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-¡Por fin! He tardado ¿Qué ha sido? ¿Una hora? ¡He tardado una hora en entenderlo! Soy un cabeza hueca. -se lamenta Tomás dejando que cabeza caer sobre el escritorio, golpeándolo con la frente.

Víctor ríe y le revuelve el cabello, cerrando después el libro de texto que le ha traído.

-No seas tan exigente contigo mismo, llevas años sin estudiar y ya has avanzado al nivel de biología de bachillerato, es impresionante. -le halaga Víctor, sonando realmente como uno de sus maestros de secundaria tras una reunión de padres y haciéndole así sentir seguro. -Y no le des demasiadas vueltas a eso de la difusión y la ósmosis, el próximo día haremos un experimento con una patata y ya verás que lo entiendes mil veces mejor.

Tomás ríe por lo bajo y dice:

-¿Una patata?

-Sí, de veras -le responde Víctor, sentándose en la mesa para hablar con él. -, y si sale bien después podemos hacerla para tu cena y para la del otro chico.

-Oh, claro... -Tom asiente, borrando su sonrisa y adquiriendo de golpe una expresión más seria. Él no habla mucho de la mascota de Vlad y no habla nada con ella, pero le preocupa y su sola mención es suficiente como para ponerlo pensativo. -¿Él está bien?

-No te preocupes -le sonríe Víctor. Tom analiza el gesto, el movimiento de sus labios es gentil, pero la melancolía en sus ojos hace que el gesto luzca poco sincero. -, haré todo lo que pueda por ayudarlo y que esté mucho mejor de lo que normalmente está.

-Eres muy buena persona.

-Oh, para -dice el hombre girando el rostro y riendo nerviosamente. Tom abre la boca por la sorpresa al ver como el grandulón se pone rojo de vergüenza.

-Lo digo en serio. Estás curando a un humano que no es tuyo y dándole clases de biología y medicina a otro, es muy inusual. -explica, acomodándose mejor en su silla y mirándolo apoyado en el dorso de su mano.

-Supongo que lo es, pero no soy todo amabilidad y experimentos divertidos con patatas -dice burlón, poniéndose serio al segundo -, soy lo que soy y eso me hace malo, al menos un poco. Hago cosas malas, he hecho cosas malas y las haré. No querría que tuvieses una imagen falsa de mí.

-No soy tan ingenuo. -le rebate el chico con el ceño fruncido. -Sé que soy inocente y algo inmaduro, he estado mi adolescencia atrapado en una habitación gris, no he tenido mucha oportunidad de aprender como va el mundo, pero sí de aprender cual es la naturaleza de los vampiros. Y he aprendido que no es... agradable. No es buena. Cuando te digo que eres buena persona no estoy ignorando que muchas veces seguramente no eres... bueno, una persona.

Víctor se ríe en alto tras oírlo y, de nuevo, se inclina para revolver el pelo de su pequeño alumno.

-Perdona por subestimarte. Eres tan pequeño que a veces olvido que eres realmente listo ¿Eras el mejor de tu clase cuando ibas a la escuela? -pregunta el hombre, interesándose por Tomás.

Debe admitir que empezó a darle clases fruto de una petición de Desmond y de la lástima que sentía por el muchacho, ahora poco queda de eso, sigue apenándose por su pasado, pero realmente disfruta de enseñarte. Tom es amable, pero perspicaz, no le interrumpe, pero tiene mil preguntas que hacer siempre y aunque no le mira porque tiene los ojos clavados en su hoja de apuntes toda la clase, le escucha con una atención sorprendente para el que debería ser su nivel.

-Era bastante mediocre -confiesa encogiéndose de hombros con cierto bochorno.

-Bueno, ahora eres el mejor de la clase. -le responde el otro, jocoso.

-Y el peor -rebate el chico alzando una ceja.

-Será que el profesor te tiene manía.

Ambos rompen en carcajadas, como dos buenos amigos, pero Desmond irrumpe en la escena entrando en la biblioteca con cara de pocos amigos.

-¿Pasa algo, amo? -pregunta el castaño con preocupación antes de levantarse de la silla y dirigirse cautelosamente hacia él.

-Cosas del trabajo -responde antes de acuñar una enorme sonrisa colmilluda. Tom se acerca inseguro, con pasitos pequeños, pero él se aproxima más rápido y lo acoge entre sus brazos para después agacharse y susurrar en su oído: -Hazme un favor y ves a la habitación, espérame en la cama, quiero proponerte algo divertido ¿Si? Tardaré solo unos minutos.

Tom traga saliva, no sabe de qué se trata, pero el tono deja muy claro qué clase de propuesta será. Desmond le muerde el lóbulo levemente, dándole una palmadita en la espalda cuando lo suelta. El chico asiente, palidece y se marcha.

Ambos escuchan lo acelerado que su corazón suena, pero lo ignoran. Al dejar la habitación Tomás cierra la puerta y Desmond lo agradece; se acerca a Víctor sosteniéndose el puente de la nariz y suspirando.

-Tengo un problema.

-Pues aquí estoy para escucharlo -dice su amigo como una obviedad.

Desmond intenta reír por su sarcasmo, pero no está de humor.

-Quería comprar a Todd, el amigo de Tomás, pero he descubierto que fue vendido justo ayer a otro vampiro y parece ser alguien importante porque la casa de crianza se niega a darme el nombre. Ah, realmente quería regalarle eso a Tomás.

Víctor pone una mano en su hombro, tratando de darle consuelo.

-En una clase hablé con Tom de ese chico, fue apenas una frase, pero me dio la sensación de que prácticamente había aceptado que no lo vería nunca más. Si te sirve de consuelo, si no logras que se reúna con él tampoco estarás decepcionándolo, no tiene expectativas sobre ello. -Desmond asiente, eso le ha hecho sentirse un poco mejor, aunque de todos modos habría amado ver a Tomás poner los ojos brillantes y sonreír grande al ver a su mejor amigo. -¿Cómo es que quieres hacerle un regalo?

-En veinte días es su cumpleaños. -explica Desmond riendo por lo bajo, sintiéndose ridículo.

-En el fondo serás adorable y todo. -le molesta su amigo, golpeando el brazo de su amigo con el puño.

-No seas idiota -le replica, apartándolo mientras intenta fingir enfado. -¿Cómo va con las clases?

-Es muy listo y le encanta aprender. A veces lo veo preocupado, otras más tranquilo. -explica con normalidad. -Por lo que a él respecta soy otro peligroso vampiro, así que no se abre fácilmente conmigo, supongo que hay muchas cosas que no sé sobre él aún, muchas emociones por las que pasa que ni siquiera llego a ver, por eso no estoy del todo seguro de cómo esta, aunque definitivamente está mejor que antes.

Desmond sonríe con alivio y su amigo coloca la mano en su hombro y da un apretón confortante.

-Hoy... hoy he pensado en intentar hacer algo con él. No necesariamente tener sexo ya, pero sí tratar de avanzar ¿Crees que estará listo?

-¿Por qué no vas y lo descubres? -dice su amigo con un tono divertido, a lo que el otro responde teniendo un escalofrío y pensando en sus palabras.

