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Tom despierta confundido. Se intenta mover, pero todo el cuerpo le duele horriblemente y cierra los puños con fuerza cuando los primeros latigazos salen desde su espina dorsal azotando hasta el último centímetro de él. Nota la tierra bajo las uñas y el olor del pasto, está en el jardín exterior. Rueda sobre su costado derecho, poniéndose bocarriba. La luna está apenas saliendo, ha pasado toda la mañana inconsciente y por si el cielo no le diese suficiente información, su hambre y su sed le confirman que la noche pasada no comió ni bebió nada.

Tiembla de frío, pero todo duele demasiado incluso para abrazarse a sí mismo, entonces escucha un sonido metálico y voltea la cabeza como puede hasta su fuente. Se le para el corazón al ver a Desmond desatándolo para llevarlo adentro de nuevo. Cruza miradas con el vampiro.

<<Ahí está de nuevo ¿Qué es esa mirada? ¿Le doy igual o le doy pena? O miente él o mienten sus ojos, no lo entiendo... Desmond es tan confuso, es aterrador...>>

El vampiro le quita el collar de hierro y lo insta a pasar sin palabra alguna, sosteniendo la pesada puerta para él. Mientras se tambalea pasando por su lado nota como este lo examina con la mirada.

Cuando el muchacho logra entrar el vampiro deja ir la puerta, que se cierra con un estruendo, y después lo toma por los hombros, notando lo muy tenso que su tacto lo pone. Su piel entera se eriza, los músculos se le endurecen al instante y puede sentir los tendones como cuerdas de guitarra recién afinadas. Sonríe, el chico es tan de su agrado poniéndose nervioso con él cerca pero jamás alzándole la vista para mirarlo con odio, como los otros lo hacían. Lo llena de ternura y de confusión a la par.

—Siento haber desobedecido ayer, mi amo, no era mi intención, lo... lo juro. —musita el muchacho llevándose una mano al cuello, recordando la horrible sensación de ser asfixiado por la de Desmond.

El tipo no tuvo piedad, apretó firmemente con sus dedos notando la garganta pulsar y al chico patalear con cada vez menos fuerzas en el aire, le fue tan fácil y aun así fue tan severo... Víctor le reprendió por ello y el otro prometió a regañadientes darle buenos alimentos al muchacho a partir de ese instante.

Desmond sigue diciéndose que solo cumplirá eso para tener a su mejor amigo contento, pero se siente algo extraño cuando se hace la pregunta de si realmente es solo por eso. No puede negar que en parte le hará caso para no tener que oír sus sermones y sus lecciones magistrales de medicina humana, pero ¿Hay otra parte? No piensa realmente una respuesta, pero cuando la pregunta le viene a la mente también hay junto a esta la cálida imagen de Tomás mirándolo por primera vez en aquella exposición.

Por un segundo sintió que estaba siendo visto por quien era, no por lo que era.

<<Solo son tonterías, no soy transparente.>>

El vampiro trata de olvidar sus pensamientos llenos de incógnitas deslizando la nariz por el cuello de su chico, el aroma a sangre lo lleva a otro lugar, el sosiego de tener la mente en rojo es una de las mejores maravillas que conoce.

—Irás a comer algo ahora y el resto de la noche limpiarás, podrás comer algo cuando hayas limpiado un piso entero y tendrás la última comida al final de la noche. Y date prisa, voy a querer comer yo también.

—Gr-gracias por dejarme comer varias veces al día, amo, prometo que me esforzaré. —dice el chico lleno de un extraño júbilo, volteándose hacia Desmond.

El vampiro lo mira con dureza, pero siente su sistema alterarse por dentro. Tiene aleteos en el pecho y le tiemblan las manos ¿Qué sucede? Débil, ese humano le hace sentir horriblemente débil y no le gusta en absoluto.

—Déjate de tonterías —espeta empujándolo hacia delante, borrando la leve sonrisa que tenía en el rostro. —, ves a hacer tu trabajo.

Tom asiente y corretea hacia la cocina.

