47

 Lucas pica a la puerta de la habitación de Damián con insistencia cuando su padre le pasa un mensaje diciendo que está en el aparcamiento, esperándolos a él y a su amigo. Lucas ha olvidado mencionar que iba a llevar a un alfa, pero duda de si va a ser así porque Damián lleva horas encerrado en su habitación y el omega empieza a preguntarse si no habrá muerto algo así.

—¡Eh, que ya está mi padre abajo!

—¡Voy! —grita el otro, confirmando que en efecto está con vida. Lucas rueda los ojos cuando le escucha correr de un lado a otro de la habitación ya que piensa que se está vistiendo en el último minuto y que posiblemente se hubiese olvidado de la cena. Alfa tonto...

En el fondo, piensa, no tiene nada de reprocharle. Él se ha preparado cinco minutos antes solo y se ha vestido de forma simplona y cómoda. Lleva unas converse, leggins negros y una sudadera gris muy holgada. Ah, y su espeso y brillante cabello azabache hecho un lío sobre su cabeza; como se ha duchado hace poco, su cabello es ahora una bola esponjosa sobre su cráneo, como una nube negra, pero sabe que en unos minutos bajará y se alisará, formando un casual flequillo que quizá le moleste un poco sobre los ojos.

—Listo ¿Vamos? —dice el alfa, abriendo la puerta.

Lucas se voltea para decirle que sí con desgana, entonces lo ve. Hijo de puta hermoso... Lucas frunce el ceño, no puede ser que el destino sea tan jodido como para ponerle a Damián siendo tan atractivo justo en un momento como ese, en el que duda de todo respecto a ese hombre.

El tipo no llevaba horas encerrado en su habitación, sino que al parecer llevaba horas encerrado en alguna especie de máquina de la perfección o algo por el estilo. Lucas jamás había visto a Damián trajeado, hasta ahora, y aunque a muchos adolescentes un traje les quedaría ridículo, él es todo un hombre y logra llenar esas prendas de estilo y atractivo. Tampoco es nada extravagante o pretencioso, él luce elegante, sin una pizca de arrogancia, pero al mismo tiempo puede parecer un Dios, quizá uno humilde, pero debe ser un dios, sino ¿Por qué Lucas tiene tantas ganar de arrodillarse frente a él?

Damián lleva un saco negro mate que parece bordado sobre su cuerpo, es de su medida perfecta: cierra un poco más arriba de su ombligo, aprieta lo suficiente sus hombros como para dejar ver lo musculoso que es sin oprimirlo y las mangas llegan exactamente hasta la muñeca, dejando ver las enormes y varoniles manos, donde algunos anillos llanos de plata adornan sus dedos, haciéndolo lucir poderoso. Bajo la chaqueta lleva una impoluta camisa blanca, pero nada de corbatas o pajaritas, lo que adorna su cuello y el nacimiento de su pecho son un par de botones sueltos y un pequeño trozo de dorada piel expuesta, lo suficientemente poco como para no ser demasiado obvio, lo suficiente como para tener a Lucas enfadado pensando en otros omegas tratando de ver más allá de esa camisa.

Los pantalones son negros también, resaltan lo fuerte de sus muslos sin apretarle y terminan mostrando unos lustrosos zapatos negros que por suerte no parecen anticuados. Lucas sabe que esos pantalones son su talla totalmente y que no necesita cinturón, pero lleva uno negro, de cuero y con la hebilla plateada como los anillos, lo que le favorece jodidamente mucho y desvía la atención hacia zonas que Lucas no tendría que estar mirando ahora y menos estando boquiabierto. El omega trata de distraerse subiendo a su rostro por ese deleitoso camino al que el alfa llama cuerpo. Grave error. Su cara luce incluso mejor si es que eso es posible.