-Oh, iré dentro de nada. Solo unos minutos, quería hablarte de otra cosa -al empezar la segunda oración su rostro pasa, los ojos, entrecerrados y visualizando ya deleitosas escenas cuyo protagonista es su esclavo humano, se posan de repente en Víctor con seriedad y fijación. -, Vlad estuvo horrible el otro día con su chico, no sabía si decírtelo, pero... no quiero que muera sin que lo sepas y q-

Víctor avanza un paso hacia su amigo, retador. La sombra de su enorme cuerpo devora totalmente a Desmond como si no fuese más que un insecto y, por un segundo, su rostro se torna tan siniestro y sus puños apretados tan venosos que el semi puro tiene ganas de retroceder, advertido por sus instintos de una pelea que no sucederá.

-¿Lo ha matado? -pregunta separando sus labios, pero con los dientes juntos todo el rato.

La mandíbula se le marca angulosamente y Desmond, tratando de calmarlo cuando ve que acecha el pomo de la puerta con intenciones asesinas, se coloca en su camino y alza las manos para detenerlo.

-¡Lo dudo! Realmente lo dudo, pero lo dejó muy mal y no sé si el chico durará demasiado tiempo.

Víctor deja ir el aire retenido en sus pulmones de golpe, sonando aliviado, entonces relaja un poco su postura ofensiva y dice:

-Iré a curarlo, lo necesitará. -la voz suena dulce, el asentimiento de su creador es leve y cuando toca el pomo de la puerta la mano de Desmond es también liviana sobre su muñeca, pero logra pararlo nuevamente. -¿Qué? -pregunta desconcertado, pero no irrespetuoso.

-No quiero que tengas problemas con Vlad, ten cuidado.

-Él es el problema. -responde con desdén.

Desmond se queda paralizado mientras su amigo se marcha; es la primera vez en lo que lleva de vida que su protector le ha respondido con esa ira, con ese amago de morderle. Víctor le ha hablado con cautela en todo momento, sin ser descortés, pero puede ver en sus ojos, en sus palabras, cuando se avecina la tormenta y siente que su amigo acaba de fulminarlo en el lugar con un rayo.

Teme por Víctor, sabe que él tiene un buen corazón y sabe que precisamente eso es lo que más odia Vlad; siempre se han llevado mal, algo que jamás ha chirriado suficientemente alto como para molestar, pero ahora, con ese mortal de por medio, las cosas empiezan a ser gradualmente más y más peligrosas para Víctor.

Aun así, coincide con él.

<<Vlad empieza a ser un problema>>

No quiere darle demasiadas vueltas, no a sabiendas de que su humano le espera en el lecho. Quizá tentado por su voz insinuante, quizá asustado, pero sea cual sea su afección, será una que piensa aplacar con los dedos, la lengua y todo lo que Tomás quiera recibir de él. Ansía llenarlo de su ser, llenarlo a cumplidos, a besos, llenarlo de otras formas menos sutiles, más relacionadas con la carne y más literales, pero, al fin y al cabo, solo otros modos de poseerlo más y más.

Cuando entra en la habitación siente que su muerto corazón da un vuelco. Tomás le espera de espaldas, está recostado sobre su lado derecho en la cama, encarando la ventana y viendo como los colores ocres del cielo dejan paso al frío azul marino. No sabe si está viendo esos colores fundirse acaso con intriga, felicidad y una mueca nostálgica que extraña el dorado del sol, apenas visible en las últimas trazas del anochecer. No puede ver su rostro, pero ve su cuerpo relajado, desatento a sus pasos felinos, a la precisión con que gira el pomo para no hacer ni un simple ruido. Entre furtivamente en su habitación, acercándose a hurtadillas en la espalda del chico y sabiéndose intruso en su piel, en su cama.

Tomás es tan bello que siente que por eso actúa de modo tan criminal: cada cosa que toma de él es un robo y lo que, porque un ser lleno de maldad como es él jamás podría ganarse honestamente una sola caricia, una sola mirada, de Tomás.

A contraluz su cuerpo apenas parece real, sus curvas pequeñas y delicadas mostrándose a través del satín como si se tratase de una niebla que lo envuelve, aumentando ese halo de misterio que le da el no mostrar su rostro. El cabello castaño le ha crecido muchísimo desde que lo compró, apenas le llegaba a los hombros el día en que lo trajo a casa y ahora tapa todo su cuello y le roza los inicios de la espalda y así, ladeado, le cae sobre el cojín un fruto que espera ser recogido con cariño.

Cuando lo tiene justo delante, le falta valor para tocarlo. Sus hombros escuálidos sobresalen con formas angulosas, afiladas, su espalda se curva en una línea marcada por la columna, su cintura se estrecha, su cadera abulta solo un poco más que esta y se exagera por la posa y después sus finas piernas le siguen como pinceladas que quedan perdidas en el lecho y sus sábanas.

Pone una mano en su hombro finalmente.

Tomás se sobresalta, rompiendo esa hechizante atmósfera. Se gira hacia Desmond con calma al reconocerle, pero esa distintiva pizca de miedo que siempre acompaña a su mirada cuando le mira a él. Desmond le tranquiliza con un siseo y acariciando su hombro encarecidamente, acompañado de una clara intención de deslizar su prenda de ropa fuera de la zona que mima.

—¿Qué es lo que quería proponerme, amo? —el vampiro no le da respuesta alguna y apenas le deja terminar su pregunta cuando asalta sus labios.

Se pone sobre él y lo besa demandantemente, trata de moderarse, de dejar que el beso fluya en vez de tomarlo de los labios de Tom, de robarlo. Le avergüenza un poco admitirlo, pero si reflexiona sobre ello, Desmond no sabe si es buen besador. No besó nunca a nadie cuando era humano, toda persona que conocía habría preferido lanzarle rocas al rostro hasta romperle los labios a posas los suyos y ahí y una vez fue vampiro solo se ganó un par de besos de su creador cuando este lo montó salvajemente. Eran besos violentos, besos que cruzaban una delgada línea con el mordisco y los que Desmond mismo llamaba besos en un intento de engañarse y poder así pensar que su amor era correspondido o al menos su afecto. Después de eso jamás besó a sus mascota ni víctimas, pero ahí esta Tomás, con su boca pequeña y sus labios de fresa de los que podría beber y beber y no hartarse nunca.

Pero pese a su enorme deseo de lamerlos, chuparlos y llevárselos a la boca como un delicioso manjar, se pregunta si los besa bien, si los besa de ese modo que él habría deseado de su creador. Es por es que al pensarlo desacelera notablemente y deja que sus bocas se ralenticen, casi congeladas en la imagen de un ósculo. Y en esa lentitud Tom halla la suficiente comodidad como para marcar él el ritmo.

Desmond no se despega de él, tampoco se mueve rápido y experto, como siempre le ha parecido, así que intuye que su amo está esperando algo, le ordena, le pide algo. Y él se lo da. Mueve su boca sin demasiada prisa, pensando en aquello que le hace sentir bien y repitiéndolo. Sus labios capturan el superior de los de su amo, tiran de él solo un poco y después se abren buscándolo de nuevo, saboreándolo de nuevo. Recuerda que alguna vez su amo usó la lengua y ahora que no tiene la presión de un ritmo qué seguir ni movimientos que imitar, decide él cambiar la partitura de ese beso; pasa del labio superior al inferior, trae su lengua hacia él y lame un poco como si le aplicase carmín. El vampiro parece sentirse bien porque suspira un poco, el aliento mentolado le da aire y él, henchido de orgullo y felicidad al estar besando a Desmond y disfrutando con ello, lleva las cosas un paso más adelante.

