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—¿Esto es un truquito de tu organización de caza vampiros? —pregunta el hombre haciendo añicos la carta entre sus dedos.
Gabriel observa con horror como los papeles se deslizan por el aire, cayendo como pequeños copos de nieve. Después ve el rostro del vampiro y su corazón se encoge cobardemente, antes el hombro tenía un rostro apático y pícaro por momentos ahora parece otra persona, otro ser.
<<El mismísimo diablo>>
Tiene los puños apretados, con las venas resaltando sobre la palidez de su dermis y el rostro anguloso con todos sus contornos y líneas de expresión marcadas, creando un visaje de ira estremecedor. Los ojos rojos brillan entre todas las sombras de su rostro enfadado y el chico, por un segundo, olvida que aprendió a luchar y a defenderse, incluso olvida que aprendió a hablar y meramente titubea antes de poder articular palabra alguna.
—No, no lo es. —susurra, suavemente, como quien le habla a una bestia rugiente.
Pensó que con ese misterioso mensaje estaría salvado, pero ahora está perdido, no sabe cómo demostrar que no es una artimaña de la organización, de hecho, ese mensaje le resulta tan desconocido a él como al vampiro.
—Nadie sabe como matarme, ni yo mismo y es una información que llevo mucho tiempo buscando. No es gracioso mentir sobre este tema, pequeño humano. —le dice, con una sonrisa sádica adornando sus labios y acercándose cada vez más y más al chico, que se siente arrinconado en una de las esquinas de la cama.
—No seas idiota, la organización me ha mandado a matarte porque saben que es imposible. Me han mandado para que me mates ¿Por qué iban a querer salvarme ahora? ¡Es estúpido! ¡Eres estúpido, no tiene sentido! Eh, ¿Qué hac-
El vampiro lo toma por el tobillo de nuevo y lo atrae hacia él, pero ahora con una fuerza que obliga al pelinegro a morderse el labio si no quiere que se le salten las lágrimas. Después de eso se queda sin palabras cuando el hombre le arranca la camisa, haciendo saltas los botones por todos lados como perlas, de un simple tirón. El vampiro lo empuja a la cama, se posiciona encima y lo inmoviliza dejando su torso moreno expuesto.
El chico tiene una complexión algo delgada y menuda, pero es innegable que sus músculos están bien trabajados y que tiene un cuerpo bonito, pero el vampiro no parece interesado en su atractivo, sino que lo mira con cierto enfado, deslizando los dedos por sus clavículas, pasándolos sobre los sensibles botones rosados.
El chico estalla en ira y abofetea al vampiro en la cara.
—¡¿Qué mierda te crees que tocas?! —chilla, sosteniéndose la mano pues darle una cacheta al hombre ha resultado con él sintiendo que ha golpeado un muro de hormigón.
—Aquí. —dice el vampiro, deslizando los dedos por los relieves de su costillar derecho. —Tus costillas. —le sonríe con cierta amabilidad, después lleva la mano libre sobre la cabeza del chico y cuando este pretende darse cuenta tiene ambas muñecas apresadas por los dedos del vampiro. —Las romperé una a una hasta que me confieses si eso ha sido o no una artimaña de los cazadores.
Gabriel está acostumbrado al dolor y su piel es testigo de ello, el vampiro puede ver claramente como la piel tostada está llena de trazos blanquecinos, producto de peleas en las que no tuvo demasiada suerte y terminó pagándolo con sangre. Hasta se hizo algún esguince y torcedura en más de una ocasión, pero que sus costillas sean rotas lentamente es demasiado, no podrá aguantar eso y lo sabe.
—¡Pedazo de gilipollas, te lo estoy diciendo, no han sido ellos! ¡Escúchame, animal! —le chila, notando como el hombre sostiene su costado casi con cuidado, pero después empieza a prensar su pulgar sobre una de las prominencias de este, haciendo que su costilla duela horrores. —¡Duele, duele, joder! ¡No tienes moral alguna, eres un puto monstruo! —berrea con los ojos fuertemente cerrados y las lágrimas saltándosele.
Su costilla está a punto de romperse, puede notarlo en la abrumadora presión de la zona, en el dolor que se esconde bajo el pulgar de ese vampiro y se ramifica por todo su cuerpo, haciéndolo temblar y agarrotar sus dedos como si hasta ellos sufriesen por su costilla. Duele tanto que chilla ininteligiblemente, con saliva cayendo por sus comisuras y su cara de un color rojo furioso.
—¡Cuando me libere voy a romperte todos los huesos, maldito hijo de puta!
—Espera, los huesos rotos no se curan con sangre de vampiro, lo olvidaba. —dice el hombre entonces, disminuyendo la presión de golpe y dejando al agitado niño bajo él con la respiración enloquecida y los cabellos pegados al rostro por el sudor. Gabriel es liberado, tiene la costilla y las muñecas moradas, pero el vampiro sigue a horcajadas sobre él y solo puede taparse el rostro, sintiéndose humillando por haberse puesto a llorar de dolor. —Ah, sería problemático si te hiero así y luego resulta que mueres y que la carta no era falsa. —se lamenta el hombre negando con desdén.
