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Gabriel está otra vez en uno de esos camiones de transporte de mercaderías que tanto odia porque le marean, en completa oscuridad y rumbo hacia el lugar donde se subió -o más bien, lo subieron- al primero, solo que esta vez no solo hace el viaje con un vampiro, sino también con un híbrido de lobo y cambia formas, cosa que jamás habría imaginado. Y mucho menos habría imaginado estar conversando con ellos con total calma.

—¿Así que fue una bruja quien os dio el nombre? —pregunta Ángel, ambos asienten, pero está muy oscuro para que pueda ver, pero de todos modos ya sabe la respuesta después de escuchar la historia de como ese par de conoció y se topó con Leoren. —Si esa mujer está muerta es posible que sea porque sabía algo, pero si la mataron para que Leoren no os dirigiese a ella y no os diese información ¿Por qué mandarían a los refuerzos que luchan contra vosotros a su tumba? No tiene sentido, los muertos no hablan.

—Puede que Leoren supiese que ella ya estaba muerta, puede que esa mujer no tenga que decirnos nada. —interviene Román, hablando apresuradamente.

—¡Eh, que el cerebrito de la operación soy yo y me estoy perdiendo! —le reclama Gabriel, golpeándole el hombro o al menos intentándolo y fallando por culpa de la oscuridad. —¿De qué nos va a servir una tipa muerta?

—Leí algún que otro informe de las investigaciones de mi padre sobre magia —dice Ángel de repente, captando la atención de sus dos interlocutores. —y en ellas ponía que hay hechizos que pueden mantenerse después de que la bruja haya muerto si es que esta era muy poderosa y si aun queda algo de ella, como su sangre. La sangre de los brujos es muy poderosa y si hay un vial de sangre o algo así en su tumba esa podría ser la clave, quizá el hechizo de esa mujer nos dice algo sobre el antídoto de tu inmortalidad.

—Leoren nos contó algo parecido. Tiene sentido —murmura Gabriel, pensativo, mordisqueándose las uñas. —, pero ¿Qué clase de hechizo podría ser?

—Uno de protección, seguramente. Si necesitan refuerzos es que no es un hechizo relacionado con el ataque o la destrucción, supongo que debe ser un hechizo que preserve el antídoto o algo así.

—Ya... —Gabriel musita, no muy convencido por las palabras de Román. —Pero no tiene sentido, si hay que proteger el antídoto o como se llame ¿Por qué enviarían a los refuerzos a donde está el cadáver de la bruja que lo protegía? ¿Por qué no enviarlos a donde está el antídoto?—Román niega, reforzando las cavilaciones de Gabriel. —No tendría sentido entonces, si pusieran a alguien ahí esperando a los lobos durante mucho tiempo sería sospechoso y si es un lugar importante lo último que quieren es llamar la atención.

—¿Y si está en el mismo lugar?

—¿En la tumba de la bruja? —pregunta Román arqueando las cejas. —No tiene sentido.

—No tiene sentido... —repite Gabriel, casi fantasmagóricamente. —A menos que el hechizo no sea un hechizo de protección.

—¿Entonces? —pregunta Román, escuchando atentamente las sugerencias de Gabriel.

Ángel no dice nada, no tiene más información que dar y prefiere no molestar con ideas sin sentido, además la forma en que los otros dos debaten e intercambian ideas casi instantáneamente. Cuando los oye hablar, discutir o pensar juntos siempre piensa que tiene una química increíble. Una algo explosiva, pero no la hace menos genial.

—Se trata del mismo antídoto, por eso han mandado a los lobos ahí. Román es vampiro gracias a una bruja, quizá es esa bruja, quizá su sangre es lo único que mantiene su hechizo, su inmortalidad, vigente ¿Qué otro sentido podría tener?

