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 —Ugh ¿Puedes parar? —pregunta Lucas con las mejillas encendidas y el ceño fruncido, viendo todas las miradas sobre él y sintiéndose terriblemente abochornado.

Damián sonríe como un idiota y niega, haciéndole otra molesta foto con flash con la nueva cámara que ha comprado exclusivamente para hacernos fotos juntas, porque no voy a hacerte fotos con un móvil y que se vea todo pixelado y horrible ¡Eres hermoso! Necesito algo que pueda al menos tratar de retratar lo bonito, bonito que es mi omega. Lucas tiene la tentación de sonreír al recordar esas palabras, pero otro nuevo deslumbramiento seguido del sonido del click le quita todas las ganas de golpe.

—Es vergonzoso ¡Para! —le gruñe, poniendo la mano sobre el objetivo y haciendo el alfa desista. El hombre hace un pequeño puchero hasta que se vuelve a sentar junto a él en el banco del parquecito. —Eres un tonto. La gente me mira.

—Lo sé, miran porque eres precioso y llevas un precioso collar. Joder, luces tan atractivo y sumiso con él, creo que cuando termine de cortejarte te haré llevarlo también en la calle e incluso le añadiré una cadena a modo de correa... sí, puede ser divertido. —asiente, pensativo, mientras su mente imagina la cálida escena y su cuerpo empieza a reaccionar, soltando ese aroma delicioso a excitación que el omega ya conoce.

—¡Cerdo! —le grita el chico, golpeándolo con la mano en el hombro y poniéndose todavía más rojo. —Por eso odio a todos los alfas. —declara, cruzándose de brazos e inflando las mejillas a la par que le gira la cara.

Damián ríe, inclinándose para alcanzar su cara y tomar entre sus dedos las dos mullidas mejillas. Hace que el chico se vuelva hacia él y pincha con sus dedos los mofletes inflados de aire hasta que los desinfla y la cara de Lucas queda estrujada, haciendo que sus labios parezcan los de un pececito.

—Claro, ¿Por eso te dejas cortejar por un alfa? —pregunta, sonriéndole de forma burlona. Después relame sus labios y se acerca para dejar un casto beso en los del menor.

Este le gruñe, siempre lo hace cuando lo besa en público porque se siente demasiado tímido; por otro lado Lucas también gruñe porque está asustado de lo jodidamente bien que se siente cuando los demás lo ven con deseo y después se atemorizan al ver el collar en su cuello y el gran alfa a su lado y, bueno, debe admitir que también ama como algunos omegas lo miran con una mirada llena de envidia y desprecio; más de una vez, y sin que el alfa se dé cuenta, le ha sacado la lengua a algún omega con los ojos demasiado puestos en su alfa o ha reunido el valor necesario para besar a su hombre y sacarle el dedo anular al omega que los observaba de mientras.

—Es solo porque me consientes y me compras comida, no te hagas ilusiones. —sisea el omega traviesamente, alejándose un poco del toque el alfa y sonriéndole con maldad.

Este lo toma por la cintura y lo atrae hacia sí, notando como el menor aspira con deleite su posesivo aroma.

—Lo habría hecho aunque no me hubieses dejado cortejarte. —aclara el otro, pasando una mano por el pecho de Lucas y subiendo hacia su cuello, donde perfila la piel alrededor del collar con sus dedos. —¿Cómo no voy a mimar al omega más tierno del mundo?

—¿Quién es ese? Yo soy el omega más gruñón, no el más tierno, o eso creía. —responde, frunciendo el ceño.

—Bueno, eres ambos. —Damián se encoge de hombros, profiriendo después esa hermosa risa que Lucas tanto ama. El omega no puede evitar sonreírle de vuelta y ronronear, acomodándose al suave sonido. El alfa le acaricia la cabeza cuando lo hace.

—Alfa ¿Vamos a casa? El grupo de omegas de la derecha no para de mirarte como si fuesen hienas hambrientas. —y mientras dice esto con el ceño fruncido y el rostro colmado de ira, se desliza hasta quedar sentado sobre el regazo del alfa, rodeándole el cuello con las manos.

—Oh, mi pequeñín se ha puesto celoso ¿No es eso gruñón y tierno a la vez? ¡Tú especialidad! —Lucas lo mira con los ojos ardiendo de ira y entonces baja su rostro, fingiendo que va a besar al alfa.

Damián cierra sus ojos y tira sus labios hacia la deleitosa y pequeña boca del muchacho, pero el tacto sedoso de los labios nunca aparece, en su lugar el pequeño deposita un mordisco y sonríe con malicia cuando el alfa se queja.