El alfa se ha afeitado, dejando a la vista una quijada fuerte y una piel hermosa y agradable, junto a su sonrisa típica, esos labios carnosos, una nariz perfecta, unos ojos verdes enormes y radiantes, llenos de esa chispa de lujuria que hace que las piernas de Lucas tiemblen y su corazón se acelere y su omega gima pidiendo ver como esa mirada se consume y arde. Lobo, cómeme... ¡No, me tengo que tranquilizar! Maldito seas, alfa. Damián además ha engominado su cabello poniéndolo hacia atrás y dándole un aspecto más señorial y, en cierto modo, más dominante. Aunque su gomina no ha podido domar un par de hebras que caen con gracia por su frente, haciendo que Lucas se pregunte como todo le puede sentar tan malditamente bien a alguien.

Por supuesto, el alfa no se ha perfumado, porta su aroma natural con orgullo, a sabiendas de que esas feromonas territoriales que desprende hacen temblar a Lucas de emoción.

—¿Vamos? ¿No decías que tu padre estaba aquí? —pregunta burlón, abriéndole la puerta a Lucas y esperándolo.

El chico sacude la cabeza para salir de su ensimismamiento y, rojo de la vergüenza por haber sido pillado mirándolo así, y con el ceño fruncido por ello mismo, sale afuera y guía al alfa hacia el coche de su padre. En la lejanía, cuando el omega los ve, este alza la mano y lo saluda efusivamente. No es hasta que los chicos están suficientemente cerca que al padre la expresión de alegría se le borra del rostro por una de asombro.

—¿E-Este es tu amigo? —pregunta señalando a Damián mientras trata de sonreírle.

Su hijo asiente y él traga saliva tendiéndole la mano para darle un apretón, cosa rara en los omegas, pero el alfa intuye que siendo un omega sin pareja en su pasado ha tenido que aprender a comportarse como un alfa en ciertos ámbitos para que la gente lo tome con seriedad, sobretodo en el trabajo.

El alfa extiende su mano con amabilidad, sonriéndole de forma tranquilizadora al inquieto padre de Lucas, que lo mira como si estuviese viendo a un oso pardo a punto de devorar a su hijo. Trata de no estrecharle la mano muy fuerte, teniendo en cuenta que es un omega, pero se siente mal cuando ve al padre tratando de aguantarse una mueca de dolor al acabar; ha sacudido su brazo por completo y al parecer ha dejado su mano algo roja, se siente horrible, no es un buen comienzo, pero jamás tuvo que dar la mano a un omega. Él siempre ha sido más de meter mano.

—Encantado. —dice con educación y un tono afable, no quiere empezar con mal pie. —Soy Damián, comparto habitación con su hijo.

Los ojos del hombrecillo se abren con enorme sorpresa y entonces exhala un:

—Oh... —Damián lo mira algo preocupado, el hombre parece nervioso y entonces suelta una risa que ayuda a calmar el ambiente. —Teniendo mi hijo un amigo como tú supongo que ya no debo preocuparme por él. Eres... madre mía, eres un alfa... un alfa muy imponente. —confiesa, de nuevo entre risas nerviosas.

Se siente ridículo, siento un omega está acostumbrado a ser pequeño, pero es algo inusual sentirse diminuto junto a alguien que podría ser su hijo. El padre de Lucas ya tiene una edad, sin embargo, está hablando con el hombro del amigo de su hijo porque su maldito cuello no da como para mirar más arriba.

—Ah, sí, soy el alfa más grande de mi familia y creo que también del curso. —Lucas rueda los ojos ante sus alardes y ante la forma en que su padre asiente y se le iluminan los ojos, emocionado. El alfa solo le dedica una fugaz mirada de triunfo. —Créeme, tu hijo está en buenas manos.

—Yo no estoy en manos de nadie ¿Vamos o qué? Se me van a congelar los mocos si seguimos aquí fuera con todo el frío. —gruñe el omega, tiritando y abrazándose a sí mismo. Se siente algo escéptico al ver que Damián se está esforzando tanto por agradar a su padre, no sabe qué planea, pero sabe que planea algo.