No es como si quisiera avanzar a pasos agigantados, es vergonzoso y, sobre todo ello, le teme al sexo casi más que a la muerte. Pero Desmond no le besó cuando lo violaba y por lo que a él respecta los besos son bonitos y buenos, así que piensa seguir con ellos. Los disfrutará sin culpa alguna.

Adentra su lengua en la boca del mayor. Dos veces. La primera es solo un amago, tímido y hesitante, se adentra entre los labios y al tocar la lengua de su amante aleja la suya, como repelida. Trata de sosegar su corazón y lo intenta de nuevo, consiguiendo en este intento que su lengua acaricie aquella que le había asustado y esta le corresponda con una suavidad que hasta parece temerosa.

Tomás tampoco tiene idea alguna de besar y sabe muy bien que podría estar haciendo el ridículo, pero su amo parece complacido por su actuar y él se siente bien, así que vuelve a los besos superficiales y se zambulle en los profundos de nuevo. Una vez y otra, soltándose un poco más en cada una de ellas, sintiéndose mejor, más caliente.

El cosquilleo de los labios empieza a revolotear por todo su cuerpo, zumba a través de él como una bandada de colibríes que le llenan la cabeza de dulzura, hormiguea de su boca a bajo llenándole el estómago de mariposas, los brazos de escalofríos y la cintura de fuego. Es una sensación extraña y desconocida, pero algo en ella y en su leve dolor no le desagrada.

El vampiro lo agarra con fuerza de las caderas, asustándolo un poco al principio, pero luego lo sostiene firmemente mientras da una vuelta entera, acabando él tumbado sobre el lecho y el chico encima suyo, besándolo.

Tomás se agarra a los hombros de Desmond, se inclina hacia él y nota el corazón acelerársele. Es la primera vez que está encima de Desmond en la cama y no puede creerlo, está seguro de que cualquier humano visto tratando de ponerse sobre un líder de un distrito sería condenado a muerte. ¿Él? Él es un consentido, un niñato con más derechos de los que nadie le daría nunca, un caprichoso con un vampiro derrochador, el humano de los ojos de su amo. Y le resulta terriblemente emocionante esa idea, demasiado.

El vampiro lo toma de las caderas nuevamente, resituándolo. Tomás exhala con sorpresa cuando siente la excitación de su propietario contra la suya; hasta el momento no se había dado cuenta de cuan duro estaba y ahora, sintiendo su propio miembro latir, doler y rogar por atención, cree que no podrá aguantar más. Pero tampoco sabe qué hacer, así que sigue besando a su amo, hallando en su boca no un remedio para su calentura, sino más leña para el fuego que siente.

Se separa de él entra la extrañez y la preocupación.

—Amo, ¿q-qué es lo que sucede? —pregunta el chico, demasiado pudoroso para hablar en voz alta de su erección, pero sin el disimulo suficiente como para evitar mira la leve mancha de presemen que se forma en el satín.

Desmond sonríe enormemente y dice.

—Quería... —su voz es ronca y aguardentosa, vibra en el aire y hace que por alguna razón la polla de Tomás se sacuda como esperando órdenes —proponerte algo —sigue, hablando lento, deleitoso. Cada letra es una tortura y cada palabra eterna. Mientras termina la primera palabra lleva un dedo al bulto oculto por el satín y al empezar la segunda lo recorre con toda su longitud con la yema del índice, haciendo a Tomás llevarse las manos al rostro. —¿No te lo había dicho antes? —pregunta burlón, el dedo está parado en la punta, apretando la hendidura que deja ir el líquido cristalino, aumentando un poco la presión de vez en cuando para ver como hermosas lágrimas se forman en los ojillos de su mascota. —¿Por qué no empiezas desnudándote? Entonces te diré qué es.

Tomás accede con relativa facilidad, pero sus movimientos son torpes. Las manos se tropiezan con los botones y, al abrir uno, duda sobre si asaltar el siguiente. Desmond siente su paciencia ser colmada, quiere arrancarle la ropa a tirones y ponerlo contra el colchón de una vez, pero se dice a sí mismo que necesita ser paciente y, además, halla algo de disfrute en la sumisión del otro y en su adorable indecisión y nerviosismo.

—Señor... —le llama el castaño, deshaciéndose por fin de la prenda y dejando su cuerpo totalmente expuesto y excitado sobre el suyo. —no estoy listo para tener sexo, por favor.

—No es eso —le tranquiliza Desmond se inmediato. —¿Recuerdas cuando me hiciste un oral? —pregunta tomándolo del cuello y atrayéndolo hacia él para abrir sus labios con los dedos e introducirlos en su boca. —justo así... —aclara, imitando la moción de sus caderas con sus dedos deslizándose dentro y fuera.

Tomás asiente y él retira los dedos, complacido.

—¿Q-Quiere que lo haga de nuevo, mi señor?

Desmond niega, sorprendiéndolo.

—Quiero hacértelo yo a ti ahora.

El chico abre los ojos desmesuradamente.

—P-Pero no se supone que los amos den placer a sus mascotas humanas, eso no... nunca se hace. —dice entre susurros, como quien cuenta un secreto.

Desmond ríe en alto y se incorpora, dejando al chico en su regazo al sentarse en el borde de la cama. Le acaricia los cabellos, recogiéndolos cariñosamente tras su oído y dice:

—Un vampiro hace lo que le da la absoluta gana con sus humanos. Y yo quiero hacerte sentir bien, así que dime ¿Quieres hacerlo?

Tomás traga grueso. La idea le pone horriblemente nervioso. Su primera vez le fue robada, pero ahora que tiene otras posibles primeras veces no está seguro de querer entregarlas aún, teme demasiado arrepentirse y no tener ni un solo recuerdo bonito de cuando empezó a explorar su cuerpo. Se muerde los labios y se los lame, pensativo. Jamás ha recibido una mamada y mucho menos de un vampiro, de su propietario.

<<Oh, joder, joder, joder.>>

Ve la sonrisa confiada del hombre, los colmillos enormes, las grandes manos que posiblemente lo sostendrán contra su voluntad mientras su cuerpo siente cosas que le fascinan y asustan a partes iguales. Siente que se marea.

—Sí... sí, pero me siento preocupado.

—¿Por qué? —pregunta el vampiro haciendo un pequeño puchero que disipa la tensión un poco, haciendo a Tomás reír. —De veras, explícamelo, no tengas miedo a decirme cómo te sientes.

—Me asusta porque usted siempre es tan grande y tan dominante que siento que no puedo siquiera respirar. Me agobia, me recuerda a cuando tomó el control de mí y aunque quiera tener placer me da miedo que usted tome el control y yo no disfrute nada de nada.

Desmond asiente, claramente dolido, y se levanta. Tom baja de su regazo, quedándose sentado en el borde de la cama y esperando a que Desmond haga algo.

—Tengo una idea. —dice al chico con voz baja.

Va a la puerta, asegurándose de que esta esté cerrada y después abre uno de sus altos y ostentosos armarios en busca de algo. Tomás lo ve coger algo y después voltearse hacia él, lanzándoselo. El chico da un bote, pero después reconoce que lo que tiene encima no más que un trozo de cuerda. Desmond se acerca a él, poniéndose de espaldas al chico y bastante cerca mientras su mascota no entiende qué hacer.

—¿Qué esperas? —pregunta mirándolo desde encima de su hombro. El chico enarca una ceja, dando fe de lo perdido que está. —Tienes miedo de que tome el control ¿No? Entonces quítamelo, átame las manos.

