52

 —El otro día molestaste a Lucas en los baños. —dice Damián, sonando tranquilo y sin responder a la pregunta del otro.

—¿Qué coño haces aquí? ¿Quién mierda es Lucas? —pregunta el tipo con cierto aturdimiento. El alfa frunce el ceño mirando al más grande y se lleva una mano a la cabeza, sintiendo el dolor que su propia voz alzada le acaba de causar.

—Y hace no demasiado trataste de violarlo aprovechando que estaba en celo y sin medicamentos. —dice el alfa, ignorando de nuevo sus preguntas y levantándose.

El tipo se tambalea hacia atrás y choca torpemente con la puerta mientras Damián avanza hacia él.

—¿Qué leches quieres? ¿Hablas del omega? —pregunta, aturdido y haciendo una mueca de extrañeza. Ya ni recordaba que Lucas existía.

Damián avanza más, el aroma de su ira golpea a Matthew primero, después lo hace su amplio y fuerte pecho, empujándolo contra la madera de la puerta. El alfa más débil mira el pomo como si fuese agua en el desierto, pero sus ojos lo delatan y antes de que pueda tocarlo, Damián lo agarra del cuello de la camisa y lo lanza hacia el centro de la sala.

El hombre da un grito por el susto, trastabilla hacia atrás y termina por caer sobre su propio culo exclamando una maldición. Le dije a Lucas que no emplearía violencia física y no lo estoy haciendo, si le empujo es cosa suya mantener el equilibro. Damián se excusa mentalmente y se acerca del nuevo al hombrecillo, con paso firme.

—¡¿Se puede saber que mierda haces?! —pregunta desde el suelo, mirando al otro alfa con enfado. El aire se llena de alcohol y rabia.

Cada bocana de aire es como un trago de aguardiente y Damián siente el fuego en sus pulmones, en su aliento, en cómo quemará a Matthew incluso con palabras. El borracho se levanta, iracundo, y trata de embestir a Damián con su cuerpo, seguramente para llevárselo al suelo y golpearlo, pero él es más rápido y lo empuja, tirándolo de nuevo. El alfa chilla y su cabeza suena hueca cuando se golpea contra el suelo; Damián ve sus intenciones de levantarse nuevo cuando este apoya las manos en el parqué, pero actúa rápido, subiendo a horcajadas sobre él y dejándolo inmóvil con su peso. Matthew gruñe y forcejea contra el cuerpo sobre él, tratado inútilmente de manotearlo. Cuando el hombre se cansa y su cara está totalmente roja, con una vena resaltando en su sien, se rinde, tumbándose con el cabello pegado a la frente por el sudor, la respiración agitada y el ceño fruncido.

—¿Qué mierda quieres? Salta de encima, puto psicópata, me estás aplastando. —gruñe, mirando mal a Damián, pero resignado al saber que no puede hacer nada para echarlo. Quizá si no fuese borracho lograría atinarle un par de golpes en la cara y dejar marca unos días, pero ni aun así lograría ganar contra él si el otro alfa está tomándose eso seriamente.

—Me importa una mierda, al igual que a ti te importa una mierda que los omegas lloren o te digan que no quieren nada de ti. —brama el alfa, cruzándose de brazos y mirando a su víctima intensamente. Un escalofrío le recorre el cuerpo de forma placentera cuando se imagina tomando las dos muñecas del alfa en su mano izquierda y golpeándolo con su derecha hasta que no haya dedos en su mano o un rostro bajo ella, solo sangre. Quiero golpearle hasta que no vuelva a tener esa cara altiva, quiero tomarlo del cuello y apretar hasta que se ponga violeta y, después, frío.

Damián inhala, tratando de ignorar que el aire huele a ceniza y que en su interior arde un deseo por el que le caerían años de prisión. Trata de despejar su mente, sabe que el lobo en él está furioso y quiere venganza, sabe que está posesivo, celoso y enfadado, pero no es excusa para romper la promesa que hizo con Lucas y mucho menos como para dejar que Matthew se salga con la suya y logre que lo expulsen por pegarle.

—¿Qué más te da a ti lo que yo haga con los omegas? —pregunta, chasqueando la lengua.

—Es asqueroso. Y créeme, realmente me importa mucho cuando se trata de lo que haces con mi omega. —dice en tono ronco, su rostro invadido por una sombría expresión y una sádica sonrisa asomándose por una de sus comisuras, mostrando uno de sus caninos con cierta forma de colmillo.

Damián usualmente luce atractivo, ahora su aspecto es tan atrayente como aterrado y hace a Matthew tragar saliva y guardar silencio por unos segundos, sintiéndose intimidado.

—Oh, vamos, no puedes pretender quedarte para ti solo con el único omega del curso. Además, si no fuese tan irrespetuoso quizá podría dejarle en paz un poco, pero casi está pidiendo que le enseñen una lección, así que, si tú no eres lo suficientemente alfa como para enseñársela, lo haré yo.

A Damián le rechinan los dientes de tanto apretarlos por la ira, sus nudillos están pálidos ya de tanto preparar los puños y siente por un instante que su autocontrol se está yendo a la mierda y que Matthew se va a ir directo al jodido hospital como siga hablando así. El alfa sonríe con desvergüenza al ver el labio superior de Damián alzado con ira, ama herir el orgullo de los demás, ama saber que él es poderoso y, aunque ahora esté inmovilizado bajo un alfa más fuerte, se siente exactamente así.

—Quizá tú necesitas una lección. —susurra Damián con voz contenida. No quiere gritar y alarmar a los demás estudiantes, las cosas deben salir bien.