Cuando abre el frigorífico y ve la cantidad de cosas que los súbditos de Desmond han preparado y comprado para él se le acelera el corazón y los ojos le brillan. Está tan feliz ¡Hay un poco de todo! Fruta, verdura, carne, pescado, incluso dulces u otras cosas que no necesita pero sí quiere, como queso, leche, huevos cocidos e incluso algo de bollería industrial de colores muy vivos y artificiales, de esa que su madre le compraba cuando era pequeño y quería comerse alguna clase de bollo lleno de virutas de colores.

Se siente cálido... lleva una mano a su pecho mientras intenta no ser un niño de nuevo y buscar un desayuno nutritivo y no solo bonito. Realmente quiere agradecerle a Desmond y le apena no saber cómo, pero quiere mostrarle que él es un buen chico y que no necesita palizas, solo un poco de paciencia y cosas pequeñas, como ese bollito de colores, que le hagan sentir más en casa.

Finalmente opta por un huevo, una torta de arroz y avena con leche. Come ávidamente y después limpia todo el piso de abajo lleno de energía. Es más rápido que ningún día incluso a pesar de lo mucho que le duelen todas sus heridas, sobre todo la quemadura.

Vuelve a la cocina cuando ha terminado la parte inferior, preparándose un bocadillo de queso y jamón que disfruta a cada bocado. Come en su bol de perro, arrodillado delante de la cocina y sintiéndose ridículo cuando hunde el rostro en el plástico para lamer hasta las últimas migas, pero de todos modos está muy feliz de poder tener la tripa llena y la piel de nuevo hidratada.

Ahora, con los ánimos subidos, decide ir al piso de arriba y hacer rápidamente las primeras habitaciones para poder quedarse un rato de más en la biblioteca. Una vez ahí cierra la puerta, deja todo como los chorros del oro, y se dispone a andar a hurtadillas en busca de su preciado diario.

Hecha de menos al escritor anónimo de ese libro de cuentos de terror que es ahora su vida, realmente siente que necesita saber de él, incluso si ya no puede salvarlo.

Pasa las páginas con dedos temblorosos, llegando a la sección escrita. Las entradas no tienen fecha, entiende que el autor ha debido ser inconstante, igual que él es un lector intermitente, y eso solo le hace sentir más cerca del pobre chico.

<<Prácticamente he tenido que arrastrarme para escribir esto. Hola, querido amigo o amiga ¿Cómo estás tú? Espero que mejor que yo.

Esta última semana he descubierto que mis casuales ataques de rebeldía son nada más que una pequeña molestia para el vampiro que me mantiene cautivo y una verdadera condena para mí. Como un juguete para una bestia salvaje, he acabado mascado por ese vampiro y es que no hay lugar de mi cuerpo donde no le guste hincar los dientes y ver la sangre brotar. Le divierte tanto buscar puntos sensibles y torturarlos hasta hacerme desvanecer... ríe cuando le suplico y si me pregunta si es el peor dolor que he sufrido jamás y respondo que sí solo muerde más fuerte y pregunta de nuevo.

Ni siquiera es ya sed de sangre, bebe de mí hasta hartarse y cuando está lleno y yo tan vacío que si chupa más moriré, él me muerde solo por el placer de romperme la piel y quebrar mi alma un poco más.

No es sed de sangre, sino de crueldad. Y por ello maldigo no haber caído en las garras de un vampiro común, ellos son mitad hombre, mitad bestia, pero son dos mitades diferencias, una duerme cuando el hambre se sacia, la otra duerme cuando la cacería empieza. Pero mi... propietario ¡Oh, como odio llamar así a mi demonio!, él es original, puro o semi puro, algo así, no entiendo bien la diferencia, el caso es que es diferente para él. Para él la bestia y el hombre se entrecruzan, pidiéndole placeres más elaborados que la simple glotonería de sangre, pidiéndole dolor, tortura...

