El curso avanza deprisa, pero los jóvenes sienten como que no hay tiempo para nada. Algunas cosas suceden tan rápido que no da tiempo de preverlas, como el día en que Esteban se presentó en clase con una enorme mordida en el cuello y eso impacto tanto a la clase que se estuvo hablando de él por semanas. Damián se sorprendió mucho, él sabía que su amigo estaba enamorado de su pareja, pero no que se dejaría marcar, aunque se le veía tan feliz de portar el sello de los colmillos del otro en el cuello que no le preocupó en absoluto; es más, suspiró durante muchas clases observando esa hermosa cicatriz, preguntándose cómo se vería la marca de sus dientes en el cuello del omega. El beta pasaba los dedos sobre la piel oscurecida y después toda su piel se erizaba, como si sintiese aún los labios en el cuello y Damián no podía parar de soñar con el día en que Lucas sintiese sus besos incluso en su ausencia.
Otras cosas sucedían con esa lentitud extraña con que las plantas crecen; parecía que el tiempo se había detenido, pero, de una forma u otra, las cosas habían cambiado, aunque para mejor. Damián no se ha atrevido aún a decirle a Lucas que desea cortejarlo, pero siente que relación con él es mejor, oh, mucho mejor. Ya apenas me gruñe y cuando lo hace amo lo tierno que se ve. Me insulta por ser un alfa y me dice que me odia, pero ya no lo dice de verdad. Damián sonríe como un bobo pensando en el tiempo que ha pasado con Lucas. Después de darle su primer beso no volvieron a tener ningún otro contacto de ese tipo, pero el omega se sonrojaba más a menudo y empezó a ser mucho más cercano. Damián no recuerda con mucha felicidad las tardes que pasó encerrado en la biblioteca por culpa de las épocas de exámenes, pero sí atesora las memorias en que Lucas se quedaba con él, estudiando, y después estaba tan agotado para volver a casa que extendía sus pequeños bracitos como un bebé para pedirle que lo cargase hasta la cama.
Alguna noche Damián aprovecho el frío y el cansando e hizo de ellos una excusa para dormir en la cama de Lucas y abrazarlo toda la noche; si el omega se había dado cuenta de que no eran más que pretextos, no había hecho nada al respecto más que acurrucarse en su pecho y ronronear en su sueño por las caricias del mayor. Damián aún no había conseguido a Lucas, por lo que a todos respectaba, no tenía alfa ni Damián omega, pero aun así era sumamente feliz de estar a su lado cada día. Y Lucas se sentía también mucho mejor que nunca. Había perdido un poco el contacto con su padre y con su madrastra —a la que se esforzaba por conocer mejor y aceptar, teniendo largas y algo extrañas conversaciones por whatsapp con ella— durante la época de exámenes y eso lo dejó algo decaído, pero Damián siempre le hizo sentir cálido y querido con su sonrisa y aunque su vida no era perfecta, no quería que lo fuese si iba a ser sin ese alfa.
Ahora es Nochevieja y ambos están en su habitación, con los libros guardados en la mochila y los ojos fijos en el televisor, esperando que anuncien las campanadas. Hay un bol con uvas en la mesa y los dos chicos tienen una mano metida en él, listos para engullir las pequeñas frutas más rápido que el otro. Los ojos de Lucas están brillando, reflejando la pantalla de televisión, los de Damián se desvían de esta para observar el fino rostro del chico. Su perfil luce como el de una bonita muñeca y su mueca de concentración le hace ver tierno, su alfa gruñe y aúlla con la idea de lanzarse sobre el chico y comérselo. Trata de centrarse, él está en celo y por eso piensa esas cosas constantemente, pero sabe que no es buena idea abalanzarse hacia Lucas sin más. Tan bonito, tan pequeño... Oh, Dios, solo quiero cambiar esa cara preocupada por una llena de placer, quiero que se le pongan los ojos en blanco y se le abre la boca mientras grita de placer y dolor... Quiero tomarlo aquí mismo, ahora mismo. A la mierda el año nuevo, solo quiero hacer algo con esa pequeña criatura.
—¡Uno! —la primera campanada suena, acompañada de la voz del presentador de televisión.
Lucas devora la primera uva como si esta fuese a salir corriendo en cualquier momento y le da un codazo al alfa cuando advierte que no se mueve.
