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Cuando el primer año de carrera termina y las vacaciones de verano empiezan Lucas y Damián abrazan tan fuerte a Esteban y Marcel —aunque a él un poco menos fuerte, porque odia el contacto— que temen desgastarles los brazos. La pareja ha decidido ir a casa de Marcel para pasar las vacaciones y trabajar durante ellas en las farmacéuticas de sus padres para empezar a ganar dinero e irse a vivir juntos después de la universidad. Cuando el beta más grande se lo propuso, Esteban lloró como si estuviese pidiéndole matrimonio y lo abrazó, diciéndole en medio de la cafetería de la facultad que lo amaba demasiado y que él era la mejor familia que jamás podría tener.

Lucas se emocionó al ver eso, suspirando con nostalgia mientras los veía tomarse de la mano y darse pequeños besitos. Damián solo miraba a Lucas observando a ese par y se preguntaba cuánto tiempo más tendría que esperar para que el omega aceptase sus sentimientos. Ahora ha esperado silenciosamente medio año a que el chico escuche en la falta de palabras una promesa de amor, pero Lucas parece sordo a la verdad y temeroso de una traición que no va a llegar nunca. Pese a ello, la relación entre ambos es genial. Genial y confusa.

Lucas está feliz porque ha conseguido a un mejor amigo, el beta que conoció el primer día, y porque la pareja de él también es su amigo ahora, pero respecto a Damián no sabe bien que pensar. Puede imaginar su rostro sonriéndole y el corazón se le vuelve loco en el pecho, su omega aúlla y ladra montando una enorme fiesta dentro de su ser, detonando fuegos artificiales rojos que siempre estallan en sus mejillas. Pero cuando trata de pensar en ello, no halla palabras para describir todo eso; o mejor dicho: halla una que le aterroriza hasta hacer que Lucas sea incapaz de seguir pensando. Quiere mucho a Damián y quiere estar a su lado, pero así como dice que los betas son sus amigos, esa palabra se le traba en la lengua cuando se trata del alfa. Él no es un amigo. Un amigo no te besa en las noches en las que te sientes confuso y triste, no te abraza como si quisiera meterte en su corazón cuando te ve llorando y no te toca en los celos hasta que el deseo se convierte en un orgasmo. Tampoco es mi pareja; él me toma de la mano cuando no se la muerdo al intentarlo y me dice cosas lindas, sí, pero no estoy marcado, soy virgen y jamás me ha llamado su omega ni yo a él mi alfa.

Lucas siempre evita las conversaciones sobre lo que ellos dos son. No quiere dar ningún paso al frente para no quedarse solo al borde del precipicio cuando Damián dé uno atrás. No es mío, así no puedo perderle. No soy suyo, así no puede... abandonarme. La palabra le llena la cabeza con amargura, los recuerdos de como su padre la evitaba mordiéndose el labio al hablar de mamá le queman. Basta, no quiero pensar en ella.

El omega acaba de bajar al aparcamiento para ver si los dos betas se habían ido ya. Ellos dijeron que se irían hacía un cuarto de hora, pero él realmente espera que se hayan ido tarde porque quiere pedirle a Marcel un último consejo. ¿Vale la pena arriesgarse? Cuando pone la mano sobre sus ojos como visera y recorre el lugar plenamente iluminado por el sol no puede ver más que coches polvorientos y marcas de neumáticos en el pavimento, así que suspira pesaroso. ¿Es mejor un corazón roto o uno que no late? Lucas se traga sus preguntas y mueve su camiseta desde la orilla de esta, resoplando por el calor. Después se voltea, observando la residencia de estudiantes donde vive. ¿Es mejor perder la oportunidad de ser feliz o perder a la persona que te hace feliz? Lucas anda perezosamente hacia el edificio, viendo algunos estudiantes pasar por ahí con maletas. El primer día de verano es cuando los que deciden volver sus familias deben irse y dejar las habitaciones desocupadas y los que deciden quedarse no deben hacer nada. ¿Irme antes de que él lo haga es una mejor idea? El omega no ha dicho a su padre si va a volver a casa por verano o a quedarse a disfrutar de su juventud y de Damián. Damián... ¿Qué tengo que hacer para no sufrir por ti?

Anda arrastrando los pies por el pasillo, con el corazón encogido en el pecho y los pulmones empequeñeciéndosele cuanto más se acerca a la puerta. Recuerda el primer día que vio el número en ella y leyó su nombre, que giró el pomo, cruzó el umbral y rodó los ojos al ver al alfa, deseando estar solo. Ahora solo quiero no volver a quedarme solo. No te vayas, no te vayas. Nada más entrar esta vez la vista no le hace poner una mueca huraña, sino divertida: el alfa está en el sofá, en ropa interior y dándose aire con lo que parece un abanico formado a partir de apuntes de clase. Lucas ríe, negando con la cabeza mientras lo hace y entra.

