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Tomás deja el plato lleno de una montaña de tortitas en la mesa, pero no se sienta a comer. Los círculos de color crema están ya tibios y esponjosos, perfectos para comerlos junto a la mermelada espesa y homogénea que los corona y regalima por los lados con brillantes goterones. El postre parece de mentira, de esos preparados para hacer una fotografía publicitaria. Tiene un aspecto tan, tan bonito que a cualquiera le daría pena comérselo. Pero no es por su presentación por lo que Tomás deja el plato solo en la cocina, saliendo de ella, sino por los gritos que vienen del comedor.

Desmond lleva fuera unos diez minutos, si es que llega, pero el humano se siente como si llevase horas encerrado entre los fogones mientras escucha a ambos vampiros dejándose los pulmones en esa discusión que...

<<Es mi culpa>>

Traga saliva. Él no quiere causar problemas a nadie y menos entre nadie. Quiere ser bueno y amable y que los demás le den una vida bonita y feliz. Quiere recibir muchos besos de Desmond y poder ser una mascota que escucha más halagos que órdenes.

Aparentemente sus demandas son irreales y, según palabras de Vlad, una carga para Desmond. Lo ha llamado inútil, débil e incluso ha sacado a relucir ciertas anécdotas de cuando era humano para humillarlo, comparándolo con aquel entonces. Tomás solo quiere correr y abrazar a Desmond porque si fuese él a quien le dicen todas esas cosas feas de seguro ya estaría llorando sin control.

Sin embargo, Desmond se mantiene y lucha, responde ferozmente, le defiende y aunque no insulta jamás a Vlad como este lo hace con él, es hostil. Aunque le aterran los gritos de esos dos demonios vociferantes, sus ojos brillando cuando oye que Desmond no flaquea, no solloza, no duda; esa esa misma entereza la que el chico anónimo le transmitió en sus primeras lecturas, la que le llenó el corazón de esa sensación de no estar solo que es lo único que puede salvarlo de un mundo en el que no tiene lugar.

Desmond sigue siendo ese chico amable, confundido a veces, pero siempre fuerte incluso en la derrota. Solo reza para que no sea vencido de nuevo.

Cuando Vlad amenaza con desheredarlo, Tomás siente que se le revuelve el estómago y que vomitará ahí mismo. No puede dejar que eso, no puede hacer que una amistad tan grande termine de modo horrible por su culpa, pero ¿Qué opción tiene? ¿Volver a ser un mártir y condenar a Desmond a convertirse en lo que odia? ¿En lo que ambos odian? Él no quiere eso, ni para sí mismo ni para su amo.

No sabe qué hacer, pero sabe, siente, que su amo le necesita, así que va hacia él. Anda con pasos inseguros hacia el comedor hasta que los ve, ambos enormes, ambos moviéndose el uno hacia el otro en una batalla de miradas, de aguante, de acorralarse mutuamente esperando que uno se siente diminuto y se deje aplastar. Vlad es quien primero le ve, así que solo alza una ceja, clava la mirada en él y hace un gesto con la cabeza, señalándolo. Desmond se gira entonces.

Cuando lo mira, Tomás juraría que lo que ve en su mirada es miedo. Se tiene que hacer callar mentalmente, asegurándose que algo así no puede ser, sus gritos sonaban seguros y formidables unos segundos atrás, no puede ser que esté asustado ahora.

—A-amo ¿Está bien? —pregunta con timidez, sintiéndose ridículo.

—No, la verdad es que tu amo no está bien ¿Por qué no vienes aquí y le dejas desquitarse contigo? Y, pensándolo bien, yo también lo necesito.

—Deja esa mierda, no lo comparto y lo sabes. —gruñe Desmond, poniéndose delante de Tomás para cortar la fuerte mirada que el otro le manda.

—Tampoco lo castigas, ni le ordenas cosas, apenas lo muerdes y aparentemente no lo follas... por lo que he visto antes más bien parece que sea él quien va a follarte a ti. —Vlad sonríe, Tom no puede ver la expresión de su amo, pero sí sus manos cerradas en puños, los nudillos blancos, las venas marcadas del antebrazo... está furioso. —Y además te hace cocinarle, dime ¿Eres tú su puta ahora o cómo va la cosa?

—Yo no... no tengo esas intenciones con Desmond, lo prometo, solo quiero que sea mi amigo. —interviene Tomás nerviosamente, apenas tiene coraje para alzar la mirada del suelo, pero ante las acusaciones de Vlad se obliga a sí mimo de salir del refugio de las espaldas de su protector e intervenir.

—¿Te he pedido que hables acaso? —espeta el hombre larguirucho de mala gana.

—Vlad. —El tono de Desmond es de advertencia.

