palabra y palabra para seguir picando los labios del menor con los suyos. —, dime ¿Cómo te sientes?

Tomás sonríe por la pregunta, es la primera vez que a alguien le interesa su opinión antes de hacer algo desagradable y lo agradece enormemente.

—Asustado porque dolerá —dice alicaído. —, solo quiero que termine rápido.

Desmond se muerde el labio espectando como el chico se le ofrece de nuevo. Retira la brumosa camisa, dejando a la vista un cuello tan níveo y suave que bien podría confundirse con la prenda que acaba de deslizar fuera de su camino, pero el aroma y la dulzura de esa dermis no puede ser imitada por ninguna capa divina que pongan sobre él. Se aproxima, solo oliendo al principio, y debe hacer un enorme esfuerzo por no escuchar al chiquillo y, así como acabar deprisa, empezar inmediatamente ya.

No puede esperar al día en que Tomás se le ofrezca de ese modo, deseoso no de terminar de ser mordido, sino de ser mordido, ansioso por alimentar a su propietario o ofrecer su cuerpo a su goce. Sabe que para ello el muchacho necesitaría una pizca de masoquismo en su cuerpo y que quizá no la halle, pero ama fantasear con ello.

—No me tientes, humano idiota —dice en tono juguetón de nuevo, bajando a besar su piel y arrancándole un brusco estremecimiento. —, podría comerte ahora mismo y si no lo hago es porque quiero tranquilizarte antes, así que no seas una víctima tan fácil si no quieres que yo sea cruel.

—¿Entonces que debo hacer, amo? —pregunta el chico con un deje de desesperación.

—Dime ¿Qué te ayudaría a relajarte? ¿Qué querrías hacer antes de ser mordido?

—Yo...

El chico se queda sobre la cama con la mirada perdida en alguna arruga de esta, pensando. Jamás imaginó que tendría la oportunidad de elegir qué hacer para no sufrir tanto un mordisco, así que ahora la pregunta se le presenta de sopetón y no puede pensar en ninguna respuesta.

—Quiero que me abrace —exige lo primero que todo, sonando confianzudo. —, y que me deje tocarle. Siempre que intento aferrarme a usted porque tengo miedo me aparta, no quiero eso esta vez.

—De acuerdo —accede fácilmente Desmond, sorprendido por la inocencia de sus peticiones. —, antes de morderte quiero besar tu cuello, tú me dirás cómo te hace sentir y la próxima vez, si te ha hecho sentir bien, besaré más de tu cuerpo.

Tomás asiente de nuevo, mordiéndose el labio. Ama la forma gentil en que el vampiro le propone las cosas ahora, le hace sentir seguro, tentado. No sabe que le depararán esos labios, quizá una sensación agradable, quizá cicatrices duraderas, pero nunca jamás ese desespero que sentía las primeras veces siendo mordido y arrojado lejos, como una bolsa de comida vacía.

Desmond no pierde el tiempo con más palabrería, se acerca a su cuello nuevamente y cumple su palabra sin demora. Los besos son tiernos y cálidos, la lengua del hombre rara vez roza la piel y hacerlo pequeños escalofríos recorren el cuerpo del chico. Los labios gruesos de quien pretende ser su amante se deslizan con suavidad por la curva que desciende hacia su hombro, la piel allí deja un raso valle para recorrer y el hombre explora el camino de arriba abajo varias veces, rozando con la punta de los labios y la fría nariz al principio; la caricia es superflua, cosquilleante. A Tom se le escapa una sonrisa.

—Es agradable —dice con la voz ahogada, temeroso de romper el extraño silencio que flota entre ambos como un halo mágico.

—¿Y esto? —pregunta Desmond entonces, sonriendo contra su piel.

Tom quiere preguntarle a qué se refiere, pero la respuesta llega a él antes que la pregunta; Desmond besa su piel con más fogosidad, prensa su boca contra la salada dermis, chupa un poco y pasa después la lengua por la zona enrojecida, como queriendo curarla. La primera vez Tom se sonríe y arquea su espalda, ofreciéndose sin querer más aún a la boca del vampiro. La segunda vez cierra los puños con fuerza y logra calmarse, centrándose más en la sensación misma que en el miedo que le da la novedad.

Y aunque su cuerpo tiembla recordando que las succiones de Desmond siempre vienen acompañadas del mareo y la pérdida de sangre, ahora se siente diferente.

