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Tom está durmiendo fuera, anclado al suelo y con solo un fino pijama. Aún tiene el cabello mojado de cuando Desmond le pisoteó el rostro contra su bebedero y pese a que es de día, hace un horrible frío.
Tom tiembla, se abraza a sí mismo y trata de dormirse para poder pasar el día rápido y despertar cuando por fin pueda entrar a la cálida casa, pero no lo consigue. El frío, el hambre y la sed lo mantienen en vilo. Al mediodía, en el momento más cálido de la mañana, él tira de su cadena tanto como puede para ponerse en un punto soleado, sin embargo, ni siquiera así logra quitarse ese frío que parece calarle hasta los huesos.
Cuando el día termina y la noche está cayendo piensa que será el fin, sus dientes castañean entre ellos tan fuerte que cree que los romperá, sus pulmones duelen tanto al inhalar que siente que se corta por cada vez que respira, su piel, tan roja y seca, es como papel de lija cuando y su corazón le advierte a gritos que no aguantará más.
Está mareado y aunque reza por desmayarse de una vez por todas tiene miedo a no volver a despertar si lo hace.
La oscuridad se apodera del cielo y Desmond sale en su búsqueda. Lo encuentra con los ojos perdidos y apenas abiertos, abrazado a sí y sin moverse más que para tiritar. Sin preguntarse demasiado el por qué del estado de su mascota lo desata y tan pronto como lo hace el chico le agarra los tobillos y se abraza a ellos, llorando increíblemente alto.
—¡No puedo sobrevivir un día más afuera, señor, por favor! Hace frío, tengo mucha hambre y sed... no puedo más, no puedo, mi amo por favor ¡No me deje aquí más, haré lo que sea! —chilla restregando su rostro lloroso por las ropas del vampiro como un pequeño animal.
Desmond solo lo mira con el ceño fruncido y lo patea lejos de la entrada, gritándole de vuelta.
—¿¡Qué te has creído para gritarme, para exigirme que haga más cosas de las que ya hago por ti!? Eres mi propiedad y te trataré como guste, ¡Vas a pasar la noche fuera también!
—¡NO! —suplica Tom desesperado, siguiendo torpemente a su amo que se dirige hasta la puerta. —¡No, amo, no puedes, por favor!
El hombre monta en cólera cuando el chico lo alcanza y lo agarra por el brazo tan fuerte como puede, marcando su piel con las uñas. Claro que la herida no durará apenas segundos, pero aun así ha tenido la osadía de tocarlo. Desmond apenas puede ver al muchacho que tiene enfrente cuando empieza a golpearlo, solo ve el rojo de la ira, el rojo de la sangre de Tomás. El rojo de la noche en que fue convertido y aprendió que un humano no es más que comida y que él es ahora el depredador.
Tom suplica que le deje entrar al principio, pero cuanto más se ensaña el vampiro, sus peticiones simplemente exhortan a Desmond a detenerse. El vampiro no le escucha, solo lo patea por el jardín. Golpea su tripa a puntapiés y lo hace vomitar de la fuerza con la que castiga su estómago, lo envía lejos con cada golpe, hasta que choca contra un robusto árbol y su columna amortigua el impacto con dolorosos flechados, después lo toma por el cuello, le alza el rostro y, una vez descubiertos sus bellos ojos, nariz y boca, destroza con los nudillos sus facciones. Le deja un ojo morado con el primer golpe, así como una ceja ensangrentada, con el segundo la hace sangrar la nariz horriblemente.
—¡Para, me matarás, por favor! —dice el chiquillo aterrorizado, tan débil que no puede siquiera alzar sus manos en un intento de detener esa tortura.
Otro más, este en la boca, le deja el labio partido y lo acalla del todo. Tomás está seguro de que morirá y lo único que puede hacer es mirar a los ojos a su amo y decir en un susurro:
—Sé que no eres tan malo, por favor.
Cuando el vampiro lo escucha, su puño alzado se detiene, como flotando en el aire, y Tom ve con terror los nudillos que de golpearle acabarán matándolo. Desmond no baja su puño, pero tampoco lo estrella contra su cara como parece querer hacer, solo se queda ahí, mirando a Tom como si le odiase con todo su ser, pero incapaz de decidir si golpearlo más o no.
