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 Lucas está tirado en su cama, maldiciendo internamente por haber asistido a la última clase que ha tenido. No, no ha sido aburrida, ni tediosa, de hecho, tan siquiera ha sido de química, cosa rara siendo esta la carrera que estudia. El profesor de esa hora al parecer ha tenido una urgencia cuando estaba ya a punto de aparcar en la universidad y ha tenido que volver a casa, sin tiempo para avisar a alguien que organizase las cosas mejor ha llamado a un colega suyo para que fuese a clase a suplirlo y entretener a los alumnos; todo sería ciertamente normal si no hubiese sido un profesor de literatura en un aula de química sin idea de que es un átomo, pero asegurando que podría escribir un poema sobre ellos.

La mitad de clase se ha ido al verle entrar, incluido Damián y algunos de sus amigos alfas. Lucas se ha quedado por curiosidad, prometiéndose que se iría a los cinco minutos para no perder el tiempo. Cuando la hora y media ha pasado, le ha sabido a poco. Ese hombre hablaba de cosas que él no llegaba a entender del todo, pero que de algún modo sentía, no ha aprendido nada que vaya a salir en sus exámenes, pero ha aprendido muchas otras cosas que no quiere olvidar y se siente ahora con la cabeza llena de información y el cuerpo de emociones diversas. Es algo que la literatura siempre ha causado en él, lástima que para un omega comprar libros sea casi imposible y que sus profesores de secundaria y bachillerato fuesen hombres que en las letras veían letras en vez de magia.

Pero no es la prosa encantadora de ese profesor lo que Lucas tienen en la cabeza ahora, sino una cosa muy concreta que ha dicho, un ejemplo que se le ha clavado como una espina y ahora duele. ''En los detalles, chicos, es en los detalles. Lo más humano que hay no es la universalidad, sino la intimidad ¿Quieres escribir algo hermoso? No escribas a lo grande, no seas Dios. Escribe pequeño, cuenta la pequeña historia de una persona, con sus pequeños defectos y recuerdos y virtudes. Es en las cosas más ínfimas donde está todo lo que somos. La magdalena de Proust, por ejemplo, algo tan específico, tan bobo como el sabor de un bizcochito es capaz de evocar una vida entera y, con ella, una fuerte crítica social. ¿Acaso no nos pasa lo mismo? Vamos, chicos ¿Quién me dice el más claro ejemplo de ello? Una pista, es algo pequeño y fugaz que nos pasa a todos, algo que nos define, algo que no podemos olvidar. ¡Vamos, chicos! Bueno, estoy hablando con una pared, pero al menos espero que la pared me escuche... ¡Es el primer beso! ¿Quién podría olvidar algo así?''

Lucas rueda sobre su cama con la cara roja y el corazón acelerado. Han sucedido cosas con Damián y ha tenido malas experiencias con otros alfas, pero jamás ha dado su primer beso. ¿Tan importante es? Pero la respuesta se la da el solo cuando se imagina a sí mismo con los ojos cerrados, sin ver más que lo que sus sentidos le susurran, sin saber más que el roce de unos labios sobre los suyos y una lengua penetrando lentamente. Da un bote, asustado por el poder de su imaginación, y enrojece al verse a sí mismo besuqueando la almohada inercialmente. Se siente estúpido, él no desea a ningún alfa robando su primer y apreciado beso, pero ¿De qué le sirve tenerlo si no puede darlo?

Quiere convertir su deseo en recuerdo y que la próxima vez que alguien diga la palabra beso sus mejillas se enciendan porque sus labios recuerden cuan bien se siente. Quiere que sus labios hagan algo más con los besos que solo pronunciarlos, quiere que un alfa le tome firmemente de la cintura y le enseñe a su lengua a olvidar a decir cualquier cosa que no sea más, por favor. Quiere su jodido primer beso y quiere no desear olvidarlo nunca. Pero no quiere que sea con un alfa, aunque tampoco lo quiere de nadie más. Genial, soy un imbécil.

<<Hola ¿Estás con tus amigos?>> Lucas se siente imbécil mientras escribe el mensaje y antes de darle a enviar sabe que no puede poner la excusa de que no ha pensado antes de actuar: sabe terriblemente bien lo que hace. Por eso mismo se siente doblemente imbécil cuando le da a enviar y las dos palomitas azules aparecen bajo el texto, pero también se siente doblemente feliz.

<<Sí, estamos por la biblioteca ¿Quieres venir o algo? Les diré que no te molesten.>> Lucas se siente enternecido al leer ese mensaje, puede prácticamente oler lo protector que Damián se está poniendo con él y lo ama.