—Uf, pequeño, me estoy derritiendo y esta vez no es por ti. —bromea el hombre, dejando su cuerpo flácido sobre el sofá de forma muy dramatizada. Lucas le da una sonrisa tristona. ¿Quién me hará reír si te vas? —Por cierto ¿Quieres ir esta noche al cine? Han estrenado una película muy mala, pero quiero una excusa para estar contigo y también quiero ver si es tan horrible como dicen.

Lucas muerde su labio muy fuerte y siente lágrimas aglutinarse en sus ojos. Si pasa este verano con Damián, todo el día tan cerca de él, todo el día viendo su deslumbrante sonrisa iluminar más que el sol estival, todo el día acalorado y sediento de sus besos, las cosas serán demasiado hermosas como para que no se estropeen. Sabe que en algún momento su aliento llevará palabras llenas de sentimiento, sabe que en algún momento su corazón será demasiado obvio, sabe que en algún momento se entregará y no volverá a ver a Damián nunca más. No puede dejar que pase eso, no puede quedarse en ese lugar y esperar a que sea Damián quien se vaya primero.

No otra vez.

—Yo, um... Tendría que irme por la tarde, no creo que tenga tiempo por la noche de ir a la película. Quizá el curso que viene... —titubea, dolido. Aparta la mirada cuando ve el cuerpo del alfa tensarse y baja la cabeza, tratando de llegar rápido al cuarto de baño.

Quiere encerrarse, llorar y odiarse por ser incapaz de tener a un alfa a su lado y no aterrorizarse cada vez que cierra los ojos por si cuando los abre ya no está ahí. Alcanza el pomo de la puerta y la abre un poco, pero Damián logra azotarla, cerrándola con violencia de nuevo; el chico alza la mirada para ver el enorme cuerpo del alfa, sudoroso, agitado y desprendiendo un aroma que conoce demasiado bien. Ira.

—¿Vas a irte todo el verano? —pregunta, escupiendo las palabras como si fuesen ácido que le quema la boca y enarcando una ceja, mientras niega con incredulidad.

—S-Sí, creo que sí... —admite el otro, encogiéndose de hombros y tratando de mantener su voz estable. No quiere sonar como si estuviese a punto de llorar, aunque lo está.

—¿Y cuándo mierda pensabas decírmelo? —Lucas traga saliva, cerrando los ojos y tratando de no llorar. Odia cuando los alfas le gritan y ahora su alfa favorito lo está haciendo; él pensaba que había tomado la decisión correcta y lo sigue creyendo, pero para ser el buen camino no se siente demasiado bien estar recorriéndolo. —¡Respóndeme, joder! —farfulla el alfa, golpeando la puerta del baño tan fuerte que hace que Lucas se encoja sobre sí mismo después de dar un pequeño repullo.

Su cuerpecito tiembla y puede notar en el aire que el alfa está más enfadado y posesivo de lo que seguramente pueda manejar. No comprende por qué sus emociones han estallado tan de repente y de una forma tan virulenta, pero ahora tiene demasiado miedo como para ponerse a pensar.

—Y-Yo... ¡No lo sé! Apenas he tomado la decisión hace unos minutos... —murmura, mordiendo el labio. Damián lo mira con rabia y murmura un joder, menuda mierda, colmado de desprecio. El ceño de Lucas se frunce, está amedrentado, pero también tiene el suficiente carácter como para defenderse de los alfas; y Damián es un alfa más del que se va a defender. —Tampoco es como si tuviese la obligación de decírtelo, es mi vida.

—Oh ¡Ahora resulta que no soy parte de tu vida! ¿Dime, niñato, cuál era el plan? ¿Irte sin decir nada y dejarme aquí sin ti? ¡Qué bien, que genial idea! —suelta con despecho e ironía, acercándose peligrosamente a Lucas.

El chico retrocede hasta que se siente acorralado entre la pared y la afilada lengua del alfa, atrapado en un huracán de emociones y feromonas que lo bombardean haciéndole sentir confuso y enfadado.

—No había ningún plan... —responde, desesperado. No entiende qué sucede, no entiende por qué las cosas van mal. Él solo quería irse para que su presencia no acabase por echar a Damián, pero todo le está saliendo al revés y Lucas quiere tirarse del pelo con desesperación. —Es solo ¡No lo sé! ¡¿Por qué mierda estás tan enfadado ahora?!

