A las dos de la mañana la gente empieza a irse, aunque nadie se despide. El momento en que Lucas y Damián empiezan a besuquearse sin pudor sobre el sofá es cuando los primeros invitados se dan codazos, murmuran y deciden que allí hace falta más intimidad y menos invitados. Cuando Lucas deja ir el pequeño ruido desvergonzado, aunque es muy pequeño, es cuando las personas salen casi en masa. Intentan irse con sigilo, aunque bajo sus pies cruje el papel de regalo que llena todo el suelo y eso hace que ambos lo oigan, pero están demasiado ocupados con la boa del otro como para que les importe un poco siquiera.
—Usad preservativo, adiós. —dice educadamente una inconfundible voz fría, siendo la última que queda en la sala.
—¡Imbécil, les arruinas el momento! —chilla Esteban, tratando de darle un coscorrón a Marcel.
—Si no usan preservativo arruinarán sus vidas. —comenta encogiéndose de hombros mientras finalmente cierra la puerta, dejándolos a solas.
Lucas tiene la tentación de reírse por los desafortunados comentarios de su amigo, pero la lengua de Damián es hábil y lo distrae prestamente, haciéndole olvidar qué era siquiera lo que el beta había dicho.
Ambos se separan, agitados por el beso y mirándose a los ojos con intensidad.
—Ha sido precioso, gracias por la fiesta. —susurra el alfa, colocando un mechón tras la oreja del omega y posando gentilmente su mano sobre la cadera de este. Lucas está sobre su regazo y luce sonrojado y tierno, vistiendo una camisa demasiado holgada para su bien.
Al alfa se le iluminan los ojos y humecta sus labios con la lengua mientras recorre el cuello del chico, parándose a ver el collar con orgullo, hasta su hombro. Su mano va ahí también, acariciando mientras empuja la camiseta hasta que cae dejando al descubierto la clavícula y parte de su pecho.
—¿Qué haces? —pregunta Lucas, viendo como el alfa va hacia el otro hombro y lentamente lo desnuda también. Su voz tiembla.
—Desenvolver mi último regalo. —susurra sensualmente, lo que hace a Lucas morder su labio y suspirar.
—Tengo un regalo para ti... —dice el omega, inclinándose sobre su oído y haciendo que el alfa se estremezca. Lo siente duro bajo él y traga saliva.
—Entonces no me hagas esperar, por tu bien, bonito omega... —dice, mordiendo el lóbulo del chico hasta que arranca de su cuello un gemido ahogado.
Lucas entonces se aleja un poco, lleva sus manos a la nuca y cuando las retira, retira también su collar y lo deja sobre la mesa. Damián tuerce la cabeza, mirando su cuello desnudo.
—¿Qué es esto? —pregunta, acuciado por un silencio que no sabe si debería o no entender pero que definitivamente no entiende.
—Me has estado cortejando, así que... Es tu respuesta.
Damián se siente morir cuando lo dice. Mira el cuello de Lucas y el collar alejado de él y siente la necesidad de ponérselo junto a un candado. Su pecho duele como si se lo partiesen por la mitad cuando piensa en él y Lucas... separados. Sin él ¿Cómo voy a amar? ¿Cómo voy a vivir? Su lobo por primera vez no gruñe, llora, y siente que no podrá volver a ser un alfa de nuevo si no es con su omega.
—Un no ¿En serio? —pregunta, frunciendo el ceño y con la voz más débil de lo que querría. Tienen un nudo en su garganta y no puede hablar, realmente se siente incapaz de decir nada más, de seguir sonando tan triste y rechazado.
—Eres tan tonto ¿Cómo has llegado a la universidad? —se mofa Lucas, pulsando con su índice la nariz de Damián para cambiar esa horrible mueca dolida por una graciosa, parecida a la de un cerdito. El alfa aparta la mano de su cara y lo mira de nuevo sin entender nada, Lucas sonríe y se pone rojo, apartando la mirada. —Significa que puedes... marcarme.
—Oh...
Oh... omega. ¿Cómo puedo ser tan feliz?
El alfa ni siquiera tiene palabras, solo abraza al chico tan fuerte como puede y besa su pequeño cuello muchas veces, sintiéndolo estremecerse.