Gabriel lo mira aún con los ojos rojos y aprieta su mandíbula, ese tipo le ha visto gritar, agonizar, llorar y casi mearse del miedo y nada de eso ha parecido siquiera molestarle un poquito. Todo su sufrimiento no le ha perturbado ni un instante, ese ser es monstruoso, lo odia.
—Hijo de perra, quítate de encima de mí, maldito lunático de mierda, voy a meterte mi costilla rota por don-
—No te la he roto, quejica. —replica el otro con fastidio, mirándolo desde arriba. —Y cállate, necesito pensar otra forma de sacarte la información.
—¡Ya te la estoy dando, vampiro descerebrado!
—Ah, simplemente te morderé. —dice el hombre, volviendo a capturar las manos del chico sobre su cabeza con una presteza sobrehumana.
Gabriel no ha tenido tiempo de defenderse, ni siquiera de saber qué estaba pasando. Odia con todo su corazón a ese arrogante, taciturno y frío vampiro. Él está ahí luchando por su vida, gritando y pataleando con todas sus fuerzas y el vampiro solo parece soberanamente aburrido ¡Como si el espectáculo de alguien que va a perder todo lo que tiene no fuese suficiente como para complacerle! Es monstruoso.
—¿Y esa cara? —pregunta el vampiro al notar que el chico, tras escuchar lo último que ha dicho, se pone pálido y lo mira con un horror nunca antes visto en sus aniñadas facciones. —No me digas que no te han mordido nunca, y siendo cazador supongo que esa idea debe darte más que solo miedo.
—Pon un colmillo sobre mí y te los meteré tan hondo en la garganta de un puñetazo que vas a arrepentirte, sanguijuela repulsiva. Ni. Te. Atrevas. —el vampiro tuerce la cabeza, mirándolo con curiosidad.
Gabriel ha dejado de luchar con tanta intensidad, ha visto que el peso del vampiro y su fuerza son demasiado y tratar de zafarse solo le servirá para sudar más y lucir como un gusano patético retorciéndose. De todos modos, no se ha rendido, mira al vampiro con ojos fieros, sin apartarlos ni un solo segundo de las pupilas ominosas del otro, abrazadas por un aro de fuego que consume más y más esa negrura cuando se fija en él, pero sin llegar a iluminarla jamás del todo.
Ve sus ojos castaños reflejados en los del vampiro, apenas una mera sombra caoba de ese rojo ardiente de los orbes del contrario, pero en su color oscuro puede ver mucho más que en el del contrario. Mucha más vida, ve sus recuerdos, no aquellos llenos de armas y sin una gota de infancia, en la organización, sino que ve los ojos de sus padres, ambos marrones, los de su madre claros y dulces, como el caramelo, y los de su padre amargos y apagados como el café solo. Sus padres siempre decían que sus ojos eran la viva prueba de que era su hijo, le decían que tenía la acidez del café de papá y la dulzura de mamá, un niño tierno y con carácter.
Fue una pena cuando los ojos de su papá perdieron esas tinieblas tan profundas y sangraron, se volvieron rojos y superfluos. Ya no eran los ojos de un marido enamorado locamente de su mujer, su hijo y su pequeño perrito, eran los ojos de una bestia que solo ve sangre, a la que solo le interesa la sangre. Vio el pelaje blanco de su mejor amigo empapado en color vino, a mamá en brazos de papá con los ojos apagados y la cabeza apenas colgando del cuello por un pedazo de carne a medio deshilachar.
Vio sus ojos reflejados en un cuchillo de cocina y se lamentó, ya no mostraban nada. Su padre se había perdido en un deseo inhumano, sus ojos se llenaron de fuego y quemaron a su padre hasta los cimientos y su madre murió a manos de esa bestia, con sus ojos perdiendo todo haz de luz.
Desde entonces, lleva su mirada como prueba de que está solo en el mundo.
—Muérdeme y será lo último que hagas. —amenaza el chico, con las marcas de los colmillos de su padre todavía clavadas en sus ojos, tan enormes, tan rojas, tan en el cuello de mamá.
—Ojalá sea así. —responde el otro, sonriendo y se hunde poco a poco en su cuello.
Oooh, la relación de odio entre el cazador y el vampiro "avanza" en el mal sentido AJAJAJA ¿Qué os parece?
¿Os ha gustado el cap? (Si es así seguidme que es solo un click y me ayuda mucho jeje)
¿Qué pensáis de la personalidad del señor rompe-costillas?
¿Os gusta lo fiero que es el cazador? ¿Creéis que será mordido sin más?
¿Conseguirán encontrar la forma de matar al primer vampiro?
¿Quién creéis que ha enviado la carta misteriosa?
Gracias por leer :3
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