—¡Esteban, deja de atracar la nevera y ponte bajo la mesa! ¡Ya casi es la hora! ¡Marcel, controla a tu novio! —grita Lucas de forma aguda, mordiéndose las uñas por el estrés y recolocando cosas que ha colocado cinco segundos atrás para asegurarse de que todo está bien.
El beta, que está cruzado de brazos, mira como si pareja se alarma por los gritos de Lucas engulle con más rapidez el helado que ha encontrado en el frigorífico, después mira su propio reloj y vuelve a Lucas, con expresión ecuánime y voz perezosa.
—Aún falta un cuarto de hora.
—¡Un cuarto de hora! ¡¿QUÉ?! —chilla el omega, todavía más nervioso y correteando de un lugar a otro del salón sin rumbo alguno.
Mira la hora en su teléfono y da un enorme chillido al ver que es verdad y entonces todas las feromonas nerviosas salen disparadas de su cuerpo, impregnando el lugar con un aroma meloso que sabe que Damián notará al llegar, cosa que lo estresa más. Damián no tiene que notar nada, esa es la idea de una fiesta sorpresa, que sea eso, sorprendente no obvia. Lucas se voltea con nerviosismo, viendo como los alfas amigos de su novio charlan con tranquilidad, revisa que la tarta sobre la mesa esté intacta —porque sabe que Esteban le ha echado el ojo y resulta que ningún duce está seguro en presencia de ese beta—, mira que las guirnaldas cuelguen adecuadamente del techo y que todos los regalos estén perfectamente amontonados en el suelo, a un lado de la mesa donde todos se sentarán para comer el pastel.
—¡Todo el mundo a su sitio! —grita con todas sus fuerzas. Los alfas parlotean sobre su histeria y eso lo empeora todo. —¡Eh, escuchad! —grita de nuevo, observando como las conversaciones no se alteran ni un poco cada alfa sigue en un lugar que no es su correspondiente lugar. Un tic se apodera del ojo derecho de Lucas y este aprieta los puños, sintiendo que en cualquier momento va a golpear en la cara, uno a uno, a esos más de quince alfas.
Su teléfono vibra y a Lucas le tiembla el dedo mientras pulsa el botón de desbloqueo. <<Mi bebé, ya he conseguido el chocolate ese que tanto se te antojaba. Sí que estaba lejos la tienda... pero me he dado prisa para poder verte pronto. Me tienes ahí dentro de cinco minutos y espero que te guste el chocolate, a mí también se me ha antojado algo dulce ;)>> El muchachito se pone pálido y después, cuando grita con fuerza, rojo.
—¡LLEGA ANTES DE LO PREVISTO, A VUESTROS JODIDOS SITIOS! —Lucas agradece ver a Marcel dándole un coscorrón a Esteban para que deje su nevera tranquila y arrastrándolo hacia su escondrijo, pero aun así solo un par de alfas se voltean hacia él cuando chilla y después se encogen de hombros para seguir ignorándole. —¡Hacedme caso de una puta v-
Un dedo índice se pone delante de sus labios, callándolo. Lucas mira hacia arriba para encontrarse a un alfa que le sonríe con superioridad y carisma.
—Los omegas no deberías decir palabras feas ni chillar tan molestamente. —le dice con una voz elegante, seguido de una risa del mismo cariz.
Lucas le gruñe, él no tiene modales y le importa la cantidad exacta de una mierda lo que piense ese alfa —o cualquiera— sobre ello, además, es el cumpleaños de su alfa y no va a permitir que sus amigos alfas, que entre todos parecen sumar una neurona y media, arruinen la sorpresa. Lucas lo mira con rabia y entonces hace algo que se gana la atención de toda la sala ¡Y sin necesidad de gritar! Bueno, sí que hay un grito, pero no es del omega.
El chico agarra las bolas del alfa en sus manos y sin esperar a que el otro tenga tiempo a sorprenderse tira hacia abajo como si tratase de arrancarlas. Las rodillas del alfa se juntan, sus piernas flaquean y cae mientras se agarra la entrepierna.
—Poneos en vuestros malditos sitios si apreciáis que vuestros genitales estén pegados al resto de vuestro cuerpo. Y nada de hacer ruido, esto es una fiesta sorpresa y quiero que Damián se sorprenda ¡Como alguien lo arruine... —Lucas gruñe con ira y levanta su pie, dirigiéndolo hacia las partes del hombre que está tirado en el suelo. El alfa chilla agudo, abrazándose a sí mismo.
Jamás llega a patearle, pero sonríe cuando todos tragan saliva y se mueven hacia sus posiciones.
Lucas da un bote cuando escucha la llave en la cerradura, corre a apagar las luces y después se planta frente a la puerta, esperando a Damián como si se tratase de un cachorrito.
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