De vuelta en Barcelona Gabriel y Román se sienten enfermos e inseguros. Ángel solo está confundido, andando con su mano apoyada en el hombro de Gabriel, vigilando con su único ojo sus pies y pensando que alguien ha tomado el mundo y ha cambiado algo, algo pequeño, como un mero número en una fórmula matemática, algo que uno no podría señalar, pero que afecta a todo el conjunto y lo hace ver extraño. Está feliz de estar en el exterior, tanto que podría dar saltos de alegría, pero eso no significa que no se sienta también débil y desamparado. Sin Gabriel y Román él estaría solo en una ciudad desconocida sin saber siquiera a quien acudir ¿A la policía? ¿Con qué cara va a presentarse en una comisaría después de haber matado a su propio padre? ¿Sabe siquiera donde está la supuesta comisaria? Se siente enfermo al pensarlo y, además, su mala visión juega en su contra con un horrible mareo. En el camión no había luz apenas, veía quizá el contorno de las caras de sus acompañantes, si pasaban cerca de una zona muy iluminada y con suerte, pero ahora que las farolas cubren la mayoría de las calles, se siente extraño, el mundo se ve un poco menos real de lo que pensó, como si faltase un trozo, como si estuviese roto.

<<Lo único roto aquí soy yo>>

Mira a Gabriel volteando su cabeza hacia él, luce desconfiado, moviendo sus ojos de un lugar a otro con cada paso, barriendo todas las posibles esquinas. En la ciudad la noche es silenciosa, pero también tensa. El viento no ulula, las alimañas nocturnas no corretean y no existen los pasos lejanos de ningún transeúnte, suena como un silencio artificial... Como un decorado hecho para observar todos sus movimientos. Las calles son placas de Petri gigantescas y ellos bichitos diminutos que no son capaces de ver el cristal que los aprisiona.

Y pese a la incesante sensación que todos tienen en la boca del estómago, como una enorme bola de chicle que se les ha atragantado, no les queda más remedio que bajar del camión y dirigirse al único lugar que consideran seguro: la casa de Gabriel. No es la gran cosa, pero ahora mismo es mejor estar entre cuatro paredes que bajo la mirada de quien quiera que los observe y es el único sitio que conocen. No tienen nada más, no tienen a nadie más y pese a estar juntos, tomados de la mano y con las respiraciones retenidas en lo alto del pecho, se sienten profundamente solos.

Gabriel sabe que si no les espían ahora, lo harán más tarde o por los menos los buscarán y sabrán donde buscar: el plan inicial era entrar en el despacho de Farken, buscar información y dejar todo ordenado y la llave en su sitio antes de que nadie se diese cuenta de nada, pero el cajón con llave, Nombre y la ceguera parcial de Ángel eran cosas que no habían previsto. Se han los documentos que hablan del cementerio, así que debe ser obvio para Urobthos que irán allí. Quizá por eso no les han atacado aún, por eso no hay nadie buscándolos por las calles ni esperándolos en el sofá de su casa con un arma apuntando a la puerta ¿Para que van a ir tras ellos y ellos solitos se lanzarán de cabeza a su perdición?

Posiblemente el cementerio esté más lleno de soldados que de cadáveres para cuando lleguen, así que necesitan tener un plan y, sin embargo, no tienen nada.

Están tan cansados que tras entrar por la puerta principal ni siquiera revisan las habitaciones, solo se tiran a la cama o al sofá y se quedan ahí, respirando, tratando de fingir que pueden permitirse tomar un respiro.

Y, de hecho, eso harán. Ninguno tiene fuerzas para levantarse de donde está tumbado ¿Cómo pretenden ir entonces al cementerio? Por primera vez en mucho tiempo, sienten que no tienen prisa. O que no pueden tenerla.

—Estoy exhausto... —suspira Gabriel tumbado en su sofá. Ángel asiente vigorosamente desde el sillón donde se ha desparramado como un muñeco roto. —Ángel, ves a la habitación, a la derecha, hay una cama. Tú eres quien más necesita descansar ahora, quizá tu ojo mejore si due...

—Gracias. —dice el chico cortándolo, le sonríe cortesmente e incluso hace una leve reverencia cuando se levanta y busca con los ojos la puerta de la habitación, pero Gabriel sabe perfectamente que esa es solo una forma educada de hacerle callar por decir la enorme tontería de que quizá algo de sueño le devuelve mágicamente la vista. —Iré ahora, si no te importa. Cuando despierte y me encuentre mejor curaré las heridas de tu rostro ¿Si? No quiero que se infecten y sé tratarlas.

Gabriel asiente, cerrando los ojos y respirando, tiene la sensación de que hace mucho que no toma una larga y calmada bocanada de aire, los pulmones, al estirársele, le duelen, como si se le hubiesen oxidado, aunque sabe que posiblemente sea por la paliza que ha recibido últimamente. Las palizas, mejor dicho.