—Ríete de que soy celoso una vez más y me exhibiré delante de un grupo de alfas para que veamos quien es el celoso aqu... —Lucas se queda congelado, su voz atrapa en la garganta y el pequeño cuerpo entre los dedos de Damián, que toma su cintura con cierta rudeza.

—No creo que sea divertido que juegues con esas cosas, pequeño... —murmura en su oído, antes de deslizar la lengua por la base de su cuello hasta llegar al lóbulo, atraparlo entre sus labios y morderlo con crueldad, haciendo al chiquillo dar un repullo y temblar en su regazo. —Tu puedes morderme el labio si te pones celoso, yo te aseguro que puedo ser mucho más malo si me incitas. Así que mejor no amenaces si no quieres que te enseñe a ser un buen chico. —el tono de Damián es suficientemente bajo como para que las palabras queden entre ambos, pero es vibrante y grave, así que penetra en Lucas como una descarga que le advierte del peligro.

De un muy delicioso peligro. Todo el vello de Lucas se eriza y su piel se siente primero gélida, cuando el escalofrío la lame, después ardiente cuando su omega tiembla por lo dominante de las palabras del otro. El lobo dentro de él se encoge sobre sí mismo con miedo, pero se entrega a la voluntad de su amo, de su alfa y, por primera vez, Lucas puede darle el gusto de estar de acuerdo con su omega y sentir placer por algo tan de alfa como esa voz ronca y esa amenaza posesiva y llena de instintos que quiere resolver en la cama. Su cuerpo tiembla sobre el regazo del dominante e instintivamente se pega a él, ladeando un poco la cabeza para dejar que Damián huela en él la excitación y el temor propios de un omega, tan dulces, tan suyos.

—Quizá te portas tan mal por eso ¿No crees? Porque quieres que tu alfa te enseñe a ser un buen omega. —el temblor sacude a Lucas de nuevo y el chico profiere un muy débil gemido de necesidad.

Ama eso, ama poder necesitar a un alfa que lo proteja, lo cuida, lo defienda, discipline y ame a su lado. Los omegas no están hechos para estar solos y él y su padre vivieron toda su vida necesitando algo que Lucas llegó a odias; ahora lo ama, con todo su corazón, con todo su ser. Se siente completo por primera vez, se siente él, como si hubiese sido creado solo con medio corazón y toda su vida hubiese estado recorriendo el camino con la mitad de los latidos, dejándolo agotado y sin aliento, matándolo poco a poco y ahora justo acabase de encontrar a la otra mitad que lo completa y le da vida, como un respiro necesitado. Damián es la bocanada de aire fresco que toma cada mañana al despertar y que le adormece cada noche cuando se va la cama, esa que expulsa al suspirar para no olvidarse de su amor y la que guarda dentro suyo cuando retiene el aire de la emoción por un beso o una caricia.

Lucas se siente un omega por fin, con todas sus necesidades cubiertas y todas sus sonrisas ganadas. Se siente feliz, solo que cuando le preguntas él no te responde eso porque hasta ahora no conocía esa palabra y aún le es extraño usarla.

Lucas sonríe de forma traviesa al sentir dedos cernirse en su garganta y una mano pasar discretamente por dentro de su camiseta, acariciando su llano vientre. El alfa besa la base de su nueva y huele celoso e increíblemente bien. El omega quiere más de su alfa y de ese deseo de tenerlo para él siempre.

—Que le jodan a mi alfa. —desafía en voz baja, haciendo que un gruñido detenga los besos que se están dando en su nuca y que los dedos que antes deslizaban sus yemas por la tripa ahora claven sus uñas en los costados, haciéndole morderse el labio para no hacer ningún otro ruido. El anterior gemido llamó la atención de varios alfas y eso molestó más a Damián, así que Lucas no va a... Espera, suena como un genial idea. El omega se relame, soltando su labio y dejando que una exhalación se lleve un sonido leve y agudo de su voz, que llega a los oídos de los receptivos alfas de la zona.

Lucas suele detestar que lo miren, pero no que los miren.

—Quizá si sigues así tu alfa te joderá a ti. —susurra en su oído, todavía con el ronco rumor del gruñido de fondo. —Pero eso es lo que quieres, ¿no? Que sea duro y te haga mío hasta que me supliques. Dime, omega, ¿es eso lo que te gustaría? —pregunta de forma demasiado caliente para que el chico sea capaz de responder con más que otro gemido. —Deja de gemir y levántate, voy a hacer que gimas de verdad cuando lleguemos al dormitorio.