Su padre ríe por el grosero comentario y abre las puertas del coche. Lucas entra con los dientes castañeándole y se siente detrás, queriendo estar solo. Damián se sienta como copiloto, resistiendo sus inmensas ganas de ir atrás y envolver a Lucas en un cálido de abrazo, pero sabe que de hacer algo así frente a su padre, él posiblemente le gritaría y patearía su entrepierna.

—¿Y cómo es que tú y mi hijo sois amigos? —pregunta, poniendo el coche en marcha —Él... bueno, él no suele llevarse bien con los alfas, no sé si lo sabes.

En ese momento Damián estalla en risas y el hombre se sorprende. Lucas solo puede sentirse nervioso y enfurruñado, hay algo en que a su padre le agrade Damián que le hace sentir raro. Es como si pensase que van a verse más seguido.

—Creo que eso lo sabe toda la facultad ya. —dice el hombre, limpiándose una lágrima de la risa y tomando aire entre carcajadas para poder hablar normalmente. —Me pusieron de compañero de habitación con él, así que era inevitable que nos volviésemos cercanos. Además él es un omega en la universidad, llama la atención mucho, por eso me sentí curioso e insistí. Al principio me odiaba.

—Oh, no digas eso. —responde el padre de Lucas.

—Te sigo odiando. —añade el omega desde atrás.

Damián se voltea para esbozar con los labios un Y me amas mudo, ve como Lucas frunce el ceño de frustración y atina a lanzarle un beso. El omega hace como que coge el beso al vuelo y finge que lo arruga entre sus manos y lo lanza por la ventanilla. Damián le lanza otro, Lucas le saca el dedo medio.

—Ya hemos llegado, está cerca de la universidad este sitio.

El rumor del coche se detiene y los tres miran el lugar con asombro mientras salen del coche. Es un lugar rústico y muy bonito, decorado de forma humilde pero muy certera. Cuando entran una nube de calor y tonos ocres y caoba les golpea, es un sitio muy hogareño.

—Hola ¿Hay una reserva a nombre de Paul? —pregunta el omega. El tipo de la recepción lo mira de arriba abajo con una ceja alzada y sin levantar la cabeza del libro de reservas,

Lo hojea con una calma desesperante y después asiente.

—Mesa tres. —dice secamente.

—Gracias... —exhala el padre de Lucas con un hilillo de voz, apartándole la mirada y avanzando hacia el salón. Odia ir solo a sitios lujosos, cuando su alfa va con él todo le tratan bien, pero no causa la misma impresión cuando no nadie que le acompañe.

Le habría gustado traer a su pareja, pero estaba trabajando, aunque sabe que ella quiere que disfrute de la noche y por eso mismo llamó ella he hizo la reserva en lugar tan caro. Paul le dijo que era demasiado, ella dijo que jamás sería suficiente para él, después se pasó toda la tarde sonriendo como un tonto y le dolían las comisuras, como si se le hubiesen oxidado después de tantos años.

Cuando hallan la mesa todos se sientan y aunque Paul y Lucas ya están más que acostumbrados a que la gente bisbisee sobre ellos y sobre donde deberían o no estar —usualmente la opinión general dice que no deberían estar ahí y si a los pies de un alfa—, a Damián eso le sorprende demasiado. Nunca se había sentido tan observado y asqueado a la vez. Puede oír perfectamente cómo la gente habla de la vida del padre de Lucas sin quiera conocerlo, algunos diciendo que es un mal padre, otros que es un mal omega. Se siente terrible, enfermo, tiene ganas de vomitar solo de imaginarse toda una vida de ser el centro de esos comentarios.

La ira en él empieza a crecer y mientras todos miran el menú se forma un ambiente incómodo. Lucas y su padre se miran, percibiendo las virulentas feromonas del joven alfa.