—Siento que mi sangre no haya funcionado... —comenta Román en un tono tristón, su boca se tuerce en una mueca de disgusto al terminar la frase y ver como el otro le busca con la mirada, dándose cuenta de que le está hablando desde un punto ciego y de que no le ve si no es girándose un poco.

El chico solo le sonríe de forma tranquilizadora y dice:

—No pasa nada, ¿Puedes venir conmigo a la habitación? Me gustaría probar de nuevo lo de tu sangre, solo por si acaso...

Gabriel alza un poco la cabeza desde el sofá ¿No es contradictorio ese comportamiento? Si es obvio que dormir no lo curará, es obvio también que probar lo mismo que ya ha fallado de nuevo tampoco. Sin embargo, se rehúsa a decir nada, no quiere herir a Ángel después de todo lo que ha hecho por él, aunque le duele pensar que aún queda esperanza en él, la suficiente como para apagar su inteligencia por momentos.

Román le acompaña, después de librarse de su sorpresa, a la habitación. El omega cierra la puerta tras el vampiro y toma aire, poniendo sus manos en su espalda y dirigiéndose a él con cierto nerviosismo. Román se lleva el índice a la boca y lo pone bajo la punta del colmillo derecho.

—Lo de la sangre era una excusa —confiesa el muchacho, riendo por lo patético que se ve siendo incapaz de alzar la cabeza y mirar a Román a los ojos mientras hablan. Nunca ha tenido ese honor con nadie y ahora le aterra. —, solo quería hablar de algo.

Román lo mira con las cejas arqueadas. Curioso, se sienta en la cama frente al chico y dice:

—Adelante entonces. —Suena tranquilo, su voz siempre monótona, rasposa, en una orden constante, pero en el fondo la curiosidad le molesta, sobre todo porque se pregunta por qué Ángel quiere excluir a Gabriel de la conversación.

—¿Tú quieres a Gabriel?

La pregunta le da en la cara a Román como un puñetazo y se la deja deformada con la mandíbula colgando de impresión y los ojos cómicamente muy abiertos. Niega con la cabeza, diciéndose a sí mismo que no debe haber escuchado bien.

—L-Lo siento —se apresura a añadir el omega, mirando al suelo y con su rostro poniéndose tan rojo que parece que sea él quien necesita saber si lo aman. —, es que cuando me desperté después de lo de... de lo de Nombre os escuché hablar a ti y Gabriel. Quiero saber si le quieres.

—¿Por qué quieres saberlo? —pregunta el otro, confundido.

—Para decírselo... —añade con voz aniñada y mordiendo su labio. —Él parecía desesperado porque le dieses una respuesta y cuando no se la diste fue realmente triste ¿Por qué no le respondes?

—¿Qué más da? —espeta entonces Román sonando más hosco de lo que había pretendido, haciendo al muchacho sobresaltarse un poco. —Al fin y al cabo, todo esto terminará del mismo modo diga lo que diga ¿No? Él solo está conmigo para matarme y si no lo consigue yo estaría a su lado solo para verle morir. Esta historia no termina bien, punto ¿Por qué debería importar si le quiero? Lo mejor que podría hacer si pretende matarme es olvidarse de mí, no obsesionarse haciéndome esa estúpida pregunta una y otra vez.

—¡No es estúpida! —es esta vez Román quien se hecha para atrás, asustado por la violenta reacción del menor. Y es solo un grito, uno agudo que no podría siquiera parecer amenazante ni para una pequeña alimaña, pero es impropio de él. El chico enrojece de nuevo por lo que ha hecho, pero esta vez no se disculpa, sigue hablando. —Él pregunta por tus sentimientos porque él siente cosas, los sentimientos de la gente no son estúpidos ¿Y qué si os vais a morir? Todo el mundo de muere y todo el mundo ama igualmente. Yo... yo sé que voy a morir algún día, pronto posiblemente, las manadas de lobos son vengativas con los desertores... ¡Pero igualmente! Igualmente sueño con enamorarme ¿Acaso debería abandonar ese sueño solo porque me voy a morir? La vida es corta, pero no es tan triste, no digas esas cosas, por favor... Me duele.