—¡Porque siempre actúas como si fueses tú solo! Como si yo fuese a ser solo una etapa de tu vida y ya está, como si me fuese a ir. Si vamos a separar nuestros caminos, que te quede bien claro, es porque  eres quien se va. —Lucas da un paso atrás al escuchar eso. ¿Yo? Pero... los alfas... ¡Yo no soy así, son ellos! Yo solo quiero que no me hagan daño.

De repente el dolor se convierte en ira, el vacío de su pecho se llena de ponzoña y su cuerpo entero se descongela. Da un paso al frente, poniendo las manos en el pecho del alfa y empujándolo hacia detrás con rabia. Damián retrocede, gruñendo pero tratando de contenerse para no responder a esa agresión; su alfa está muy agitado, muy protector y demasiado furioso como para ver las cosas con claridad y pensar bien en lo que va a hacer si hace algo. Mío, mío o de nadie... Ruge más fuerte, las vibraciones de su pecho atravesando el de Lucas y sacudiendo las emociones dentro de él, haciendo que le empuje más y más mientras trata él también de rugir. Damián aprieta los puños, Lucas está siendo agresivo y odia cuando la gente lo empuja, pero si responde a lo que Lucas hace... Si respondo, lo mato. Lo mataré, le tomaré del cuello y voy a apretarlo hasta que no tenga fuerzas ni para sostenerse a sí mismo. Si se atreve a irse y trato de detenerle voy a cogerle fuerte, voy a lanzarlo al sofá, lo voy a follar hasta que llore y lo golpearé. Cuando termine, él tendrá suerte si sigue vivo.

Damián sabe que para un alfa esos sentimientos y esas ideas horribles son normales, así como son fáciles de sacar de la mente y llevar a las manos, pero él aprieta los puños y clava sus uñas en las palmas hasta que se hace sangre porque si hace cualquier otra cosa será Lucas quien sangre. Y él no quiere eso.

Lucas sigue empujándolo, golpeando su pecho y llorando y gruñendo de forma histérica lleno de rabia.

—¡Cállate! ¡Cállate! ¡Mentiroso, mientes, todos los alfas mentís! —chilla ahora perdiendo sus fuerzas y dejando de golpear, aunque su mirada asesta un golpe fatal sobre Damián. El azul está ahora tan lleno de odio que es más infierno, que cielo. El omega de Lucas llora dentro de él y araña, haciendo que le duela el pecho al comportarse de forma violenta y, sobretodo, al hacerlo contra el mejor alfa que ha tenido jamás en su vida. Le odio. Me odio. Odio todo. —No me vengas a joder con que actúo sin pensar en ti, con que actúo como si te fueras a ir ¡Porque eso es exactamente lo que va a pasar! ¿Te crees que no lo sé? Eres en alfa en el campus universitario, rodeado solo de alfas y lo único que has hecho es tratar de ganarte la confianza del único omega en kilómetros a la redonda ¿Te crees que no sé qué pasará cuando acabemos la universidad? Solo... solo...

Su voz pierde potencia, rompiendo en llanto, un hilo sostiene sus palabras, pero, aunque es delgado y duele sostenerlo entre los labios, Lucas lo blande cual espada y sigue hablando.

—Cuando esto termine y vuelvas a la ciudad... cuando estés de nuevo rodeado de omegas... Te vas a olvidar de mí, yo solo soy un juguete ¿Te crees que no lo sé? —Y se me ha olvidado, se me ha olvidado tantas veces que solo soy un objeto para ti, que he llegado a sentirme bien, a tratar de convencerme de que soy algo más. De que somos algo.

Lucas se calla un instante, las lágrimas escurriendo por su rostro y sus pies retrocediendo mientras él empequeñece por la aviesa mirada del alfa. No hay más sonrisas ahora, solo una mueca llena de crueldad, de enfado; cualquiera diría que la expresión de Damián es ardiente por la rabia que contiene, Lucas la ve y solo siente frío.

—Así que, alfa, no finjas nunca que has pensado en un futuro conmigo, porque no es así. Y no sigas fingiendo que querrías ser mi alfa, porque duele demasiado. No quiero creerte, alfa, no puedo, así que deja de mentir, lo haces... demasiado bien...