Son una clase diferente monstruo, mucho más temible. Me he enterado hoy de que existen estas distintas clases, lo he sabido al escuchar conversaciones de sus criados y te lo cuento por si tu no tienes tan buen oído como yo.

A un vampiro común puedes conmoverlo, a un puro, aunque lo conmuevas con tus lágrimas, a la vez también lo enciendes. Es tan peligroso... Pero, aun así, sé que tienen sentimientos.

Pero no quiero hablar de él, ya tengo suficiente de ese monstruo durante el resto de la noche y el día, quizá es amo de mi cuerpo, pero no va a serlo de mis letras, sin embargo ¿Sobre qué escribirte? Esta situación es tan nueva para mi que apenas pienso en nada más.

Pero pienso en otras cosas también, en las cosas que extraño. Cuando salga de aquí, pienso en ese momento mucho... pienso en que cuando salga no iré a ver a mis padres de nuevo nunca más, no volveré a mi horrible pueblo donde todos me deseaban la muerte o algo peor, donde mi propia familia me vendió a este horrible hombre. ¿Sabes? Cuando me libre de toda esta maldad que me persigue viviré una vida buena.

Me iré a lo lejos de la civilización, viviré criando y cultivando mi propio alimento y cuando tenga más del que puedo gastar acogeré a cualquier pobre chico que me recuerde a mí y le daré cobijo y una familia de verdad.

Cuando salga de aquí entregaré mi vida a que al menos una persona no tenga que sufrir tanto en la suya.

¿Y tú, qué tienes planeado?>>

Tomás se queda mirando esas últimas palabras y siente lágrimas formándose en sus ojos al leer ese inocente ''cuando salga de aquí''. Reza porque el final de ese diario sea una despedida, una última carta un esclavo huye de sus cadenas, porque sabe que él nunca tendrá esa suerte. Bien podría ir ahora al final del libro y averiguar el destino de su amigo sin nombre, pero no quiere hacerlo así, no quiere pensar en el dulce y amable autor del diario como un libro con el final arruinado, sino con su compañero de viaje en ese tortuoso camino que no parece llevarlo a ningún lugar más que a su tumba. Quiere sentir que escucha a ese chico, no que lee, que aún está vivo, que puede sentir su voz, los latidos de su corazón, la calidez encerrada en sus palabras.

Quiere no sentirse solo, aunque lo esté.

Quiere pensar que él es el Todd de ese muchacho, que alguien le espera, le extraña. Que alguien recordará su nombre cuando esté muerto.

Escucha pasos pesados dirigiéndose hacia la biblioteca, así que cierra el libro de golpe, dejándolo en el mismo cajón en que lo encontró la primera vez y toma entonces un trapo, cuando el vampiro abre la puerta él está sosteniendo un libro aleatorio y quitando el polvo de su lomo.

—Hola, amo. —saluda amablemente mientras ondea su mano.

Desmond lo ignora, aunque disfruta de la dulce voz que lo recibe; va a sentarse a la mesa donde hace unos segundos su mascota ha estado trasteando sin permiso y una vez empieza a revisar los documentos que hay sobre esta, Tomás siente que el silencio pesa demasiado entre ambos.

—Amo, usted no es un vampiro común, ¿verdad? En la exposición vi que las Madres se arrodillaban ante usted.

El vampiro se gira hacia él, alzando una ceja ¿Un humano preguntándole algo así? No ha visto a nadie interesarse por él en siglos, ese muchacho es realmente único. El chico le aparta la mirada y sigue limpiando, temiendo ser castigado por la osadía de su pregunta.

—Soy un semi puro, líder de un distrito y sucesor del contiguo, por eso se arrodillaron. Los vampiros inferiores a mí suelen hacerlo también ¿Por qué quieres saber estas cosas?

—Bueno, es porque si vivo con usted querría conocerle. Ya se lo dije, señor, quiero que nos llevemos bien... realmente me haría feliz.

Desmond debe morderse la lengua porque sino jura que va a gritar. No puede entender a ese chico, sus neuronas deben estar oxidadas porque son incapaces de hacer sinapsis para pensar en una ser tan dulce como Tomás tratando de acercarse a él para algo que no sea despreciarlo.