—Son gilipollas. —concluye Lucas, hablando un poco más alto de la cuenta de forma intencionada.

—No les hagas caso, siempre pasa lo mismo. —le advierte el padre.

Damián no piensa que no hacerles caso sea la opción correcta y rotundamente no se siente más tranquilo al saber que siempre pasa lo mismo, pero aun así asiente y trata de actuar con normalidad. Los omegas ya tienen bastante con tener que ser juzgados por los demás como para que además él esté jodiendo al hacer eso más evidente.

—Dime ¿Qué tal las clases? —el padre de Lucas sonríe, radiante, como si no estuviese rodeado de hostilidad. Damián se siente impactado por ello, pero pronto sale de su asombro.

—Bien, son algo difíciles al principio. A mí no me cuesta mucho porque estudié un poco durante el verano para venir preparado y Lucas se le da muy bien todo, aunque a veces le ayudo con alguna asignatura.

—Oh, es muy dulce que ayudes a mi hijo a estudiar. —responde el padre, mirándolos a ambos saltadamente. Lucas parece molesto y avergonzado.

—Él es muy dulce.

—Soy amargo como mi alma. —dice el omega, gruñéndole a Damián. Le avergüenza tanto que le diga cosas bonitas... pero le avergüenza más querer seguir oyéndolas, tener al omega en él ronroneando por simples palabras y sentir en el pecho una pulsión de deseo por pasar la mano bajo la mesa y tomar la del alfa demandando caricias.

—Oh, cállate, tu alma es como un algodón de azúcar recubierto de alquitrán. Parece temible y podrida, pero es adorable. —Lucas gruñe de nuevo, sonrojándose y Damián no puede evitar sonreír.

El padre observa la escena, sabiendo que su hijo normalmente le arrancaría la lengua a quien le dijese algo así. Ahora simplemente está poniéndose rojo.

—Chicos, me alegro de que tengáis una relación tan bonita, una relación de... —inclina la cabeza, dejando la frase a medias y mirando a su hijo con ojos pícaros.

—Amistad. Digo, enemistad. —termina Lucas, cortante, antes de que Damián diga cualquier locura. Los amigos no se provocan orgasmos cuando están en celo... Oh, genial, estoy rojo de nuevo. Soy imbécil.

—Dime, Damián —interrumpe Paul, fijándose de nuevo en el alfa. Si su hijo es testarudo no hay nada que hacer al respecto, pero pretende conocer a fondo a ese alfa que se está logrando lo imposible con Lucas. —¿A qué quieres dedicarte?

—No estoy muy seguro. Soy de una familia adinerada, así que jamás me han presionado para que piense en mi futuro laboral, aunque quiero trabajar. Estoy haciendo esta carrera porque amo la química, aunque más adelante veré que me gusta más y me especializaré en ello, me gustaría trabajar en algún centro de investigación o hasta quizá como profesor, es decir, si amo aprender, amo enseñar. —Y a tu hijo tengo mucho que enseñarle sobre química... Damián, contrólate.

—Eso es fantástico, los profesores son siempre pacientes y comprensivos, bueno, si son buenos profesores, y esa es la clase de persona que quiero en la vida de mi bebé Lucas.

—¡Papa! ¡Tengo diecinueve años! —se queja este, inflando las mejillas. Damián no se resiste a pincharle una con el índice, sobresaltándolo.

—Y sigues pareciendo tierno como un bebé. —responde el alfa, sorprendiendo a todos, incluso a sí mismo. El padre de Lucas ríe por lo bajo al ver a ambos adolescentes apenados por ello.

—¿Puedo tomar vuestros pedidos? —pregunta un camarero, acercándose con sigilo y elegancia.

Todos piden, sin prestar demasiada atención a la comida y deseando continuar con la agradable —aunque Lucas cree que es fastidiosa— veladas.

—¿Y tus padres? ¿Qué tal la relación con ellos?