Román alcanza la cara del omega con sus manos en un intento desesperado por consolarlo y hacer que deje de llorar. El chico puede convertirse en un lobo de más de dos metros capaz de partir a alguien en dos de un bocado, pero unas simples palabras lo tienen llorando como una magdalena. Ángel es realmente raro, como Leoren o como Gabriel. Román siempre ha conocido a gente rara, un día pensó que la excepcionalidad dejaría de sorprenderse, que volvería monótono incluso lo extraordinario de tanto verlo, sin embargo, aquí está, nervioso porque no sabe cómo actuar con Ángel, porque no sabe qué sentir por Gabriel, porque no sabe cómo olvidar a Leoren.

<<Es triste, incluso aunque mi corazón no lata la gente va a seguir dejando huella en él ¿Cierto? Y duele tantísimo...>>

—Tranquilo, tranquilo... —Román rodea los hombros del muchacho ligeramente con su brazo, guiándolo hasta su lado en la cama, haciéndole sentarse también. —Siento decir cosas insensibles, es difícil ser humano cuando uno lleva tanto tiempo intentando sentir lo mismo que un cadáver. —reconoce riendo un poco, el muchacho lo mira a los ojos por una fracción de segundo y llora un poco menos. —Gabriel es importante para mí, muy importante, pero si se lo digo sé que las cosas serán más difíciles para él. He estado en su lugar, llevo en su lugar miles de años y sé lo que duele cuando alguien que te ama muere, por eso ¿De que valdría decírselo? Quiero dejar este mundo para que las cosas dejen de doler, pero también quiero dejarlo sin tener que hacerle daño a él.

—Eso es muy bonito... —murmura el chico, sorbiendo e hipeando. —ya entiendo por qué Gabriel se ha enamorado de ti. Pareces un tipo de piedra, de esos que son muy malos con todo el mundo y les da igual, pero eres un poco como yo.

—¿Llorica?

Ángel frunce el ceño y hace el amago de golpearle en el hombro.

—Sensible. —le corrige, haciendo un puchero.

Román abre la boca, listo para soltar una de sus frases lapidarias negando ser lo que efectivamente es, pero la cierra y en su lugar murmura.

—Sí, por desgracia lo soy.

Ángel le sonríe ampliamente, enjugándose las lágrimas, después toma la mano que está apoyada en su hombro y la estrecha con dos de las suyas, antes de darle un pequeño beso y exclamar:

—Estoy muy feliz de que tú y Gabriel os hayáis cruzado en mi vida, gracias, sois personas fantásticas —suelta la mano de Román lentamente, mientras este le da un amable asentimiento, tratando de sonreír. Entonces añade, con un tono alicaído. —, pero no sé si me merezco todas las cosas buenas que me estáis dando, no sé si merezco haber salido de ese lugar.

—¿Por qué dirías algo así? Ese sitio era el infierno, Ángel, ¿Preferirías haberte quedado y ser vendido a un horrible vampiro de Urobthos?

—No, pero... ¿Merezco una vida mejor? —pregunta sinceramente, alzando la vista para buscar con el temblor de la suya los ojos del vampiro. —He matado a mi propio padre, quizá merezco el infierno, quedarme ciego de los ojos, que m-

—No seas idiota. —responde Román duramente, mirándolo con los ojos rojos, encendidos en ira y obligando al pequeño a bajar sus pupilas color cielo de nuevo. —¿Qué te crees? ¿Qué las cosas buenas solo pueden hacerse de formas buenas? ¿Qué vivimos en un cuento? ¿Cómo mierdas ibas a salvar tu vida y la de Gabriel sin matar a tu padre? Además ¿Qué mierda importa que sea tu padre? Te hizo cosas horribles, planeaba venderte y tú andas aquí lloriqueando por haberle quitado la vida cuando para él la tuya era un simple utensilio ¿Sabes una cosa que he aprendido? Gabriel me dijo, cuando nos conocimos, que la vida tenía valor y yo me reí en su cara mientras él se sacaba las entrañas explicándome como él se muere por salvar la vida de los demás, de los seres queridos de los demás, como él se muere por no haber podido salvar solo dos estúpidas vidas. Únicamente dos de las miles de millones que hay en el mundo.

