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Quiere correr a decírselo a Víctor, siente que se lo debe, pero él no podrá hacer nada más que sufrir por ese chico del que ha empezado a prendarse, así que simplemente traga sus sentimientos y se retira.

Con un mal sabor de boca y la cabeza hecha un lío, Desmond se siente incapaz de ir a su despacho y seguir trabajando o seguir llamando a casas de crianza, está demasiado distraído ahora para eso, necesita hacer algo diferente, algo relajante.

<<Tomás.>>

Todavía puede oler su sangre. La mordida no dejó más que dos incisiones en su cuello, pero son suficientes como para destapar la esencia de Tomás y dejar que esta llene toda la casa. Sigue el dulce aroma, deseando lamer las heridas y acariciar al tierno chico. Quiere hablar con él quizá o solo besarle, le da igual mientras esté en su presencia. Su pequeño humano es como una cura a todos sus males, con que simplemente esté cerca suyo se siente inmediatamente mejor.

Llega hasta el baño siguiendo su esencia y nota que esta está acompañada del fresco aroma de la menta; al entrar lo ve guardando un cepillo de dientes y la pasta color blanco y verde, el chico no le ve a él, así que simplemente canturrea algo y después se inclina sobre la pica para beber del grifo y hacer gárgaras con el agua.

Al advertir a Desmond en el espejo da un repullo, tosiendo parte del agua en el salpicadero. Se voltea para cuando el vampiro ya tiene sus manos sobre él y está deslizando la nariz sobre su cuello.

—Hueles delicioso —le dice con tono suave, después acaricia su vientre con el dorso de la mano al notar que el chico se pone nervioso. —, ven, déjame probarte solo un poco. No te asustes, no dolerá.

Tomás está francamente sorprendido por lo amable que suena ¿Acaso no va a devolverlo? No, está haciéndose ilusiones y sabe que no es buena idea. No puede negar que ha oído esa llamada.

El vampiro se relame al ver al chico ladear su cabeza para ofrecer sumisamente su cuello. Tom es usualmente dócil, pero rara vez tiene suficiente iniciativa como para ofrecérsele sin apenas haberlo pedido explícitamente. Pasea la lengua por las heridas sin presionar, notando únicamente el sabor residual que queda en su piel.

—¿Te duele mucho? —pregunta al separarse, atisbando una mueca de desagrado que el chico ha hecho por el contacto.

Está seguro de que le duele, por eso le sorprende cuando Tom mira al suelo y niega.

—¿Qué te pasa? Estas poco hablador y extraño —pregunta alzándole la barbilla. Tom se alarma y lo mira con los ojos abiertos, tragando saliva. —, ¿Estás seguro de que te sientes bien?

—¡S-Sí, mi amo, lo siento!

Desmond tuerce su boca un poco y entonces toma al chico de la muñeca y empieza a andar, haciendo que el agarre obligue a su mascota a seguirlo. Cuando salen del baño lo suelta, asegurándose con un rápido vistazo de que el muchacho va tras sus pasos como un buen chico. Tom se pregunta, preocupado, a dónde lo llevará, pero es incapaz de abrir la boca para obtener una respuesta. Le asusta pensar que su pregunta importunará al vampiro y le dará más razones para devolverlo.

Se asusta al verse ante la entrada ¿Va a atarlo afuera? ¿Lo devolverá ahora mismo? Su corazón se agita peligrosamente mientras piensa en las posibilidades.

—Tranquilo —le dice Desmond tras abrir la puerta. Coloca una mano en la espalda del chico, empujándolo gentilmente afuera—, solo quiero que te dé un poco el aire, pareces agobiado.

Tomás asiente, saliendo con él al extenso jardín. Las farolas quedan lejos, así que las luces de la gran cuidad no llegan a ellos, haciendo que Tom se sienta encerrado todavía en la propiedad de Desmond, como rodeado de un insalvable foso de oscuridad que le impide ver cómo es la vida ahí afuera.