La voz del alfa lo recorre como electricidad y Lucas obedece al instante. Siempre temió la voz como si fuese a dictar su sentencia de muerte, ahora se permite sufrirla como el placer más culposo y masoquista que tiene y al que definitivamente no va a renunciar. Sabe que Damián solo le está calentado, que ama decirle que va a follarlo fuerte hasta que termine llorando sin saber si es de placer o dolor, pero que en el fondo no lo hará aún, no mientras Lucas se sienta inseguro. Suspira de amor, su alfa es tan bueno al ser así de paciente con él y no tomarlo, atendiendo al miedo que surge en él cuando trata de hacerlo. Lucas sabe que tiene algunos traumas que solucionar, pero no está preocupado, Damián poco a poco ha logrado cambiar los pensamientos feos por recuerdos gustosos.

La voz lo acciona, haciéndole levantarse de su regazo de forma inmediata y mecánica, como un resorte. Por ello Lucas es incapaz de apartarse del alfa que pasa enfrente de ellos dos con un vaso en la mano y termina, tanto él como el otro, empapado de refresco.

—Mira por dónde vas, maldito pedazo de mierda. —brama el hombre, sacudiéndose la camiseta. Lucas reconoce al castaño y aprieta los dientes, sintiendo dolor al avanzar un paso y encararlo.

—Llámame así de nuevo y tú no vas a poder mirar por donde vas nunca más porque te voy a sacar los ojos con malditas cucharas. —gruñe, sintiendo a su omega arañar de nuevo dentro de su pecho. Lucas tiene mucho carácter y no es antinatural que lo muestre, pero cuando finge valentía ante un alfa que lo atemoriza sí le duele, porque no son los omegas quienes deben protegerse.

Una mano se posa en su cintura, haciéndole exhalar y relajar su rostro, de nuevo poniendo una mueca perezosa y tranquila en él. Damián aprieta la mano más y tira al omega hacia detrás, ocultándolo tras su espalda. Lucas siempre ha odiado meterse en problemas, pero desde que Damián le protege tan varonilmente y le hace sentir de ese modo tan especial, como si fuese importante, ya no está tan seguro de eso.

—Pequeño hijo de pu... —Matthew se queda mudo cuando alza la vista y no se encuentra con el endeble omega sino con alguien a quien conoce mucho más a fondo.

—¿Por qué no te disculpas con mi omega? Creo que sería lo mejor... para todos. —dice en tono rudo, susurrando eso último de forma que solo el otro alfa pueda alcanzar a oírlo. El hombre hesita, todo su grupo de amigos está con él y ahora están totalmente absortos observando esa escena, esperando que Matthew haga honor a su reputación y diga de todo, menos perdón.

—¿Qué te pasa tío? ¿Te quedas callado? —pregunta un chico, entre preocupado y ansioso por escuchar cómo su amigo le falta al respeto a Damián. No es nuevo en Matthew meterse con tipos más grandes que él.

—Déjale, parece que actúa como la putita del otro. —se burla uno de sus compañeros, todo el grupo estalla en carcajadas y Damián sonríe, viéndolo enrojecer de ira y bochorno.

Al parecer, que la gente se burle de él como él lo hace de los demás es suficientemente horrible para el alfa como para hacer que su cabeza desconecte de su cuerpo, o al menos de su puño. Sus nudillos se propulsan con ira hacia la cara del alfa, que no ve el golpe venir y por lo tanto no lo esquiva. Los amigos de Matthew le vitorean mientras más curiosos se unen como espectadores a la escena, soltando sonidos de sorpresa al ver al alfa más grande pillado sobre el factor sorpresa, tambaleándose unos pasos hacia detrás hasta caer sentado en el banco con una mano en su labio y sangre goteando entre sus dedos.

—Voy a romperte la cara. —Damián, brama, levantándose de golpe con los puños cerrados a los lados de su cuerpo y una línea carmesí bajando por su labio inferior, acariciando el mentón y perdiéndose en el cuello.

—Alfa ¡Déjalo! Vamos, por favor, vámonos. —interviene Lucas, parándose entre ambos con el corazón en un puño. Cuando piensa en Damián siendo expulsado por golpear al otro su corazón duele tanto que sin darse cuenta, ya está llorando.

Su lobo aúlla, gruñe y quiere morir para no padecer más cuando se imagina la tortura que debe ser estar alejado de su alfa, como si le arranasen el alma, como si alguien le abriese en canal y extirpase de su pecho la mitad de su corazón que le hace sentirse entero.