—¿Qué? ¿Vas a seguir replicándome? No quiero un heredero así, Desmond, me avergüenzas, avergonzarías a Morien y avergüenzas a toda tu raza y a todos los semi puros ¿Ahora eres un animal doméstico?

—Que yo sepa yo no tengo que representaros ni a ti, ni a Morien ni a ninguna puta raza, así que puedo hacer lo que me de la gana. Y no si no me quieres de heredero ¡Bien! Me va genial con mi distrito, no necesito tener el tuyo estorbando ni mucho menos tu presencia en mi territorio. Mi distrito es mi distrito, mi hogar es mi hogar y mis reglas son mis reglas, si no eres capaz de entender y respetar eso te quiero fuera de aquí ya.

Tomás tiene un horrible presentimiento. La sentencia de Desmond le cae en el estómago como un mazazo y cuando ve la expresión de Vlad se congela unos segundos. Está tan pálido, con un goterón de sudor cayéndole por la sien derecha y la mandíbula tan apretada que se le marca como trazos sobre papel. Los ojos fijos en su interlocutor, sin brillo, sin emoción, solo pupilas con la forma del cañón de un arma apuntando directas a Desmond, los labios apretados, tornándose amarillentos por la presión.

Luce como si fuese a explotar y Tomás se tapa los oídos, gimotea y se encoge en anticipación al tormento que está por venir.

—Prepararé todo y mañana por la noche me iré, si así lo deseas.

El chico pestañea un par de veces, lleno de incredulidad. El hombre estaba enfermo de asco e ira hace solo un par de segundos y aun así se ha manejado como para responder calmado y dejar la sala en un chasquido de dedos. Estaba tan seguro de que algo malo iba a pasar que la calma le deja ahora un extraño sabor de boca.

<<¿Acaso era solo mi imaginación?>>

Se dice que sí, se lo dice diez, veinte veces. Y aun así no puede dejar de pensar en esa cara, esa cara ominosa, como si la máscara de calma fuese a romperse y desvelar un monstruo que desconoce la palabra belleza. Tomás pierde el apetito al pensar en esa horrible expresión anticipativa de una tragedia que no conoce, pero que le acongoja; de todos modos, se deja acompañar por Desmond a la cocina y ahí come su dulce desayuno. Más tarde se hace comida menos deliciosa, pero más nutritiva y su amo, que se pasa toda la comida callado, se encierra en su despacho.

Tomás no lo vuelve a ver hasta que es la hora de ir a dormir y se siente terrible para cuando llega ese momento. No sabe si es la angustia de haber pensado que Vlad se iba a quebrar ahí mismo, si es la culpa por haber roto una tan duradera amistad o si es el miedo a que Desmond le odie por ello, pero el chico lleva la mitad de la noche al borde de las lágrimas.

Cuando su amo se mete en la cama con él, apaga las luces y no lo abraza por detrás como suele hacer rompe en llanto.

—Ya pasó, ya pasó. —susurra dulcemente en su oído, reconfortándolo.

Desmond rota hacia el chico, llevándolo hacia su pecho mientras pone uno de sus brazos sobre su cintura, alcanzando la espalda con la mano. En ella traza círculos suaves con las yemas de los dedos.

—He hablado con Víctor, él cree que he hecho bien al echarlo, aunque se le veía triste porque ya no podrá tratar a su humano... ¿Tú no estás feliz de que se haya ido? ¿Por qué lloras? No tienes que tener miedo por la pelea de antes, sé que he gritado mucho y que parecía intimidante, pero no te voy a hacer daño, Tomi.

El chico niega, restregando su cara llorosa contra el pecho del mayor y entonces alarga sus brazos, acercándoselo, apretándose contra su cuerpo, aspirando su aroma.

Desmond agradece que no haya luz, le avergonzaría que su mascota le viese sonrojado por un simple abrazo.

<<Un mortal jamás habría hecho esto. Jamás me había buscado, me había abrazado, jamás habría deseado estar entre mis brazos para dormir tranquilo, jamás me había olido como si mi perfume no fuese el de la muerte. Un mortal jamás me había considerado digno de tal muestra de amor.>>

—Da igual, no es nada. Durmamos, mañana será una noche mejor. —susurra Tomás de un modo que confunde a Desmond. No sabe si es una promesa o un deseo.

Sea como sea, su chico tiene razón, todo será mejor a partir de ahora.

Fin del cap ¿Os ha gustado?

¿Qué pensáis de la pelea de Desmond y Vlad?

¿Estáis aliviados de que ahora todo vaya a ser un poco más tranquilo?

Gracias por leer y nos vemos en el próximo cap ^^ Si os ha gustado el capítulo no olvidéis comentar si queréis y seguir el blogg :3


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