48

 Esta historia está a la venta en Amazon en todos los países, así que si queréis apoyarme, no esperar a las actualizaciones u obtener los capítulos extras solo disponibles en la versión de pago, podéis comprar este libro en físico o en ebook, que es mucho más barato (menos de 5 dólares) ^^

Tom despierta por una desagradable sensación de humedad en la nunca. Se yergue como un resorte y el mareo le golpea, haciendo que deba apoyarse en el cabecero de la cama antes de siquiera situarse. Toma una bocanada de aire y se lleva la mano a la parte posterior del cuello, tiene sudores fríos. Mira a su alrededor, hallándose en la cama vacía y con una bandejita en el buró al lado de esta. Hay un vaso de té caliente y un bocadillo de queso que presupone que Desmond ha encargado para él.

<<Desmond>>

Lo busca instintivamente, aunque sabe que no está. Cuando vuelve a toparse con el lado vacío de la cama suspira y desliza los dedos de su nuca hacia un lateral del cuello. Chupa aire violentamente y los aparta al notar el pinchazo. Efectivamente el mordisco sigue ahí, pero el vampiro no.

Asume que Desmond tiene cosas que hacer y no puede quedarse con él si no sabe cuánto tiempo estará dormido. Él mismo duda de cuanto lleva en la cama, solo recuerda que Desmond se fue unos minutos para cambiarse de camisa y volvió con una de pijama, que él le dijo en tono burlón que era ropa demasiado adorable para él y que después se quedó dormido mientras Desmond le masajeaba la cabeza con una mano. Pudo haber sido hace unos minutos u horas y como el cielo está oscuro, sin rastros de la luna, no sabe con seguridad cuál de los dos ha sido.

Mira la comida relamiéndose, tiene una pinta deliciosa, pero pese a la pérdida de sangre no tiene demasiado apetito ahora. Nota la boca pastosa y con un sabor agrio, así que decide que antes de comer irá al baño a enjuagársela y cepillarse los dientes.

Se apoya en la mesita para ponerse en pie y, al hacerlo, se sorprende por lo poco que ha necesitado ese entibo. Se siente algo débil, pero no mareado. Puede andar con normalidad si no pretende correr y no tiene la vista borrosa y es extraño porque después de una mordida esas cosas eran rutina. Asume que Desmond ha bebido menos de él ahora y que por eso se encuentra mejor.

Sonríe un poco, su amo realmente está esforzándose por hacerlo sentir cómodo.

Sale de la habitación todavía sintiéndose como en una nube, pero entonces oye la voz de Desmond en el pasillo. Es firme y contundente, aunque no necesariamente refleja ira, solo formalidad. Sigue el sonido de su voz casi sin darse cuenta porque, además, está de camino al baño y se para frente a su despacho.

La puerta está encajada, no cerrada, y tras sus intervenciones hay silencios más o menos largos, así que asume que está hablando por teléfono. No le da mayor importancia y de hecho se pone en marcha para pasar de largo hasta que oye algo.

<<Casa de crianza>>

Su sangre se congela ¿Por qué está llamando a una casa de crianza? Solo hay dos razones por la que uno podría telefonear, una es encargar a un humano. Traga saliva, asustado, ya le tiene a él, es ilógico que quiera buscarse a otro, sobre todo con tantas prisas como para llamar en vez de esperar a la próxima exposición de humanos.

Entonces recuerda la segunda razón: para devolver una mascota.

Sus manos empiezan a sudar nerviosamente y mira el pomo con horror ¿Debería abrir y confrontarlo? No es siquiera capaz de procesar esa idea, así que se queda ahí, congelado.

Se recrimina por haber sido tan bobo, tan exigente ¿Qué humano en su sano juicio pediría un amo bondadoso? Ningún vampiro tiene tiempo para piedad y ahora va a ser devuelto a ese horrible lugar por haber sido un desagradecido con el ser que le deja conservar la vida a cambio de su libertad.