Dos estúpidas vidas le han destrozado y yo he arrebatado miles sin que me importe lo más mínimo. Y ¿Sabes qué? Que ese estúpido niño de menos de veinte años tiene razón y yo estaba equivocado, cada vida tiene valor, tiene tanto valor... es lo único que tenemos y lo único a lo que nos aferramos de los demás, a sus vidas, a que nos dejen formar una parte de ellas ¿Y tú pretendes sentirte mal por haber apreciado la tuya? Que le jodan a tu padre y a todos los miembros de Urobthos, que le jodan a todo el mundo, Ángel, porque todas las vidas valen y la de tu padre también, pero ninguna vida tiene que valer para ti más que la tuya y la de las personas que amas. Es lo único que tenemos en el mundo ¿Entiendes? Las cosas que amamos y sin ellas la vida no vale nada, se vuelve aburrida e insoportable, así que no digas que eres un asesino o que eres un criminal o que mereces ir al infierno. Tú solo estabas valorando lo que debe tener valor para ti y punto, solo estabas luchando por lo que sientes ¿No dices que los sentimientos son tan importantes? Entonces deberías entender esto, Ángel ¿Lo entiendes?

Los ojos del muchacho brillan y sus manos están temblando mientras asiente y traga saliva.

—Gra-gracias... —murmura. Un suspiro se escapa de su boca y, junto a él, expira un enorme peso que sentía sobre el pecho. —Es la primera vez que he hecho algo así, que he... matado. Y sé que no había otra opción, pero no quiero hacerlo, odio la violencia, odio todo eso... Por eso odio convertirme en lobo, apenas puedo controlarme, es como si perdiese la cabeza. No quiero hacerlo más.

—No lo hagas más. Nadie va a obligarte a hacerlo ¿De acuerdo? Si estamos en peligro me esforzaré el doble, para que tú no tengas que hacer eso.

—Lo siento, yo no quiero ser una carga...

Román le sonríe, poniendo una mano en su cabeza de forma paternal. Siempre se pregunta si tuvo hijos y aunque nunca llegará a saberlo, Ángel hace que la pregunta le preocupe un poco menos, quizá porque le distrae, quizá por le da una respuesta: no antes, pero sí ahora.

—No lo eres. Ahora, duérmete un rato, yo iré con Gabriel, él también está agotado.

El chico se envuelve en mantas, acurrucándose en la cama y siendo finalmente una bolita tapada hasta la nariz. A Román le parece tierno y ondea su mano en el aire antes de irse.

—Cuida de Gabriel ¿Si? —dice el chico desde la cama.

—Lo prometo. —le responde el otro antes de cerrar la puerta.

Cuando mira después a su derecha, nada más salir, se encuentra al pequeño pelinegro dormido en el sofá y roncando mientras aprieta los puños y susurra cosas ininteligibles en su sueño.

Se acerca a él con el aliento retenido en la garganta y su nuez temblando, se agacha para besar su frente un instante y susurra, sabiendo que nunca le oirá:

—Te quiero.


Fin del cap ¿Os ha gustado?

¿Qué os parece la interacción entre Román y Ángel? En verdad no pegan para nada, uno es demasiado bb y el otro demasiado cabrón jajaja pero quedan cuquis juntos, como dos amigos que no sabes por qué están juntos :v

¿Os gusta la evolución que están teniendo los personaes? ¿Os parece que es ''natural'' o hay alguna cosa de su evolución que veáis que se siente muy forzada?

jejeje ¿Os frustra saber que Gabriel no ha oído esa confesión de amor?

¿Qué creéis que pasará más adelante? ¿Y qué sentido le veís vosotros al tema de la tumba'

YYYY para acabar os quería enseñar el fanart super precioso que ha hecho una lectora :D ¡Muchísimas gracias Jimena! (no pongo el apellido porque no estoy segura de si quiere o no, más adelante editaré el cap y lo pondré si le parece bien)

YYYY para acabar os quería enseñar el fanart super precioso que ha hecho una lectora :D ¡Muchísimas gracias Jimena! (no pongo el apellido porque no estoy segura de si quiere o no, más adelante editaré el cap y lo pondré si le parece bien)        

asdfasd me encanta le ha quedado super chulo uwu <3 Porfi, dejadle muchos coments de amor en su dibujo.

*Ella no tiene redes donde suba sus dibujos, pero si se hace alguna para ello más adelante editaré esta parte de la historia para avisarlo ^^


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