Tomás suelta la cuerda de golpe, haciéndola caer al suelo y alejándose como si fuese una serpiente venenosa.

—¡E-Es una locura, amo, un humano nunca podría hacer algo así! No puedo, es-¡Es imposible! Es... es... es una locura. —dice mientras niega con la cabeza frenéticamente, alejándose de donde su propietario está.

El inmortal se voltea calmadamente, lo toma por el tobillo y lo acerca de un tirón que aunque no llega a ser violento es lo suficiente autoritario como para dejar a Tomás mudo.

—Si tuviese las manos atadas y no pudiese tocarte ¿Te sentirás más seguro?

—Pero amo...

—¿Sí o no? —pregunta insistentemente, acercándose más a él. Tom se ruboriza, baja la mirada y asiente. —Quiero oírte.

—Sí, señor. —susurra finalmente.

—Encones hazlo.

—¡Pero amo!

Desmond frunce el ceño, le pone la cuerda nuevamente en las manos y con una voz que le eriza todos los vellos del cuerpo dice:

—Es una orden, si no la cumples vas a tener un castigo y ya que tengo la cuerda fuera puede que te ate para azotarte esta vez, así que sé bueno.

Tom se queda pálido, ase con fuerza la cuerda y observa como su amo sonríe, se voltea y lleva sus muñecas juntas a su espalda, justo a la altura del chico. Tiene unos antebrazos gruesos, venosos, unas manos fuertes grandes y las uñas afiladas, no demasiado largas. Siente que no tiene derecho a acercar sus escuálidos brazos y retenerlo con cuerda. Es antinatural.

—Vamos. —le da prisas, usando de nuevo esa voz demandante y ruda, tan contraria a la que Tomás pondría a un hombre que va a ser atado. Le confunde.

El chico tampoco fue jamás muy bueno haciendo manualidades, así que rodea sus manos y hace un nudo como el que se haría en las zapatillas, sorprendido por aún recordar tal cosa, pero al poco se deshace. Desmond suspira y tiene una pequeña risa que apenas puede contener en la punta de la lengua.

—Supongo que no estás acostumbrado a atar de manos a nadie —dice riendo.

—No es mi hobby particularmente —responde el chico, sintiéndose menos incómodo al poder sonreír mientras hace algo así con el vampiro.

—Bien, sigue mis órdenes. Vas a hacer un nudo de esposas, es sencillo ¿Si? Lo puedes hacer solo y después pones mis manos dentro y tiras para afirmarlo, después haces un nudo normal para que yo no lo pueda aflojar ¿Vale? Pero eso al final. A ver, coge la cuerda, haz dos pequeñas torsiones en ella formando dos círculos, que un extremo de la cuerda toque el centro de los círculos por fuera y otro por dentro. A ver —el hombre se gira un poco viendo al chico casi él mismo maniatado por el lío que se está haciendo, pero después de un par de minutos logra la forma obtenida, parecida a la de unas extrañas gafas. —Junta la cara interna de los círculos —el chico lo hace y ríe, la forma le recuerda a las palmeras de chocolate que solía comer a escondidas en clase. —Ahora el óvalo que queda en el interior... sí, ese, toma sus extremos y sácalos afuera de los círculos que habías formado antes ¡Muy bien, así! —lo halaga a al ver que en su primer intento el muchacho logra crear una especie de lado deforme que, aunque no cumpla ningún criterio estético, es perfectamente funcional. —Buen chico —dice a continuación, haciendo que el muchacho sonría y se ilusiones. —, ahora pon mis manos dentro de los dos huecos y tira de la cuerda que queda colgando. —así como lo pide, Tomás lo hace logrando que el vampiro queda fácilmente maniatado e indefenso. —Haz un nudo y ya estaría.

Llegados a este punto al chico le sudan las manos mientras lo hace, estaba tan concentrado siguiendo las no muy claras órdenes del vampiro que casi no recordaba su propia excitación y lo que venía después de atar al hombre. Ahora que le ha venido de golpe a la cabeza siente que su cuerpo es pesado y que apenas puede moverse.

Desmond se voltea hacia él, sonriendo con orgullo.

—Veamos... —Da un par de tirones no muy fuertes con sus brazos, comprobando que la firmeza del nudo es adecuada, después asiente y añade: —Nada mal, has aprendido demasiado rápido.

—¿Debería empezar a preocuparse, amo? —pregunta el chico de forma pícara, aunque sintiéndose abochornado después.

Desmond suelta una gran carcajada.

—¿Preocuparme? Solo estoy atado porque quiero, cariño, pero no me retes o vas a salir perdiendo. —le responde divertido, pero en su tono, en su sonrisa colmilluda e insinuante y en la forma intensa en que lo mira le dice que no todo era una broma; en cierto modo siente que lo está tentando a meterse en problemas.

Tom piensa que quizá algún día, cuando no le asuste tanto, querrá portarse mal y notar más del tacto de esa cuerda, pero en sus muñecas. La idea lo prende suficiente como para que pene duela más y entonces lo mira soltando un gemido.

—¿Empezamos?

—Uh... de acuerdo ¿Cómo tengo que pon- ¡Amo, no, no, no! —chilla horrorizado al ver al vampiro teniendo la desfachatez de arrodillarse frente a él. —¡U-un semi puro no puede arrodillarse, no puede! Oh Dios mío, oh, dios, joder... —dice el chico, mordiéndose las uñas nerviosamente.

—Cállate, tonto —responde el vampiro rondando los ojos con hastío. El chico separa los labios, lista para replicarle con un eterno discurso sobre qué pasaría si cualquier otro humano prendiese tener a un vampiro, a un líder ¡Por Drácula, a un semi puro! De rodillas y maniatado frente a él; pero Desmond lo interrumpe sin piedad: —. Es una orden.

Tomás cierra la boca de inmediato, inflando sus cachetes en un tierno mohín. Entonces el vampiro se acerca a su entrepierna y todas sus ganas de bromear o refunfuñar se esfuman en un periquete. Desmond va a hacerlo, va a hacerle una felación mientras está de rodillas delante de él y con sus manos apresadas. Si alguien le hubiese dicho eso unas semanas atrás no se lo habría creído ni harto de droga, pero ahora tan real que no puede si quiera parpadear y perderse un segundo de esa rara escena.

Su pene erguido no es grande y amenazante como el de su amo, sino más bien un tierno falo rosado con la cabeza ya enrojecida por la espera y brillosa por el líquido de la deja lúbrica y sensible. A los de Tom parece algo patética, a los de Desmond es increíblemente apetecible. Le recuerda que está por chupársela a un hombre, cosa que le excita en demasía, pero también que ese hombre es delicado y debe cuidarlo, así como adorarlo.

Tomás tiembla, el mentolado aliento sobre su miembro es suficiente para hacerlo estremecer en anticipación y sentir que está a punto de correrse. Entonces el vampiro roza la base con su lengua y de un movimiento hábil lame todo el tronco hasta llegar a la punta. Los ojos de Tomás ruedas hacia atrás y se lleva una mano a la cabeza como si le doliese. Gime tan alto que apenas reconoce su voz hasta que hace eco en su cabeza. El vampiro, desde abajo, busca sus ojos para mirarlo con perversión e intensidad mientras ahueca sus labios para hacer un lugar al capullo de su pene. Lo succiona levemente, pero las sensaciones que el chico recibe hacen que le flaqueen las rodillas, que su caiga hacia adelante contemplando con incredulidad como recibe la mamada y que gima con la respiración agitada.