—Papá y yo estamos bien, aunque somos muy independientes. Él se pasa el día de un lugar a otro, disfrutando de tener dinero, yo soy más centrado así que no muchas veces coincidimos, pero la relación no es mala. —explica. Que no mencione a la madre hace que Paul tenga preguntas, preguntas que sabe bien que nadie quiere oír.

Recuerda a Lucas llorando cada vez que alguien preguntaba por mamá y desde luego no quiere hacer sentir a ese afable alfa así.

—Debe ser genial tener tanto dinero. —dice Paul, apoyándose en una mano y luciendo soñador. —Mi alfa también tiene dinero, pero hace poco que nos conocimos y aún no me acostumbro a este estilo de vida. Por suerte dentro de poco podré comenzar a enviarle a Lucas más dinero para la comida y otros gastos mientras esté en la universidad.

—Disculpa... —dice Damián, cortándolo. —Me gustaría hacerme cargo económicamente de Lucas. Eso no haría falta.

¿Qué?

Ambos omegas quedan patidifusos y miran al tipo con los ojos abiertos enormemente. Paul se siente francamente impactado, no esperaba que el amigo de Lucas diese un paso tan lejos; Lucas simplemente no sabe si sentirse halagado, comprado o enfadado. Decide que todas a la vez. Cuando un alfa mantiene a un omega es usualmente porque es su omega y esa idea causa cosas demasiado confusas e intensas en Lucas. Obviamente la idea le hace ilusión y suena como un sueño, pero por otro lado detesta que venga un alfa a su vida a decir que se hará cargo de él, él no necesita a un alfa o al menos le gusta más pensar eso.

—Aquí tienen sus entrantes. —la voz del camarero los saca de su ensimismamiento e interrumpe el torrente de dudas —y gritos histéricos, por parte de Lucas— que está por caerle al alfa.

Los platos llegan a la mesa con un aspecto apetitoso. Lucas se siente como un perro hambriento al ver sus quesadillas y Damián se relame por sus rollitos con jamón serrano. A Paul le sirven una ensalada con queso de cabra aguacate, mango y nueces, no muy apetitosa para alguien con alergia a los frutos secos.

—Disculpe. —dice el hombrecillo llamando al camarero, quien gira sobre sus talones y después rueda los ojos sobre el borde del párpado superior, luciendo horriblemente irritado. —Lo pedí sin nueces ¿puede traerme otro?

—¿No le da vergüenza que se vaya a desperdiciar un plato por unas simples nueces? —inquiere el alfa, poniendo una mano en su cintura y mirando a Paul altivamente.

El omega se siente chiquitito y baja la vista al suelo. Ese camarero habla muy alto y ahora todos lo están mirando como si fuese un caprichoso; puede escuchar bufidos de desdén por la sala.

—E-Es que soy alérgico, no puedo comerlo. Lo siento. —bisbisea el omega, sus ojos cerrados con miedo al sentir la hostilidad en al aire. Cada inhalación es un paso más cerca del ahogo, dicen que son solo miradas, pero con intensidad suficiente un alfa puede robarte el aire sin necesidad de alargar sus manos hasta tu cuello.

—Solo aparta las nueces entonces. —espeta. Lucas siente el terror apoderarse de su omega y lucha duro por tomar ese lábil miedo entre las manos y moldearlo con la forma de la ira; necesita enojo para ser valiente, necesita rabia para rugir y defender lo que ama. Aunque sea antinatural, aunque los omegas estén hechos con gargantas finas para jamás dar una voz amenazante.

Chasquea la lengua cuando la boca del omega se abre de nuevo. Eso le hace cerrarla, se muerde el labio con temor, entonces habla con voz temblorosa.

—E-Estan troceadas muy pequeñas, podría comer una sin querer y eso sería fatal para mí.

—¿No tienes acaso un alfa que te enseñe a no molestar? —dice el camarero entonces, su voz ronca y cavernosa hace que el omega cierre los ojos con terror. El camarero se inclina hacia él, el aroma del alfa lo estrangula, venciéndolo.