—Esto es... es tan genial... y es algo muy importante, es un gran paso y sé que tú tienes miedo a ser marcado y... Lo agradezco tanto, omega, agradezco tanto que confíes en mí.
Damián restriega su rostro en el cuello de Lucas, limpiando algunas lágrimas que se han atrevido a caer de sus ojos. Él ama tanto a su pequeño omega gruñón, tantísimo, que no puede siquiera expresar con palabras lo bien que sienta saber que Lucas, él mismo que le gruñe a los alfas y les amenaza con mutilarles si siquiera le hablan, le está pidiendo que lo muerda y haga de él su omega para siempre jamás. El alfa siente que podría morir ahora mismo y no lo notaría, ya está en el jodido cielo.
Tomando al pequeño por las caderas, se pone en pie. El omega se sorprende y se agarra fuerte a su novio, rodeando su cuello con sus brazos y su cintura con sus piernas, siente que el hombre anda mientras besa su cuello cálidamente y murmura entre beso y beso un tenue ''mío''. Da un pequeño chillido cuando es aventado a la cama sin más, pero no logra replicarle nada al alfa porque cuando alza la vista y lo ve desabotonando su camisa su boca se abre de la impresión y no para decir palabras. Su alfa es tan fuerte y grande que siente envidia del espejo de Damián.
—Omega, si voy a marcarte... quiero también hacerte mío de todas las formas posibles. —Damián dice, usando ese tono ronco tan sexual y demandante que logra en Lucas prácticamente los mismos efectos que su voz.
El omega alza la vista a su rostro con los ojos abiertos de par en par y observa una sonrisa lasciva. Damián no espera una respuesta para quitarse por completo la camiseta y empezar a desabotonar sus pantalones, por lo que el menor traga saliva y se encoge un poco en la cama.
—Pero soy virgen... —recuerda, sintiéndose algo nervioso. Posiblemente, piensa, Damián querrá una noche de sexo impresionante y él... él puede darle quizá una noche de dolores de cabeza, quejas e inseguridades.
—¿Y te he dicho ya lo muy tierno y sexy que eso me parece? Quiero ser el primero en hacerte muchas cosas, mi omega... —murmura, ya en ropa interior y gateando en la cama hacia él.
Lucas empieza a sentirse caliente, ambos están en celo y él debería estar tomando su pastilla justo ahora, pero en su lugar tiene al alfa más hermoso del mundo ofreciéndole una primera vez inolvidable, sin embargo, se siente inseguro. Él nunca se ha interesado en saber cómo se complace a un alfa en la cama y ahora agradecería demasiado haberlo hecho.
—Pero yo no sé qué hacer... —confiesa el omega tímidamente, aunque después mira con enojo al alfa y le arroja una almohada por reírse.
—Disfrutar. —le aclara el otro, su voz aguardentosa podría dejar a Lucas borracho con una sola orden. —Dime ¿Puedo hacerte el amor? —Lucas aparta la vista, sintiendo el calor en su rostro.
—Solo si vas a estar por la mañana para soportar mi mal humor.
—Mi bebé gruñón... —ríe, acercándose a él para reír en su cuello y después besuquear. —Tu pequeño culo tendrá suerte si por la mañana no me lo sigo follando jodidamente fuerte ¿Entiendes?
Ugh... él ha pasado de cero a cien en un solo segundo. Hace nada estaba riendo y era lindo y ahora... joder, es tan caliente que podría ser el mismo diablo. Y me encanta.
—Sí, alfa... —responde el chico de forma dócil, sintiendo una mano en su cadera, deslizándose bajo la camisa para acariciar el contorno de su cintura. Lucas toma aire, debe no olvidarse de respirar y le parece difícil, cuando Damián le toca, el resto de cosas desaparecen de su mente.
—Buen chico... —murmura, alejando la mano de su costado para acariciar la cara pálida y hermosa de su omega. Siente el enorme deseo de arrancarle la ropa y tomarlo, de ver los suaves ojos llenarse de lágrimas y su deleitosa boca de incoherencias. Quiere follarlo, romperlo, morderlo, destrozarlo. Cazarlo. En momentos como este Damián y Lucas no son lobos, lo es Damián y Lucas solo es una linda caperucita que no sabe lo mucho que va a ser devorada. Damián muerde su labio. Despacio, mi bebé es delicado, se dice, tratando de no asustar al omega. —Ahora sé más bueno todavía y desnúdate para tu alfa.