Damián mira al omega a los ojos, viendo las lágrimas en ellos. Las ganas de vengarse arden en su interior, sí, pero ahora su alfa olvida la existencia de todo lo demás: quiere irse y cuidar del muchacho hasta que esté a salvo y feliz de nuevo. Va a acceder, así que empieza a relajar sus puños hasta que el color vuelve a sus nudillos.

Sin embargo, entonces Lucas es tomado por el pelo y ve la mano de Matthew moverse violentamente haciéndolo chillar.

—Apártate, solo eres un tonto omega, no te metas en cosas de alfas. —brama, lanzando con demasiada fuerza al chico hacia el suelo, haciéndolo de nuevo gritar por la forma desconsiderada en que jala su cabello.

A Damián se le para el corazón cuando ve al muchacho empujado contra el suelo de cemento. Una vez Lucas alza la cara desde ahí con un reguero de sangre saliéndole de la nariz, el alfa solo tiene una cosa en mente y ninguna razón puede detenerla.

El público de alfas suelta una exclamación divertida cuando la pelea se vuelve cosa de dos y Damián entra en acción. En poco tiempo todos dejan de vitorear o silbar disfrutando de la gratuita violencia de la pelea; les es divertido al inicio, cuando Damián arremete contra Matthew y lo lanza al suelo, poniéndose a horcajadas encima suyo y empezando a golpearlo mientras el otro alfa no se queda corto y asesta también golpes certeros desde su posición. Pero el silencio de los alfas y su incomodidad vienes después, cuando Matthew ya no se defiende y solo está Damián encima de él, gruñendo como un animal y golpeando su cara llena de sangre, salpicando todo el suelo, su ropa, sus nudillos, su cara misma. Los alfas que se habían acercado por curiosidad se retiran con arcadas en sus gargantas y aunque algunos amigos de Matthew simplemente bajan la mirada y se alejan lentamente, otros se quedan a mirar, boquiabiertos y aún sin hacer nada.

Las peleas de alfas son normales, las palizas brutales no. Y todo el mundo sabe que un alfa que está cortejando a su omega tendrá los instintos a flor de piel, pero ver a Damián imprimir su roja furia en la cara del otro hombre es algo demasiado fuerte. Él tiene el labio partido y los pómulos algo amoratados, pero nada más, Matthew está luchando por levantar sus manos más de dos centímetros sobre el suelo para tratar de defenderse, tiene la cara inflamada y sangre por todos lados: su nariz, su labio, su ceja, todo en él gotea ese férreo líquido y duele malditamente tanto que apenas puede respirar. Todo el mundo sabe que si sigue así, lo matará.

Todo el mundo lo sabe, pero nadie mueve ni un dedo. Damián está demasiado cegado por su lobo como para pensar en algo más que en lo bien que sienta oler la sangre de ese hombre después de que él haya derramado la de su omega.

—¡Alfa, alfa para! —chilla Lucas con horror, corriendo hacia él y sujetando con temor sus puños ensangrentados. Lucas odia a Matthew, es un alfa imbécil y un potencial abusador de omegas, pero no puede evitar sentir horror cuando ve la sangre: es un omega y los omegas están hechos para dar vida y disfrutar del reposo, no para la violencia y la muerte. No puede soportarlo, cuando ve la destrozada cara del alza siente que vomitará, todo se pone brillante y borroso y tiene que sacudir la cabeza para no perder el conocimiento.

El alfa gruñe y aprieta más los puños, pero es incapaz de hacer un solo movimiento más, si lo hace herirá al omega y definitivamente no hará eso.

—Vas a matarle, Damián. —le dice con un hilo de voz, recibiendo por su parte una salvaje y rasgada mirada.

—Lo haré. —afirma este, gruñendo de nuevo con voz ronca y bajando la mirada cuando el otro alfa suelta pequeñas quejas. —Eres mi omega, voy a protegerte con mi vida y voy a matar a quien se atreva a hacerte daño para que nunca nadie más lo haga. —el corazón de Lucas se derrite por esas palabras, su omega aúlla junto al del alfa, ambos confesándose su amor, pero el chico niega energéticamente, tiene que centrarse en la situación y no dejar que Damián haga una tontería por muy nobles que sean sus razones.

—Si matas a alguien irás a la cárcel y no podrás protegerme, tonto. Por favor, vámonos a casa. —suplica al borde del llanto, todo el mundo los mira y él solo se pregunta por qué nadie además de él está ayudando a terminar la pelea.

Su corazón se encoge, se imagina al alfa entre rejas, arrancado de entre sus brazos. No sobrevivirá una sola de las frías noches sin él y, sin él, realmente no quiere sobrevivir. Lucas gimotea, pidiendo por su alfa.