—Da igual... esperaré al segundo plato... —murmura, tratando de mantenerlo lejos. No quiere tener que ponerse en esa situación, no delante de su hijo, no si el alfa es peligroso también para su hijo. Solo se rendirá y lo mantendrá a salvo, los omegas no están hechos para luchar.

La mesa es golpeada y los vasos tiemblan sobre ella. El camarero dirige los ojos alarmados hacia el otro extremo, pero sonríe con calma al ver que se trata de Lucas.

—Te ha dicho que le traigas otro plato, hijo de puta. —Lucas aprieta su mandíbula, sintiendo su cuerpo temblar. Odia eso. Odia a los alfas gilipollas que le hacen tener que levantarse y ser rudo, odia que le hagan hacer cosas por las que su omega llora y aúlla y araña dentro de su pecho, queriendo salir de un cuerpo que no sigue su naturaleza.

Yo no debería golpear la mesa y gritar, yo debería quedarme sentado con mi corazón sensible y escucharlo latir cuando mi alfa lo hiciese por mí. Esta no es mi naturaleza, los alfas deberían protegernos, no al revés.

El camarero da un paso hacia Lucas, la rabia escapa por todos sus poros y siente que su menudo cuerpo jamás aguantará tanto odio. Un omega jamás podrá escupir maldad sin envenenarse antes con ella.

Damián permanece sentado en la mesa y cuando ve las intenciones del tipo de humillar al omega junta las manos, sonríe y habla. Habla usando su voz.

Tráele otro plato ahora mismo, discúlpate con ellos dos y dame una forma de contactar con tu jefe. Tienes suerte si después no te despide y si después no te rompo la cara. —su voz no puede ordenar nada en alfas, pero sí aterrarles y hacerles sentir algo sumisos cuando son más débiles, como es el caso de ese hombre, así que cuando termina de hablar, el camarero asiente con efusividad y toma el plato entre sus manos, sacudiéndolo de lo mucho que tiembla.

Su presencia desaparece tan rápido como su sarcástica sonrisa. Los alfas de la sala desvían sus miradas, aún curioso, pero por lo menos esforzándose en ser discretos. Y los omegas, oh... Paul siente un peso siendo retirado de sus hombros, no está acostumbrado a que los problemas se solucionen y no está acostumbrado a saber que su hijo está seguro; él jamás pudo protegerlo bien al ser un omega y siempre supo que Lucas no podría defenderse más allá de las palabras.

Lucas siente que maldito cuerpo se ha derretido. Su voz, oh, joder... quiero que use su voz en mí, oh, alfa, me ha protegido... tan atento, tan atractivo. Quiero que ordene a todos los alfas que no me miren nunca más y que después me ordene a mí que me arrodille para que solo él pueda verme y que entonces me... Oh, Dios, oh, alfa ¿Qué me estás haciendo?

—Muchas gracias, Damián, eso ha sido muy amable. —dice el padre, mirando enternecido al alfa.

Damián frunce el ceño y le responde con una mueca de molestia en los labios mientras ve al camarero alejarse hacia la cocina.

—No deberías darlas, en primer lugar ni siquiera debería haber sucedido eso. Es la primera vez en la vida que veo algo así, que hombre tan despreciable...

—De todos modos, gracias. —dice sonriéndole, lo que logra calmarle un poco y hacer que relaje su expresión. —Voy al baño, ahora vuelvo chicos.

Dicho esto el omega se levanta discretamente y se escabulle hacia el servicio. Damián lo piensa, es su oportunidad.

—Ahora vengo, no le gruñas a más alfas, que para eso estoy yo. —le dice a Lucas, quien sonríe con saña y responde.

—Bueno, no te prometo nada.

Damián ríe por su testarudez y se aleja hacia los baños, esperando frente a la puerta del servicio a que Paul salga.

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