Tom se avergüenza porque sabe que no durará mucho y Desmond lo nota, el chico está ya temblando, acalorándose y posiblemente notando el chispazo agradable y tórrido que va desde su muslo a la ingle, indicándole que va a tener un delicioso orgasmo. Pero no le importa, le hace feliz saber que le está dando suficiente gozo al chico como para llevarlo al límite tan pronto, así que realmente quiere ver como cruza y estalla, quiere verlo correrse.

Con habilidad mueve su cabeza haciendo desaparecer entre sus labios la polla del pequeño y llegando a hundir su nariz en el almizclado vello púbico del chico. Apenas tiene unos encantadores rizos ahí siendo él un chico tan lampiño, pero incluso en esa zona es suave y tiene un aroma hasta frutal. Tomás es bonito y dulce por todos lados, lo adora.

La experiencia de este, sin embargo, no está siendo tan adorable, sino más bien intensa hasta el punto en que cree que sus neuronas no pueden hacer maldita sinapsis; el placer es tal que le inunda los sesos y no puede pensar; se siente borracho de gusto, de esa sensación que le golpea como oleadas y le deja la piel anestesiada un segundo e hipersensible al siguiente. Se lame los labios al ver al vampiro devorándolo entero, llevándose su longitud a la garganta sin queja o duda alguna y después sacándola para volverla a meter hasta que le golpea la campanilla. El inmortal no se inmuta, sube y baja como si su cuerpo no pudiese verse perturbado pero el de Tomás sí luce afectado por todos sus movimientos. El chico respira atragantándose, jadea, gime y finalmente tiene suficiente valor para llevar las manos y hundirlas en el cabello rubio de Desmond. Es tan y sedoso que quiere acariciarlo, hacerle trenzas y peinarlo. Desmond es agradable le hace sentir bien.

<<Tan, tan bien...>>

Siente que arde y se deshace, que se derrama, que el placer lo hundirá hasta que desaparezca. La sensación es maravillosa, aunque se le haga raro ver por encima de la cabeza del hombre sus poderosos brazos atados a su espalda o su rostro a la altura de su cintura, arrodillado por él.

Desmond nota que el chico está por correrse y realmente debe hacer acopio de todo su autocontrol por no tratar de liberarse de las ataduras y manejarlo a su antojo; muere de ganas de enterrar los dedos en los muslos y abrir esas deliciosas piernas que Tom tanto insiste en cerrar, quiere tomarlo de las caderas, fijarlo a la cama con su fuerza y seguir chupando hasta que haya tenido tantos orgasmos que está llorando ante la idea de tener uno más, quiere arañarlo y probar su sangre y semen a la vez.

Pero no.

No puede desatarse en ninguno de los sentidos, no si su fogosidad va a ser entendida como un ataque no si al inflamar su pasión va a apagar la del contrario. Quiere que Tomás se sienta seguro y esa es su prioridad.

El chico chilla, mordiéndose el labio para acallarse y finalmente se corre acompañando la moción del vampiro con sus manos, empujando gentilmente su cabeza más hacia su entrepierna y notando el líquido caliente cargado de placer recorrerle la polla y salir disparado de una forma que lo alivia. Suspira y se deja caer en la cama como si se hubiese desinflado, pero entonces se levanta como un resorte al darse cuenta de algo ¿Ha tenido la poca vergüenza de correrse en la boca del vampiro? ¿Ha osado manchar a un ser tan superior con sus asquerosos fluidos humanos?

—L-lo siento, amo, lo limpiaré, lo limpiaré, lo l—empieza a decir nerviosamente, viendo tiras blancas marcar la boca de su amante y este sonreír pese a ello. Busca ansiosamente con la vista algo con lo que limpiar a su propietario, pero al voltearse hacia él ve que ya no hace falta. —¡A-Amo, no es necesario! —grita lleno de pudor al ver al otro relamerse, bebiendo toda su semilla.

El chico se lleva las manos a la cara, avergonzado, pero Desmond solo ríe.

—Vamos, vamos, no importa ¿Te ha gustado?

—Desmond, eres decepcionante.

Ambos se giran horrorizados hacia la puerta. Vlad los mira con dureza desde el marco. Su rostro sombrío, iracundo cuando mira al humano, apunta a que lleva ahí lo suficiente como para saber qué estaba sucediendo.

—¿Por qué no aprendéis vuestros lugares? —pregunta con resignación, acercándose con pasos lentos. De un momento a otro no está dirigiéndose hacia ellos, sino sobre Tomás, estrangulándolo con fuerza mientras el chico manotea al vampiro patéticamente y patalea en vano. —¡Tú deberías estar arrodillado y atado! —le chilla, golpeándolo contra el colchón y apretando hasta el rostro del chico se pone morado en apenas un par de segundos. —¡No entiendes que eres humano, que no vales nada, solo eres un juguete!

Desmond sale rápidamente de su shock, rompe la cuerda y se lanza sobre su amigo, intentando arrancarle de sus manos a Tomás. Vlad es fuerte, posiblemente más fuerte que él y eso lo hace asustarse de veras. Jalonea del largo cuerpo de su mentor, notando que pese a que logra sacudirlo violentamente, este no se zafa de su pobre víctima, que ya no se puede defender.

Desmond entonces recurre a una medida desesperada y toma la cabeza de su amigo en sus manos, apoyándolas, mientras Vlad se resiste, suelta improperios y sofoca al menor, en su coronilla y mentón, entonces hace un rápido movimiento y gira la cara de su amigo. Un crujido viscoso se oye y el cuello del inmortal se dobla en un ángulo escabroso. Por un segundo sus brazos caen como si fuesen de trapo y Tomás rueda hasta el suelo respirando como un pez fuera del agua.

El vampiro recupera su vitalidad, moviendo sus brazos para torcer su cabeza en el ángulo opuesto y devolver a su cuello su rectitud original.

—¡Me has atacado por él! —recrimina, señalando al humano.

—Te he atacado porque parece que has olvidado que no tocar las propiedades de otro vampiro es una regla sagrada entre todos nosotros. —lo encara el rubio con tono gutural, acercándose a él hasta que sus frentes chocan y las miradas están tan cerca que podrían soltar chispas.

Tomás, desde el suelo, ve la escena borrosamente y poco a poco recobra el aliento.

—Solo estaba intentando salvarte de seguir con esa humillación. —rectifica el otro, ofendido.

—No hay nada de humillante en que quiera darle placer a mi mascota humana.

—Pero sí en que lo hagas de rodillas y atado como si fueses una puta. —escupe con desdén, dando un paso al frente y obligando a su semejante a retroceder con frustración.

—Es para que se sienta más seguro —explica, ahora bajando un poco la voz.

—¡¿Y desde cuando importa eso?! De toda la vida los humanos son usado sin tener en cuenta sus sentimientos, para eso están, para eso estamos nosotros ¡Antes lo entendías! Lo pasabas tan bien torturando a esos humanos conmigo ¿Qué te ha sucedido?