Lucas asiente enérgicamente, el lobo dentro de él aullando de emoción y sus manos moviéndose torpemente mientras tira de su ancha camisa, quitándose la con la torpeza y las prisas propias de un primerizo; eso solo excita más al alfa, que ve en los ojos suaves y preocupados del chico el temor de la primera vez pero también el ansia por ser tomado. Damián realmente desea tomarlo, tomarlo hasta que no quede de Lucas ni una sola gota, tomarlo hasta que la piel del omega sea más un rastro de las manos del alfa y de sus labios que piel propiamente dicha. La prenda vuela hacia algún lugar de la habitación, aunque a ninguno le importa su paradero; entonces los dedos del omega van a su pantalón, tropezando con un botón que logra hacer al chico soltar una maldición bajita y enrojecer. El alfa ríe cálidamente, viéndolo luchar con desespero contra su cierre y entonces él decide hacer que Lucas esté más nervioso si cabe. Me encanta verlo así, tan dócil, tan nervioso... tan poco mordedor.
Damián se arrodilla en la cama, irguiéndose frente a Lucas y dejando todo su espectacular cuerpo a la vista.
—No te quedes atrás, pequeño. —le dice, guiñando un ojo de forma juguetona mientras coloca sus dedos en el elástico de la ropa interior.
Entonces baja las manos, bajando así su última prenda y lentamente deslizándola por sus piernas hasta que cae fuera de su cuerpo y entonces deja de ser interesante. Todo lo que no sea Damián es ahora algo insulso. El hombre luce tan bien, tan grande tan... enorme, joder. Es enorme, Dios mío, me aterra, pero le quiero... le quiero encima de mí, dentro de mí, quiero que me haga daño, que me tire del pelo mientras me rompe, que me... Oh, Lucas, tranquilo, no dejes que el lobo tome el control de tu cuerpo en tu primera vez. El chiquillo suspira, dejando la cabeza caer sobre la almohada, su cabello oscuro desparramado sobre el lecho como la noche en el cielo, sus ojos claros brillando como la luna y todo su cuerpo ardiendo, con manos torpes incapaces de liberar su excitación de algo tan ridículo como una prisión de ropa.
El alfa sonríe cuando su pareja se tapa la cara por la vergüenza, expirando exasperado por no poder desabotonarse ese dichoso botón, entonces aprovecha para descender sobre su cuerpo y llevar sus enormes manos al pantaloncito del omega.
—Oh, joder... —Lucas murmura cuando escucha la cremallera bajar, los dedos de Damián son tan sutiles y expertos que ni ha notado cuando han soltado el botón.
Los pantalones rozar sus piernas tortuosamente y cuando deja de sentirlos sigue con la cara tapada, avergonzado por la imagen que sabe que está dando. Damián se relame, el pequeño y lechoso cuerpo sobre su cama es tan puro y tan hermoso, con sus curvas pequeñas pero definidas, con sus muslos gruesos y blanditos, con su estómago suave y lo suficientemente acolchado como para mordisquear la carne. A la vez, es tan obsceno: la forma en que el chico cubre su sonrojo como si el sexo le diese pudor, pero aun así su polla está tan dura y necesitada que su ropa interior deja ver el vuelto y una leve mancha de líquido preseminal. La virilidad de Damián endurece con solo imaginar lo muy delicioso que Lucas va a ser cuando le arranque esa última prenda, pero antes quiere jugar un poco.
Las manos de Lucas son de repente apartas de su cara, ambas muñecas entre los fuertes dedos del alfa y presionadas contra la almohada, inmovilizando al chico.
—¿Vas a esconderte de tu alfa? —pregunta retadoramente, besándolo sin importarle la respuesta.