—Desmond, si lo matas a golpes no podré revisarlo. —dice una voz gruesa viniendo de detrás suyo.
El nombrado se voltea con el chico aún cogido por el cuello.
—Víctor... —dice sin mucha sorpresa al ver a su amigo.
De hecho, le había pedido que viniese hoy para ver a su nueva mascota, pero la ira lo ha consumido tanto que ha olvidado todo a su alrededor, incluso en qué día está.
Tom respira hondo cuando su amo le suelta el cuello, haciéndolo caer al suelo. Tose e intenta recomponerse y cuando por fin logra soportar un poco el dolor de la paliza y enfocar algo con su vista borrosa, dirige la mirada hacia Víctor.
Se congela al ver frente a su enorme amo una mole que lo hace lucir pequeño. Un hombre tosco y que parece sacado de una película de ciencia ficción. Víctor es hermoso, como su amo, pero no tiene un solo ápice de finura más que en sus pequeños ojos felinos, el resto de él es burdo, agresivo. Posee una altura anormal que debe rozar los dos metros y su espalda es ancha y musculosa, así como todo el resto de su cuerpo.
Tiene un cabello azabache y bárbaro, despeinado, que llega hasta el final de su espalda y un rostro lleno de facciones prominentes y duras, atravesado por una cicatriz que va desde su mentón hasta su ceja.
Aunque está casi seguro de que Desmond es más fuerte, parecería a simple vista que este nuevo vampiro podría matar a su líder con una sola mano.
—Oh, no me mires así, cariño—dice el gigantesco vampiro al advertir el terror en los ojos de la mascota de su amigo y casi poniéndose rojo del bochorno. —, solo he venido a verte, no ha hacerte daño. —explica con amables gestos y una sonrisa ligera que no llega a mostrar sus colmillos. —Entremos, el chico está congelado.
Desmond solo masculla alguna maldición, pero asiente y toma al chico por la muñeca arrastrándolo por el jardín. Después lo avienta en medio del salón con fuerza haciendo que caiga de boca al suelo.
—Eh, eh, pobre cosa ¿Por qué tan violento con él? Sé que no tienes buena mano con las mascotas, pero esta es menudita, deberías ser más cuidadoso.
—¿Qué por qué tan violento con él? —pregunta Desmond apretando los dientes. Recoge un mechón de cabello rubio tras su oreja derecha con finura, después patea al chico en la espalda. Tom se tapa la boca, tratando de no vomitar sobre el suelo limpio, sabe que no quedará impune si lo hace. —Porque le estoy castigando.
El gigantesco hombre ríe con suavidad y se agacha un poco para ver al muchacho. Desmond retrocede unos pasos para dar espacio a su amigo y este lleva una mano hacia Tomás, que se encoge y se retuerce lanzando un grito al aire.
—Lo tienes muy asustado y herido, así no puedo revisarlo. Y mucho menos en el suelo. —se queja de forma amable Víctor. —¿Qué tal sobre la mesa de la cocina?
—Claro —le responde Desmond con una risilla bajo sus palabras —es el mejor lugar para poner la comida.
Víctor simplemente le ríe la broma y rueda los ojos, después el más pequeño toma al humano por el cabello y tira de él para dirigirlo al lugar. Tom gatea como puede, tratando de seguir el ritmo, y se siente aterrado al ver como ambos vampiros se sientan cada uno a un lado de la mesa, como dos comensales hambrientos, esperando que él se tumbe sobre esta, ofreciéndose.
Víctor no parece tan temperamental como su amo, pero aun así le da escalofríos, parece a la vez terrible y bondadoso y no sabe cual de las dos es más acertada.
—¿Te das prisa o te la doy yo? —pregunta Desmond al asustado humano.
—Y-ya voy, amo. —responde este con un hilillo de voz y sentándose al filo de la mesa con dificultad.
El enorme vampiro se pone entonces de pie, tronándose los dedos, y exhala un suave:
—Bien, empecemos.