—Vlad —dice el hombre en un suspiro, alejándose hacia la puerta. —esta será la única vez que te lo diga. Mi casa, mi distrito, mis normas. Hago con mi humano lo que quiero y ahora, si no te importa, largo de mi habitación. —El nombrado bufa cuando el rubio abre la puerta de par en par, instándolo a salir. —Y que quede claro que la única razón por la que no empiezo una guerra por que hayas tocado a mi humano y solo te advierto es porque realmente te aprecio. Deberías tener eso en consideración y ser más respetuoso, sobre todo cuando solo eres un invitado.

El hombre suelta aire por la nariz sonoramente, asesta a Tomás una horrible mirada cargada de odio y deja la habitación con la cabeza en alto y un silencio que no deja lugar a disculpas. Al irse arranca el pomo de manos de Desmond, dando un enorme portazo que sobresalta al chico.

—Mi Tomi, ¿Estás bien?

El chico trata de responder, pero tose violentamente. Se apoya en la cama con brazos temblorosos, a lo que Desmond se los agarra y lo ase para ayudarlo a subir en ella. Una vez ahí el humano, más sosegado, logra hablar.

—S-sí, me duele el cuello, pero él apenas me ha agarrado unos segundos, estaré bien. —dice no demasiado convencido. Se lleva una mano a la garganta y la frota con algo de temor, está toda enrojecida y puede sentir todavía como le cuesta tragar. —T-tengo miedo de Vlad, si me ha atacado así estando usted delante no puedo imaginar qué hará si me encuentra solo, señor

Desmond lo mira tragando grueso, entonces asiente, comprendiendo su preocupación, y la responde con calma.

—Él acabará acostumbrándose a esto, aunque no le guste, pero por si acaso tienes razón en que no debería estar cerca de ti por un tiempo. Él suele quedarse por más tiempo cuando es mi invitado, pero trataré de decirle amablemente que será lo mejor para todos que esta vez se vaya pronto. —Tomás asiente, profundamente agradecido. Entonces Desmond cambia de tema radicalmente, de nada sirve que continúe ahondando en el mal trago que ambos acaban de pasar: —Dime ¿Te ha gustado lo que hemos hecho hoy?

El pequeño chico enrojece de golpe hasta que sus pecas desaparecen y el vampiro ríe sonoramente.

—¿Debería tomar eso como una respuesta?

—Debería —corrobora el chico —porque no estoy dispuesto a darle una en voz alta.

Desmond ríe todavía más alto y, al final, estrecha a su mascota contra sí para después besar su mejilla.

—Eres adorable, dime ¿Cómo te has sentido?

El chico, tratando de buscar palabras, busca en los recientes recuerdos, todavía ardientes. Tiene un escalofrío con solo pensar en la vívida sensación que aún le hormiguea en la piel como un eco del enorme placer que ha tenido. No logra formar frases coherentes en su cabeza al recordar, solo oye su propia voz sonando obscena y el corazón latiéndose fuertísimo, pero al final logra sacar algo de ahí, los suficiente como para articular una respuesta que espera que sea más o menos satisfactoria.

—Estaba preocupado al principio, señor, pero después me he sentido más cómodo y las sensaciones han sido muy extrañas, pero me ha gustado mucho... Lo... lo volvería a hacer. —admite para después morderse la lengua por ello.

El vampiro no parece caber en sí de la alegría, lo mira con los ojos bien abiertos y la boca curvada en una sonrisa pueril, casi inocente. Está tan contento que su felicidad se le contagia un poco al muchacho y sonríe levemente.

—¿Y lo harías sin que yo tuviese las manos atadas?

—Oh, era la mejor parte... —murmura el chico con un pequeño puchero, pero ante la mueca sorprendida de Desmond no puede aguantarse la ría. —¡Solo bromeo! —responde golpeándole el pecho mientras no puede parar de carcajearse por el rostro asustado del vampiro ¡Tiene que tomarle el pelo más seguido! —Tenerte atado ha sido raro, muy raro... yo jamás haría algo así y, bueno, pensar que un humano ha atado a un vampiro es algo que está prácticamente prohibido, me da escalofríos solo de pensarlo. Pero también me da miedo pensar en qué harías con tus manos. Cuando me... cuando—el chico se detiene, tratando de buscar una forma sutil de abordar el tema, pero entonces frunce el ceño y habla con claridad, sabiendo que el horrible acto de Desmond cometió no merece ser tratado como algo que ocultar, sino como una verdad que escupirle a la cara cuantas veces haga falta. —Cuando me violaste —Desmond hace una leve mueca, Tom lo nota, pero sigue como si no lo hubiese hecho— usaste tus manos para hacerme daño, me pegabas, me tirabas del pelo y me agarrabas tan fuerte que pensé que moriría por la costilla rota. —declara con dureza, mirándolo directamente a los ojos. Es su amo esta vez quien huye de la mirada.

—No te haría eso, no más. Si me dejas tocarte solo usaré mis manos con cuidado en ti, te prometo que seré delicado, que no haré nada que no puedas tomar.

—Entonces... entonces me pensaré si la próxima vez puede tocarme, amo. —el vampiro le da una sonrisa comprensiva y un susurrante agradecimiento, a lo que el chico responde con: —Gracias por dejarme decidir estas cosas.

Desmond solo niega, incrédulo por la bondad de su pequeño regalo del cielo.

—¿Quieres ir a tomar un baño? Después podrás tomar el desayuno.

El chico asiente feliz, realmente se encuentra sudoroso por la intensidad de lo sucedido, así que agradece totalmente la idea. El vampiro se pone en pie y el chico le toma la mano cuando la tiende, después se enrosca en su ropa, con la que se había cubierto hace unos minutos, y le sigue sosteniéndola para que no caiga.

Al salir al pasillo se le llena el corazón de zozobra y siente que no puede dar una sola inhalación. El miedo de que Vlad esté ahí, esperándolos, lo deja congelado. Por suerte no hay nadie ahí más que Víctor siendo seguido por la maltratada mascota de Vlad, ambos entrando en el dormitorio del médico. Tomás está realmente feliz por ese chico, Víctor es un buen hombre, le hará bien tenerlo a su lado. Deja de pensar en ello cuando entra en el baño y Desmond lo desnuda, procediendo a quitarse él la ropa también. Ha visto ya el cuerpo de su amo decenas de veces, pero en todas ellas se siente como si fuese la primera, tan pudoroso y a la vez lleno de curiosidad. Esta vez, en su desnudez, descubre algo que debería haberle resultado obvio: Desmond sigue excitado.

El chico se sobresalta al ver la erección del otro saltar fuera de sus pantalones y se queda mirando sin disimulo, balbuceando silenciosamente en un intento de formular una pregunta por el asunto.

—No te preocupes por eso —le responde socarronamente su amo al ver su mirada dirigida sin reparo a su miembro viril y la forma en que el chico parece haberse olvidado de cómo hablar. —, lo puedo solucionar yo después, no quiero obligarte a hacer nada que no quieras, por hoy ya has tenido suficiente.

Tomás solo asiente en silencio, no está seguro de si sentir gratitud o vergüenza, él debería dar un favor recíproco al de su propietario, pero a la vez se siente aliviado por no tener que hacerlo, aún le asusta pensar en el miembro de ese hombre invadiéndolo sea como sea.

Mientras él anda perdido en sus cavilaciones, Desmond llena la bañera y prepara las lociones y jabones, yendo luego a buscar a su acompañante.

—Vamos, el agua de enfriará. —lo apresura el vampiro, guiándolo con una mano en su espalda hacia la tina.