—¡Dos!
—¡Vamof! —le grita el omega con la boca llena, dándose prisa a tragar para alcanzar la tercera campanada.
Damián sacude la cabeza y toma en su puño las uvas que debería haber comido ya, masticándolas después con prisa. Ambos se centran en el ritmo de las campanas y comen las uvas a tiempo, aunque el omega está a nada de atragantarse por comer rápido.
Cuando apenas queda medio segundo para que la última campanada suene ambos miran al plato, ansiosos y ven sus manos tocándose, tratando de alcanzar la última uva.
—¡Son veintitrés, falta una! —le regaña Lucas a Damián. Ambos saben que la tradición dice que quien termine sus doce uvas, tendrá un nuevo año plagado de infortunios. Lucas no piensa recuperar su mala suerte, así que le roba la uva a Damián, estirando el brazo hacia el lado contrario al alfa y sosteniéndola entre sus dedos. —¡Te quedas sin, por no saber contar!
—¡¿Qué?! ¡Dame eso, omega malo! —Damián trata de alcanzar la mano de Lucas, tirando de él hasta ponerlo bajo su cuerpo.
El chico, alarmado, mete la uva en su boca y la mastica con una sonrisa cínica, apoyando su cabeza en el cojín cómodamente y mirando con burla al alfa que está sobre su cuerpo.
—Trata de coger la uva ahora. —se ríe, sacándole la lengua.
El alfa siente que pierde el control y de un momento a otro está sujetando las muñecas del omega a los lados de su cabeza y saboreando la dulzura de la frutita en los labios del chico. Lucas gime por la sorpresa y se tensa, aunque se resiste en un primer momento al agarre, cuando siente la sedosa lengua adentrarse en su boca haciendo maravillas, se relaja, dejándose hacer. Las feromonas excitadas de Damián llenan el aire y con solo respirarlas Lucas se siente caliente y sumiso. Ese es su segundo beso y aunque ha pasado algo menos de un mes desde el primero, siente que lleva toda una vida esperándolo.
Lucas deja ir pequeños ruidos de gusto, dándole libertad a su omega para que ronronee desde donde se halla su corazón. Siente los dientes el alfa mordisquear sus labios y triar de ellos, humedecerlos con la afilada punta de la lengua y chuparlos hasta que duelen de una forma que le está creado una seria adicción. Lucas trata de seguir el beso, moviendo sus labios de forma lenta, aprendiendo a seguir a Damián y ser bueno y receptivo ante las demandas de sus voraces belfos.
—Quédate tú la uva, yo ya he tenido toda la suerte que deseaba. —dice Damián, sonriendo socarronamente al romper el beso. En la mesa un pitido insistente suena, Damián conoce el tono de la alarma que Lucas usa para recordar sus supresores. —¿Estás en celo? —pregunta, mordiéndose el labio.
Si dice que sí...
—Sí. —confiera el omega, mordiéndose también su enrojecido labio. El alfa desciende de nuevo para besarlo y el chico solo acepta los labios deleitosos de ese hombre nuevo.
Lucas gimotea cuando el beso se rompe y siente los ósculos bajar con desesperación por su cuello. Damián chupa y muerde su piel, haciéndolo retorcer por las descargas de gusto y dolor que lo recorren; cuando el hombre deja de apretar sus manos e inmovilizarlas, baja sus dedos hasta el extremo del pantalón de Lucas y pasa la yema por la cara interior del elástico. La electricidad quema su piel y manda chispazos de dedeo a su pelvis.
—¿Harías algo por mí, omega? —pregunta en tono ronco y sensual. Lucas se sujeta la cabeza con las manos al sentir esa voz en ella, haciéndole añicos la cordura. Joder alfa, haré lo que quieras, por Dios, quiero hacer lo que tú me ordenes, quiero complacerte, suplicar por tener la oportunidad. Quiero que me beses más, por favor, quiero tus labios, quiero que la piel queme de nuevo, quiero no saber si estoy en el cielo o el infierno. Confúndeme, alfa.