Desmond lo toma de la muñeca al ver que se queda parado, mirando hacia el horizonte tapado por edificios y transeúntes que lucen pequeños como hormigas. Tira de él, dirigiéndolo a una zona que él no ha visto de la parte exterior de la casa pues sus cadenas jamás llegaron tan lejos. Hay una pequeña zona tapada con arbustos que da una sensación agradable, es un lugar cerrado por la maleza, pero suficientemente revestido de ella como para se sienta en un paraíso exótico. Las enredaderas forman una pequeña cúpula sostenida por arbustos redondeados, hay flores moteando las plantas que trepan sobre sus cabezas, tanto un toque colorido, y en el centro hay una pequeña fuente de piedra rodeada por bancos circulares del mismo material.

Tom sigue al vampiro, llegando a unos de esos asientos. Desmond se aposenta primero, después lo coloca a él sobre su regazo, como de costumbre, y lo observa sin decir nada. Acaricia sus cabellos apartándolos de la cara y busca la mirada del otro, extrañamente esquiva.

—¿Has comido? He pedido que te traigan algo delicioso a la habitación.

—No tengo demasiado apetito... —murmura, tragando saliva.

No quiere probar ningún manjar más si el resto de su vida deberá comer esos horribles bloques nutricionales que servían en las casas de crianza. Tiembla al pensar que si es vendido a otro vampiro quizá no tenga ni eso.

—Después de perder sangre vas a comer, siempre. Es una orden. —responde el vampiro con tono severo y frunciendo el ceño. —En un rato volveremos y estaré vigilando para que comas, podrías ponerte malo si no lo haces ¿Vas a ser bueno y obedecerme?

Tom se muerde el labio y asiente sumisamente. Se reprende mentalmente por estar enfadando a su amo, no quiere ser devuelto; tiene que hacer algo, lo que sea.

—Muy bien —le responde con un tono más dulce. —, no te preocupes, no voy a darte ningún castigo por eso ¿Qué te sucede? ¿Por qué estás tan asustado hoy? ¿Es por la mordida?

Se siente terriblemente confundido al oír el tono desesperado del vampiro ¿Por qué tanta preocupación si va a devolverlo? El coraje lo llena de fuerza cuando piensa que es solo un numerito, una actuación en la comedia que consiste en hacerle sentir seguro. Aprieta los puños ¿Toda esa bondad, esos nuevos sentimientos que empezaba a desarrollar por su amo, esas ganas de besarlo, reposar en sus brazos, no son más que hijos de una vil mentira? ¿Acaso se ríe de él?

—¿Va a devolverme, señor? —dice alzando la mirada, enfrentándose a su interlocutor.

Le desconcierta lo sorprendido que luce Desmond al oírle.

—¿Devolverte dónde?

—A la casa de crianza —dice prácticamente interrumpiéndolo y en un farfullo que está a poco de ser un grito. Realmente quiere gritarle, reclamarle por el engaño. Él estaba empezando a abrir su corazón y ahora, si ha sido por nada, la decepción va a hundirlo demasiado. Desmond alza las cejas, perplejo como si tal idea no fuese posible. —, antes te oí hablar con teléfono con la cada de crianza ¿Voy a ser devuelto?

—Idiota. —responde el vampiro con el ceño fruncido. Se muerde la lengua para contenerse, clava sus dedos en el cuerpo del chico con las manos temblándole en un intento de no hacerlo hasta dejarle hematomas.

Realmente quiere golpear a Tom por esa horrible acusación, castigarlo hasta llore, suplique y no le quede una pizca de valor como para volver a dudar en alto de la palabra de su amo.