Los labios de Lucas tratan de seguir el ritmo de los suyos, el beso es apasionado y no hay tiempo para respirar. La lengua del alfa busca la del omega, la lame, la acaricia, la guía hasta dientes que muerden y hace que articule sonidos obscenos; entonces el alfa prensa su cuerpo contra el del chico tratando de no aplastarlo bajo su peso, el omega es diminuto y Damián sabe que su cuerpo de gimnasio puede fácilmente herir al pequeño. Muerde el belfo del muchacho y tira hacia él mientras los marcados abdominales presionan la barriguita del omega y, después, su dura polla empieza a molerse contra la entrepierna del chico.
—¡Alfa! Alfa... —el chico jadea, tratando de liberarse del agarra de su amado, pero Damián aprieta sus muñecas más fuerte y clava de nuevo contra la almohada, disfrutando de ver cómo Lucas se revuelve bajo él, no sabiendo bien si huir del placer o solo buscar más. Se siente tan jodidamente bien... nunca había sentido algo así, es... demasiado nuevo para mí. Lucas gimotea cuando el alfa ruge y da una embestida, haciendo que ambos miembros se froten.
Una descarga de placer sube por todo su cuerpo y lucha de nuevo contra las manos de Damián, sin éxito alguno. Se siente indefenso y eso no hace más que encender un deseo que jamás había imaginado en él; el rugido del alfa vibra en su pecho y hace que todo su cuerpo tiemble y se estremezca por las sensaciones.
—¿Ya estás tan desesperado por mí? —pregunta Damián, burlón. —Voy a darte tanto placer, omega, pero yo mando, así que pórtate bien y no me hagas tener que sostenerte ¿Entendido? —Lucas asiente, mordiendo su labio para no hacer más ruidos cuando una nueva embestida hace que ponga los ojos casi en blanco y sienta que va a correrse ya. —Quiero una respuesta.
—E-Entendido ¡Ah! —el alfa sonríe cuando sus palabras se ven cortadas por otro malintencionado movimiento de cadera.
Libera sus manos y Lucas siente la tentación de moverlas, pero el alfa le asesta una mirada severa cuando trata de alzarlas del cojín y Lucas traga saliva, lentamente poniéndolas allí donde su amante las había sostenido hace unos segundos. La mano del alfa se dirige a su rostro, volteándolo y haciendo que su cuello quede expuesto, cuando deja un beso Lucas toma aire como si fuese a gritar y cierra con fuerza los puños y los ojos.
—No te marcaré aún, pequeño. —susurra sobre la piel, dejando más besos y succionando después. Las punzadas de dolor hacen que el cuerpo de Lucas se doble y después se desvanecen con un leve cosquilleo que va directo a su vientre, haciendo arder más sus deseos. Damián lame las marcas violáceas que deja, probando la dulzura del omega con afilados lametones. —¿Tienes miedo de que el mordisco duela? —pregunta con su voz algo más baja y ahora apenas intimidante.
Quiere dominar al omega hasta que solo pueda decir sí y por favor, pero así como quiere enseñarle el placer de ser un sumiso omega, también quiere hacerle sentir a gusto, así que no va a seguir si Lucas realmente no se siente protegido.
—Sí... —murmura, la mueca colmada de placer se desdibuja, dejando unos labios curvados con cierta angustia. —Dicen que duele mucho... —continúa, olvidando que debía permanecer con sus manos quietas, ahora las tiene sobre el pecho y juega nerviosamente con los dedos.
—Lucas, voy a llenarte tanto de placer que cuando te muerda solo podrás agradecerme por ello. ¿Confías en que lo haré? —el chico jadea por lo caliente que el alfa suena. Por favor, por favor, alfa, por favor... No necesita una respuesta, ya la tiene, así que sigue con sus besos, orgulloso del camino de chupetones que está dejando en su cuello.
Lame la clavícula, perfilando el notorio hueso, mordiendo después para arrancar un grito de su amante y después convertirlo en un suave quejido al pasar su lengua por uno de sus pezones. El cuerpo del omega se tensa cuando sus botones rosados son atrapados, uno por los dedos del alfa, el otro por su boca; trata de no hacer ningún sonido, pero se avergüenza enormemente sintiendo como su entrepierna endurece y como el lubricante empieza a hacerle sentir húmedo. La lengua de Damián es cálida y lame su tetilla de una forma excitante, lenta y agradable, su mano pellizca la otra haciendo que pequeños latigazos de dolor despierten más su cuerpo y a su lobo, deseoso de ser destrozado por el alfa.