Muy diferente.

Es como un pequeño pinchazo en la piel, uno suficientemente cercano al dolor como para dejarlo sensible, pero que no logra arrancarle una queja, sino más bien un gemido.

La tercera vez Tomás suspira, su piel pulsa como si el corazón siguiese los labios del vampiro y él se permite relajarse un poco.

—Me gusta, me hace sentir bien —murmura el chico con los ojos entrecerrados. —¿tendré esta clase de besos siempre que me vaya a morder, amo? —pregunta entonces, dejando que su inocencia desvele cruelmente sus deseos.

Se sonroja cuando Desmond ríe enternecido al oírlo.

—Siempre que los quieras, tonto —le corrige —. Ahora voy a morderte. —le informa, suavizando su voz mucho más.

El chico asiente, suspira y frunce el ceño.

—Quiero un abrazo. —reclama con firmeza, estableciendo de nuevo sus condiciones.

Desmond lo toma con cuidado y lo arropa con su enorme cuerpo, rodeándolo hasta sentarlo sobre él. El chico tiene los brazos alrededor de su cuello y las piernas envolviendo sus caderas y Desmond coge de la cintura al chico, estrechándolo contra sí tal como ha pedido.

Tom esconde el rostro en el ancho cuello del vampiro, buscando un refugio para cuando el mal le sobrevenga y este trata de darle seguridad tomándolo más fuerte. Lo aprisiona en el abrazo que tanto ha pedido. Entonces lo muerde sin vacilar.

Clava los dos colmillos tan profundo como está acostumbrado, perforando la piel de un pinchazo limpio y doloroso y, como es de esperar, Tomás grita horrorizado por el dolor. Se contiene para no hincar el resto de los dientes, como otras veces hacía, y simplemente se dedica a alimentarse sin recrearse en la caza.

Tom se hecha a llorar inevitablemente, el dolor empieza en la mordida, pero no termina nunca. Lo siente extenderse por todo su cuerpo como una infección que lo puebla en cuestión de segundos, hace que los dedos se la arqueen y que los miembros se le queden congelados como si estuviesen hechos de alambre y él no puede responder más que llorando como un niño pequeño.

Con el poco control de sí que tiene, se agarra al vampiro tan fuerte como puede. Oye el sonido de la tela rasgarse y, buscando compañía, siente que arranca del hombre capaz de ropa y finalmente llega a la piel. También la rompe. Sus uñas se clavan instintivamente buscando sostenerse a algún lugar para no caer en esa desesperación que cada vez lo absorbe más y más y poco a poco siente el calor que Desmond le está drenando volver a sus manos.

El vampiro se separa de él ronroneando de placer y con una pequeña protesta bajo su aliento y él, al despegarse del hombre con la frente sudorosa y los ojos perdidos, se mira las manos. Están llenas de sangre.

—¡L-Lo lamento, señor, lo siento tanto! —chilla aterrado, dándose cuenta de que no es su sangre, sino la de su amo, la que le mancha las manos.

Ha arañado toda la espalda del hombre hasta hacer trizas la camisa y escarbar bajo la piel. Sabe que se ha ganado un castigo, así que se abraza a sí mismo, buscando protegerse del golpe que está por llegar.

—No pasa nada —oye decir al hombre. Lo mira con sorpresa, casi sin creérselo, pero este solo lo deja en la cama y lo arropa con la manta. —, descansa, iré a por una camisa que no hayas roto.

El chico no responde siquiera al jocoso comentario, solo se queda en la cama, viendo como ese tipo que sale por la puerta no es, ni de lejos, el mismo hombre que entró por ella un tiempo atrás.


Muchas gracias por leer <3 ¿Os ha gustado el cap?

¿Qué opináis de la tensión entre Vlad y Víctor?

¿Qué os parece la evolución de la relación entre Desmond y Tom?

Y por último os dejo aquí unos dibujos hermosos hechos por personas super habilidosas. Quiero agradecerles muchísimo el gesto; por favor, dadle mucho amor a su arte <3
Los dibujos son de alfa_fujoshi y redblossxm (ambos son sus ussers de insta)

 Quiero agradecerles muchísimo el gesto; por favor, dadle mucho amor a su arte <3Los dibujos son de alfa_fujoshi y redblossxm (ambos son sus ussers de insta)        


        


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