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Gabriel grita con todas sus fuerzas, el vampiro está enterrado en su garganta y dos grandes filos le desgarran la piel, se le meten entre las sensibles terminaciones nerviosas y revientan su torrente sanguíneo. Explotan, enviando descargas de dolor a todas las partes de su menudo cuerpo; siente que se hincha de dolor, que se llena, que va a rebosar, a explotar a morir de tanto dolor.
Entonces recuerda algo. Usa su propia sangre, que salpica todo alrededor, para deshacerse lábilmente del agarre enemigo, escurriendo su muñeca delgada fuera de los dedos de su captor, después la mete en su bota y saca, como si se tratase de su salvación, la pequeña daga que lleva encima.
No va a matar al vampiro con ella, pero va a quitárselo de encima. Sin miramientos, le apuñala el costado y siente las costillas del hombre dejar paso a su filo, pero el tipo solo aprieta la mordida, las mandíbulas tensándose sobre su cuello, enterrando los afilados dientes hasta la empuñadura. Gabriel saca el cuchillo, chilla de dolor, llora y vuelve a apuñalarlo. Nada, el hombre está demasiado absorto bebiéndose su sangre como para que las cuchilladas vayan a afectarle.
Tiene otra idea, apuñalarlo en la cara, quizá en un ojo, así tendrá que notarlo, que dejarle en paz, pero el otro sorbe con rapidez y los brazos ya no le responden, nota los dedos acartonándosele y la piel quedándose fría. Le tiembla el pulso, la daga se le cae de las manos.
<<Es el fin, voy a morir.>>
El hombre se despega de su cuello, pasando la lengua por los dientes ensangrentados para blanquearlos de nuevo, Gabriel no cree que no sea para desperdiciar su sangre, el hombre ha manchado todo con chorros rojos como si disfrutase de hacer ver a su víctima lo fácil que le resulta despojarlo de la vida que corre por sus venas.
Mira a Gabriel a la cara, el chico lo observa con ojos descentrados y llorosos, pero el ceño fruncido, trata de insultarlo, pero sus labios agrietados y blancos solo emulan el habla, ningún sonido sale de entre ellos.
—Te creo ahora, si eso fuese una estrategia de la organización para salvarte habrían intervenido y tú no habrías estado tan desesperado como para apuñalarme con esa tontería de daga.
Es entonces que el vampiro sale de la cama tranquilamente, va a la mesita de noche a por un pañuelo para limpiarse la sangre de la boca, las comisuras y el cuello y se echa las manos a la espalda antes de caminar, pensativo, por la habitación. Gabriel, de mientras, está maldiciendo a ese hombre en silencio desde la cama y perdiendo la consciencia poco a poco.
Cuando lo ve todo negro y siente la caricia del sudor frío correr por su frente sabe que no es el fin, solo se ha desmayado, pero teme por el panorama que le espera cuando despierte.
—Eh, vamos, no seas dramático. —es lo primero que oye cuando logra despegar los párpados, después ve un par de dedos chasqueándose delante de su cara y los aparta de un manotazo, asestándole al vampiro una mirada llena de odio. —Me olvidé de que los humanos os desangráis, pero ya está, te he curado. De nada ¿Por dónde íbamos?
El chico sigue mirándolo descaradamente mal mientras se recuesta sobre la cama, sintiéndose débil y notando las sábanas llenas de sangre seca crujir bajo su peso. Se lleva una mano al cuello y aunque se nota sucio y empapado en sangre, no encuentra las heridas del mordisco. Cuando mueve su cuello no siente dolor alguno tampoco, pero se nota desfallecer por cada movimiento que hace. Está jodidamente cansado, pero no muerto, así que le va mejor de lo que pensaba.
—Me has mordido, maldito cabrón... —murmura el chico, mirando al vampiro con rabia y señalándolo con el dedo. —¡Te dije que esa puta carta no tenía que ver con los cazadores! ¿Tienes el cerebro lleno de polvo después de tantos siglos o qué?
El vampiro se encoge de hombros y mira hacia arriba, como si pudiese verse el cerebro al girar sus ojos sobre las cuencas, pero Gabriel solo suspira por la estupidez del tipo. Tendrá muchos años, pero no está seguro de que tenga muchas neuronas.
—Tenía que hacerte algo de daño para comprobarlo y además tenía hambre. No estás tan mal, volveré a beber de ti. —dice el vampiro encogiéndose de hombros de nuevo y relamiéndose los labios.
—No pienso dejar que pongas tus asquerosas manos sobre mí nunca más. —espeta el chico, poniéndose de pie de golpe.
Como es obvio, el mareo le invade y pronto solo ve blanco y la cabeza le da vueltas. Espera que el vampiro vaya a cogerlo en el aire y decir algo sobre lo muy fácil que ha sido poner las manos sobre él, pero vuelve en sí cuando cae al suelo de cara y su nariz se aplasta contra el suelo. El vampiro lo mira tranquilamente sentado en el sillón a un par de palmos de él.