Siempre ha logrado una cosa con sus golpes y abusos: llenar de veneno a sus esclavos y ser salpicado por todo ese emponzoñamiento en cada palabra, mirada y gesto, pero ahí esta Tomás, viéndolo de reojo y sonrojándose.

<<¿Cómo puede ser tan bueno, tan adorable? ¡Por Nosferatu! Es tan malditamente inocente ¿Qué son estas ganas de abrazarlo? ¿De besar su pálida frente? ¿De... llorar? ¡Basta! Maldito humano ¡Basta de hacerme sentir débil! Basta de hacerme sentir.>>

El vampiro chasquea la lengua con ironía, volviendo la vista de nuevo hacia su papeleo.

—Señor ¿Puede explicarme cómo funciona eso de los distritos y los puros? —insiste tímidamente, acercándose un poco.

Este se gira hacia él con un rostro fastidiado, pero al ver al pequeño mirándolo con enormes ojos brillosos por la curiosidad, Desmond cede y asiente. El chico le regala una sincera sonrisa en agradecimiento y el vampiro muerde su labio

<<Es solo un poco de información, se la doy para que no sea pesado, nada más.>>

—Cuando la humanidad cayó los vampiros más poderosos nos distribuimos en clanes, que son grupos de vampiros con algún parentesco debido a su creador. Cada clan conforma lo que tú llamarías una ciudad autónoma o un pequeño estado independiente, eso son los distritos, hay algunos grandes que pueden subsistir solos, como el mío, y hay otros pequeños que necesitan ayuda de los más grandes y por eso yo tengo que llevar mucho papeleo sobre comercio. Cada distrito tiene un territorio y un líder, dentro del territorio todo lo que el líder diga es la ley, pero en cualquier otro distrito el líder pierde el poder, por eso cada distrito tiene una o varias casas de crianza, porque los humanos que son criados en un territorio son de ese líder y puede entonces reclamarlos o venderlos, pero si los humanos saliesen del territorio cualquier otro vampiro podría tomarlos sin deberle nada al líder. Lo mismo pasa con los recursos y los productos. Afortunadamente nos hallamos en un distrito rico y, por lo tanto, no hay peligro, no dependemos de ningún otro, pero los líderes siempre vivimos con riesgo.

—¿Por la guerra? ¿Las hay entre vosotros? —pregunta el chiquillo interrumpiendo de forma graciosa. Su voz aguda denota un enorme interés y su pequeño impulso de levantar la mano para preguntar hace que Desmond no pueda evitar una sonrisa enternecida.

—Es algo parecido: si un vampiro mata al rey, este es el nuevo líder. Si el vampiro es del propio clan no sucede así, el clan debe rendir homenaje al líder así que matar a tu propio líder está penado con una ejecución que llevan a cabo o el pueblo o las fuerzas armadas. Pero si un vampiro externo mata al líder, puede reclamar su lugar. Por eso tengo un guardaespaldas tan intimidante como Víctor, debo reconocer que lo convertí por ello... Ah, verlo luchar de modo tan bárbaro en la guerra me volvió loco de emoción e incluso peleé con él hasta herirlo de muerte justo antes de darle la inmortalidad. Pero eso es otra historia... Yo no tengo problema con otros reyes, es fácil matar a uno común, pero con los puros o los semi puros pocos se meten y los vampiros primigenios... bueno, no quedan, pero nadie se atrevería a tocarles un solo pelo.

—¿Y el distrito contiguo? ¿Por qué eres heredero? ¿Y que es un primigenio? ¿Y la diferencia de puros y semi puros?

Desmond ríe, sosteniéndose el puente de la nariz, dar explicaciones es agotador, pero su pequeño esclavo es un alumno atento y trabajador, tan interesado en... en él. Por un segundo el vampiro teme que sus mejillas se coloreen, pero por suerte nada de eso sucede. Él mantiene su semblante ecuánime mientras explica y el chico atiende con enormes ojos gatunos.