Recuerda el vampiro amable que le ayudó cuando la desolación de la guerra dio paso a la búsqueda y captura de los humanos, recuerda lo agradecido que estuvo de tener esa oportunidad de vivir y se odia, se odia por haberla echado por tierra, por haber pensado, aunque sea por un solo segundo, que podía esperar la misma empatía de un vampiro semi puro. 

Se lleva las manos a la cabeza, a punto de llorar. No quiere volver a una habitación gris y pequeña donde ve en todas las paredes la cara de su madre muerta, la de su hermana llena de espuma y vómito, las luces de los coches que tuvieron horribles accidentes, como su padre. No quiere volver a hablar consigo mismo y responderse con voz infantil, como si fuese Todd, para paliar la soledad.

No quiere volver, hará lo que sea por no volver incluso si tiene que entrar ahora mismo en el despacho de Desmond y rogarle de rodillas hasta que le sangren de tanto pedir. Desmond puede violarlo de nuevo si quiere, lanzarlo al abismo del suicidio para arrastrarlo de nuevo a la vida como si fuese una especie de experimento, puede golpearlo, humillarlo, hacerle lamer comida podrida del suelo, puede escupirle en la boca y qué agradezca por ello toda su maldita vida. Puede hacer lo que quiera con él, pero pide a Dios que no lo mande de vuelta a esa soledad tan horrible.

Agarra el pomo de la puerta sin duda alguna, con los ojos exorbitados, pero entonces una mano se pone en su hombro y él se alarma. Suelta el pomo para darse la vuelta y se encuentra con Vlad.

—¿No te ha enseñado tu amo que espiar conversaciones está mal? —pregunta en tono burlón.

Tomás siente que se le cae el alma a los pies. Está acabado, no va a tener si quiera la oportunidad de rogar por su salvación. Vlad le dirá a Desmond que su mascota estaba siendo desobediente y si no tenía antes suficientes razones para devolverlo, ahora las tendrá. Lo echará a patadas y él va a tener que vivir por lo menos medio año más en ese horrible lugar luchando por no volverse loco o por hallar una forma de suicidarse.

Y cuando eso pase si llega vivo a una exposición se humillará a sí mismo, se lanzará al suelo y lamerá los zapatos de los vampiros que acudan a buscar presas pidiéndoles una y otra vez que por favor lo saquen de ahí, aunque se para llevarlo al infierno.

No quiere eso. No quiere romperse de nuevo, no podría soportarlo.

—Lárgate, tengo que hablar con Desmond. —espeta entonces el vampiro, sorprendiendo al chico. —La próxima vez me encargaré yo de castigarte, así que sé bueno con tu amo. —susurra mientras Tom corre hacia el baño.

Le divierte verlo temblar por sus palabras y conserva la sonrisa que se le forma en la cara por ello mientras entra en el despacho de su amigo. Desmond lo mira con frustración, colgando mientras suelta un suspiro larguísimo.

—¿Qué sucede? —pregunta con preocupación, rodeando el escritorio y abordándolo por detrás.

Desmond de apoya en el respaldo de la silla y se relaja un poco cuando el otro pone sus delgadas manos sobre los hombros y masajea servicialmente. Vlad, más que él, sabe que ser el líder de un distrito puede ser enloquecedor a veces, aunque le sorprende ver al tipo con cara de tan pocos amigos en un momento en que la situación es tan estable.

—Estoy buscando a un humano —explica Desmond, después niega y ríe, casi sin creer sus propias palabras. —. Solo sé que se llama Todd y que tiene unos trece años, es un amigo de Tomás, así que he pensado en comprárselo. Dentro de no mucho es su cumpleaños. —comenta, encogiéndose de hombros.