Tomás reacciona rápidamente, dirigiéndose sin titubeos a su destino y después adentrándose en el agua caliente con deleite. Se sienta en la bañera, hundiéndose hasta los hombros y abrazándose a sí en ese espacio suave y tórrido como el vientre materno. Desmond se hace un hueco en el pequeño lago, sentándose detrás de él y tomándolo por la cintura para acercarlo.

Tomás extiende sus piernas, viéndolas en contraste con las del mayor. Él no tiene un cuerpo demasiado tonificado, es más bien flacucho y lo que más se marca en sus piernas son los tobillos y rodillas, sobresaliendo con picos y líneas accidentadas, el resto son curvas muy ligeras, como las de sus abductores; Desmond, sin embargo, parece de otra especie, sus piernas son largas y gruesas, con músculos marcados que él no podría ni señalar en el cuerpo propio, los gemelos del vampiro resaltan con una sinuosa curva, los cuádriceps forma una montaña que rivaliza con la rótula y los muslos se ven realmente definidos, además su piel velluda y hosca parece incluso de otro material que no tiene nada que ver con la dermis de porcelana que le recubre a él.

—Soy como menos que la mitad de usted —dice el chico riendo y señalando la diferencia de tamaño de sus extremidades.

El vampiro ríe, le da un pequeño beso en la coronilla y dice:

—Eres de bolsillo.

—Como uno de esos libros que tiene en la biblioteca —divaga el chico, entonces parece sorprendido por algo. —, por cierto, he leído alguno nuevo. Y no sé quién es Hegel pero no le entiendo.

Desmond ríe antes de decir:

—Si te soy sincero, yo tampoco.

—Usted debería —le replica el muchacho en tono juguetón. —, es suficiente mayor como para haberle preguntado al tal Hegel mientras estaba vivo.

—Posiblemente me lo habría comido, no soy mucho de conversar con mortales.

—¿Ni con los que escriben libros que usted lee? —pregunta en tono inocente y preocupado.

El vampiro niega vagamente y Tomás se siente extrañado. No puede imaginarse como ese arte hecho letras que tanto adora Desmond puede venir de algo a lo que consideraría menos que comida. Le hiela la sangre.

—No y mucho menos con los que escriben libros que no entiendo. —bromea dando un mordisco al aire. —Esos humanos son mi merienda favorita.

—¿Y yo? ¿También me va a comer a mí? —la voz del chico escapa de forma suave y parece quedar suspendida en el aire, como un suspiro atrapado en los pulmones de esa casa.

—Tonto —dice negando—a ti solo a bocados pequeños, no quiero matarte y lo sabes.

—Supongo que eso es algo romántico. —Tomás se encoge de hombros, después se ríe irónicamente. Bien podría ponerse a llorar después de decir eso, pero sabe que está harto de las lágrimas, prefiere las risas si es que tiene derecho a ellas siendo humano.

—Supongo que no sé mucho sobre ser romántico.

—Supone bien, amo. —completa complacientemente mientras alza la cabeza para mirarlo a los ojos. Los de Desmond están entrecerrados, soñolientos.

—Oh, cállate, lo intento ¿Qué debería hacer? ¿eh? —se queja sin demasiada seriedad, picándole los costados al chico mientras se enfurruña como si fuesen dos amantes acaramelados.

Tomás no puede acostumbrarse a ello todavía, así que cuando el vampiro va a hacerle cosquillas su primera reaccionar es tensarse, asustado. Después se relaja, suspira muy despacio y tiene una idea.

—Podría invitarme a una cita. —se pone a reír de nuevo, cerrando los ojos, negando. —Es broma, aunque, no sé... Nunca he tenido pareja, pero una cita suena bien para una pareja, supongo.

—Puedo hacer eso, puedo llevarte afuera a un sitio bonit- ¡Oh! Soy un tremendo imbécil, no te he llevado afuera de mi mansión desde que te compré, debes sentirte horrible, pequeño ¿Es así?

El vampiro lo gira en la bañera, haciendo que el chico lo encare y mordiéndose los labios horriblemente mientras lo mira lleno de preocupación. Tomás se siente algo apabullado por lo mucho que el vampiro le presta atención de repente y no sabe muy bien qué decir.

—Bu-bueno, me siento encerrado y me gustaría mucho salir, pero también pienso que el mundo que hay ahí afuera no es para mí, solo soy un humano en un mundo de vampiros, así que tampoco encontraré ningún sitio para sentirme cómodo. —Tomás se voltea de nuevo, apoyando su espalda en el pecho del vampiro y hundiéndose un poco en el agua. —Si la gente va a ser mala conmigo prefiero quedarme aquí encerrado.

Desmond traga grueso, pensando en sus próximas palabras. No puede negar que Tomás tiene razón, que no le espera más allá de su jardín un mundo más salvaje que esa maleza que no entiende padecimientos y sueños humanos, pero a la vez quiere tantísimo repararlo, decirle que todo estará bien.

—Puedo intentar llevarte a algún lugar bonito donde no haya demasiada gente, a alguna tienda de productos humanos o algo así también. Y mientras estés conmigo te prometo que nadie va a tener el valor de decirte una sola cosa mala ¿De acuerdo? Podría llevarte a una peluquería, comprarte ropa nueva y bonita que te guste o comida que no hayas probado antes ¿Te gustaría?

—Sí... sí, me gustaría mucho.

Tom se desliza más, hasta que el agua le cubre la sonrisa recién formada y tiene el colorete de las mejillas cubierto de pompas de jabón.

—Bien, entonces te llevaré ¿Dentro de dos noches está bien?

El chico asiente.

—No puedo esperar... —susurra muy bajo, sacando a flote sus labios y esperando no ser oído. Se alegra de que Desmond deje el tema, interrumpiéndolo.

—¡Oh! Y continúa con lo de antes ¿Qué más libros has leído?

Tomás hace la forma de una trompita con los labios, poniéndose a pensar y dejando atrás ese oscuro espacio mental en el que se había sumido al inicio de la conversación

—Bueno, algunos de biología que Víctor me ha mandado de deberes, pero no me refería a esos. He leído alguno de amor, son bonitos.

Desmond lo mira apenado, ve su sonrisa con forma de corazón y como se parte unos segundos después. Todas las novelas románticas que él tiene no son más que una ficción, una que jamás podría hacer realidad un monstruo como él. Aprieta los labios, no sabe qué debería decir al respecto, así que se lo piensa mientras alcanza un bote de champú, vierte un chorro en su palma y después empieza a frotar la cabeza de su mascota. Tomás parece relajarse, cierra los ojos, sus hombros caen un poco y apoya más de su peso en el vampiro.

—Siento no poder darte esa clase de amor.

Tomás hace un pequeño ruido de gusto cuando el vampiro le roza las sienes con los dedos embarrados en jabón.

—No estamos tampoco en esa clase de mundo. —le responde de forma ecuánime, como restándole importancia. —Eso no me consuela pero... no sé, es la verdad. A veces me siento egoísta por echar de menos tantas cosas sabiendo que tuve suerte de no morir en la guerra y que tengo suerte de no tener un amo como casi todos.

—En este mundo los humanos no sois más que pedazos de carne, unos más privilegiados que otros, pero eso no soluciona nada. Es normal que añores tu viejo mundo.

—Y a mi familia, y mis amigos y mis vecinos y... oh, ahora estoy llorando, genial. —se queja, dejando sus manos caer en el agua como en un airado chapoteo.