Le gustaría verlo más veces así de emocionado.

—Soy heredero porque, aunque mi distrito es independiente, está casi fusionado con el de Vlad, un viejo amigo de alguien importante para mí y un... un maestro para mí en mis años de novicio. Él me ha enseñado casi todo lo que sé y de todos sus pupilos, soy su favorito, así que me cede el reino en caso de que abandone el trono. De hecho, hay una calle, justo en el jardín trasero, que me lleva directo al castillo de Vlad, es ahí donde los distritos convergen. Lo conocerás pronto, él siempre viene a verme cada muy poco e incluso alarga sus estancias aquí por meses, la última vez fui yo quien fue a verle y residí en su casa casi por un año, así que espero que te comportes bien delante de él mientras vive con nosotros. —dice mandándole una mirada de repente muy seria como al tono amable y lúdico de su explicación.

Tom da un salto y dice:

—¡Lo haré! No quiero llevarme mal con nadie, odio meterme en líos... ¿Vlad es como Víctor?

—¿Te cayó bien? —pregunta el vampiro con una sonrisa burlona. Tomás asiente con una inocente. —No me extraña, es un blando con los humanos, te puedo asegurar que ninguno de los suyos, por muy sanos que estuviesen, estaba tan bien entrenado como tú. Él tenía a esos pequeños chiquillos correteando por su casa, teniendo pataletas, diciéndole que no...Pero tú... —el vampiro se levanta de golpe, acorralando a Tomás contra la estantería antes de que pueda pensar en huir. —Tú no harías eso ¿Verdad? —pregunta con voz ronca, llevando una de sus manos al cuello del chico, apoyando la otra al lado de su cabeza; los dedos alrededor de su garganta no aprietan, solo sostienen su cuello y danzan sobre él, disfrutando de las reacciones que causan en su presa. —Me basta con acercarme un poco para tenerte temblando y dispuesto a obedecerme para evitar que te castigue ¿No es así?

—L-lo es, amo, pero...

—¿Pero? —pregunta sorprendido, agachándose para ver al muchacho a los ojos. La mirada melosa de su mascota rehúye a la suya y los labios se mueven nerviosamente—¿Tienes algo que rebatirle a tu amo?

—S-solo quiero decir que usted... no necesita ser tan duro conmigo. Obedeceré, de veras, ya le he dicho que quiero que nos llevemos bien y que no quiero problemas.

Desmond acaricia su cuello con el filo de las uñas, riendo socarronamente.

—No seas ingenuo, si no estuvieses aterrado ¿Acaso cumplirías todas las órdenes que te doy y todas las que te daré? Aún no te he pedido ni una décima parte de lo que quiero de ti, así que créeme, no hay nada mejor que los golpes y el temor para educar a una mascota. Ah, pero sigamos —dice de repente con tono relajado, alejándose del chico y dejándose caer de nuevo sobre la silla. —Querías saber sobre los puros ¿No? Es sencillo, los vampiros primigenios son los primeros que existieron, poderosos como dioses, pero más bestias que hombres, totalmente enloquecidos, fueron pocos ¿Diez, doce? No estoy seguro, se mataron entre ellos o se suicidaron producto de su demencia. Sus mentes y corazones humanos no pudieron soportar unos instintos tan monstruosos como los de los vampiros. Los puros son sus creaciones y los semi puros somos las creaciones de estos, todos los demás son comunes. Los puros y semi puros somos prácticamente igual de fuertes entre nosotros y cien veces más fuertes que los comunes, pero ni una millonésima parte de los primigenios. En nosotros los instintos que enloquecieron a los primeros están un poco diluidos, en los comunes lo suficiente para que no afecte demasiado, del mismo modo que nuestro poder, por eso ningún vampiro común intentaría quitarme mi lugar como líder.