—Por favor, alfa, necesito que te calmes.

Lucas está envuelto en una cálida mantita con un tazón de chocolate caliente en sus manos y Damián zumbando alrededor suyo como un molesto mosquito, pasando una y otra vez un algodón con alcohol por su nariz, poniéndole curitas en lugares que él asegura que ni están heridos y tomándole la temperatura como si fuese a enfermar por un simple golpe que ha hecho que su nariz sangre un poco. Tiene la nariz un poco inflamada y le duele, pero definitivamente no está rota, fuera de su sitio ni sangrando ahora mismo, así que está bien, cosa que Lucas le ha repetido a Damián por lo menos un millón de veces, pero...

—¿Debería llamar a una ambulancia? Quizá no lo notas, pero está mal ¿Te llevo al médico? Hay una enfermería en el edificio de al lado, podemos ir muy rápido y... —Lucas se estira, callando al alfa con un beso.

El más grande pone las manos en las cálidas mejillas del menor y dirige el beso, probando con su lengua el dulce sabor del chico y quejándose por el metalizado de su propia boca; el omega lo besa con suma ternura, notando la herida en e labio inferior del alfa y el leve sabor a sangre que acompaña a sus labios, pero no le importa, el ama los besos de su alfa sean como sean. Cuando se separan el alfa está más tranquilo y lo mira directamente a los ojos como hipnotizado.

—Damián, contrólate. Necesito un alfa que me cuide, no uno que exagere o sobre reaccione ¿Si? —el otro asiente, sintiéndose algo avergonzado y bajando la vista por ello. Él quiere ser el mejor alfa del mundo porque está seguro de Lucas es el mejor omega y por lo tanto lo merece, así que realmente se está esforzando mucho para ser perfecto para él, pero quizá... debería dejar de sobre esforzarse y ser él mismo, él ya es perfecto, no necesita pretender nada.

—Tienes razón, siempre eres tan listo y tan... Ah, es solo que quiero protegerte y cuando veo que algo malo te sucede simplemente no puedo controlar, es como si fuese a volverme loco con solo pensar en perderte. —Lucas sonríe enternecido, aunque Damián no tiene la oportunidad de verlo pues a la par que habla abraza a su omega, hundiendo el rostro en su cuello y sintiendo su aroma balsámico y adictivo. Necesita sentirlo en sus brazos, necesita saber que él está ahí para tomarlo y protegerlo, que nunca más él estará de pie y Lucas lejos de él, en el suelo y sangrando.

El solo recuerdo aviva el fuego en su interior y hace que deba tomar una enorme bocana de aire —y, más importante, de Lucas— para calmarse.

—Yo tampoco te quiero perder, alfa, cuando lo pienso yo... yo... —el hombre lo abraza más fuerte reconociendo la forma peculiar en que la voz del omega se rompe cuando empieza a llorar y su corazón no puede decir con palabras todo lo que le llena de preocupación. —Por favor, no hagas locuras, no quiero que te lleven lejos de mí jamás... —murmura, llorando sin vergüenza.

Damián es el primer alfa con el que cómodamente desnuda su cuerpo y, más importante, su alma. Sus lágrimas siempre fueron vergonzosas para él y las guardaba durante el día para poder llorarlas todas en las noches solitarias, quedándose dormido no en medio de la calma, sino en un océano de inseguridad. Ahora todo lo malo, todo lo doloroso y lo vergonzoso puede llorarlo con Damián, puede sacarlo de sí y el lobo secará sus lágrimas llevándose lejos todas las malas sensaciones que llora; ya nunca más las lágrimas que no lloró le envenenarán la sangre.

—Te aseguro que eso no pasará. —sentencia el otro en tono firme.

Y no miente.

Esa noche piensa en Matthew, en el alfa haciendo sangrar a su omega, en el alfa posiblemente pensando en quejarse a las autoridades de la universidad para que echen a su agresor. Damián no lo piensa dos veces antes de hacer un click y luego otra y otro más. Sabe que está destruyendo una vida, pero cualquier precio a pagar es poco si es con tal de estar al lado de su omega.

Al día siguiente nadie habla a Damián sobre ninguna denuncia o acusación contra él. A la semana siguiente llegan los rumores de que Matthew ha tenido que cambiarse de universidad. Damián se hace el sorprendido cuando se lo cuentan y después, cuando el alfa que se lo ha dicho se voltea, sonríe enormemente, no va a permitir que nadie salga impune si es con Lucas con quien se mete.

Damián es un lobo, Lucas su pareja y quienes se interpongan entre ellos no son más que sus presas.


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