Tom siente toda su piel de gallina y aunque sabe que supuestamente ese es solo un examen médico está intranquilo. En un intento por consolarse se voltea y busca la mirada de su propietario, hallando nada más que dos desoladores orbes rojos que lo miran sin la más mínima compasión.
Las enormes manos de Víctor se colocan en sus hombros, cubriéndolos por completo de una forma que le hace retener la respiración. El terrible pensamiento de que podría partirlo en dos con solo aplicar un poco de fuerza a su agarre lo hace sollozar y entonces el vampiro que lo está tocando con largos dedos se agacha un poco para mirarlo a la cara. Se enjuga las lágrimas y ve que el otro lo observa con desconcierto.
—Es solo una revisión, no hace falta que lloriquees ¿Si?
—S-
Sus palabras, ahora algo más calmadas, se cortan cuando Desmond se alza de golpe, tomándolo por la garganta como si fuese a asfixiarlo y ponerle fin a su vida de una vez por todas.
—Nada de hablar con nadie que no sea yo a menos que lo ordene, aprende tu lugar de una puta vez.
—Sí, amo, lo siento... —Suspira de alivio cuando la mano se aleja de su cuello y entonces algo le roba la calma de nuevo: los dedos de Víctor desabotonándolo.
—Lo tienes a raya—comenta Víctor, alzando sus expresivas y oscuras cejas.
Mientras habla y ríe con su amigo, desnuda a Tom. El muchacho se siente tan indefenso mientras las manos del más grande lo despojan de su ropa, suprime el reflejo de taparse, pero no puede hacer lo mismo con el pudor y la zozobra.
—Pero no parece un chico desobediente ¿Por qué un castigo tan severo? Algo horrible debe habe... Oh... —exhala asombrado cuando por fin hace al muchacho quedarse sin ropa. Admira la belleza de ese cuerpo pequeño y a su vez la gran conmoción que causa en él ver semejante criaturilla tintada por todos lados de manchas de violencia. —Veo que has tenido más de un castigo.
—Sí, un par o así... Este último ha sido por pedirme que le de más agua, comida y que le deje dormir dentro.
Su amigo, totalmente centrado en el cuerpo tembloroso que maneja fácilmente entre sus manos, arquea una ceja.
—¿Lo tienes durmiendo afuera? —pregunta entonces, mientras lo hace toma al chico de los hombros y lo empuja contra la mesa, para tumbarlo, pero la rigidez del cuerpo del muchacho ofrece una incómoda resistencia. —Túmbate, chico, no te tapes, pon las manos a los lados del cuerpo. Así, así. Es un buen chico ¿Por qué lo tendrías afuera?
—Los perros duermen fuera, punto. —explica este de mala gana.
Su amigo ríe y niega.
—Tan testarudo como siempre. —comenta, pasa los dedos por las diferentes zonas amoratadas del cuerpo del chico, haciendo una presión en extremo cuidadosa, alzándolos de golpe cuando advierte que el humano hace pequeñas muecas. —Después te quejas por que se te mueren los humanos demasiado rápido. No deberías castigarlo tanto, míralo, lo tienes todo roto de tantos golpes, apenas puede moverse. A ver, cariño, date la vuelt¡Oh, por Drácula! ¿Qué mierda? ¡Desmond! Sabes que después de marcarlos con fuego debes avisarme ¡Inmediatamente! Ugh, podría haberse infectado y todo ¿Estás vendándole la herida y aplicándole algún antibiótico? Ah, es que ni respondas, sé que no... Tienes uno en el maletín que dejé en tu baño la última vez, asegúrate de aplicarlo cada anochecer y cambias las vendas ¿Si?
Entonces mira fijamente y con cara de pocos amigos a su interlocutor, el cual parece algo abrumado por toda la información.
—Sí, sí, como digas.
—Oye, no desprecies mis consejos ¡Llevo años estudiando medicina! Hazme caso o en menos de una semana tendrás que ir a comprarte uno nuevo.
Tom se muerde el labio para no gritar cuando oye eso, pero le tranquiliza escuchar un suspiro por parte de su amo y ver después que asiente.
—Bien, a ver, qué más ¿Qué come y bebe cada noche?
—No sé, un vaso de agua y algo de pan cuando se porta bien ¿Por?