Lucas asiente, su cabeza bamboleándose sobre su cuello y todo el cuerpo temblándole por la excitación de tener al alfa saboreando su cuello y acariciando su vientre bajo. El hombre sonríe sobre su piel y los fríos dientes hacen que tenga un escalofrío, entonces lo toma por la caderas con gran fuerza lo voltea hasta hacerlo quedar bocabajo en el sofá. El hombre se prensa contra él, dejándolo sentir en su trasero su enorme excitación y susurra sobre su cuello:
—No tomes los supresores, deja que yo me encargue de ti.
Lucas voltea la cabeza de inmediato, alarmado.
—Yo no... no... —el omega apenas puede hablar, palabras entrecortadas se estancan en su garganta y sus ojos se ponen vidriosos. Demasiados recuerdos vienen a su mente cuando piensa en él en celo y en todos los alfas que dijeron que se iban a ocupar de él.
Una de las primera veces fue a los trece años, en una estación de bus. El hombre lo arrastró hasta un callejón y le dijo que iba a enseñarle a dejar de ser tan tentador. Lucas gritó y gritó hasta que hubo tanta gente que la policía intervino. Ahora si grita nadie le oirá, afuera todos festejan y nos serían capaces de distinguir su voz agónica de un grito de ebria euforia. Los labios de Damián lucen ahora peligrosos y su aroma es asfixiante, como la primera vez que se excitó con él y casi termina con el alfa forzándolo a tener sexo con él. Cuando recuerda eso un nudo se forma en su garganta y la cuesta respirar, no ve a Damián como un alfa, solo como un lobo.
—Pequeño, te quiero hacer sentir muy bien... —susurra con su maldita voz de chico malo en su oído. Lucas gime por la potencia del tono atravesando hasta sus huesos, haciéndolo gelatina, y nota que empieza a tocarse. El alfa desliza la mano sobre el pantalón, pasando un par de dos entre sus nalgas hasta que el chico cae de nuevo bocabajo, totalmente indefenso.
Su cuerpo responde, su voz no puede hacerlo, pero ambos dicen cosas diferentes y aunque Damián solo pueda oler lo caliente que está el omega, en el fondo está aterrorizado.
—Damián, Damián espera... —farfulla cuando siente sus pantalones siendo bajado de golpe. La mano del hombre se posa sobre su trasero y Lucas se queda helado, sintiendo de nuevo las mil manos que le han tocado sin permiso, las mil veces que se preguntó si tendría la suerte de que todo se detuviese ahí. Ahora, como esas veces, no está seguro de poder responder de forma optimista. —Espera, por favor, estoy asustado... —Damián no hace nada más, solo deja su mano ahí, resistiendo el deseo de llegar más lejos, y besa su cuello con dulzura.
—¿No confías en mí? —pregunta, su voz suena dolida. Él solo desea que Lucas le dé la oportunidad de demostrar que él solo quiere hacer que el omega goce y sea feliz; quiere tener otra oportunidad como la que tuvo cuando el chico estuvo en celo.
Quiere ser realmente bueno con el omega y hacerle sentir querido, deseado y seguro. Se le rompe el corazón cuando contempla los ojos llenos de lágrimas y terror.
—S-Sí, pero no quiero perder mi virginidad... por favor... por favor, no me hagas nada. No puedo defenderme porque estoy en celo, pero no quiero... por favor, no quiero perder mi virginidad... —Lucas suplica, sintiendo las fuertes manos de Damián sosteniéndolo contra el sofá por su cintura. Lo agarra tan fuerte que podría romperlo, pero tan cuidadoso que no lo hará. Aun así, Lucas tiene miedo y se siente desprotegido.
No es que no confíe en Damián, es que cuando lo intenta ve en él a un alfa, a cualquiera de los que le han hecho daño desde que nació. Y son demasiados como para olvidarlo tan fácilmente.
Damián se siente dolido por el miedo del chico, pero sabe que ese omega desea confiar en él y sabe que si no puede hacerlo totalmente no es culpa suya, sino de quienes le han dado motivos para estar asustado. Él ahora solo desea hacerle sentir seguro de nuevo.
—Mi pequeño omega... ya sé que tú no estarías preparado para hacer algo así de forma tan repentina, no me refería a eso y aunque te estuviese pidiendo tener sexo no lo haría jamás si me pides que no sea así ¿Lo sabes, pequeño? ¿Sabes que no te haré daño?
Lucas solloza, asintiendo.