Lucas recobra el aliento cuando el hombre baja, besando su vientre y acariciando con su mano su costado; se siente tan atractivo al ver la mano trazar la curva al lado de su cuerpo de esa forma tan lenta y delicada, los ojos del alfa lo recorren con una lujuria salvaje, hambrienta, pero es la adoración en sus ojos lo que le obliga a ser delicado y a contemplar a Lucas antes de comérselo. El chico se siente adorado, como un dios, y jamás pensó que un alfa le haría sentir tan pequeño y a la vez tan grande, de hecho, no entiende cómo eso tiene sentido, pero ¡Al carajo! No importa nada, solo Damián y la forma en que sus manos hacen sentir a su cuerpo y sus ojos a su alma.
Los pensamientos abandonan a Lucas cuando el alfa toma el borde elástico de su prenda y pasa la yema del índice por dentro, rozando demasiado cerca de su erección. Está seguro de que el hombre va a bajar sus calzoncillos y a divertirse con su pequeña erección, pero entonces una mano aprieta su muslo con deseo, masajeándolo y lo siguiente que pasa es que dos grandes manos en sus caderas lo hacen girar, quedando bocabajo. Y ahí es cuando Damián sí que arranca su ropa interior, no pudiendo resistirse cuando ve en la tela blanca una enorme mancha de lubricante. Al desnudarlo, el empalagoso aroma de su esencia lo aturde, haciéndole sentir demasiados deseos. Tan dulce, mi amor, tan mío... Voy a hacerte tan mío...
Pone sus manos sobre el redondo trasero del chico y aprieta la tersa piel, viendo los dedos hundirse en la carne, muerde su labio al mirar hacia arriba y ver que el chico está mordiendo su almohada para no hacer ningún ruido.
—No... —susurra, sonriendo mientras pasa uno de sus dedos sobre la resbalosa entrada y ve a Lucas estremecerse, ahogando un gemido. —Tu no vas a guardarte esos ruidos hermosos. —entonces, lo voltea de nuevo, pero ahora toma sus tobillos con presteza, poniéndolos sobre sus hombros y teniendo a Lucas bocarriba, pero con las piernas abiertas y alzas y su virginidad expuesta para él. —Y vas a mirarme a los ojos, porque quiero ver tu preciosa cara mientras eres follado por primera vez.
—Por favor, por favor hazlo, alfa... —suplica el chico, su aguda voz tensa como un hilo a punto de quebrarse por la anticipación, todo su cuerpo arde y siente que solo Damián puede remediarlo y hacerlo sentir bien de nuevo. Lo necesita, su lobo lo pide tanto que es como si algo le arañase por dentro con tal de salir y buscar al alfa, sus manos, sus labios, su enorme polla dentro de él. Oh, joder, le necesito.
—Mírame. —Lucas obedece al instante y el hombre sonríe mientras alinea sin dificultad su eje con la entrada del chico. Está tan mojado y ansioso que puede sentir su polla humectarse sin entrar en él; las respiraciones agitadas de Lucas chocan en su rostro, su delicado aliento besando los labios del dominante, recordándole el muy dulce y frágil chico que es, como si le instase a joderlo con crueldad.
Damián se muerde el labio cuando ve las pupilas de Lucas devorar todo el color de sus ojos con un negro deseo, antes de que se cierren y su boca se abra por completo, soltando un gustoso gemido. El alfa está entrando en él lenta, pero severamente. Su enorme masculinidad abriéndolo y haciéndose lugar en el estrecho pasaje sin detenerse a dejar a Lucas respirar, pero, joder, se siente tan bien que Damián no podría detenerse ni de quererlo. Lucas se aprieta sobre la cabeza de su miembro tan deliciosamente, su interior es cálido y húmedo, lo abraza de forma excitante y le hace sentir deseoso de más. Mientras, el sumiso se siente tan lleno y abierto que no puede hacer más que vaciar sus pulmones con desesperados gemidos y gritos, el alfa no está ni a la mitad dentro suyo, pero ya se siente como si le partiesen por la mitad, los músculos de su entrada siendo forzados, su estrecho canal invadido por la enorme, venosa y pulsante erección y su cuerpo estirado, abierto y endeble para su alfa. Lucas se siente tan indefenso y herido, tan fácilmente presa del alfa, pero le encanta y aunque el dolor recorra su piel, no quiere que pare. Solo se moja más y más, goteando, permitiendo al otro deslizarse más cómodamente en su interior. El dolor de ser desvirgado es demasiado maravilloso, es electrizante y hace que se sienta vivo y tan... dócil, ahora mismo solo quiere temblar bajo el cuerpo de alfa y cumplir todas sus órdenes, suplicarle que sea bueno con él y que lo folle con algo de piedad, se siente realmente esclavo del hombre que lo está jodiendo y le encanta. Y ama saber que es Damián y que cuando todo termine estará ahí para darle besitos y abrazos.