El omega se tapa la cara con las manos, tratando de aplacar el llanto que ahora lo sacude. Las lágrimas no cesan, un hipeo le corta la respiración cuando trata de recobrarla y temblores y espasmos lo recorren haciendo que se doble sobre sí mismo, acabando por dejarlo abrazado a sus rodillas en el suelo. El alfa lo mira desde arriba, mirad dura, quijada tensa, nudillos blancos. Lucas gimotea alto sin poder evitarlo, llamando a un alfa, pidiendo ayuda; cuando ese ruidito agónico y febril atraviesa al alfa, este solo puede sentir su sangre hirviendo por lo contradictorio de toda la situación. Maldito omega ¿Qué necesitas para ver que eres mío, eh? ¿Necesitas que sujete las manos con las que me has pegado, que tape esa boca mentirosa que tienes? ¿Necesitas que cierre con seguro y solo te deje salir cuando estés marcado y embarazo? Damián niega con la cabeza, sabe que no puede dejar a su lobo tomar el control.

Un alfa es un líder de la manada, al primer lobo al que debe saber domar es a sí mismo. Damián quiere ser un alfa de verdad, el alfa de Lucas.

Toma al chiquillo del brazo y lo levanta abruptamente del suelo, dirigiéndose a su habitación. Lucas trata torpemente de levantarse mientras es arrastrado, grita por el poco cuidado con el que el alfa lo maneja y entonces se llena de terror. No debería... no debería haber desafiado a un alfa... El omega se pone pálido como el papel y cuando es lanzado con brusquedad a la cama es incapaz de moverse. El miedo ha inundado su sistema como una anestesia y ahora siente que su cuerpo está a merced de lo que Damián decida hacer. Damián, un alfa enfadado, al que anteriormente le ha negado tener sexo, quien además está próximo a su celo y quien ha tenido ya más que mucha, mucha paciencia con él. Lucas traga saliva, puede imaginar lo que sucederá ahora y sabe que es mejor no luchar, no si el alfa está tan furibundo que el aire sabe a humo y respirar se siente como envenenarse.

Los ojos se le llenan de lágrimas y desprende dulces feromonas por el miedo; mira desde el lecho al enfadado hombre tirarse del pelo y rugir como si fuera realmente a convertirse dolorosamente en un lobo y se abraza a sí mismo tragando saliva. Va a pasar, me hará daño. Piensa, aterrado y arrepentido por no haber agradecido las mil veces en que Damián lo salvó de él mismo y de otros alfas. Ahora que la ira ha dejado de nublarle la vista, Lucas no ve por qué se ha portado tan mal con el alfa ni por qué ha dicho todas esas cosas odiosas de él. Quizá, quizá si le digo que lo siento... Lucas alarga su mano hacia el alfa, queriendo tocarlo de forma reconfortante para lograr que se calme y escuche.

—Alfa... —murmura, sus dedos a punto de llegar el hombro de Damián. El hombre lo mira con ojos inyectados en sangre y antes de que el chico llegue a tocarlo, Damián le pone la mano encima.

Lucas llora cuando siente los dedos rodearle la garganta y se repente se queda sin voz, sus ojos tristes se disculpan por él, pero la mirada del alfa está tan llena de odio, de rencor e instintos tan fuertes que son inefables, que está sorda ante su disculpa.

Voy a hacerlo mío, lo voy a romper, lo voy a destrozar, a dejar tantas marcas que no se olvidará de mí, voy a... Para Damián, joder, para, está llorando de miedo, lo estoy asustando... No seas... No seas como los demás alfas. No seas como los alfas que le han hecho daño. Me lo prometí, se lo prometí.

—Jodido omega... —masculla entre dientes antes de empujar a Lucas de nuevo hasta tenderlo en la cama, soltando por fin su cuello.

Lucas rueda sobre sí mismo tratando de respirar; las toses violentas hacen que deba cerrar los ojos y no ve más que a Damián agachándose para palpar bajo la cama, buscando algo. ¿Esposas? ¿Cuerda? ¿Una mordaza? Lucas llora pensando en las posibilidades y trata de arrastrarse sobre la cama para llegar a la otra orilla, pero no lo logra. Damián lo toma del tobillo y tira, dejándolo tumbado e indefenso en el centro de la cama.

—Damián... no me hagas daño... —suplica, tratando de cubrirse a sí mismo.

Chilla con temor cuando escucha que un objeto es aventado al lado suyo y abre los ojos, viendo una caja sobre el colchón. La observa con una mezcla de temor y curiosidad, hasta que el alfa habla en tono ronco, captando su atención de nuevo.

—No, Lucas, yo jamás hice planes de futuro contigo. —entona con una mordaz sonrisa y tono irónico. —Si vas a largarte, tienes toda la tarde para hacerlo, yo volveré después de eso.

Lo siguiente que Lucas escucha es un portazo y un silencio horrible, que le grita todos y cada uno de sus errores.


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