—S-Sí, lo siento, no sé porque me he asustado tanto de repente, lo siento, soy... he estropeado esto, lo siento... —Damián solo lo hace callar con un suave shhhh, dejando besos diminutos en su cuello mientras acaricia su espalda de forma que tranquiliza.
—Eres tan vulnerable, omega... —dice con una sonrisa apena en su rostro. —No te tienes que disculpar, no pasa nada. Tienes miedo, no es tu culpa. Solo quiero ayudarte ¿Quieres que sigamos, bonito? No has estropeado nada, todo está bien. ¿Si? —Lucas asiente, enjugándose las lágrimas de los ojos y mirando a Damián como si fuese un ángel. Desde lo que sucedió con Matthew, el omega está mucho más sensible con el tema del sexo, de hecho, el recuerdo lo ha golpeado alguna ve mientras veía pornografía y ha terminado al borde de un ataque de ansiedad. —¿Quieres que siga? —asiente, muy despacio.
—Pero estoy asustado... No sé cómo de lejos quieres llegar. —admite, sintiendo el enorme cuerpo sobre él y las obscenas reacciones del suyo propio. Él está atemorizado, su lobo solo suplica porque pida a Damián follándolo jodidamente fuerte aunque eso vaya a destrozarlo emocionalmente después.
—Aquella vez que me dejaste aliviarte con tu celo ¿Recuerdas lo que te dije? —Lucas asiente, tragando saliva.
—Uh, dijiste que los cuerpos de los omegas están hechos pa-para ser penetrados y que, si no lo hacmeos, no podemos calmar nuestro instinto bien. —confiesa el omega, mirando a otro lado mientras sus mejillas enrojecen.
—Me dijiste que estabas asustado de tocarte tú mismo aquí detrás... —sigue el alfa, conduciendo tórridamente su mano desde su espalda hasta su trasero. Lucas jadea y tiembla cuando siente los dedos tan cerca de su húmeda intimidad. —Y dijiste que te aterraba dejar a un alfa tocarte ahí. —Lucas asiente de nuevo. —¿Qué te da miedo?
—Los alfas... hacéis daño, yo... no quiero que me hagas daño, por favor... —suplica de nuevo, se muerde el labio después por sonar tan patético. Sabe que Damián no le herirá, pero las súplicas salen solas de él, como si su cuerpo viese el peligro en un alfa, sea quien sea, y su corazón no pudiese decir lo contrario.
—Quiero que me dejes tocarte ahí ¿Confías lo suficiente en mí como para eso? —Lucas traga saliva, imagina a Damián abriendo sus nalgas gentilmente y deslizando un dedo en su interior, haciéndole sentir sumiso y preocupado. Su cuerpo responde de inmediato, obligándolo a gemir por la sensual imagen. No puede evitar estar asustado, pero me ha dicho que no me hará daño; él nunca me miente. No me va a hacer nada malo. Damián... él es bueno, un buen alfa. —Pararé si me lo pides. No soy como Matthew, no soy como esos alfas imbéciles que te acosan. Soy yo, Lucas. —Soy tu alfa, déjame serlo.
—D-De acuerdo... —murmura el chico, tragando saliva y apartando la mirada. Su cuerpo le pide demasiado las manos de ese alfa sobre él y su corazón también.
—Eres tan bueno para mí, omega... —susurra el alfa, orgulloso de ser el único hombre sobre la faz de la tierra por el que Lucas doblega su cuerpo y alma para ofrecerle sus inseguridades y sus primeras veces. Ese omega está dejándole romperle el corazón de nuevo o sanárselo y Damián tiene muy claro cual de las dos hará.
Toma la ropa interior del omega, junto a sus pantalones, y los baja ambos del todo. Después asciende por sus piernas, haciendo un camino de besos que va desde sus diminutos tobillos hasta los muslos. Los agarra con fuerza, ama la carne en las piernas y las caderas del chico, deleitado por lo mucho que hay ahí para morder y marcar. El omega gimotea, tratando de acallarse con la almohada entre sus dientes. Siente un cosquilleo en la punta de los dedos de los pies y cuando empieza a ascender por sus piernas se intensifica hasta convertirse en un maldito volcán cuando llega a sus caderas. Es como si estuviese hecho de fuego por dentro y puede sentirlo arder hasta el punto hacer que piel se sienta febril. Damián besa una de sus nalgas, subiendo por ella y notando el dulce aroma del lubricante del chico. Cuando sus besos se topan en su espalda con el borde de su sudaderas, el alfa no hesita ni un momento antes de tomar las orillas de esta y quitársela, dejándolo totalmente desnudo.