Lucas alza sus manos clavando las uñas en los hombros de Damián cuando este se entierra hasta el fondo en él, gruñendo de placer antes de besarlo profundamente. El lobo dentro de él parece poseerlo y tomar todo el control; pedirle que sea un animal, que saque los dientes, que clave las garras en la piel de Damián y lo atraiga hacia él como si la distancia quemase cuando es su piel la que lo hace. Que lo muerda, que lo arañe, que grite por él y ruegue, que llore, que lo ponga tan cerca que el alfa se vea obligado a enterrarse en él hasta que su cuerpo solo sienta el del otro.
Lucas no es capaz de comprender como su cuerpo extraña tanto algo que nunca ha tenido, pero no es capaz de buscar una respuesta tampoco; los deseos están cegándole.
Solo puede pensar en Damián, Damián y Damián. En las manos grandes haciéndole sentir diminuto, pero sin miedo, en los labios carnosos y la forma en que pueden envolverse entorno a los suyos y hacer que el corazón se le suba a la boca, sintiendo ambas lenguas palpitar juntas. En los ojos verdes de Damián y la forma en que le miran, justo como si fuese la única cosa existente en el universo y le resto del mundo fuese un vacío inexpugnable, aterrador, hacia el cual es imposible apartar la mirada.
—Voy a moverme, pequeño, más vale que puedas soportarlo. —dice Damián con su voz ronca atravesando el diminuto cuerpo bajo él. Lucas gime alto, mordiendo su labio después, incapaz de soportar tantas nuevas sensaciones.
—Por favor, alfa, por favor, fóllame... —suplica Lucas, llorando mientras el otro lame gentilmente las lágrimas y baja a su cuello.
Un mordisco engañoso lo hace sobresaltarse, pero después no puede prestar más atención a eso porque Damián empieza a embestirlo. El nudo en la base de su miembro no está muy hincado todavía, pero no ha entrado y Lucas lo siente, junto a los testículos, golpearlo en la cada embate. El hombre se mueve lento los primeros minutos, moliéndose dentro y fuera del chico, sacando apenas unos centímetros con lentitud para observar lo tortuoso de aquello en el rostro del menor, empapado en sudor y con la vista desenfocada, la respiración agitada y la necesidad de sentirse lleno imperando en su expresión dócil; después metiendo su miembro de nuevo de un poderoso movimiento de cadera, golpeando en Lucas un punto desconocido de sus entrañas que no olvidará más, haciendo que su cuerpo entero tiemble y el aire en sus pulmones salga disparado con gritos incontrolables, los dedos de los pies de Lucas curvándose y sus piernas poniéndose tensas por el enorme placer que ensarta su cuerpo, las manos arañando a Damián, apretando las sábanas o tirando del mismo pelo del omega por lo desesperante de tantísimo gusto. La polla de Lucas se mece sobre su abdomen, arriba y abajo, rebotando por las embestidas todavía cuidadosas y chorreando presemen, a nada de escupir su semilla. Si el omega se tocase ahora, estallaría y aunque se siente al borde del orgasmo, no lo hará porque quiere correrse con solo ser penetrado por su alfa.