—¡Cabrón, haberme ayudado!
—Pensé que no querías tus manos en mí.
—¡Y nos las quiero, pero tampoco quiero la nariz rota! Eres imbécil. —escupe el muchacho, sentándose en el suelo con una mano sosteniendo el puente de su nariz y su cara completamente roja.
Alza la vista hasta el vampiro y niega con asco y desprecio en su cara.
<<No tiene moral alguna, este ser...>>
—Bueno, no interrumpas tanto. Decía que, si no es de la organización, esa carta puede ser real. Ahora se supone que tú y yo trabajamos juntos para encontrar el secreto de mi muerte, así que ¿Cuál debería ser el siguiente paso?
Gabriel entonces se siente algo desubicado. Odia a esa criatura con toda su alma, con todo su ser, con cada pequeña parte de su existencia ¡Seguro que lo odia hasta con sus dientes de leche, que ya se le cayeron! Pero la única forma de derrotarlo es ¿Colaborar con él? Aparentemente sí y aparentemente hay una carta misteriosa -y ahora hecha pedazos- que lo demuestra, pero eso no le quita lo incómodo y raro a la situación. No se le da muy bien cooperar con capullos arrogantes, él ya es suficientemente de eso como para soportar a otro.
—¡Y yo que sé! En la carta solo ponía que si yo vivía podría ser útil para esto, pero la persona que la ha enviado no ha puesto instrucciones ni nada parecido. Supongo que estará esperando a comprobar que no me mates, lo cual no deberías hacer. —dice eso último dando énfasis a sus palabras.
El vampiro asiente y tuerce la boca.
—Entonces ¿Solo tenemos que esperar? —pregunta el hombre, da un enorme bufido y añade. —Como sea, llevo esperando unos dos mil años, así que algunos más no cambiarán la cosa.
Después un extraño silencio se crea entre ambos y Gabriel piensa demasiadas cosas en demasiado poco tiempo.
—Es muy sospechoso todo esto, es muy raro, ah... aunque solo podemos esperar. —dice el chico, tumbándose en el suelo mientras siente la frustración llenarle las venas ¿Deben confiar en alguien que ni se muestra? ¿Y si ese alguien ha visto al vampiro romper el papelito y ha pensado que ya no hay trato? Ah, detesta plantearse demasiadas cosas y estresarse, así que solo piensa en otra cosa. —Esto es raro, nunca habría creído a nadie si me hubiesen dicho que colaboraría con un vampiro para acabar con toda su raza.
—Bueno, me han pasado muchas, nada me sorprende demasiado. —dice el otro, encogiéndose de hombros. —¿Alguna razón particular para querer aniquilarnos a todos?
—Sois despreciables y odiosos, seres sin moral alguna, capaces de hacer atrocidades horribles. Sois lo peor ¿Acaso no lo sabéis? —pregunta el chico, hablando con desprecio en su voz y mirando al aburrido vampiro como si acabase de matar a alguien frente a sus ojos.
—Bien y mal... esos términos son muy dispersos para mí. —dice como si nada. —Hace cien años lo que estaba mal está bien ahora, los humanos no os aclaráis, pero me da igual, sinceramente. Solo sigo viviendo y poco más, mato cuando quiero matar y voy investigando sobre como morirme cuando no estoy distraído con cualquier tontería.
—¿Ves? Eres horrible, quieres morirte y por un simple deseo personal vas a condenar a toda tu raza. Los vampiros no tenéis ni idea de lo valiosa que es una vida, sois horribles, de verdad... —suspira Gabriel, con sus ojos laminados por leves lágrimas que jamás llorará, ya las lloró suficiente.
Recuerda su padre asesinando a su madre como si la noche anterior no le hubiese dicho que era la persona más especial del mundo. Le dijo que era única, un día después la degolló como a un cerdo de matadero cualquiera. Gabriel aprendió entonces como son los vampiros y el tiempo solo le hizo convertir sus prejuicios en juicios más que bien fundados.
—Me da igual mi raza, me da igual tu raza. Me da igual todo ¿Qué quieres que te diga? No por ser vampiro, sino por ser inmortal. Tú no serías diferente a mí si no pudieses morir, pero no, no, no me respondas. He tenido esta discusión doscientas veces como mínimo, si debo oír una palabra más sobre el tema te mataré.
—¿Ves? —pregunta Gabriel con una risa sarcástica en los labios y la negación impresa en un movimiento de cabeza. —No conoces el valor de la vida, hablando tan fácilmente de matar. Seguro que ni siquiera sabes a cuantos humanos has matado, ah, si en algo estamos de acuerdo es en que mereces morirte.
—Yo sí que aprecio la vida. —dice el otro, ecuánime, y Gabriel ríe sin gracia una vez más. El vampiro no parece ofendido, más bien acostumbrado a esa reacción. Suspira, se queda callado como si no fuese a añadir nada más y entonces Gabriel lo hace:
—¿Cómo puedes tener la hipocresía de decir eso?