—¿Qué han dicho alguna vez lo jodidamente bonito que eres? —pregunta el alfa, arrodillándose en el sofá para tener una vista elevada del cuerpo de Lucas, totalmente desnudo, tendido débilmente sobre cobijas y esperando a que él haga lo que guste.
Me lo han dicho muchas veces, pero nunca me lo habías dicho tú y, joder, que bien sienta. No logra articular nada, el omega solo enrojece y oculta su rostro en la almohada mientras nota las manos de Damián masajear su espalda de forma balsámica, siente que cura sus miedos con las yemas de los dedos, como un mago que conjura el corazón y lo libra de sus malditos temores. El alfa se lame los labios, tratando de contener sus enormes ganas de bajar sus pantalones y follar al chico de una vez por todas. Quiere tomarle del pelo y obligarlo a mirarle a los ojos mientras se los llena de lágrimas al romperle por primera vez con su enorme polla, quiere morderle hasta hacerle sangrar como castigo por las súplicas que gemirá cuando lo esté jodiendo tan duro que no pueda soportar. Quiere que Lucas sienta placer y dolor, tanto de ambos que enloquezca tratando de diferenciarlos. Pero ahora no, ahora él necesita estabilidad, calma. Necesita que cuide de él. Respira hondo, va a necesitar mucha fuerza de voluntad, pero Damián sabe que tiene la necesaria para no herir jamás a Lucas, no se lo perdonaría nunca.
El alfa muerde levemente su cuello y aprieta sus caderas hasta que se asegura de que sus dedos van a quedar marcados unos días, entonces pone sus piernas entre las de Lucas y separa sus propias rodillas obligando así al chico a abrirse bruscamente para él. Desde esa posición puede ver perfectamente como el lubricante gotea desde el trasero del chico deslizándose rasamente por sus testículos y goteando sobre el sofá. Lucas se siente avergonzado por la imagen que da, Damián la encuentra tan extremadamente inocente y sexy que quiere grabársela en las retinas para no olvidarla nunca.
—Lucas... eres todo mío ahora mismo... —murmura bajando a besar su espalda baja, descendiendo las manos por los glúteos. El omega de Lucas gimotea por atención al escuchar lo posesivo que está el alfa de Damián, quiere que lo haga jodidamente suyo.
Por favor, alfa, por favor hazme gritar tu nombre hasta que todo el jodido campus sepa a quien le pertenezco. Me estoy volviendo loco, alfa, te necesito, quiero que me rompas, que me hagas añicos en tus manos, que me muerdas por todo el cuerpo y que me agarres del cuello cuando me atreva a suplicarte, quiero que me tomes duro y me conviertas en un desastre. Oh, por Dios ¿Qué cosas estoy pensando? Mi omega... mi omega está... oh, estoy demasiado confundido...
—A-Alfa... —gimotea cuando siente que las grandes manos separan sus nalgas abruptamente, dejando a la vista su virginal intimidad y haciéndolo elevar las caderas por instinto.
—Mírame, omega, mírame. —ordena con voz ruda, haciendo que el chico voltee su cabeza y lo vea con ojos llorosos, las mejillas rojas y el cabello todo arremolinado y hecho un desastre. Damián alarga una mano para tomarlo del pelo y mantener su cabeza en dirección a la voraz mirada que le dirige. —Soy un alfa, un alfa que va a hacerte sentir bien ¿Entiendes, omega? Dilo.
Lucas no tiene tiempo a decir nada, un dedo se prensa contra su fruncido agujero y al segundo siguiente está entrando en él, deslizándose gracias a todo el lubricante que produce. Se siente abierto, débil y lleno de placer; duele un poco sentir como un hombre te abre gruesamente mientras penetra en ti y para Lucas la sensación es tan nueva como aterradora y a la par emocionante.
—Alfa ¡Alfa! Mi alfa... —lloriquea, enloqueciendo cuando el dedo comienza a dar pequeñas embestidas en su entrada.