Damián entonces lleva una de sus manos al cuello del omega y lo toma con rudeza, clavándolo en su posición y empezando a follarlo más duro. Saliendo hasta que solo la cabeza de su erección está en el chico y entrando entonces de golpe, haciendo todo el camino con poderosas embestidas que mueven el cuerpecito bajo él arriba y abajo en el colchón, haciendo que sus cabellos se desordenen. Cierne con cierta fuera los dedos sobre la garganta del menor, notando los gemidos y las respiraciones que ahí quedan atrapadas, sintiendo el pulso del chico acelerarse contra su piel. Damián ruge por la intensidad del momento, apartando la mano con su alfa le pide que apriete más y haga llorar al chico y suplicar. Oh, te romperé pequeño, pero aún no... Lo besa de nuevo, metiendo su lengua con presteza en la boca de Lucas antes de que las quejas salgan.
Su enorme cuerpo embiste al del pequeño, golpeando sin compasión su punto dulce y haciéndolo chillar de la forma más hermosa que jamás ha escuchado. Apoya una mano en el cabecero, clavando los dedos con tanta fuerza que está cerca de romper la madera, su otra mano deja su impronta morada en las caderas el chico, agarrándolo con posesividad. Lucas implora entre beso y beso, sintiendo que se correrá de un momento a otro y Damián solo aumenta el ritmo cuando lo escucha, deseoso de darle a Lucas un orgasmo que le deje las piernas débiles y el cerebro hecho papilla por semanas.
Más fuerte, más rápido. El ruido de las bola del alfa golpeando a Lucas es obsceno y le encanta, el ruido de su polla deslizándose entre tanto lubricante y hundiéndose una y otra vez en el húmedo y virgen agujero hace que un sentimiento de propiedad nazca en él.
—Mío, omega. —susurra, mientras los gritos del chico cubren su voz con ese tono roto, lleno de placer, dolor y una confusión que no quiere ser resuelta.
Lucas siente que pierde el control de su cuerpo, las sensaciones fluyen dentro suyo, traspasándolo sin esperar a que se recupere, haciéndolo, temblar, agitarse, moverse hacia la polla del alfa, gemir, ronronear, restregar su cabeza contra la almohada buscando un alivio que no viene. Piensa que se volverá loco, que su cuerpo no podrá aguantar ni un segundo más de todo ese edén.
—¡Tuyo, alfa, soy tuyo! —grita, sintiendo la liberación en la punta de la lengua. —¡Ah!
Su cuerpo se sacude, una oleada de placer inmenso lo recorre haciéndole derramar lágrimas sin que lo note y pecho del alfa tiembla con un rugido, sintiendo a Lucas apretarse alrededor de su polla; endurece todavía más y en segundos, su nudo aumenta, así como una sed de sangre que no sabía que tenía. No lo piensa siquiera, los instintos lo toman, haciendo de él una bestia.
Se empuja con fuerza hasta que siente a Lucas dilatarse más de lo que ninguno pensó que podía, el anillo muscular abriéndose brusca y dolorosamente para acoger el enorme nudo. Los ojos del omega se abren de la impresión, por el placer drena toda fuerza de su cuerpo y sigue poseyéndolo, proyectándolo hacia un clímax tan intenso que cuando llegue, cree que perderá el conocimiento.
Siente enormes caninos rasgando la piel y penetrando en ella con facilidad, dejando que la sangre se resbale por su piel y manche todo. El dolor lo toma desprevenido, pero gime cuando por ese mismo dolor su polla se pone más dura y le tiemblan hasta los huesos, siente el fuego en sus entrañas. Lucas se corre, manchando su vientre y sintiendo como su cuerpo es atravesado por poderosas descargas de placer y dolor que le hacen ir al cielo y al infierno sin descanso. El alfa aprieta su mandíbula, marcando su cuello más a fondo y bebiendo su deliciosa sangre mientras tiras de caliente semen le llenan por dentro, haciéndolo sentir suyo.
El alfa se aleja entonces un poco, con su nudo aún dentro del chico, haciéndolo actuar agotado, dolorido y dócil, lame la sangre y observa la herida del cuello, sintiéndose orgulloso de lo hermosa que se ve la marca de sus dientes en su omega. Y su omega, oh, su omega es la cosa más hermosa que sus ojos han visto jamás. Tan menudo, con confianzudo y bueno, llevando sus dedos a la herida con una sonrisa en su boca, como si el dolor no fuese nada.
Damián abre la boca, pero Lucas habla antes, robándole las palabras:
—Te amo.
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