Vlad estalla en carcajadas. Él mismo vio nacer a su esclavo y no tiene ni la más remota idea de su edad o la fecha en que vino al mundo ¿Cómo puede Desmond preocuparse por algo así tratándose de un humano recién estrenado? Aunque ese comportamiento le parece hilarante también le preocupa.

—Bueno, no tiene que ser muy difícil ¿A cuántas casas has llamado?

—A cuatro —informa Desmond. —, me quedan dos más en este distrito y si no significará que o ya lo han comprado o ha sido exportado. Ah, espero encontrarlo, le hará ilusión ver a su amiguito.

—A mí me haría ilusión tener a mi amigo de vuelta también —susurra en su oído, bajando un poco y mordiendo la oreja por un segundo mientras sus manos aprietan más los anchos hombros de Desmond.

—Sigo siendo el de siempre, no seas dramático —responde con una media sonrisa que enciende a Vlad.

Es el mismo rostro atractivo y diabólico que ese hombre tenía cuando mató a su primera víctima con él. Una sonrisa tan jodidamente mala, la adora. El rubio gira el rostro para hablarle, dejando que su nariz roce el perfil afilado de la de su amigo, sube y baja el rostro, como si le mirase de los ojos... hasta los labios. Entonces se voltea de nuevo, mirando el teléfono.

Vlad de muerde el labio, después chasquea la lengua y niega. Desmond juega más con él que con los humanos y no sabe hasta qué punto es molesto o tentador.

—¿Quieres venir conmigo ahora? Tengo algo divertido esperándome en la habitación ¿Lo hueles?

Desmond asiente lentamente, tragando saliva. Lleva un raro escuchando el goteo constante que viene de la otra punta del pasillo y tratando de resistir el delicioso aroma que lo acompaña. Conoce la sangre del peliblanco suficientemente bien como para su olor descubra recuerdos antiguos y renueve su hambre.

—Ya he comido hoy —responde la misma sonrisa pícara, entonces vuelve a voltearse como en un cruel anticipo de beso y susurra sobre sus labios: —, pero supongo que me falta el postre ¿No?

Desmond se levanta y su amigo se adelanta, lo sigue por el pasillo con pasos ligeros, insonoros, como danzando. El aroma a sangre se hace cada vez más fuerte y sus pensamientos racionales más débiles. Necesita algo más de sangre, así que no se opondrá a los planes de Vlad. Tomás le sacia, pero no es suficiente para mantenerlo calmado, al menos no mientras no esté acostumbrado a contenerse, a tomar bocados pequeños y tragos medio llenos.

Entra a la habitación de Vlad, extasiado. Cierra los ojos y toma una enorme bocanada de aire sintiendo la boca salivar; le escuecen las encías de la enorme necesidad que tiene de enterrar sus dientes en algo, se siente como un perro rabioso. Entonces abre los ojos viendo el banquete que se le ofrece. Vlad está sentado en la cama con su mascota en su regazo. Se lleva uno de los mutilados brazos a la boca, pasando la lengua por toda su extensión llena de heridas, toma el otro y se le ofrece mientras el humano solo cabecea y gime bajo. Sabe que posiblemente esté tan mareado que no vaya a recordar después nada de eso, pero aun así le apena.

Tomás lucía tan vulnerable y asustado cuando lo mordió; fue gentil en ese atroz acto de robarle la sangre y pese a sus cuidados excesivos el chico se veía totalmente fuera de sí desgarrándole la camisa, arrancándole la piel cual lobo enloquecido escarbando en busca de una ruta de escape. Él mismo sabe lo que es vivir en carnes propias la mordida, sufrió horriblemente cuando debía alimentar a Morien y todavía conserva esos recuerdos en lo más hondo de su corazón. A veces, en días de insomnio, afloran en forma de pesadilla, una pesadilla donde bajo su corpulencia, bajo sus colmillos y su estatus de líder no es más que el niño diminuto que pensó que desaparecería la primera vez que le chuparon la sangre y sintió su corazón apagarse.