—¿Si? ¿Y qué harás? ¿Pegarme? Tú vas a dejarme un ojo morado unas semanas, pero si lo haces te aseguro de que te expulsarán antes siquiera de que puedas ver el moretón. Aunque es buena idea, yo cuidaré de ese omega si te vas. —sisea ampliando su sonrisa al sentir el aliento de Damián arder sobre su rostro; el alfa respira más rápido y puede sentir su furia en el aire, sabe lo mucho que le está fastidiando y lo impotente que se siente el otro. —Voy a atarlo a mi cama y montar una jodida fiesta en mi habitación para que todo el campus se folle su culo hasta que aprenda a comportarse como una buena putita para sus alfas.

Damián traga saliva, su puño se alza levemente y el otro lo mira con una gran sonrisa, incitándolo con su rostro engreído a golpearlo hasta la saciedad, a formar parte de su juego injusto. Pero Damián piensa y respira. Le haré pagar... Su puño se destensa y la ira desaparece de su rostro, en su lugar una sonrisa malévola hace al castaño mirarlo con fastidio y duda.

—No necesito pegarte, lo que más te duele a ti no son los golpes en la piel, sino en el orgullo. —susurra Damián, saliendo de encima del tipo de forma inesperada. Se queda de pie a su lado y el otro lo mira extraño, sin moverse aún. Matthew no comprende qué sucede y el alcohol en su sistema no hace que comprenderlo sea más fácil.

El castaño se apoya sobre sus codos, comenzando a incorporarse mientras mira a Damián de pie en el salón, sin intenciones de irse, pero sin intenciones de pegarle tampoco. Matthew es bueno recibiendo golpes y cumpliendo amenazas después, pero ahora está desconcertado. Se pone de pie, justo delante del otro, aunque aún le cuesta mantener el equilibrio.

—¿Entonces qué harás? No vas a tenerme llorando solo un par de insultos, no soy tan marica. —la sonrisa de Damián se amplía al escuchar eso y el otro da un paso atrás con cierta prudencia, temeroso de lo que esa expresión macabra pueda significar.

No conoce las intenciones de Damián, pero sí que él está borracho y débil y el otro tiene muchas horas como para hacer cosas horribles. La loca idea de que el alfa lo va a asesinar cruza su cabeza y de pronto su cuerpo empieza a producir feromonas de temor, pero trata de sacarse esa idea, se dice que el otro no está tan chiflado. O eso espera.

—Sabes, Matthew ...—comienza el más grande ,acercándose intimidantemente al chico hasta que ve que este retrocede, absorto en sus ojos y lo oscuros que parecen en la noche. Damián suelta un cruel risa al oler el terror en el aire. —los alfas somos fuertes, pero no todos somos iguales. Yo soy superior a ti y eso me permite hacer contigo lo que quiera, mi fuerza me es muy útil. Si te jodo a golpes me expulsarán, así que no puedo hacerlo y es una lástima, habría sido divertido. Pero eso no es lo único que mi poder sobre ti me permite hacer. —su tono suena bajo, susurrante, y hace que el asustado alfa deba ponerle demasiada atención, tanta que chilla por el susto cuando sus gemelos chocan contra la orilla del sofá y él cae sobre él. El otro alfa se acerca, arrodillándose sobre la mullida superficie e inclinándose hacia él. —Y, de hecho, sé que humillándote te haré mil veces más daño que con los puños.

—¿Hu-humillarme tú a mí? No seas ridículo, no hay nada de lo que me avergüence. —se jacta el otro, sonando poco convencido.

Damián lleva las manos a su bolsillo derecho y saca su teléfono móvil. El otro lo mira con atención y sin entender muy bien que sucede. El alfa abre la cámara y en un segundo el flash deslumbra al chico, que mira con confusión su propia fotografía; luce tan diminuto, tan indefenso, además de ruborizado por efecto de la bebida.

—No hay nada más humillante para un alfa que demostrar que no lo es. Tú me llamas poco alfa, yo haré que tú seas como un omega esta noche.

El vello del cuerpo de Matthew se eriza y su lobo esconde el rabo entra las patas lloriqueando al escuchar la voz del alfa más poderoso. Todo su cuerpo se estremece, pero se dice a sí mismo que Damián no puede estar hablándole de lo que él piensa, que seguro que se refiere a otra cosa o que solo son amenazas vacías. Las dudas lo carcomen por dentro cuando el alfa deja el móvil a un lado y desabrocha su bragueta. No, no puede...

El alfa cierra los ojos, piensa en Lucas, en su rostro hermoso y aniñado, en su aroma dulce y su piel cremosa que hacen que desee devorarlo, en lo sexy que es cuando no lo pretende en cómo lo caliente pillarlo in fraganti mirándolo en clase y hacerlo sonrojar por ello. Su polla empieza a despertar por los recuerdos y él no pierde el tiempo, baja sus pantalones y ropa interior lo suficiente como para que la erección salga bamboleándose. Matthew se pone pálido, el otro se acerca un poco más, dejando al alfa borracho tumbado débilmente sobre el sofá, con él de rodillas, teniendo su cadera a la altura de la cara del alcoholizado joven. No puede, no va a...

—Matthew... —lo llama con tono ronco, tomándolo del pelo para obligarlo a mirarlo a la cara. El nombrado ve entonces una sonrisa aterradora y el teléfono enfocándolo. Reconoce el sonido que hace la cámara al iniciar un video cuando Damián toca la pantalla y entonces lo mira totalmente aterrado. —voy a grabar como te convierto en mi putita. Quizá así se te quiten las ganas de hacer lo mismo con los omegas.


Comentarios