<<Cálmate, Desmond, no quieres hacerle daño, no quiere hacerle daño...>>

—No deberías espiarme y menos cuando estoy en mi despacho —le replica, haciendo que el chico enrojezca y, perdiendo esa chispa de temeridad, baje la mirada. —, además la llamada no tiene nada que ver contigo ¡Te dije que estaba... joder, que estaba enamorado! ¿Por qué mierda iba a devolverte? No voy a consentir que mi mascota me acuse de algo así, Tomás... ¿Entiendes lo que eso significa?

El chico alza la vista con los ojos relampagueando, abre su boca para responder, la cierra para tragar saliva, y después la vuelve a abrir:

—¿V-voy a ser castigado?

Desmond lo mira con dureza, deja pasar unos segundos mientras él mismo se hace esa pregunta.

Y asiente.

—Te ame o no la única forma en que un humano y un vampiro pueden estar juntos en este mundo es siendo amo y esclavo. Y los esclavos son castigados cuando se portan mal, Tomás. Te advertí de que, aunque no sería extremadamente duro jamás dejaría ser un vampiro ni tu propietario, te advertí de que ibas a ser castigado. Ahora, sígueme hasta el dormitorio.

Tom no tiene valor para replicar, cuando Desmond se levanta él se levanta y cuando anda hacia la casa y escaleras arriba, él lo hace también, sin decir una sola palabra, apenas sin respirar. El tiempo parece pasar en un chasquido desde que están en el banco de piedra hasta que vuelve a la habitación del vampiro.

—Cierra la puerta. —ordena el vampiro con rudeza.

Tom lo hace con el corazón a mil, realmente aterrorizado por lo que pueda venir después.

—Túmbate sobre mi regazo —sigue, palmeando la zona una sola vez para que el chico, que tiene los latidos de su corazón en los oídos, lo entienda incluso y no lo oye bien.

El castaño apenas puede andar hacia el vampiro, su cuerpo entero tiembla y cuando llega hasta él tiene los ojos inundados en lágrimas y apenas puede pensar. Se recuesta sobre su tripa, apoyándose en las piernas del vampiro. Este lo toma de las caderas y lo mueve fácilmente, acercándose al chico y después tirando su cuerpo un poco hacia el lado para apoyar, más que su tripa, su vientre bajo, elevando el trasero.

—¿Tienes idea de lo que voy a hacerte? —pregunta Desmond, su tono es firme, pero su voz ligeramente más amable.

Tom niega, incapaz de hablar sin ponerse a sollozar.

—Bien. Voy a decir que castigos me gustaría darte, tú vas a elegir el que creas. No van a ser cosas buenas, son castigos, pero no quiero que las cosas sean como antes y realmente no sé que clase de castigos darte para enseñarte una lección sin ser demasiado cruel. —su mascota parece relajarse un poco, a lo que asiente, dando paso al listado de correctivos. —Bien. Penetrarte con mis dedos hasta que crea que es suficiente ¿Puedes soportar ese castigo?

—E-eso no, por favor... —pide Tomás en una súplica. —no estoy preparado, el sexo... sabe que m-me asusta.

—De acuerdo, no pasa nada. —le responde comprensivo, acariciando su cabeza solo un instante. Pero no por ser justo deja de ser intimidante, su mano acaricia un segundo, pero conserva la dureza al siguiente. —Veinte azotes en tu culo desnudo. Fuertes y con la mano, nada de cinturones o fustas.

—¿C-como de fuertes, amo?

Su pregunta se ve respondida cuando Desmond destapa su trasero de un rápido movimiento y, acto seguido, lo fustiga con su mano. Los dedos silban en el aire como un látigo por su rápida e intensa caída, la palma suena en alto contra la nalga, seguida de un gritillo, y el ardor de después es visible en la rojez de la zona.

Tom mira a Desmond con ojos abiertos y este le sonríe con cierta lascivia.

—Es un castigo, voy a ser duro ¿Qué esperabas? —su castaño esclavo asiente, comprensivo, pero sigue teniendo los ojos anegados y eso le hace enternecerse. Tras un suspiro dice: —Quince azotes, ni uno menos ¿Puedes soportarlos?