Que beban de ti es una sensación desoladora, pero para ese chico de cabello blanco y brazos cortados debe ser cientos de veces peor. Su cuerpo actúa sin su permiso y mientras se lamenta, indagando en sus recuerdos y sacando a flote una compasión que había olvidado, coge al chico como arrancándolo del regazo de su propietario y muerde sus brazos. La piel toda abierta y cicatrizada empeora por las incisiones de sus colmillos, pero es que clavarlos en carne blanda y vulnerable como esa sienta de miedo.

Desmond siente ganas de llorar mientras aprieta al chico sin nombre contra él y bebe más sangre de la que ese pobre muchacho debería permitirse perder. La sensación es tan exquisita, tan dulce, el chico no puede defenderse y solo se queda inconsciente en sus brazos con ese rostro angelical que tanto lo caracteriza, la sangre brota sin parar hacia su boca como si estuviese echa para que él la catase y la piel se le va poniendo cada vez más fría a la par que él le roba el calor. Es casi mágico.

Pero se obliga a parar. Se separa del chico lleno de remordimiento y lo mira con el rostro fruncido en un visaje de horror, contemplando su propio crimen.

—Deberías llevarlo con Víctor —dice bajo su aliento, luchando por no volver a amoldar sus labios a esas cicatrices que parecen llamarlo —, está muy mal.

Vlad había estado observándolo con complacencia hasta ahora, más feliz de ver a su amigo alimentarse que de hacerlo él mismo o al menos lo suficiente como para no reclamarle a su humano. Sin embargo, el comentario de Desmond cambia totalmente el ambiente y el vampiro, tras rodar los ojos, se deja caer en la cama con hastío.

—Si no quieres divertirte vete, pero no estés arruinando las cosas con eso. —le reprocha, alargando un brazo para tirar el malherido humano y ponerlo a su lado en la cama.

Desmond observa con sorpresa como su amigo lo ignora ahora, procediendo a morder al chico de nuevo. Para ese entonces el peliblanco ya no hace ningún ruido ni se mueve más que por acción de los vampiros.

—Para —le dice Desmond con desgana, tomándolo del hombro y meneándolo para llamar su atención. Vlad lo manotea para apartarlo. —, para —le repite, agarrándolo ahora con más fuerza. Nota la mandíbula del otro vampiro tensarse entorno a la muñeca del humano y entonces reacciona con más violencia, empujándolo lejos del humano. —¡Tío! Para, vas a matarlo. —le advierte alterado, levantándose la cama.

Vlad se levanta también y lo encara. Su rostro pronto se deforma en uno sin un ápice de finura. Tiene sus labios delgados apretados hasta casi desaparecer, los hombros tensos, alzados, y su frente llena de arrugas de tanto fruncir el ceño. Desmond retrocede con algo de miedo a la par que Vlad se le acerca hasta acorralarlo contra la puerta.

—Déjate de idioteces —espeta, después golpea la puerta, cerca la cabeza de Desmond y haciendo que este se sobresalte y lo mire con los ojos bien abiertos. —, me estás empezando a hartar.

—Vlad... —susurra incrédulo, pero este abre la puerta y no le deja siquiera terminar de hablar, solo lo manda fuera de un empujón.

La puerta se le cierra directamente en las narices y él se congela delante de ella. Siente que está viendo una película, no viviendo esa situación él mismo. Vlad jamás ha sido así con él, pero ahora que lo piensa... él tampoco ha sido así jamás, pero tiene claro quien de los dos necesita cambiar. No sabe qué hacer al respecto, el chico de pelo blanco le preocupa, imagina que es Tom y se le parte el corazón, pero él no tiene jurisdicción alguna sobre Vlad, de hecho tiene menos poder que su amigo y en cualquier momento el vampiro se cansará de su hospitalidad, se irá de su casa y no tendrá más noticias del humano sin nombre.



Comentarios