<<Uuuh... no, prefiero no ir con ellos. Era por si venías pronto, hay algo que me ronda la cabeza y sé que tú sabes más del tema que yo, así que pensé que quizá podrías ayudarme a dejar de estar tan obsesionado con eso. Creo que necesito consejos.>>

<<Ahora mismo voy a darte. Y después te daré consejos :D>> Lucas rueda los ojos y después finge que no acaba de reírse y sonrojarse por ese comentario.

<<Cerdo. Te bloqueo como sigas así.>>

Damián responde a ese mensaje con la imagen de un perro llorando y Lucas simplemente no dice nada más ya que ahora, mientras espera a la llegada del alfa, tiene muchas más cosas en que pensar que hace cinco minutos y eso que entonces ya eran muchas. No sabe que le dirá o cómo va a pedirle consejo exactamente... porque eso mismo es lo que haré, simplemente le pediré consejo. Sí, por eso le he hablado. Lucas se siente poco convencido y nervioso, pero no puede pensar más en ello cuando escucha la llave en la cerradura; en ese momento maldice el hecho de que la biblioteca esté a unos pasos de la residencia de alumnos.

—¿Ha pasado algo? ¿Qué te preocupa? —dice Damián nada más entrar, mirándolo fijamente y desprendiendo un aroma protector. Lucas huele el aire sin poder contenerse y ronronea por lo agradable que es, aunque luego agacha la cabeza y se siente oprobiado. —Oh, tan adorable... —dice el alfa, acercándose a acariciarle la cabeza y sentarse junto a él. —Dime ¿Qué cosa tienes esa cabecita rara tuya?

—No he dado mi primer beso. —dice Lucas, cerrando los ojos y dejando las palabras escapar sin filtro. Es como tirarse a la piscina: mejor de cabeza y sin pensárselo.

Después de hablar se siente de papel, a punto de ser troceado, pero la suave risa de Damián logra calmarle, aunque también instala la confusión en él.

—No me digas. —se burla un poco. —¿Y qué sucede con eso? —Lucas alza los brazos hace el amago de decir algo muy obvio, pero las palabras no salen de su boca, así que su gesto solo decae y él suspira, como si estuviese desinflándose cual globo.

—Yo... —logra articular. —odio a los alfas, eso significa que jamás daré mi primer beso. No sé, es triste... Aunque supongo que no es para tanto ¿Tu recuerdas tu primer beso? —pregunta, logrando desviar un poco el tema.

—Sí, pero me gustaría no hacerlo. Además... no me siento como si hubiese besado nunca, siempre ha sido algo simple, excitante a lo sumo, pero jamás he sentido nada y supongo que eso es lo que hace el primer beso bonito. En ese sentido podría decir que yo tampoco he dado mi primer beso.

Lucas ríe después de escucharlo y le da un golpe en el hombro, aún con la sonrisa en sus labios.

—Alfa tonto, te he pedido ayuda con mi problema y ahora resulta que tú te has creado el mismo problema. —le recrimina el chico entre risas, alzando la vista para mirarle.

El alfa no ríe con él, pero le sonríe y la forma sensual y leve en que sus labios se curvan dice más que cualquier sonido. Es tan hermoso, tan perfecto: el verde marino de sus ojos brilla, sus labios lucen radiantes y los dientes que desvela a través de su sonrisa son bonitos también. Todo en él parece haber sido creado para que Lucas lo contemple. El alfa deja de mirarlo a los ojos, Lucas siente la mirada bajar por su nariz fina, recorriendo deleitosamente el arco de cupido y disparándose después a sus labios. Damián lame los suyos, la lengua borra la sonrisa a su paso, dejando una expresión deseosa mil veces más lleno de peligro y atracción. El omega lo mira extrañado, sintiendo la empalagosa excitación llenar el aire hasta que casi le cuesta respirar.

—Entonces ayúdame a solucionar mi problema y yo te ayudo a solucionar el tuyo... —susurra el lobo sobre sus labios. Lucas lo mira a los ojos advirtiendo en ellos el deseo y el brillo de la lujuria, después lo imita pasando los ojos por su nariz y descendiendo lento hasta toparse con belfos gruesos y entreabiertos, levemente humedecidos.

Lucas mira la boca de Damián mientras la suya quema como si pudiese sentir la ardiente mirada sobre ella. Se siente inseguro, pero sabe lo que sucederá si no detiene las cosas. La mano del alfa se posa sobre su nuca, con delicadeza al principio, pero después los dedos agarran el cuello deseando hincarse en la carne y empujan al chico hacia la boca del lobo.

—Damián, no sé si... —empieza, teniendo que detenerse al sentir el aliento del otro derramado sobre sus palabras, tan candente que le derrite el habla.