Víctor abre la boca, estresado, entonces la cierra, al igual que los ojos, y sostiene el puente de su nariz mientras toma aire, tratando de organizar su ideas.
—No quiero golpearte porque eres más fuerte que yo y porque si soy tu guardaespaldas debería protegerte y no atacarte, pero de verdad que tengo muchas ganas de romperte la cara ahora mismo.
—¡Oh, vamos! Pan y agua es una buena comida ¡No se ha muerto aún!
—¡Es como si tuviese un pie ya en la tumba! —le responde Víctor con un enorme grito gutural y un golpe en la mesa que hace que Tom se haga una bolita temblorosa. Desmond solo chasquea la lengua y mira a su amigo con hastío, esperando que le explique qué debe hacer. —Tres comidas al día y toda el agua que quiera ¡Siempre! Si se porta mal lo azotas o algo, pero nada de dejarlo morir de inanición. Está desnutrido, deshidratado y posiblemente anémico, va a morir si no le das más comida y agua diaria ¿Queda claro?
—Sí, de acuerdo, lo haré. Mandaré a algún subordinado a que compre, eh... ¿verduras y carne? ¿eso está bien? —Víctor asiente, sonriéndole en recompensa. —¿Algo más?
—Sí, deja de ser tan rudo con él o lo romperás. —dice con dureza, acto seguido baja sus ojos a Tomás y con la voz más suave que puede añade: —Ya puedes vestirte, lo has hecho muy bien.
Tomás salta de la mesa torpemente y corre a buscar su pijama de satín tirado en el suelo, mientras lo hace escucha a los vampiros conversar.
—Desmond, eres mi mejor amigo y mi creador, sabes que odio tener que decirte cosas malas, pero... Te estás equivocando esta vez. Has tenido esclavos rebeldes, todos llenos de odio, todo peleones, revoltosos, pero este chico... has elegido algo diferente y no me importa el motivo, pero si eliges a una mascota diferente tienes que tratarla diferente. Es un buen chico, muy servicial, dudo que mereciese todos esos castigos. —escucha al grandullón decir con la voz colmada por un tono compasivo.
—No tienes de qué preocuparte, es solo un humano. Si lo rompo me conseguiré otro, no es como si importase. —le responde fríamente el otro, encogiéndose de hombros.
—Si no te importase romperlo no me habrías llamado para que le revisase, bobo —dice burlón, sacándole la lengua, a lo que su amigo solo le lanza una mirada llena de desdén.
—Bueno, me importa un poco, me ha costado caro. —añade con una sonrisa cruel.
Víctor hace un puchero por las palabras de su amigo.
—Ah, Martha te matará cuando vea lo malo que eres con ese pequeño. No puedo imaginármela a ella hablando así de su mascotita nueva, Todd la tiene loca de amor.
Tomás se voltea de golpe y no tiene tiempo a pensarlo cuando sus pies ya andan hacia el enorme vampiro. El nombre resuena en su cabeza y, por primera vez en seis años, no se trata de su voz llamándolo o sus manos escribiéndolo, es otro quien habla de Todd. Siente que todas sus cartas han llegado y que esta es su respuesta, una señal, un grito desesperado del universo tratando de decirle que no está solo, que su hermano de lágrimas sigue vivo.
—¿T-Todd? —pregunta mordiéndose el labio, con los ojos llenos de lágrimas y todos los momentos felices que pasó a su lado volviendo. Siente que todo estalla, que su corazón late tan alto que no podrá soportar sus sentimientos. —¿É-él es un humano joven, pelirrojo? ¿Tiene un lunar en su cuello?
—Oh, no, no, no, no creo que debas estar habl-
Pero antes de que Víctor advierta, Desmond actúa. Es cuando su mano estrangula a Tomás con fuerza que este recuerda la orden de no hablar con los demás. Y no quería desobedecerla, simplemente la ha olvidado tan pronto ha oído el nombre de la única persona que le queda en el mundo.
Escucha a Víctor reclamarle a su amigo que lo matará y a Desmond diciéndole que debería hacerlo. Después la presión se vuelve insoportable y pierde el conocimiento preguntándose si morirá antes de poder reencontrarse con su querido Todd.
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