Desmond relata hechos horribles con la voz sobria, pero el corazón de Tomás se estremece al entrever la ominosa realidad que hay tras las palabras de su amo. No está hablando de una simple jerarquía basada en la fuerza, sino en el sufrimiento, en la carga de una maldición que es la otra cara de la moneda de la inmortalidad. Y es que si la sed de sangre, crueldad y muerte que los primigenios tenían los llegó a querer devorarse a sí mismos y consumir su propia existencia, ya para saciarse, ya para castigarse o ya para descansar del terrible impulso que los lanzaba contra los demás seres vivos, no puede imaginar el horror que supone para los puros y los semi puros como su amo una vida eterna colmada de esa insoportable naturaleza.

Y lo que debería despertar repugnancia en Tom, no despierta más que una compasión sincera que le hace querer abrazar al vampiro y llorar. Quizá llorar por él, si es que el vampiro no puede ya sino sangrar cuando algo duele en su corazón. Se siente tan triste al pensar en la naturaleza de su amo, en esa constante demanda de vilezas y horrores ¿Si a él su alma eterna le pidiese semejantes cosas, que haría? ¿Obedecer y ser esclavo de sus deseos o morir presa y culpable de sus propios apetitos? Le parece desesperante pensar en un hombre monstruo con dos naturalezas que se depredan mutuamente.

Así visto, se pregunta si su amo no es también otro pobre esclavo como él.

Lo compadece, aunque eso no le consuela en su dolor ni excusa las horribles palizas de las que su piel se resiente todavía. Lo compadece, pero no por eso quiere consentirlo, al contrario, quiere salvar a Desmond de sí tanto como quiere salvarse él.

—¿Es por eso que le cuesta contenerse conmigo? Debe ser difícil no ser cruel con los humanos si usted siente toda esa... ansia por hacernos daño, pero le prometo que no le desobedeceré, aunque no sea tan malo conmigo, señor. —dice el muchacho con un hilillo de voz, acercándose a la mesa y poniéndose de rodillas para terminar diciendo: —No quiero sufrir más a sus manos y no quiero que usted sufra por culpa de su naturaleza. Por favor, ayúdeme y déjeme ayudarle.

Un silencio sepulcral se forma entre ambos, desconcertando al más pequeño. Espera lo que sea, su propietario es un hombre de rápida respuesta y a veces afiladas palabras, pero nunca de silencios largos. Le parece imposible que se haya quedado sin palabras, sin embargo ¿Por qué no responde?

El chico se aventura a alzar su rostro en busca de la mirada del otro, deseando hallar en ella una respuesta más sincera que las palabras que suele escuchar de él.

Se queda congelado al ver la expresión dura de su amo.

Se pregunta como es posible que un rostro de una serenidad tan apacible pueda a su vez verse tan turbado por una mínima tensión en los labios, una profunda y milimétrica línea de expresión junto a los ojos y un leve sombreado producto de un ceño apenas fruncido. Es como si bajo un hermoso manto se ocultase el diablo, pero entonces... oh, entonces olvida su boca gruesa, su nariz, sus cejas, pómulos, frente... olvida la carne que envuelve sus expresiones misteriosas y ve esos ojos rojos tan característicos y cambiantes, tan desconocidos y familiares a su vez, como un amigo que mira bajo una máscara.

Y ve en ellos un sufrimiento que le rompe el corazón, un sufrimiento tan profundo que cree oír sus gritos, tan humano, que muere rápido: en un parpadeo. De un segundo a otro la ilusión se desvanece ¿O quizá es Desmond ocultando su corazón? Tomás no lo sabe, pero cada una de esas miradas le conmueve y a la vez lo turba ¿Se vuelve loco y ve espectros o es el vampiro el loco, fingiendo no ser quién es?

De repente una mano le abofetea, grita del susto, pero se sorprende al llevarse la mano a la mejilla caliente y no notarla doler demasiado. Ha sido un golpe meramente de advertencia.

—La vista al suelo. —le advierte su amo, a lo que él reacciona de inmediato. —¿Ves como tengo que amaestrarte con dolor para que aprendas? Y deja el tema, estoy cansado de darte explicaciones y quiero leer un poco. 




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