El dedo en él sale y entra rápidamente, encontrando cada vez que se hunde en su intimidad un punto dulce que le hace liberar feromonas maravillosas y gritos muy, muy agudos. Lucas se aferra a las cobijas sobre las que está y siente su cabeza empezando a delirar con súplicas. Todo su cuerpo se siente terriblemente presente, cada embestida le hace vaciar al aire de sus pulmones, el placer le recorre como un latigazo que le obliga a doblar su espina y a rendirse a la sensación; cuando el dedo sale antes de volver a enterrarse fieramente la fricción le causa escalofríos de dolor y se siente vacío, el lubricante embarra el dedo y se desliza fuera de él haciendo que se maree y olvide tomar aire antes de que todo empiece otra vez.
Damián se muerde el labio, sujetando el culo del chico con una mano y dilatándola con la otra. Puede ver como el omega bajo él tiembla, se queja y muerde todo a su alcance para no ser ruidoso, puede ver como se tira del peo tratando de contrarrestar el placer salvaje que le da y que su cuerpo no está preparado para soportar; puede ver como las caderas del chico se mueven sin que este se dé cuenta, empalándolo en la falange del alfa y buscando más de esa sensación celestial. El calor lo arropa y todo su cuerpo se pone tenso con la sensación constante una corriente eléctrica que le da la vida pero que podría pararle el corazón en cualquier momento, siente su esfínter pulsar contra el largo dedo que le golpea sin piedad la próstata y nota un hormigueo subir y bajar por su polla, tensando sus testículos y avisándolo de la inminencia de un orgasmo que desea con todo su ser.
—Por favor... por favor, alfa... —gimotea, las lágrimas corriendo por sus mejillas y su trasero lubricando sin parar, llenado la mano de Damián de ese deleitoso líquido. La explosión de feromonas le hace sentir en trance y cuando Damián las respira se muerde el labio y ruge, maldiciendo por no estar ahora mismo embistiendo al chico con algo más grande que su dedo.
'—¿Por favor qué? ¿Más fuerte? ¿Más rápido? ¿Eso es lo que quieres? ¿Qué tu alfa te joda bien duro? —Lucas grita, las palabras yendo directas a su polla y haciendo que se sacuda de impaciencia.
Damián no lo piensa dos veces antes azotar su culo hasta dejarlo rojo carmín y enterrar un segundo dedo en él, comenzando a follar el trasero del omega más fuerte y veloz. Lucas jadea sin ser capaz de respirar y solo se centra en tratar de seguir el movimiento de Damián, pero este toma el control y lo agarra fuerte de las caderas, manteniéndolo quieto mientras establece un ritmo brutal que su pequeño cuerpo traduce en punzadas de dolor incesantes y descargas de gusto que se fusionan para darle a Lucas demasiados motivos para gritar y correrse.
—Córrete, omega, córrete para mí. —el tono ronco y ronroneante del alfa es suficiente para que el cuerpo de Lucas entienda que no debe desobedecer a un alfa, así que lo hace.
Lucas se corre en un gran estallido de sensaciones que hacen que su cuerpo tiemble y se sacuda, impulsándose hasta que los dedos de Damián quedan bien clavados dentro de él, atinando en su próstata de llevándolo al cielo con un simple toque. Lucas cierra los ojos y abre la boca gritando de forma aguda y colmada de excitación, sus testículos se tensan y siente el flechazo de puro placer subir por sus testículos hasta explotar en la punta de su polla, de donde largas tiras de semen salen disparadas hacia el sofá. A ambos les importa bien poco qué se manche y qué no. Damián voltea al chico con brusquedad, deseando ver en su cara lo devastado que está después de aprender lo bueno que puede ser un alfa con él.
Sus ojos llorosos lucen cansados, apenas pudiéndose mantener fijos en un lugar alguno, su cabello está pegado por el sudor a su frente y todo desordenado y su vientre está manchado de semen; de mueve hacia arriba y hacia abajo con respiraciones irregulares y desesperadas. La visión de Lucas en ese estado es demasiado sexy y hace que Damián se lama los labios cuando ve lo entumecidos que están los del omega de tanto mordérselos. Lucas se ve tan inocente y corrompido; y debería sentirse culpable, pero solo se siente sediento de más.
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