—Sí, amo... —responde con la voz temblorosa —, no sea muy rudo... siendo haber sido malo. —añade con un puchero en sus labios.

Desmond maldice por lo bajo, ese mocoso es demasiado astuto o demasiado inocente como para saber lo que provoca en él. Se recrimina mentalmente cuando el siguiente azote es más flojo, lo suficiente para que Tom ni grite. El tercero recobra la fuerza e iguala al primero, dejando la nalga izquierda también marcada.

—Eres tan bueno tomando tu castigo...—susurra y lo azota de nuevo. Tom gime por el dolor, pero aprieta los puños y aguanta, después le acaricia el trasero notando lo caliente que está. —tan buen chico. —lo halaga, golpeándolo por quinta vez.

Para ese momento Tom es un pequeño manojo de nervios que no hace más que temblar, aferrarse a los pantalones de su amo y regalarle pequeños gemidos atemorizados. Pero Desmond está siendo bueno incluso en su papel castigador, lo golpea con justicia, enrojeciendo sus nalgas, pero no haciéndolo sangrar y reduciendo su fuerza en el sexto y séptimo azote cuando se percata de que Tom está lloroso. No le deja derramar ni una sola lágrima con sus golpes.

Da tres azotes seguidos en la misma mejilla, haciendo que Tom se remueva, tratando de huir involuntariamente.

—Yo de ti no haría eso —le dice risueño, empujándolo contra sus piernas con una mano para mantenerlo quieto.

—P-perdón... —se disculpa sinceramente. Otro azote cae sobre él y el flechazo de dolor lo recorre rápido y fulminante, dejando fuego en su piel. —Y perdón por haberle espiado... —otro azote, otro grito y, después, otra disculpa: —y por haberle acusado de querer devolverme.

—No pasa nada... —le dice con dulzura, pero el próximo azote es el más fuerte de todos y hace que el chico tiemble y la mano de Desmond pique. —Yo nunca te devolvería —añade antes de dar el penúltimo azote, suave, seguido de una caricia que escuece y hace a Tom gemir por el contacto. —, nunca. No te permitas olvidarlo de nuevo ¿Si?

Tom asiente, el último azote lo hace llorar finalmente y después suelta todo el aire que ha retenido en sus pulmones y se relaja por completo, liberado de su tortura. Entonces empieza a llorar ruidosamente y Desmond se asusta, tomándolo en un abrazo protector.

—¿Qué pasa? ¿Duele demasiado? ¿Me he excedido? Bebé, debes decírmelo si no puedes tomar mis castigos, debes...

Tomás niega, secándose las lágrimas.

—Es solo... estaba tan asustado de volver a la casa de crianza. Es una pesadilla, no quiero sentirme tan solo nunca más. Por favor, amo, no me haga eso jamás, jamás...

—¿Te sientes solo conmigo? —pregunta Desmond tomándolo de la barbilla para poder exponer su cara y limpiar de ella las lágrimas con la mano libre.

—Al principio sí, usted se comportaba como un demonio y la única persona que tenía era al chico del diario, pero ahora... ahora es tan humano, mi amo, incluso aunque no pueda renunciar a su naturaleza, ya no me hace sentir solo. Por eso no quiero volver a una casa de crianza ni ser comprado por ningún otro amo, me aterra la idea.

El vampiro sabe que hace mucho que no siente en su cuerpo más que el fluir de la sangre, por eso le cuesta reconocer la sensación de las mariposas en el estómago. Tom no le ha dicho que lo ama o que disfruta de su presencia, sabe que no se ha ganado nada así, pero le ha dicho que de entre todos los amos del mundo, le escogería a él. Quizá no es más que una forma de decir que es su verdugo favorito, pero incluso si sus palabras ocultan una cosa tan horrenda, ya es un avance y lo aprecia. No hace tanto Tom habría preferido a casi cualquiera antes que a él.



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