—No pasa nada, ven, llora lo que necesites. —le alienta, asiéndolo hacia él y rodeándolo con sus enormes brazos. Tomás siente que el vampiro podría ahogarlo ahora mismo de querer, podría apretar y romper sus costillas, su espalda, partirlo como a una pequeña rama. Quizá por eso sus brazos fuertes se sienten siempre tan seguros como amenazantes. —No has tenido ningún respiro ¿Verdad? Ahora puedes llorar tranquilo, lo prometo.

Tomás niega. No está tranquilo, no está seguro y lo sabe, pero entonces ¿Por qué su corazón se abre, dejando ir una enorme ola de lágrimas?

—Por culpa de la guerra lo perdí todo, todo y cuando estuve con Todd fue mi único apoyo y ahora se ha ido... Estará muerto o peor, mi pobre Todd. Me asusta muchísimo pensar en lo que el mundo se ha convertido. Mi amo, mi señor, por favor, prométame que jamás me va a dejar solo en este mundo que da tanto miedo.

—Nunca lo haré. Lo sabes, tendrían que matarme. —confiesa con voz desesperada.

—¡Ni entonces! —Tomás reclama haciendo un tierno mohín.

—Si me matan ¿Qué quieres que haga? —le responde su amo, confundido.

—¡Pues resucitas, resucitas por mí! —le grita de forma pueril, volteándose para golpearle en el pecho.

—Vale, vale, no tengas una pataleta. —le responde Desmond riendo. Su mascota es tan tierna, tan abrazable y pequeña, el tamaño perfecto para parar sus golpes no con violencia, sino con un achuchón amistoso. Y eso hace, lo atrapa entre sus brazos y lo aprieta contra su abultado pecho, logrando inmovilizarlo de una forma que no lo agobia ni asusta.

—¡No me trates como a un crío! —gruñe.

—Tomi, ¿eso de tutearme lo haces porque quieres unos azotes? —pregunta alzando una ceja de forma insinuante. Su tono no tiene una pizca de ira o réplica, pero sí la suficiente lascivia para incomodar al humano.

—¡Lo-lo siento, amo, le juro que no volverá a suceder!

—Tranquilo, solo estoy metiéndome contigo. —el vampiro se relaja, deja pasar unos minutos de silencio y entonces dice de la nada: —En privado puedes tutearme y llamarme por mi nombre si quieres.

—¿Es... en serio? —pregunta el muchacho abriendo sus ojos avellana de forma que parece que vayan a ocuparle toda la cara.

—Di mi nombre. —ordena Desmond, mucho más autoritario que antes.

—Desmond. Desmond Gaard. —el chico rompe en carcajadas. —¡oh Dios mío me siento como un criminal!

—Suena bonito cuando lo dices, puedes hacerlo, aunque ni se te ocurra tratarme de tú cuando estamos con otros vampiros, supongo que nos cortarían la cabeza a ambos. A ti primero.

—Si quiero asesinarte entonces solo tengo que decir tu nombre y huir. Es el crimen perfecto. —Finge una risa maligna, sonando más bien como una ardilla llena de helio.

—Si intentas hacer eso vas a tener un castigo de proporciones épicas, pequeña mascota, mejor sigue siendo el chico bueno y obediente que has sido hasta ahora.

—¿No crees que sea una mala mascota? —pregunta entonces torciendo su cabeza con curiosidad y con sus cejas alzadas en una mueca de sorpresa.

—Para nada, eres tan receptivo, tan bueno. Y al principio estabas tan asustado que habrías hecho casi cualquier cosa con solo pedírtela, fuiste fácil de moldear cuando quise hacerlo, aunque ahora prefiero tratarte de un modo distinto.

—Pero me castigabas tanto... pensé que lo hacías porque era malo. —explica apenado.

—Lo hacía porque son cosas que disfruto. Los semi puros somos crueles, tenemos necesidad de serlo.

—¿Y qué harás con esa necesidad si ahora pretendes ser bueno conmigo? ¿Vas a esperar a no tener más paciencia y entonces... —Desmond le corta hablando serio al notar que el chico, a medida que pregunta, empieza a lagrimear.

—Voy a avanzar despacio contigo, Tomás, voy a enseñarte poco a poco como ser una víctima de mis instintos y yo voy a enseñarme a mí mismo a no herirte demasiado saciándolos. Voy a prepararte para que puedas tomar todo lo que necesito que tomes de mí y yo voy a aprender a no rendirme tan fácilmente a mis instintos.

—¿A qué te refieres cuando dices que me enseñaras a ser tu víctima? ¿Qué cosas me hará, amo?

—Son muchas las cosas que deseo hacerte, Tomás, aunque obviamente no te haré ni la mitad de ellas. 

—¿Qué cosas son? —su curiosidad es implacable, el tono pueril y explorador lo demuestra, pero también es un hombre adulto y, pese a su ternura e inocencia, no es idiota: el brillo de su mirada y la fina línea que sus labios serios forman demuestran que está preparado para el tiempo de respuesta escabrosa que podría recibir.

—No deberías estar preguntando por eso.

—Pero quiero oír la respuesta. —insiste con voz firme, pero las manos hundidas en el agua pues le tiemblan.

—Bien, pues... quiero morderte despacio, beber tu sangre mientras noto que tu corazón se acelera por el miedo, quiero retenerte mientras lo hago, que te sientas indefenso, quiero tumbarte en la cama violentamente y golpearte hasta que llores y ruegues, quiero azotarte con mis manos, con el cinturón, con látigo, con todo lo que tenga a mi alcance hasta que se te ponga la piel roja, quiero tener sexo contigo, hacerlo rudo, de forma imprevista y que te haga gritar, quiero impedir que te corras y que al final estés hecho un lío de lágrimas porque no puedes aguantar más; quiero llamarte cosas horribles mientras te muerdo y follo, tirar de ti, arrastrarte, empujarte como si fueses un muñeco y usarte sin pensar en sus sentimientos, quiero tener el control, estar encima, saber qué hacer en todo momento, vigilar todos tus pasos y acechar hasta poder castigarte desproporcionadamente por cualquier mínimo error. Quiero cortarte y quedarme viendo como sangras hasta que te marees y te tenga que sostener, quiero follarte entonces, dejarte inconsciente, que despiertes en medio de algo brutal y seguir, más fuerte, hasta que pierdas el conocimiento otra vez. Quiero morderte hasta estar harto de sangre y después morderte solo para dejar tu cuerpo lleno de marcas mías, escuchar qué sonido hace cada uno de tus huesos al romperse y como gritas pidiendo que me detenga, quiero atraparte en tu momento más débil de la noche y hacerte las cosas más horribles, quiero encadenarte, atarte, amordazarte y vendar tus ojos para que no sepas qué pasaré y después torturar cada centímetro de tu piel. Quiero desollarte, desmembrarte, torturarte, poder matarte una y otra vez para ver esa mirada llena de miedo y resignación antes de que dejes este mundo. Tomás ¿Acaso olvidas que soy un monstruo? Quiero hacer cosas contigo que no puedo ni nombrar de lo ominosas, de lo abyectas que son, cosas que me asquearían hasta mí. Quiero hacerlas y sin embargo no podré hace ni una centésima parte de lo que me piden mis instintos, por eso aprenderé a controlarlos, a solo dejar salir los horribles y oscuros deseos que eres capaz de tomar sin romperte. Por eso no quería decírtelos, porque sueno como un completo demonio.

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