—Lucas ¿Quieres que te dé tu primer beso? —pregunta. Y el hecho de que ha preguntado es lo que hace que la respuesta sea un sí automático. Es la primera vez que un alfa lo ha deseado tantísimo y, a la vez, se ha preocupado por él lo suficiente como para no anteponer el deseo a su bienestar.

Nunca se ha sentido tan querido y es un sentimiento tan arrollador que da miedo. Lucas asiente cuando logra recuperar del enorme impacto de las palabras del otro en él. El alfa gruñe de gusto, sonando salvaje y dominante, y por acto reflejo el omega ronronea acompañando las vibraciones del pecho de Damián con las suyas, soltando un pequeño Oh, alfa... apenas audible.

—Llevo queriendo cerrarte la boca a besos desde que dijiste que odiabas a los alfas. Pequeño omega, dices cosas tan groseras... voy a enseñarte a hacer cosas más dulces con esa bonita boca que tienes.

Lucas no ha pensado jamás que Dios y el diablo pudiesen ser el mismo ser, hasta ahora. Su cuerpo quema como el infierno por el tono ronco del alfa, pero esas palabras atrevidas hacen que flote hacia el jodido cielo. Lucas jadea sobre sus labios, implorando en ese tono agudo tan característico de los omegas. Damián no se hace esperar, no más.

Caliente, tan caliente. La boca de Damián arde sobre la suya, los labios se unen con desesperación y los dedos en su cuello lo mantienen firme y vulnerable, como un buen chico. Damián devora su boca inexperta de forma cruel, jugando con las sensaciones nuevas que Lucas no sabe cómo manejar. Primero une los labios castamente, después lo abraza con los suyos y succiona antes de volver a hacerlo, buscando con hambre la sensación tierna del belfo entre los suyos; el omega trata de imitarlo, pero pierde el ritmo y solo puede protestar y gozar con pequeños gemidos que se entremezclan con el sonido chicloso de sus bocas separándose y buscándose tan pronto como lo primero sucede. El beso se vuelve más apasionado, más salvaje, cuando Damián toma de las caderas a Lucas con su gran fuerza y sitúa al omega sobre su regazo; con las piernas a los lados de su cadera y el trasero del chico sobre sus piernas, el alfa toma las caderas del chico con la mano libre las prieta notando la deliciosa piel; sube su mano y la desvía a la espalda, acariciando con cuidado al notar lo asustado y nervioso que el chico se comporta cuando empieza a tocarlo con semejante deseo. Los gemidos de Lucas se tornan más ligeros y ahora lo besa más pausadamente mientras mima su piel con las yemas de los dedos y lo tranquiliza.

El chico es tan inocente, pero tan receptivo que casi le da pena quitarle su primer beso. Toda culpa queda oculta bajo el placer cuando Damián lame el belfo de Lucas y lo hace dar un repullo por eso, aprovecha que su boca se abre por la sorpresa y adentra su húmeda lengua en ella, explorando el interior de su boca. Lucas gimotea con fuerza por la sorpresa y mueve su lengua torpemente, danzando junto a la del alfa y tratando de ser tan jodidamente maravilloso en los besos como él; sabe que no lo es, pero aun así disfruta del lábil roce, de la forma en que el sabor agradable del alfa le recorre la boca y de cómo los labios de Damián se sienten sobre los suyos incluso cuando no se besan, como una especie de eco del ósculo.

Cuando logran separarse Lucas apenas puede respirar. Toda su cara está roja y los ojos le lloran de la emoción, se lleva una mano al pecho, sintiendo que los latidos acabaran por perforarle el pecho. Está sintiendo tantísimo en este momento, que no sabe bien ni qué diablo siente. Mariposas en el estómago, cosquillas en la piel, un tornado en el corazón, fuego en la boca y un gran lío en su cabeza. Necesita procesar todo lo que sucede, necesita... saber que podrá volver a esos labios para reflexionar sobre el beso con otro igual, para sentir de nuevo y tratar de comprender.

—No sé qué significa esto... —se queja, refiriéndose al beso y mirando a Damián con los ojos llorosos. No quiere que sea un beso de despedida, ni uno banal. Él no va a olvidarlo, querría pedir que Damián tampoco.

—Lo que tú quieras. —responde Damián comprensivamente, acariciando la mejilla de Lucas para limpiar las lágrimas que caen. Su cuerpo no sabe bien si llora de felicidad o de terror al pensar que puede perder esa felicidad

Estaría bien que significase que las cosas se quedarán así para siempre: tú a mi lado y yo sin miedo a perderte porque no eres nada mío. Aunque ojalá significase que tus labios son solo para que yo los bese.

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