—Amo la vida. —responde el otro, inclinándose hacia él con el ceño levemente fruncido. Gabriel se incorpora un poco, sorprendido por haber causado una reacción en el vampiro que no sea irónica. —La vida tiene cosas buenas, buenísimas, pero ¿Sabes qué? Todas aburren después de mucho, te acostumbras a ellas y después solo hastían. Y el hastío es el peor sufrimiento, al contrario de los placeres y gustos de vivir, el aburrimiento no se agota nunca, no puede ignorarse, es simplemente horrible, estoy cansado de él. Estoy harto, harto de vivir. Estoy harto de no encontrar nada que me haga feliz, nada que me emocione, de ver morir a quienes quiero, estoy harto de que la sangre siempre sepa igual, de que el sexo me de sueño, de que el arte luzca todo igual, de que las drogas y el alcohol me sepan a poco. Estoy harto, lo único que hace que la vida sea buena es que puede terminar en cualquier segundo, es por eso que los humanos la amáis tanto, por eso os aferráis a ella, la disfrutáis como si fuese el último momento, porque podría serlo. A mí me han quitado eso y déjame decirte que es la peor maldición del mundo.
Al principio las cosas son divertidas, la inmunidad a la muerte parece genial. Asustas a humanos con ella, los desesperas, los haces inmortales creyendo que vivirás con ellos por siempre, pero llega un momento en que la cacería es repetitiva, en que incluso los inmortales mueren, en que ya no hay nada más que hacer. He vivido miles de vidas, me ha llegado la hora tantas veces... pero me siento atrapado en el tiempo, en el segundo antes de morir, haciéndose eterno y es una tortura. Quiero encontrar un motivo para vivir o morir de una vez y, por lo que sé, ambas son imposibles.
Hay gente que dice que soy afortunado, que lo tengo todo en el mundo. Y no mienten, pero se olvidan que, si no puedo perderlo, tampoco puedo apreciarlo. Es eso lo que nos hace estar vivos ¿No? La emoción, la tensión, los vuelcos que da un corazón cuando los amores parecen acabarse, cuando el éxtasis llega y se va rápido, cuando la vida da un fuerte golpe y después abandona la carne, pero yo no tengo nada de eso. Siento que estoy muerto, muerto desde hace siglos y lo único que busco es descansar en paz.
El hombre ríe después de decir eso, se siente raro por su repentino ataque de seriedad, pero solo ríe para remediarlo, es lo único que sabe hacer. Conoce ya suficiente del elixir de las lágrimas como para que le cure de nuevo, solo la risa tapa el llanto, aunque nada le haga gracia.
—Soy inmortal. ¿E inmoral? Sin duda, no te diré que no. —continúa, sonriendo con cinismo cuando el muchacho frunce el ceño ante lo dicho —Pero ya no pienso en el mal y el bien, ya no existen para mí. Hago lo que tengo que hacer, lo que siento que tengo que hacer ¿Qué más me queda? No disfruto ni a una presa, pero debo comer para no enloquecer de hambre. Soy un depredador, cazar para mi es natural, es algo inocente incluso, pero tu eres humano ¡Claro que es inmoral para ti matar! Un hombre que mata a otro es una aberración, los corderitos no se matan entre ellos, pero ¿Quién culpa al lobo? ¡Bah, da igual! Los humanos siempre estáis con esa estúpida doble moral. ¿Quién crees que mata, tortura, viola y hace sufrir a más humanos? ¿Los vampiros o los hombres? Te aseguro que es quien menos lo necesita, quien no lo lleva en sus instintos y su sed, pero ¿Qué sabrás tú? Solo eres un niño, un niño que aún no ha crecido.
Y en esa última afirmación, Gabriel puede distinguir algo más que enfado, un mínimo asco, melancolía ¿Qué puede ser?
—Eres tan inocente, me das envidia. —eso, eso es, el vampiro lo mira con malsana envidia hirviendo en su mirada, pero Gabriel no atina a entender por qué.
—No hay nada de inocente en mí. —murmura Gabriel, pensando en toda la sangre, toda la muerte, toda la sombra de desespero y locura que le sigue y le acecha en cada esquina, como si su destino fuese vivir atrapado en ese horror.
El vampiro entonces ríe con una estruendosa carcajada.
—Eres tan inocente. —murmura de nuevo, negando con incredulidad. Después le mira con una suave sonrisa que le causa escalofríos y añade: —Espero morir antes de quitarte esa pureza que tienes.
Nuestros personajes acaban de tener una discusión... Acalorada :v
¿Qué os ha parecido la mordida? A Gabriel no le ha gustado en absoluto >:(
Y ahora que han hablado un poco más y que los conocemos mejor ¿Que opináis de los personajes?
¿Os parecen muy diferentes de lo que pensásteis de ellos al inicio?
¿Alguno de los dos cambiará sus principios? ¿Por qué?
¿Quién ha enviado la carta?
Ojalá os haya gustado mucho <3 y recordad que podéis leer todos los caps que quedan por unos 6$ :P ¡Gracias por leer!
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