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—¿Cómo es el príncipe? —se atreve a preguntar, sintiéndose poco a poco más cómodo con el gigante alfa. Por suerte las ropas de cuero que lleva huelen fuerte, al igual que la frondosa maleza que atraviesan, así que el aroma a pino del alfa queda un poco disimulado.

León siempre supo regular un poco sus feromonas para disimular su olor y le da la sensación de que Kajat está haciendo eso mismo ahora. Cuando lo vio antes por primera vez, en campo abierto, sintió que su olor lo asfixiaba. Tan imponente, tan viril, como enredaderas creciendo alrededor de todo su cuerpo, pero ahora el aroma es tan tenue...

—¿Has oído hablar de él?

León niega.

—Solo de la manada real en general y de las gentes de sus dominios, señor, pero no he oído hablar demasiado de nadie en concreto. Sé sobre el rey Towen y sé que va detrás su primogénito Lady María, bueno, su padre para ser más exactos, pero no sé nada del príncipe, tan siquiera el nombre.

El alfa asiente y cierra los ojos unos segundos, batiendo las largas pestañas negras. Sus ojos son oscuros, uno podría confundirlos con negros bajo la tenebrosa sombra de sus cejas, pero León se sorprende cuando en ellos ve de vez en cuando un animado brillo, como ahora cuando abre los ojos y lo mira directo a los suyos. León desvía la mirada y toma aire.

—Pues, cómo empezar... —el tipo tamborilea con sus dedos sobre el mentón, pensativo —El príncipe Harry es de lo que no hay— sonríe unos momentos y niega con incredulidad. —, me críe con él, cuando nuestros padres discutían asuntos de guerra nosotros nos saltábamos nuestras lecciones y salíamos por ahí a hacer el gamberro. Él sigue siendo un poco rebelde, no te voy a mentir, es un hombre, pero sigue siendo joven y teniendo pajaritos en la cabeza, pero... él es un guerrero formidable, moriría por su reino y entrega su vida entera al deber. Es a la vez el hombre más sensato y el joven más insufrible que he conocido, si eso tiene sentido.

León lo observa con cierta duda, le ha dado una descripción un tanto liosa y no ha mencionado ninguno de los aspectos que verdaderamente le preocupan, pero se sentiría demasiado violento preguntándole a ese hombre si es un alfa agresivo con sus amantes o si es cruel con sus esclavos.

León, aunque ha pasado días desmayado, se siente exhausto. El día pasada holgadamente. Kajat y él hablan ocasionalmente, no más preguntas peligrosas para el omega, sino conversaciones amenas sobre los ruidos, aromas y temperaturas del bosque que atraviesan. Al anochecer, como el coronel le había advertido, el chico sale y hace sus cosas en un arbusto. Se sorprende porque el alfa le deja alejarse un poco para preservar su intimidad, si estuviese al cuidado de esos dos alfas de las tierras de Kez está seguro de que no se separarían de él ni un milímetro con tal de que no escapase. Kajat, sin embargo, parece confiar en que no intentará nada y así es. León tiene pensamientos sobre ello, sobre que podría intentar correr lejos, pero la presencia del enorme alfa le intimida demasiado. Cuando se aleja de él para hacer sus necesidades Kajat no le sigue, pero su aroma sí. León está seguro de que el coronel está produciendo más feromonas a propósito, como una advertencia. Funciona. El pobre omega se imagina huyendo y siendo atrapado por las poderosas mandíbulas de un lobo negro y solo con eso ya está corriendo hacia el carruaje entre lloros bajitos que le avergüenzan.

Cuando emprenden la marcha el militar le da más agua y León vuelve a apurarla en apenas minutos; le da también cecina y una hogaza de pan que comparten entre ambos. El omega coge apenas un pellizco del pan y se come la ración entera de cecina, lamentándose por no haber guardado un poco de agua. Siente el pan y la carne desecada absorber la saliva de su boca y pasar como lijas por su garganta, pero no se atreve a pedir más bebida. Después de eso se duerme y cuando despierta el alfa está otra vez ofreciéndole comida.

—Debes estar cansado —dice con acierto. Y añade: —ya es mediodía. Mañana a estas horas estaremos llegando a la fortaleza de la manada Seth.

León se atraganta al oír eso, pero como esta vez ha racionado bien su agua es capaz de dar un sorbo y no toserle encima al alfa un trozo de pan a medio mascar. Libera feromonas por el miedo y juega con sus deditos en su regazo, asustado de lo que le espera al llegar. Kajat está siendo amable, pero León no se fía, está seguro de que solo es así porque no quiere generar problemas y tener que golpearlo o violarlo, por si el príncipe se enfada por haber estropeado su regalo. León teme que una vez cuando llegue a manos de su destinatario ya no haya más agua y pan, más amabilidad, más ropa calentita ni conversaciones. Quizá estos dos días de viaje son la última paz que le queda y le gustaría aprovecharla, así que lucha por mantenerse despierto pese que la modorra le invade tras la comida.

—Coronel ¿las costumbres de su reino son muy distintas a las de Kez? —pregunta con un susurro.

—Mucho, por eso nos llaman salvajes al otro lado de las montañas ¿No es así? —el chico enrojece mientras asiente, pero esa aseveración no le tranquiliza en absoluto. —¿Eran muy distintas las costumbres de tu manadita de las de Kez?

León se sorprende al escucharlo interesarse por su raza. Pensó que con él moriría toda su cultura, así que le hace ilusión poder transmitirla, aunque solo sean una palabras muy tímidas que posiblemente el alfa olvidará.

—En Kez veneran a los dioses de forma casi cruel, con ejecuciones en los templos y llorando por piedad, los hambrientos siempre se lamentan respecto a los dioses como si no fuese el rey la causa de las malas cosechas... Pero nosotros éramos pocos, no adosábamos más suelo que el que raspaba y vivíamos muy, muy cerca de los dioses de la tierra, el agua y el aire, del fuego con moderación y de los demás dioses teníamos visitas de vez en cuando. Era algo tranquilo y los adorábamos con fiestas, bailes, canciones y era todo tan diferente, tan... feliz. Estábamos conectados con la naturaleza. Tampoco teníamos manada real, éramos todos como familia, no necesitábamos rey ni ejército, solo alfas que cazasen comida. Somos... éramos muy diferentes que esas gentes de Kez y supongo que muy diferentes también que sus gentes de Seth, mi señor.

—Estoy seguro de que te adaptarás rápido a nuestra cultura, niño.

<<Si no me matáis antes>>



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